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Teorías de la personalidad

monica mora

Created on September 27, 2025

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Transcript

Biografía

Psicoanálisis

Sigmund Freud

Tipo de terapia

Biografía

Psicología Analítica.

Carl Jung

Tipo de terapia

Biografía

Teoría De la neurosis

Karen Horney
Alex- adler Jorge- Eric from erickson Elias- Anna y klein Daniel- winnicot Monica- karen

Tipo de terapia

Jung no estaba de acuerdo con Freud en que la libido fuera principalmente sexual. Para él, la libido era una energía vital amplia que impulsa todas nuestras actividades mentales, como pensar, sentir, percibir y desear. Aunque redujo la importancia del sexo en su teoría, Jung tuvo una vida sexual activa y libre, diferente a la actitud más reprimida de Freud. Jung usaba el término libido para referirse primero a esa energía vital general y, segundo, a una energía psíquica que alimenta la personalidad, a la que llamó psyche. Cuando dedicamos mucha energía psíquica a algo, como un deseo o una meta, ese objeto adquiere un alto valor psíquico e influye fuertemente en nuestra vida. Para explicar cómo funciona la energía psíquica, Jung se inspiró en la física y propuso tres principios: Principio de los opuestos: todo deseo o sentimiento tiene un contrario, y el conflicto entre estas polaridades genera energía psíquica. Por ejemplo, cuanto más fuerte es el conflicto interno, más energía se produce. Principio de equivalencia: la energía psíquica no se pierde, solo se redistribuye. Si dejamos de interesarnos por algo, la energía que invertíamos en eso se transfiere a otra actividad o deseo. Esta energía redistribuida debe tener el mismo valor psíquico; si no, fluye al inconsciente. Principio de entropía: la energía psíquica tiende a equilibrarse dentro de la personalidad. La mente busca un balance entre deseos o ideas de diferente intensidad, pero nunca se alcanza un equilibrio perfecto, porque el conflicto entre opuestos es necesario para que haya energía. Según Jung, la personalidad o psique se compone de varios sistemas que se influyen entre sí: el yo, el inconsciente personal y el inconsciente colectivo. El yo es el centro de la conciencia; aquí percibimos, pensamos, sentimos y recordamos. Es nuestra conciencia de nosotros mismos y nos permite funcionar en la vida diaria, pero solo procesa parte de los estímulos que recibimos. Jung también habló de dos actitudes mentales: extroversión e introversión. Los extrovertidos dirigen su energía hacia el mundo exterior, son sociables y abiertos, mientras que los introvertidos se enfocan en su mundo interno, sus ideas y sentimientos. Todos tenemos ambas actitudes, pero una suele dominar y dirigir nuestra conducta, mientras la otra pasa al inconsciente y puede influir de manera indirecta. Jung identificó cuatro funciones psicológicas que explican cómo percibimos y evaluamos el mundo: Percepción: captar la realidad tal como es a través de los sentidos. Intuición: captar posibilidades o presentimientos sin experiencia directa. Pensamiento: juzgar y organizar la información de manera lógica. Sentimiento: valorar las experiencias según agrado o desagrado.

Individuación La individuación significa convertirse en un individuo completo, desarrollando nuestras capacidades y expresando nuestro verdadero sí mismo. Para lograrlo:Hay que dejar atrás las conductas y valores de la primera mitad de la vida. Escuchar y aceptar lo que nos dice el inconsciente, a través de sueños, fantasías o creatividad.Integrar y equilibrar los aspectos conscientes e inconscientes sin dejar que ninguno domine. Parte de este proceso implica:Reconocer y equilibrar la persona, nuestra “máscara social”, sin confundirla con nuestro verdadero yo. Aceptar la sombra, nuestros instintos y deseos primitivos, para que contribuyan a la creatividad y vitalidad en lugar de dominar nuestra vida. Aceptar la bisexualidad psicológica, expresando tanto los rasgos masculinos como femeninos (ánima y ánimus). Esto ayuda a la creatividad y nos libera de la influencia de los padres. Cuando se logra integrar todos estos elementos, la personalidad alcanza un equilibrio profundo. Jung llamó a la etapa final trascendencia, donde todos los aspectos de la psique se unen, logrando la unidad y plenitud de la personalidad. La idea que tenía Carl Jung sobre la naturaleza humana es más positiva y abierta que la de Freud. Aunque aceptaba que las experiencias de la infancia influyen en cómo somos, él pensaba que no nos definen por completo. Creía que las personas siempre podemos cambiar, crecer y decidir por nosotros mismos, no importa la edad que tengamos. Para Jung, dentro de cada uno existe libertad y también una parte creativa que puede venir incluso de nuestro lado oscuro, al que llamó la sombra. Sobre lo que heredamos y lo que aprendemos, Jung pensaba que ambas cosas son importantes. Decía que todos nacemos con el deseo natural de crecer, conocernos y ser nosotros mismos, algo que él llamó individuación. Pero el ambiente, la educación y las experiencias que tenemos pueden ayudarnos o dificultar ese proceso. Para Jung, el gran objetivo de la vida es lograr la realización del sí mismo, que significa llegar a un punto donde aceptamos e integramos todas las partes de nuestra personalidad y vivimos en equilibrio. Aunque no todos logran alcanzarlo completamente, todos sentimos la necesidad de intentarlo. A diferencia de Freud, Jung no creía que la personalidad se forme solo en la niñez. Pensaba que las experiencias de la edad adulta, sobre todo en la madurez, también tienen mucho peso, porque en esa etapa empezamos a mirar más hacia nuestro interior y a buscar un sentido más profundo a la vida. Jung decía que cada persona es única, sobre todo en la primera parte de la vida, cuando tratamos de encontrar nuestro lugar en el mundo. Pero en la segunda mitad, cuando buscamos la integración entre lo que somos por dentro y por fuera, dejamos de ser tan distintos y logramos una personalidad más completa y equilibrada. En general, Jung tenía una visión optimista del ser humano. Pensaba que siempre podemos mejorar, aprender y desarrollarnos, y que el crecimiento no termina en la infancia, sino que continúa durante toda la vida. Incluso creía que la humanidad en general sigue evolucionando con el paso del tiempo. Sin embargo, Jung también estaba preocupado por algo que llamó “la enfermedad de disociación”. Decía que la sociedad moderna se enfoca demasiado en lo material, la razón y la ciencia, y ha olvidado la parte emocional, espiritual y simbólica que también forma parte de nosotros. Si nos alejamos de nuestro mundo interior, podemos sentirnos vacíos o sin propósito. Por eso, Jung aconsejaba mantener un equilibrio entre la mente racional y la parte inconsciente, entre lo que pensamos y lo que sentimos, para vivir una vida más plena y con sentido.

