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Transcript

Me morí.

Son las ocho y cuarto de la mañana, creo. Estoy caminando a paso apurado por el centro. Adelante se ven claramente algunos autos transitando por Riobamba. La calle Tucuman, en la que ahora estoy, también tiene un poco más de movimiento de lo normal. Miro los números. Veo 1946. Yo trabajo al 2117. Cambio mi dirección, para adentrarme a la calle y cruzar a la vereda de en frente. La verdad no miro. En realidad sí miro, pero tarde. El mundo se para. El sonido de las bocinas se convierten en una sinfonía sin fin. La voces de los transeúntes yendo a sus trabajos se callan por el avasallante grito del auto.

start

Yo también quiero gritar, pero en la distorsión del tiempo, no puedo. Ya sé que me voy a morir. Ahora solo me queda pensar...

Tocá para entrar en tu mente

Tocando cada uno de los elementos, vas a poder adentrarte un poco en tus pensamientos...

Listo para morir?

si

no

Entonces, todavia necesitas mas tiempo de introspección...

SEGUIR PENSANDO

Hace 30 segundos pasé por al lado de un hombre sentado en el cordón. Estaba desamparado, tapado con una frazada sucia, sufriendo con cada centímetro de su cuerpo el paso de cada instante. Esas situaciones me hacen cuestionarme todo lo que pienso que sé sobre la vida. ¿Cómo alguien puede estar viviendo ese nivel de padecimiento? ¿Qué Dios omnipotente ha de castigar con tal brutalidad incluso a las peores de las almas? Y a su alrededor la gente pasaba, ignorándolo, pues no se trataba de ellos, sino de él.Mis piernas le ganaron a mis pensamientos, y cuando me di cuenta y atiné a darle algo de plata, ya lo había pasado. Ya lo había ignorado, como el resto. Tenía encima 500 pesos de más, que me habían sobrado del desayuno y no me cambiaban la vida en absoluto. Pero, ¿y a él? Con esa plata se podría comprar una manzana quizá, o un chocolate a lo sumo. No, definitivamente no cambiaba nada.O tal vez sí. Porque a alguien que la vida dejó atrás, alguien que no come hace días, una mísera manzana le puede hacer el día. Es más, puede hacer la diferencia entre subsistir una noche más, o no.A mi tampoco me sobra la plata. Puedo bancarme la comida y el alquiler, pero a un auto o un buen celu ya no llego. Son varios de esos billetes de 500 pesos los que necesitaría para hacer un verdadero giro en mi vida. Y sin embargo, allí estaba ese hombre, esperando nada sino una insignificante caridad para cambiar su destino.

500 PESOS

Es muy fácil cuestionar acciones ajenas, pero uno siempre termina siendo igual. En ese momento, pienso que es una lástima, pero no podemos vivir haciendo cosas por los demás. No soy malo, estoy apurado y distraído; ya va a haber otra chance. ¿Y qué va a pasar con el pobre hombre? No lo sé la verdad, y lo siento mucho, pero no se trata de mi, sino de él. Tan solo un instante después estoy por irme a la tumba con esos 500 pesos que, ahora definitivamente, no le van a cambiar la vida a nadie. Se los confiscaría la policía cuando encontrasen mi billetera en el piso, o a lo mejor algún vivo se los llevaría en el medio del caos que se estaba por armar en esa calle. Efectivamente fuí como los demás, esos que tanto criticaba. Hoy ese hombre se perdió 500 pesos que le hubieran hecho un momento de felicidad en el desierto de agonía que estaba viviendo. Por haber pensado que no hacían la diferencia, ahora se van a morir conmigo. Y ahora eso nunca va a cambiar.

500 PESOS

4 AÑOS

Justo recién estaba yendo al trabajo. El jefe de la agencia me hubiera recibido como siempre, con un ladrido por llegar tarde u olvidarme algo, o (si estaba de buen humor), con un “hola” gris como las paredes de los cubículos. Siempre que me olvido el pase la recepcionista me pregunta el nombre, como si no trabajara acá desde hace ¿4 años ya? Parece ayer cuando me metí en este callejón sin salida para ganarme la vida. Pero bueno, la miseria diaria sirve para bancar mi vocación ¿no? La medicina me gusta, o por lo menos me gusta como suena cuando le digo a la gente lo que estoy estudiando. En el colectivo yendo la facultad no descanso. Las clases ya me parecen monótonas y densas. No distingo entre los huesos y los músculos de los diagramas del cuerpo, y al tercer parásito del libro de microbiología se me hacen todos iguales. Este semestre me anoté a una sola materia, me estoy atrasando mucho. Cada vez me falta más para recibirme. Y cuando pienso a futuro, no me quiero dedicar a esto. No tengo vida para pasarme las noches de guardia cobrando el sueldo mínimo.

No encuentro mi rumbo, pero no puedo dejar esto. ¿Qué voy a hacer? ¿Dedicarme a la moda? Se me van a reír en la cara. Sigo buscando mi destino, mi pasión, y solo encuentro muros, duros como los cubículos de la agencia, aburridos como las clases de la facultad. Se me viene encima un mundo del mismo gris del auto que se me acerca con furia, me ahogan olas en el mar de la vida sin sabor.4 años pasaron ya y no estoy más cerca de tener mi proyecto, mucho menos mi legado o un significado. No se como termine acá, en este laberinto que no lleva a ningún lado. No es que busque complacer a nadie, pero tampoco estoy conforme yo mismo. Me saqué la posibilidad de tener un sueño, de poder ser alguien que camina con determinación a donde sea que vaya. Hoy no trasciendo, dejo una vida vacía sin disfrute, de trabajo sin frutos, de esfuerzo sin propósito. Y ahora eso nunca va a cambiar.

