Want to make creations as awesome as this one?

Transcript

Seudónimo: Té de Naranja

se recomienda el uso de auriculares para una experiencia completa

La europea

Empezar

Para una experiencia completa, se recomienda el uso de auriculares.

"Me hubiera gustado ver crecer la primera planta verde sobre la tierra en cambio aprendí a detectar que toda catástrofe en cámara lenta no parece una catástrofe aunque lo sea".Silvina Giaganti

estás?

Ni hija, ni Negra, ni hola. Solo "estás?", una palabra con sabor a pregunta existencial, a las dos de la tarde de un sábado de verano en el que todos deberíamos haber estado durmiendo la siesta. Cuando llegó el chat de papá, las bandurrias galopaban en el techo de la cabaña y hacían imposible la sola idea de cerrar un ratito los ojos. Son aves insoportables, espamentosas para aparearse, peleadoras y cobardes. Ante la imposibilidad de dormir, la lectura del mensaje se hizo inevitable. Hacía tanto calor que el solo hecho de pensar en intercambiar diálogo virtual me extenuaba. La pandemia logró convencerme de que el silencio, la soledad y una copa de vino acompañan mejor que las charlas por compromiso. Pero los mensajes de papá y mamá traen cosigo una amenaza fatalista, la posibilidad de esconder potenciales infartos o muertes de algún ser querido, por ende caí rápido en la tentación de abrirlo y responder con la velocidad que demanda un juego de ping pong. Papá quería saber si yo estaba casi que por primera vez en 40 años de llamar sin preguntar y ofenderse si no lo atiendo por estar ocupada, iniciando una contienda unilateral que se extiende hasta el próximo llamado. Esta vez preguntó. Yo estaba.

¿Las escuchaste?

Estoy, pá

estoy, pá

te puedo pedir un favor hasta mañana?

Lo primero que pensé fue...

Papá no pide favores, se cura solo, lamiéndose las heridas, como los perros.

Si el primer mensaje ya había raspado mi atención, el segundo no hizo más que arrojar sal sobre la herida:

Plata. Quería plata. Escribió que necesitaba 15 mil pesos para devolverle a un amigo, porque se había mandado una macana. A Papá le gustan las cartas y las chicas. También el vino y las noticias. Tiene juntas que no le permitiría a mi hijo, pero él es bueno. Es bueno y confiado. Papá nunca quiere plata prestada y es demasiado orgulloso para asumir las macanas.Algo no estaba bien, sin dudas algo pasaba.

LLAMAR A PAPÁ

Papá no atendía llamadas, no daba la cara. Respondía mensajes con demora y palabras raras. Formas distintas, distancia. En cuestión de diez minutos, estaba pidiéndole plata a todos. Me llamaban sus amigos, sus ex novias, mi hermana y hasta el chico del kiosco al que le manguea delivery de puchos cuando está jugando Boca. Todos habían recibido el mismo mensaje: "estás?".Comencé entonces a practicar mentalmente los peores escenarios posibles, preparándome para cualquiera que me tocase afrontar. Contemplé desde secuestro hasta abducción, pasando por neurosis temporal y robo de celular. Cualquiera era posible. Dicen que cuando se gestan las catástrofes, siempre hay alguien que las siente antes de que ocurran. Alguien que percibe cómo se mueve la desgracia, cómo crece hasta convertirse en irreparable, pero sin hacer nada. Porque no sabe, porque no interpreta, porque no quiere creer. Cuando creí que Papá estaba en peligro dejé de llamarlo, me subí al auto y simplemente salí a buscarlo.

traté de establecer mentalmente qué hacer en caso de que continuara sin atenderme el teléfono. dibujé cómo quedaria su foto en los sachets de leche. pensé cuánto tiempo lo aguantarían secuestrado y de dónde sacaríamos la plata para pagar su rescate, cuando estamos a 30 del mes y nadie cobra hasta dentro de seis días.

ESTOY OK. NO BENGAS. PASAME LA PLATA

Antes de poder analizarla, tuve por delante una difícil decisión:

PADRE

No podía dejar de llamarlo, con la esperanza de que atendiera y mi salida en auto quedara en una simple pausa de fin de semana en un café para leer alguno de los libros que llevo en la mochila hace meses sin avanzar una página. No es que no tenga tiempo de hacerlo, es que elijo mal las batallas de cada día.Ante la falta de éxito, lo amenacé con visitarlo. Qué mal concepto tengo de mis idas a la casa de Papá, pensé.Su respuesta finalmente llegó:

LLAMAR DE NUEVO

Pero Papá no tiene errores de ortografía. Tiene otros, de fábrica: ansiedad galopante, acidez instantánea e intolerancia a los ladridos de perro. También una debilidad por atender mis llamados a cualquier hora (aunque no evidenciada en los hechos precedentes). Pero, errores de ortografía, nunca. ¿Papá estaba en peligro?

¿Dónde estaba mi viejo?

Pasé por el único hospital del pueblo, pero no estaba internado ahí. Lo busqué en el almacén, en la farmacia y hasta en la cancha de bochas. Entré al casino, para ayudarlo en caso de que estuviera pegado a una maquinita de esas que no entiende, pero que lo hipnotizan. Papá no estaba en ningún lado.Como último recurso me convencí de ir a la casa velatoria, pensando que quizá lo habían asesinado para robarle el celular. Nunca fui de medias tintas. La gente está viva o muerta y mis pensamientos se alinean en los mismos extremos.El problema de los pueblos con pocos habitantes es que nos conocemos todos: los velorios tienen la misma audiencia, con la única diferencia de que con cada muerto nuevo, se resta uno de los asistentes frecuentes. Estacioné el auto en la puerta y al cerrarlo hice sonar la alarma. Las bandurrias se sobresaltaron y varias volaron a la puerta de la funeraria. La gente que estaba llorando en la entrada me saludó con incomodidad. Al ver que había un muerto en el cajón, abandoné el poder de diferenciar si me observaban con ojos de condolencia o de sorpresa. Reconocí el tapado de mi tía entre las personas abrigadas que rodeaban al ataúd. Sentí que me hacía transparente con cada paso que daba. Crucé la puerta lo más despacio que pude. El apuro se me había diluído... nadie quiere encontrar muerto a su padre. Vi a una mujer desconocida al lado del muerto. Estaba concentrada en un celular que manejaba con dificultad. Entonces lo supe, ella era la culpable. La tomé del pelo, le pegué un cachetazo, grité "¡¡¡¡asesina!!!!" y me desmayé.

A comer una bondiolita a la costanera

A comer una bondiolita a la costanera

A comer una bondiolita a la costanera

Desperté en el Hospital bajo la atenta mirada de mi padre y la mujer a la que había golpeado. Le pregunté por qué no me atendía el teléfono, para qué necesitaba la plata. Confesó que una europea que le juraba amor eterno por Facebook le había hackeado el celular. - Papá, ¿vos pensaste que esa mina te iba a dar bola?- Hija, uno nunca sabe.Papá siempre me dice "hija". Hice bien en preocuparme.Los amigos que transfirieron plata, todavía esperan la devolución. Al muerto no lo conocíamos. La señora a la que le pegué era efectivamente la novia de papá y no sentía celos de la europea. El hombre del cajón era su padre. La mujer que lloraba, definitivamente no era mi tía.

A comer una bondiolita a la costanera

A comer una bondiolita a la costanera

A comer una bondiolita a la costanera