Cuestiones sobre la naturaleza humana según FreudFreud tenía una visión pesimista de los seres humanos. Pensaba que todos estamos llenos de conflictos internos y que nuestra vida es una lucha constante contra nuestros propios impulsos. La meta principal de las personas, según él, es reducir la tensión y el malestar. Sobre herencia y aprendizaje, Freud decía que ciertas partes de la personalidad, como el ello y las etapas psicosexuales, son heredadas, mientras que otras, como el yo y el superyó, se forman a través de la experiencia con los padres y el entorno. Cada persona tiene una combinación única de estas características. Freud también creía en un determinismo psicológico: la mayoría de lo que hacemos, pensamos y sentimos está determinado por los instintos de vida y muerte, así como por experiencias tempranas antes de los cinco años. Sin embargo, mediante el psicoanálisis, las personas pueden tomar mayor control sobre su vida y decisiones al hacerse conscientes de sus procesos inconscientes. Evaluación de la personalidad según Freud Para estudiar la mente inconsciente, Freud creó dos técnicas: Asociación libre: El paciente dice en voz alta lo que le venga a la mente, sin censura. Revela recuerdos, pensamientos y emociones reprimidos. Las resistencias aparecen cuando los recuerdos son demasiado dolorosos; esto indica que se está acercando al conflicto principal. La expresión de emociones a través de la catarsis ayuda a aliviar síntomas. Análisis de los sueños: Los sueños muestran deseos, miedos y conflictos reprimidos, de forma simbólica. Tienen contenido manifiesto (lo que realmente ocurre en el sueño) y contenido latente (el significado oculto). Los símbolos pueden ser universales o personales, y cada elemento puede tener varias fuentes. Freud comparaba interpretar los sueños con reconstruir un edificio destruido: el analista reconstruye la experiencia a partir de recuerdos fragmentados. Estas técnicas ayudan al psicoanalista a descubrir los conflictos inconscientes de los pacientes y comprender cómo estos afectan su comportamiento, emociones y personalidad.

Carl Gustav Jung (1875-1961) nació en Suiza dentro de una familia muy religiosa, ya que muchos de sus tíos y su padre eran clérigos. Su niñez fue complicada y solitaria. Su padre, a quien quería, le parecía un hombre débil y sin carácter, mientras que su madre, aunque fuerte, era inestable emocionalmente y a veces se comportaba de manera extraña, como si fueran dos personas distintas en un mismo cuerpo. Estas experiencias lo marcaron profundamente y le generaron desconfianza hacia las mujeres durante muchos años. Además, al crecer en un hogar lleno de tensiones y problemas, Jung buscó refugio en sí mismo. Pasaba largas horas aislado en el desván jugando con un muñeco de madera y desarrolló un mundo interior lleno de sueños, visiones y fantasías que lo acompañarían toda su vida. Durante su infancia y juventud, Jung evitaba a otros niños y ellos también lo mantenían a distancia por considerarlo raro. Esa soledad lo llevó a sentirse diferente y a desarrollar una relación muy íntima con su inconsciente. Desde muy pequeño tuvo sueños extraños, como cuevas, huesos de animales prehistóricos o figuras misteriosas, que más tarde interpretaría como señales de su vocación por explorar lo oculto de la mente humana. Estas experiencias lo marcaron tanto que muchos años después tituló su autobiografía Recuerdos, sueños y reflexiones, convencido de que su teoría psicológica estaba profundamente ligada a su propia vida. Aunque no disfrutaba de la escuela y prefería leer sobre religión y filosofía, decidió estudiar medicina en la Universidad de Basilea y luego especializarse en psiquiatría, un campo poco valorado en aquel tiempo, pero que le permitía unir su interés por los sueños, lo espiritual y lo misterioso. Trabajó en el hospital psiquiátrico de Zúrich con Eugen Bleuler, quien había acuñado el término esquizofrenia, y pronto empezó a destacar en su profesión. En 1907 conoció a Sigmund Freud, con quien estableció una amistad muy cercana. Freud lo veía como su sucesor y lo trataba casi como a un hijo, mientras que Jung lo consideraba una figura paterna. Sin embargo, sus diferencias teóricas fueron creciendo. Jung no aceptaba todas las ideas de Freud, en especial la centralidad de la sexualidad, y poco a poco fue desarrollando su propia visión sobre la mente y la personalidad. En 1913 su relación se rompió de manera definitiva. Ese mismo año, Jung atravesó una profunda crisis personal y neurótica que duró tres años. Temía perder el contacto con la realidad e incluso pensó en el suicidio. Sin embargo, enfrentó esa crisis analizando sus propios sueños y fantasías. A partir de esa experiencia personal desarrolló su teoría de la psicología analítica, que, a diferencia del psicoanálisis freudiano, ponía más énfasis en el desarrollo de la personalidad durante la adultez y en el crecimiento interior del individuo. Jung vivió una larga vida y siguió investigando, escribiendo y atrayendo seguidores en muchos países. Era una persona brillante, pero también excéntrica. Tenía costumbres extrañas, como hablar con objetos cotidianos o esconder dinero en lugares insólitos que luego olvidaba. Con su familia era distante y formal, incluso con sus hijas, a quienes no solía demostrar afecto físico. A pesar de estas excentricidades, su obra fue ampliamente reconocida. Gracias al apoyo de familias influyentes, sus libros se tradujeron y difundieron en el mundo angloparlante, especialmente en Estados Unidos, lo que le permitió convertirse en una de las figuras más influyentes de la psicología del siglo XX. Su legado, centrado en el inconsciente colectivo, los arquetipos y la importancia de los sueños, sigue vivo y ha trascendido más allá de la psicología, llegando también a la filosofía, la religión y la cultura en general.

