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historias, libros ymecenazgo

ROMA LEE Y CANTA MIS POEMASPudiendo componer poemas serios, de que yo prefiera escribir estos regocijos ,tú eres la causa, lector amigo. Tú, que lees y cantas mis versos por toda Roma; pero no sabes lo caro que me cuesta semejante amor. Pues si yo quisiera defender los templos del dios tonante, armado de su hoz, y vender mi elocuencia a los pobres reos, muchos navegantes me traerían ánforas (de aceite) de Hispania, y el seno de mi toga llegaría a ensuciarse con las más variadas monedas. Pero ahora mi librito es un comensal y un amigo de jaranas y sus poemas solamente agradan si se reciben gratis.Los antiguos no se contentaron con los elogios, cuando el mínimo regalo que se hacía a un vate era un Alexis. -“Bien dicho”, me dices, “me gusta y te alabaré altamente y sin fin”. -¿Estás disimulando? ¡Me vas a convertir, creo, en abogado!Marcial, Epigramas V, XVI

Oh mi querido Flaco, preciosa recompensa de mis afanes, esperanza e hijo de la ciudad de Anténor, deja para otro tiempo los cantos pierios y las danzas de las musas: ninguna de estas doncellas te dará ni un real. ¿Qué esperas de Febo? El dinero lo tiene la caja fuerte de Minerva, ésta sabe lo que hace, ella es la única prestamista de todos los dioses. ¿Qué pueden dar las hiedras de Baco? El árbol de Palas, negro [por las aceitunas maduras], inclina sus ramas por el peso. Excepto los hontanares, las guirnaldas y las liras de sus diosas, nada posee el Helicón más que sonoros pero inútiles aplausos. ¿Qué tienes que ver tú con Cirra, o con la ninfa desnuda del Permeso?. El foro romano está más cerca y es más rico. En él suena el dinero, pero en torno de nuestros estrados y cátedras improductivas no resuenan más que besos [de los admiradores]. Marcial, Epigramas, Libro I, LXXVI

Los abogados ganan dinero, los poetas besos

Ahora bien, ¿es vuestra tarea más fecunda, historiadores? En este trabajo se pierde más tiempo y más aceite, todo por cuanto sin mesura alguna cualquiera de vosotros alcanza mil páginas que crecen ruinosas con lo caro que está el papiro. Así lo prescribe el ingente número de sucesos y la ley del género. Sin embargo, ¿qué cosecha sale de ahí? ¿Cuál es el fruto de abrir la tierra? ¿Quién dará al historiador cuanto daría al lector de las «Noticias»?

Juvenal. Sátiras VII, 99-105

La esperanza y el incentivo de escribir radican sólo en el César. Pues es el único que en estos tiempos ha atendido a las tristes Camenas, cuando ya poetas célebres y afamados trataban de arrendar un balneario en Gabios, o unos hornos en Roma, y otros no estimaban ni feo ni degradante hacerse pregoneros, cuando, abandonados los valles de Aganipe, Clío se trasladaba a los salones de subasta en busca de comida. Pues si a la sombra de las Piérides no se te aparece ni una perra gorda, tendrás que pechar con el nombre y la clase de vida de un Maquera, y preferir vender lo que una subasta asignada a ti vende a los mirones, una damajuana, unas trébedes, estanterías, cestos, la Alcítoe de Pació, la Tebas y el Tereo de Fausto. Más vale esto que decir delante del juez: «Lo vi» de lo que no viste, …

Juvenal. Sátiras VII, 1-14

Una librería

Marcial, Epigramas, Libro I, CXVIISiempre que te encuentras conmigo, Luperco, me dices al punto: “¿Quieres que te envíe un propio, para que le entregues tu libro de epigramas, que te devolveré una vez leído?”. No es necesario que molestes a un esclavo. Está lejos, si quiere venir hasta El Peral, y además vivo en una tercera planta, pero alta. Lo que buscas podrás encontrarlo más cerca. Seguro que sueles ir por el Argileto. Frente al foro de César hay una librería con sus jambas totalmente escritas de punta a cabo para que pueda uno leer [los nombres de] todos los poetas. Pídeme allí. No tienes más que preguntar a Atrecto –así se llama el dueño de la librería– y, del primer o segundo estante, por cinco denarios, te entregará un Marcial pulido con piedra pómez y forrado con púrpura. —¿“No vales tanto”, dices? ¡Buen tino, Luperco!

Marcial, Epigramas, Libro I, CXIIITodas las composiciones que escribí antaño de joven y niño, y todas mis fruslerías, que ya no reconozco ni yo mismo, si quieres malemplear tus buenas horas y si te enoja tu tiempo libre, lector, se las pedirás a Quinto Polio Valeriano, gracias al cual no se les permite perecer a mis entretenimientos

Marcial, Epigramas, Libro I, II Tú, que deseas que mis libritos estén contigo en todas partes, y buscas tenerlos como compañeros de un largo viaje, compra los que en pequeñas páginas oprime el pergamino. Reserva las estanterías para las grandes obras; yo quepo en una sola mano. Pero para que no ignores dónde estoy a la venta y no vayas errando sin rumbo por toda la ciudad, siendo yo tu guía no tendrás duda. Pregunta por Segundo, el liberto del docto Lucense, detrás del templo de la Paz y del Foro de Palas

Un editor de Marcial

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