4 AÑOS

Las relaciones sociales son algo para lo que la sociedad misma me condenó a no encajar. Cada vez que abro la boca, parece que un mandato que cae de arriba les hace soltar una carcajada que, sin vergüenza pero por compromiso, reprimen. Intentaba imitar la forma en la que caminaban, hablaban y gesticulaban, pero lo mío era una imitación pobre, un claro signo de que quería lo que tenían, estando por debajo. De esta manera es que en mi vida me sentí siempre un paso al costado, fuera de foco, como que algo me faltaba para ser ellos. Afortunadamente, creo que por una serie de coincidencias, pude hacer algunos amigos en mi vida. Algunos con los que me reía, con los que realmente me sentía parte de la estructura a la que siempre quise tanto pertenecer. Tenía 14 años, y pude sentirme capaz de reprimir las risas por compromiso, y de hacer miradas cómplices a los que me rodeaban ante la inesperada intromisión de alguno que quería ser yo. Pero duró poco, y con ellos me fui distanciando, hasta que para los 16 había vuelto a caer en la actuación casi teatral para incluirme, rechazando a los que estaban en mí mismo estrato, y haciendo hasta el último esfuerzo para subir al podio. Era triste.

CONDENADO

Hoy, la vida me hizo un pibe de 28 que algún grupito para salir o ir a tomar algo de vez en cuando, tiene. La mayoría los conocí por trabajo, o en desesperadas sesiones de estudio para Anatomía I y II. Pero nunca deje de ser ese chico de 12, 16, 20 y 24 años que se siente afuera. Siempre fui el que se queda atrás cuando caminan en una vereda conocedora de mi cadena perpetua, que con las raspaduras de las cortezas de sus árboles y la pintura sin lijar de sus paredes me recuerdan que mi lugar no es a la misma altura que el resto. Pero ahora, viendo a un hombre con cara de Juan en su Corsa aproximándose más rápido que mis pensamientos, entiendo con claridad que mi propio denunciante, juez y verdugo fui yo, en un juicio sin abogado. Cuando salía con los pibes de la UBA, si en vez de estar consciente de cada mínima interacción, cada ínfimo movimiento y todos los detalles que solo yo veía, capaz podría haber dejado de sentirme como el que sobra. Y ahora eso nunca va a cambiar.

CONDENADO

De chico conocer lo que estuviese más allá de donde llegara el colectivo 620 de Virrey del Pino estaba fuera de discusión. Nuestras vacaciones consistían en viajes al centro, y una vez muy memorable a una casita de una tía segunda en Las Toninas, en la que nos hospedó a mi y a mi hermana una semana para que por lo menos conociéramos una vez el mar. Esta era nuestra realidad: comida siempre había, ropa y techo también, aunque los viajes y otras cosas extravagantes, pocas veces. Ni Juani ni yo nos opusimos o quejamos jamás de esta realidad, ni se nos ocurrió hacerlo; era así y punto. Pero imaginar no costaba plata, así que era algo a lo que no me limitaba. En la tele del comedor, muchas veces la abuela Tata ponía el canal de Nat Geo Wild, el 450, mientras tejía algún suéter, y yo me sentaba al lado bien pegadito a verlo también. Siempre estaba puesto un programa de un hombre de trentipico que iba a los países con los nombres más raros a grabar sus aventuras, que a los ojos de un nene de 8 como yo era lo más interesante que podía haber.

SUDÁFrICA

Me acuerdo como si fuese hoy de una vez que visitó un país extraño, que mi abuela me dijo que estaba cerca de Sudáfrica. Había ido a ver una manada de leones, a los que se acercó con un Jeep mientras dormían. Cuando enfocaron a estas criaturas tan majestuosas y violentas, un cielo de atardecer color rosa creaba una imagen ideal, que desde ese dia quise probar con mis propios ojos. Toda mi vida especulaba sobre los viajes que haría para conocer los lugares que de chico veía en una pantalla de 20 pulgadas. Pero hoy, cualquier sueño que incluyese gastos es aplazado por necesidades más mundanas, como cortinas para el departamento, vasos nuevos, o pequeños ahorros para el anhelo de ser propietario. Ahorros que, ahora que el remis viene hacia mí a toda velocidad, nunca me van a poder comprar esa casa (que tampoco me iban a comprar), ni mi ansiado viaje a ese lugar parecido a Sudáfrica. Y ahora eso nunca va a cambiar.

SUDÁFrICA

El que iba al volante era un conductor muy experimentado, más de treinta años de remisero. Cuando ya era obvio que no había más que hacer que taparse los ojos, a último momento, perforó oídos un chirrido sobre la calle. Un bocinazo después el auto terminó arriba de la bicisenda, y aunque un ciclista medio distraído frenó rápido y terminó en el piso, nadie salió herido.

fin

Porque cuando parecía que ya no podía girar o desviarse, la dirección del auto cambió.