Técnicas terapéuticas en la teoría de Karen Horney

  • 1. Asociación libre (modificada)
  • Horney utilizaba la asociación libre, igual que Freud, pero con un enfoque distinto.
  • Freud la usaba para acceder al inconsciente reprimido; Horney, en cambio, la utilizaba para explorar las actitudes y emociones actuales del paciente.
  • Se interesaba más por cómo el paciente reaccionaba emocionalmente hacia ella (la terapeuta), porque creía que eso reflejaba sus actitudes hacia los demás en la vida cotidiana.
  • No se centraba tanto en las fantasías sexuales infantiles, sino en los conflictos presentes y las defensas del paciente.
2. Análisis de los sueños
  • Horney también utilizaba los sueños como herramienta terapéutica, pero con una visión más emocional y personalizada.
  • Consideraba que los sueños revelan el “yo verdadero” y los intentos del paciente por resolver sus conflictos, ya sea de forma constructiva o neurótica.
  • No creía en símbolos universales (como Freud), sino que cada sueño debía entenderse dentro del contexto del conflicto del paciente.
  • Daba especial importancia a los sentimientos expresados en el sueño, ya que los veía como la clave más segura para su interpretación.
3. Relación paciente-terapeuta: cooperación y calidez
  • Horney criticó la actitud distante e impersonal de Freud.
  • Decía que el psicoanálisis debía ser “una empresa exquisita de cooperación” entre paciente y terapeuta.
  • Llamaba a su actitud “amabilidad constructiva”: una postura empática, flexible y humana.
  • Incluso, aunque tenía un diván, no obligaba a todos los pacientes a usarlo. Les permitía decidir si preferían sentarse, recostarse, caminar o hablar libremente, según lo que los hiciera sentir más cómodos.
4. Autoanálisis
  • Además del trabajo con pacientes, Horney promovía el autoanálisis como una herramienta de crecimiento.
  • Creía que las personas podían analizarse a sí mismas, reflexionar sobre sus conflictos y avanzar hacia la autorrealización.
  • Lo desarrolló tanto en su práctica como en su vida personal, y escribió un libro titulado Autoanálisis (1942).
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Las experiencias antiguas que todos compartimos se reflejan en los arquetipos, que Jung también llamó imágenes primordiales. Son patrones universales que se repiten de generación en generación y aparecen en nuestros sueños o fantasías. Algunos ejemplos son el héroe, la madre, el niño, Dios, la muerte, el poder y el viejo sabio. Los más importantes son la persona, el ánima y el ánimus, la sombra y el sí mismo. La persona es como una máscara que usamos frente a los demás, mostrando un papel social. Es útil para adaptarnos, pero puede ser dañina si creemos que esa máscara es nuestra verdadera identidad. El ánima y el ánimus representan los rasgos femeninos en los hombres y los masculinos en las mujeres. Esto ayuda a entender al otro sexo y a relacionarnos mejor. Expresarlos es importante para tener una personalidad equilibrada. La sombra es el lado oscuro de nuestra personalidad, donde están los instintos y deseos primitivos. Puede ser peligrosa si se ignora, pero también nos da creatividad, energía y emociones. El yo debe controlar la sombra, dejando que se exprese de forma equilibrada para que podamos vivir bien y ser creativos. El sí mismo simboliza la unidad y el equilibrio de toda la personalidad. Es la meta de la vida, ayudándonos a unir lo consciente y lo inconsciente y guiándonos hacia conocernos mejor y desarrollarnos como personas. Esto se logra en la madurez y requiere conocerse a uno mismo, esfuerzo y paciencia. El desarrollo de la personalidad según Jung Jung creía que nuestra personalidad se forma no solo por lo que hemos vivido, sino también por lo que queremos llegar a ser. Criticó a Freud porque se enfocaba solo en el pasado y en los primeros años de vida, dejando de lado el futuro. Para Jung, siempre estamos creciendo y desarrollándonos, buscando llegar a ser la mejor versión de nosotros mismos. De la niñez a la adultez temprana El yo empieza a formarse en la niñez, aunque al principio es muy básico. Al inicio, el niño refleja mucho la personalidad de sus padres, quienes influyen en su desarrollo. Los rasgos más importantes del yo aparecen cuando el niño se da cuenta de que es distinto de los demás y puede decir “yo”. Durante la pubertad, la psique comienza a tomar forma y el adolescente debe enfrentarse a la realidad. Entre la adolescencia y la adultez temprana, nos concentramos en metas externas: estudios, trabajo, familia y vida social. La conciencia y la extroversión predominan, ya que buscamos establecer nuestro lugar en el mundo. Edad madura Entre los 35 y 40 años, ocurre un cambio importante en la personalidad. La adultez temprana ha dejado de presentar nuevos desafíos y muchas personas sienten vacío o falta de sentido. Jung vio esto como un periodo normal de transición, donde la energía debe redirigirse hacia intereses internos, más espirituales, filosóficos o creativos. La actitud se vuelve más introvertida, y empezamos a equilibrar la conciencia con el inconsciente. En esta etapa se inicia el proceso de realización del sí mismo, llamado individuación. Esto implica conocerse profundamente y armonizar todos los aspectos de la personalidad: consciente, inconsciente, los arquetipos, la sombra, la persona, el ánima o ánimus y el sí mismo.

En la terapia freudiana, dos herramientas fundamentales para acceder al inconsciente eran la asociación libre y la interpretación de los sueños. La asociación libre consistía en que el paciente hablara sin censura, diciendo todo lo que le viniera a la mente, aunque pareciera irrelevante o absurdo. Freud creía que al expresar pensamientos espontáneos, recuerdos o emociones ocultas, se podían revelar deseos y conflictos reprimidos que influían en la vida consciente. El terapeuta escuchaba atentamente y buscaba patrones, temas recurrentes o símbolos que permitieran comprender mejor la psique del paciente y cómo sus experiencias pasadas afectaban su conducta y emociones actuales. Por otro lado, los sueños eran considerados por Freud la “vía regia hacia el inconsciente”. Según él, los sueños expresaban deseos reprimidos y conflictos internos, aunque de manera disfrazada. Cada sueño tenía un contenido manifiesto, que era lo que el paciente recordaba al despertar, y un contenido latente, que representaba los significados ocultos de esos deseos o conflictos. La labor del terapeuta consistía en interpretar los símbolos y las relaciones dentro del sueño para descubrir estos contenidos inconscientes. Por ejemplo, un sueño sobre volar podía reflejar un deseo de libertad o de escapar de situaciones limitantes, aunque el escenario del sueño pareciera extraño o desconectado de la vida diaria. En conjunto, la asociación libre y la interpretación de los sueños permitían al psicoanálisis hacer consciente lo inconsciente, ofreciendo al paciente la posibilidad de comprender sus conflictos internos y reducir la ansiedad o el malestar que estos generaban.

Necesidades y tendencias neuróticas – Karen Horney Horney propuso que los mecanismos de defensa contra la ansiedad pueden volverse tan constantes que se transforman en necesidades neuróticas, es decir, formas irracionales y compulsivas de buscar seguridad. Identificó 10 necesidades neuróticas: afecto y aprobación, pareja dominante, poder, explotación, prestigio, admiración, logro, autosuficiencia, perfección y límites estrechos para la vida. Más tarde agrupó estas necesidades en tres tendencias neuróticas, según la forma en que la persona se relaciona con los demás: Movimiento hacia otros (personalidad complaciente): busca afecto y protección, depende de los demás y teme el rechazo. Su actitud aparente es amable y servicial, pero suele reprimir hostilidad y deseos de control. Movimiento contra otros (personalidad agresiva): busca poder, éxito y dominio. Ve el mundo como competitivo y hostil, y actúa con fuerza y ambición para sentirse superior. Movimiento para alejarse de otros (personalidad desapegada): busca independencia, perfección y privacidad. Evita vínculos y emociones para no depender de nadie. El conflicto neurótico aparece cuando estas tres tendencias chocan entre sí. En las personas sanas pueden coexistir con flexibilidad, pero en las neuróticas una de ellas domina y genera rigidez, ansiedad y dificultad para adaptarse.La autoimagen idealizadaHorney explicó que todos formamos una imagen de nosotros mismos, pero mientras en las personas sanas se basa en una evaluación realista de fortalezas y debilidades, en los neuróticos surge una autoimagen idealizada, una versión falsa y perfecta de lo que creen que “deberían ser”. Este ideal irreal genera la tiranía de los “debería”, es decir, la necesidad de ser siempre perfecto, virtuoso o exitoso. Como su yo real no coincide con esa imagen, el neurótico vive frustrado, inseguro y cada vez más alejado de su verdadero yo. La autoimagen idealizada es rígida y estática, no permite el crecimiento, y cuando se quiebra provoca ansiedad y pérdida del sentido de valor personal. Para defenderse, el neurótico externaliza el conflicto, atribuyendo sus problemas a los demás o al entorno, en lugar de reconocerlos como propios.

Etapas psicosexuales del desarrollo de la personalidad Freud decía que nuestras conductas son en gran parte defensas, y que todos tenemos impulsos similares, pero no todos los manejamos igual, porque nuestra personalidad se forma según nuestras experiencias. La interacción con los padres durante la infancia es muy importante: los niños buscan placer según sus deseos (ello), mientras que los padres enseñan reglas y moral (superyó). Según Freud, para los cinco años la personalidad de un niño ya está bastante definida, y los problemas en esta etapa pueden causar neurosis en la adultez. Freud observó que en distintas edades el placer y los conflictos se concentran en diferentes partes del cuerpo, y que superar estos conflictos es necesario para avanzar a la siguiente etapa. Si un niño no logra resolverlos, puede quedarse “fijado” en esa etapa y su personalidad adulta reflejará esa fijación. Etapa oral (nacimiento–1 año) El placer se obtiene principalmente por la boca: succionar, morder y comer. El bebé depende de la madre o cuidador, aprendiendo a confiar o desconfiar del mundo. Si hay fijación: Oral pasiva: dependencia y exceso de optimismo. Oral agresiva: hostilidad, sarcasmo y manipulación. Etapa anal (1–3 años) El conflicto principal es el control de esfínteres. Anal retentiva: si el niño retiene, puede volverse rígido, ordenado y obsesivo con lo que posee. Anal expulsiva: si se rebela, puede desarrollar hostilidad, desorden y conducta agresiva. Etapa fálica (4–5 años) El foco del placer se mueve a los genitales. Surge el complejo de Edipo en niños (deseo por la madre y rivalidad con el padre) y el complejo de Electra en niñas (deseo por el padre y envidia del pene). Resolver estos conflictos lleva a la identificación con el progenitor del mismo sexo y al desarrollo del superyó. Si no se resuelven, la personalidad adulta puede presentar narcisismo, inseguridad o dificultades en las relaciones. Periodo de latencia (5 años–pubertad) El instinto sexual disminuye y se canaliza en juegos, estudios, deportes y amistades con el mismo sexo. Es un periodo más tranquilo que permite consolidar la personalidad. Etapa genital (pubertad–adultez) El foco sexual se dirige a relaciones adultas. Si no hay fijaciones anteriores, la persona puede tener relaciones y trabajo satisfactorios. La energía sexual se sublima en actividades aceptadas socialmente, y se encuentra satisfacción en el amor y la vida adulta. Freud destacaba que los primeros cinco años de vida son fundamentales para formar la personalidad adulta y que los conflictos tempranos moldean cómo sentimos, pensamos y actuamos cuando adultos.

Sigmund Freud nació el 6 de mayo de 1856 en Freiberg, Moravia (hoy República Checa). Su padre tenía un negocio de lanas que fracasó, y la familia se mudó primero a Leipzig y luego a Viena, donde Freud vivió casi toda su vida. El padre era estricto y autoritario; la madre, joven y cariñosa, le dio un trato muy protector. Freud sentía gran apego hacia ella y hostilidad hacia su padre. Desde niño mostró seguridad en sí mismo, ambición y deseos de fama. Era muy inteligente: aprendió varios idiomas, leía a Shakespeare en inglés desde los ocho años y siempre fue un excelente estudiante. Aunque le interesaban muchas áreas, eligió estudiar medicina para poder dedicarse a la investigación científica. Durante sus estudios en Viena investigó la médula espinal de peces y los testículos de anguilas. Mientras estudiaba medicina experimentó con cocaína, la consumía y la recomendaba a su prometida, hermanas y amigos. Creía que era una “droga milagrosa” y publicó un artículo sobre sus efectos. Más tarde fue criticado porque se dijo que ayudó a extender su consumo. Aunque intentó borrar esas referencias de sus escritos, siguió usándola durante años. Al inicio de su práctica como neurólogo en Viena se interesó por los trastornos emocionales. Influido por Charcot y otros médicos, comenzó a pensar que muchas neurosis tenían origen sexual. Primero creyó que las mujeres que atendía habían sido abusadas sexualmente de niñas; luego cambió de opinión y dijo que eran fantasías. Aun así, mantuvo que el sexo estaba en el centro de muchos problemas emocionales. Décadas después, algunos autores afirmaron que Freud pudo haber tenido razón en un principio, ya que hoy sabemos que el abuso infantil es más común de lo que se pensaba. Aunque hablaba mucho sobre sexo, Freud tenía una actitud negativa hacia él. Se volvió sexualmente inactivo a los 41 años y culpaba en parte a su esposa Martha. Tuvo periodos de impotencia, ansiedad y síntomas físicos (migrañas, problemas digestivos). Se autodiagnosticó neurosis de ansiedad y neurastenia, atribuyéndolas a la tensión sexual. Muchas de sus teorías surgieron al analizar sus propios problemas y sueños. Freud desarrolló sus teorías a partir de su autoanálisis y de la práctica con pacientes. Con el tiempo creó una imagen coherente del desarrollo de la personalidad y del inconsciente. Atrajo a discípulos como Carl Jung y Alfred Adler, aunque luego se distanciaron. En 1909 viajó a Estados Unidos para dar conferencias y recibió un doctorado honorario. Allí el psicoanálisis se hizo muy popular y surgieron asociaciones y libros basados en sus ideas. En las décadas de 1920 y 1930 Freud alcanzó su máximo prestigio, pero también su salud empeoró. Fumaba mucho y padeció un cáncer de boca que requirió más de 30 operaciones. En 1938, con la llegada de los nazis a Austria, se exilió en Londres. Cuatro de sus hermanas murieron en campos de concentración. Freud siguió trabajando hasta casi el final de su vida. En 1939, enfermo y con dolores intensos, pidió a su médico que no le dejara sufrir; este le administró morfina para poner fin a su sufrimiento.

Los Niveles de la personalidad: Freud propiso que la personalidad tiene 3 niveles: el Consciente, el preconsciente y el inconsciente. El consciente es lo que sentimos, pensamos o percibimos en un momento dado. Pero este nivel es muy limitado porque solo somos conscientes de una pequeña parte de lo ue pensamos o recordamos. Freud lo comparó cpn un iceberg y el consciente es la punta que sobresale del agua. Debajo está el inconsciente, que para Freud era la parte más importante. Allí se encuentran los instintos, deseos y recuerdos que no podemos ver ni controlar, pero que influyen de manera poderosa en nuestra conducta.Entre ambos está el preconsciente, que funciona como un almacén de recuerdos y pensamientos que no están presentes en la mente en ese momento, pero que podemos traer fácilmente a la conciencia, como cuando recordamos algo del día anterior. Más adelante, Freud modificó esta idea y describió tres estructuras: el ello (id), el yo (ego) y el superyó (superego).El ello corresponde al inconsciente. Es el depósito de los instintos y de la libido, y es la fuente de energía de la personalidad. Funciona según el principio del placer, buscando reducir la tensión y obtener satisfacción inmediata, sin importar la realidad ni las normas sociales. Es primitivo, egoísta e impaciente. El yo surge para manejar las exigencias del ello, pero tomando en cuenta la realidad. Funciona con el principio de realidad, lo que significa que decide cuándo y cómo satisfacer los impulsos del ello de una manera aceptada socialmente. El yo no elimina los deseos del ello, sino que los controla, los pospone o los canaliza.El superyó representa la parte moral de la personalidad. Se forma en la infancia a partir de las enseñanzas de los padres, quienes premian las conductas aceptadas y castigan las malas. Con el tiempo, esas reglas se internalizan en forma de conciencia (que genera culpa o vergüenza al actuar mal) y de yo ideal (que busca cumplir con lo que se considera bueno o correcto). El superyó es exigente y rígido, busca la perfección moral e intenta reprimir completamente los impulsos sexuales y agresivos.

Biografía de Karen Horney (1885–1952) Karen Danielsen Horney nació en 1885 cerca de Hamburgo, Alemania. Desde niña tuvo una vida familiar difícil: su padre era autoritario y distante, y su madre, aunque cariñosa, vivía frustrada en un matrimonio sin amor. Karen creció sintiéndose poco querida y envidiando a su hermano mayor, lo que marcó su constante búsqueda de amor y aceptación. Desde pequeña mostró gran inteligencia y determinación. A los 12 años decidió ser médica, inspirada por el trato amable de un doctor. Pese a la discriminación hacia las mujeres, ingresó a la Universidad de Freiburg y en 1913 se graduó de médica en Berlín. Se casó con Oskar Horney, con quien tuvo tres hijas, pero su matrimonio fue infeliz. Sufría depresión y un profundo vacío emocional que intentó llenar con relaciones amorosas, sin éxito. Al divorciarse en 1927, comenzó un proceso de autoanálisis para entender sus conflictos, influida por las ideas de Adler sobre la compensación de la inferioridad. Horney desarrolló una visión propia del psicoanálisis, alejándose de Freud. Sostenía que la principal motivación humana no era el impulso sexual, sino la búsqueda de amor y seguridad, y que la falta de estos generaba ansiedad básica. Además, defendió que las mujeres no eran “hombres incompletos”, sino que su desarrollo estaba influido por factores culturales y sociales, no biológicos. En 1932 emigró a Estados Unidos, donde trabajó como psicoanalista, docente y escritora. Fundó el American Institute for Psychoanalysis y el American Journal of Psychoanalysis. Mantuvo una relación importante con el también psicoanalista Erich Fromm, que influyó en su vida personal y profesional. Murió en 1952 en Nueva York. Su obra dejó una profunda huella en la psicología moderna, al introducir una mirada más humana, social y femenina del ser humano y de la mente.

La necesidad de seguridad durante la niñez según Karen Horney Karen Horney consideraba que el factor más importante en la formación de la personalidad no eran las fuerzas biológicas, como decía Freud, sino las relaciones sociales durante la infancia, especialmente la relación entre los padres y el niño. Según ella, la necesidad de seguridad es decir, sentirse protegido y sin miedo es fundamental para un desarrollo sano. Un niño se siente seguro cuando recibe amor, afecto y comprensión genuinos de sus padres. Si estos son fríos, inconsistentes o preferencian a otro hijo, el niño pierde esa sensación de seguridad y comienza a desarrollar hostilidad y ansiedad. Explicaba que el niño puede reprimir esa hostilidad por cuatro razones principales: Indefensión: teme perder el apoyo de sus padres Miedo: tiene temor al castigo o al rechazo Falso amor: acepta muestras de cariño poco sinceras por miedo a quedarse sin afecto. Culpa: cree que es malo o ingrato si siente rabia contra sus padres. Cuando estas emociones se reprimen, el niño crece con un sentimiento de inseguridad y vulnerabilidad que más adelante se convierte en lo que Horney llamó ansiedad básica: una sensación profunda de miedo, aislamiento y desprotección frente al mundo. Ansiedad básica: la fuente de la neurosis Karen Horney definió la ansiedad básica como un sentimiento profundo de soledad e indefensión en un mundo hostil. Surge en la infancia cuando el niño no recibe amor, seguridad ni comprensión, y se convierte en el origen de las neurosis. Según Horney, todos los seres humanos intentamos protegernos de esa ansiedad de cuatro formas principales: Buscando afecto y amor: tratar de agradar para evitar el rechazo (“Si me amas, no me lastimarás”). Siendo sumisos: obedecer y no contradecir a los demás para no generar conflictos. Conquistando poder: dominar o sobresalir para sentirse fuerte y evitar el daño. Alejándose: volverse independiente emocionalmente para no depender ni sufrir por otros. Estos mecanismos son formas de defensa, no de felicidad. Aunque ayudan a reducir la ansiedad, pueden empobrecer la personalidad y generar conflictos internos cuando una persona intenta usar varias estrategias opuestas al mismo tiempo (por ejemplo, querer dominar y agradar al mismo tiempo).

Instintos: las fuerzas que impulsan la personalidad Para Freud, los instintos son las fuerzas básicas que mueven la personalidad y dirigen la conducta. Usaba el término alemán Trieb, traducido como pulsión o impulso, para describirlos. Los instintos son una forma de energía que transforma las necesidades del cuerpo en deseos de la mente. Los estímulos de los instintos son internos, como el hambre o la sed. Cuando surge una necesidad en el cuerpo, aparece un estado de tensión fisiológica que la mente convierte en un deseo. Ese deseo es la pulsión, que lleva a la persona a actuar para satisfacer la necesidad. El propósito del instinto es disminuir la tensión y devolver al organismo un estado de equilibrio, por lo que la teoría de Freud se considera un enfoque homeostático. Según él, instintos están siempre influyendo en nuestra conducta. Las personas pueden satisfacer sus necesidades de diferentes maneras. Freud afirmaba que la energía psíquica podía desplazarse hacia objetos sustitutos, y este proceso era muy importante para la formación de la personalidad. De esta manera, los intereses, gustos y actitudes que tenemos en la adultez serían desplazamientos de la energía que originalmente satisfacía necesidades instintivas. Freud distinguió dos categorías: instintos de vida e instintos de muerte. Los instintos de vida buscan la supervivencia del individuo y de la especie, y se relacionan con el alimento, el agua, el aire y el sexo. Su energía psíquica es la libido, que puede invertirse en personas u objetos, lo que Freud llamó catexia. Para él, el instinto de vida más importante era el sexo, que definía de manera amplia: no solo lo genital, sino cualquier conducta o pensamiento que produjera placer. De este modo, incluía también los afectos y vínculos de amistad que comúnmente llamamos amor. Los instintos de muerte expresan una tendencia inconsciente hacia la destrucción y el regreso al estado inanimado. Su componente principal es el impulso agresivo, entendido como un deseo de destrucción que puede dirigirse hacia uno mismo o hacia otros. Para Freud, la agresión era tan importante como el sexo en la naturaleza humana.

Cada persona tiene una actitud dominante y una función principal. Las demás funciones y la actitud no dominante influyen desde el inconsciente. De la combinación de actitudes y funciones surgen ocho tipos psicológicos: Extrovertidos: Reflexivo: lógico, objetivo, rígido. Sentimental: emotivo, sensible, sociable. Perceptivo: busca placer, adaptable, disfruta la vida. Intuitivo: creativo, aprovecha oportunidades, motivador. Introvertidos: Reflexivo: centrado en ideas, reservado, poco práctico. Sentimental: emociones intensas pero reprimidas, misterioso. Perceptivo: sereno, pasivo, con sensibilidad estética. Intuitivo: soñador, visionario, desconectado de la realidad. El inconsciente personal de Jung es como un archivo donde se guardan experiencias que alguna vez fueron conscientes pero que se olvidaron o reprimieron, por ser triviales o perturbadoras. Nuestra atención puede moverse fácilmente entre el consciente y este inconsciente. Dentro de él se forman los complejos, que son grupos de emociones, recuerdos y deseos organizados alrededor de un tema común, como el poder o el estatus, y que influyen en la conducta y en cómo percibimos el mundo. Los complejos pueden ser conscientes o inconscientes y algunos son útiles, como el complejo de logro, mientras que otros pueden ser problemáticos. Además, Jung creía que parte de estos complejos provienen de experiencias ancestrales que forman parte del inconsciente colectivo. El inconsciente colectivo es el nivel más profundo de la psique, donde se almacenan las experiencias y predisposiciones heredadas de la especie humana y prehumana. No heredamos experiencias concretas, sino la capacidad o predisposición para experimentarlas, como el miedo a lo desconocido o la relación con figuras maternas. Este inconsciente compartido influye en nuestra forma de percibir y reaccionar frente al mundo desde que nacemos. Jung encontró evidencia de esto al estudiar símbolos y temas comunes en mitos y culturas de distintas partes del mundo, así como en los sueños de sus pacientes, que reflejaban los mismos símbolos universales, sugiriendo que estos se transmiten a través del inconsciente colectivo.

Defensas contra la ansiedad Para Freud, la ansiedad es una señal de peligro que amenaza al yo. Como los instintos del ello siempre presionan para satisfacerse y la sociedad y el superyó los limitan, el yo está en conflicto constante. Para manejar esta tensión, el yo utiliza mecanismos de defensa, que son estrategias inconscientes que distorsionan la realidad y nos permiten reducir la ansiedad. Freud pensaba que estas defensas operan siempre en alguna medida, porque todas las conductas humanas tienen un componente defensivo. Además, no usamos un solo mecanismo, sino varios al mismo tiempo. Todos los mecanismos de defensa comparten dos rasgos: 1. Son inconscientes. No nos damos cuenta de que los usamos. 2. Distorsionan o niegan la realidad para protegernos. Principales mecanismos de defensa Represión: Es el más básico y común. Consiste en “olvidar” de manera inconsciente recuerdos, deseos o impulsos que nos generan ansiedad. Por ejemplo, alguien puede reprimir un deseo sexual y llegar incluso a desarrollar impotencia. Negación: Implica rechazar un hecho traumático o una amenaza externa. Un ejemplo es una persona con una enfermedad terminal que actúa como si no estuviera enferma. Formación reactiva: Se expresa lo contrario del impulso real. Por ejemplo, alguien con fuertes deseos sexuales puede volverse muy moralista y luchar contra la pornografía, o una persona con agresividad reprimida puede mostrarse exageradamente amable. Proyección: Consiste en atribuir a otros nuestros propios impulsos inaceptables. Por ejemplo, decir “él me odia” cuando en realidad soy yo quien siente odio. Regresión: Volver a conductas infantiles o de una etapa pasada más segura, como depender de otros, hacer berrinches o comportarse de manera inmadura. Racionalización: Justificar nuestras acciones o fracasos con explicaciones que suenan lógicas, aunque no sean la verdadera causa. Por ejemplo, alguien despedido puede decir que el trabajo “no era tan bueno”. Desplazamiento: Dirigir los impulsos hacia otro objeto menos amenazante. Un ejemplo es un adulto que no puede enfrentarse a su jefe y descarga su enojo gritándole a su perro. Sublimación: Es una forma más constructiva de desplazar los impulsos. Consiste en canalizar la energía del ello hacia actividades socialmente aceptadas, como el arte, el deporte o el trabajo creativo. Importancia de las defensas Aunque las defensas distorsionan la realidad, se necesitan para mantener el equilibrio mental. Nos protegen de la ansiedad y evitan que el yo se vea sobrepasado. Sin ellas, estaríamos expuestos a un malestar constante e incluso a desarrollar trastornos neuróticos o psicóticos. Sin embargo, si fallan, la ansiedad se vuelve abrumadora y aparecen síntomas más graves.

Psicología femenina: ¿la senda de la maternidad o una carrera profesional? Karen Horney fue una de las primeras psicoanalistas en cuestionar las ideas de Freud sobre la mujer. Rechazó su concepto de la “envidia del pene”, señalando que no era un fenómeno biológico, sino una creación cultural derivada de la posición subordinada que la sociedad ha impuesto históricamente a las mujeres. Según ella, las mujeres no envidian el órgano masculino, sino los privilegios y el poder social que los hombres poseen. Como contraparte, Horney propuso la idea de la “envidia del útero”, sugiriendo que muchos hombres, conscientes de su incapacidad para engendrar vida, compensan esa falta a través de la búsqueda de éxito, reconocimiento o poder, tratando de afirmar su valor mediante logros externos. Para Horney, los sentimientos de inferioridad femenina no se deben a causas biológicas, sino a la educación, las costumbres y la cultura que fomentan la dependencia y limitan el desarrollo femenino. Este entorno provoca que muchas mujeres experimenten conflictos internos, especialmente entre seguir el camino tradicional de la maternidad y el hogar, o buscar independencia personal y una carrera profesional. También habló de la evasión de la feminidad, que ocurre cuando una mujer rechaza su rol femenino por resentimiento o temor, y de la redefinición del complejo de Edipo, donde eliminó el componente sexual y explicó el conflicto entre padres e hijos como una lucha entre dependencia y hostilidad, no entre deseos sexuales reprimidos. Cuestiones relativas a la naturaleza humana – Karen Horney Karen Horney presentó una visión más optimista de la naturaleza humana que Freud. Creía que no estamos determinados por fuerzas biológicas ni condenados al conflicto o la neurosis, sino que cada persona es única y capaz de desarrollarse libremente. Para ella, la conducta neurótica no surge de impulsos instintivos, sino de factores sociales y de las relaciones tempranas entre el niño y sus padres. Cuando en la infancia se frustra la necesidad de seguridad, amor y aceptación, el niño desarrolla ansiedad y puede volverse neurótico. Pero si recibe afecto, confianza y comprensión, crecerá sano y equilibrado. Así, Horney destacaba que las neurosis pueden prevenirse con un entorno familiar cálido y estable. Sostenía además que todos tenemos un potencial innato para la autorrealización, es decir, para desarrollar plenamente nuestras capacidades, tal como una bellota se convierte en roble. Lo único que impide este crecimiento es la falta de amor o seguridad durante la niñez. Horney creía en una naturaleza humana flexible y en constante cambio, lo que significa que podemos modificar nuestra personalidad conscientemente incluso en la adultez. Por eso valoraba tanto el autoanálisis, un método para comprendernos y resolver nuestros propios conflictos. En el debate entre libre albedrío y determinismo, Horney se inclinó firmemente por la libertad: pensaba que podemos moldear nuestra vida, cambiar nuestros patrones neuróticos y alcanzar la autorrealización mediante la autoconciencia y el crecimiento personal.

La terapia de Jung, también conocida como terapia junguiana o análisis junguiano, se basa en su teoría de la psicología analítica, y busca ayudar a la persona a conocerse profundamente, integrando las partes conscientes e inconscientes de su mente. Jung creía que para lograr una verdadera salud mental, las personas debían conectar con su interior, reconocer sus emociones, sus conflictos y sus símbolos internos. Esta terapia no se enfocaba solo en eliminar los síntomas, sino en guiar al paciente hacia la individuación, es decir, hacia el desarrollo de una personalidad completa, equilibrada y auténtica. A diferencia de Freud, Jung no colocaba al paciente recostado en un diván, sino que prefería que ambos se sentaran frente a frente, como si tuvieran una conversación. Esto hacía que la relación entre el terapeuta y el paciente fuera más cercana, más humana y menos jerárquica. Jung buscaba que el paciente participara activamente en su propio proceso, explorando sus pensamientos, emociones, sueños y fantasías. Uno de los métodos más importantes de Jung fue el análisis de los sueños, ya que él creía que los sueños eran mensajes del inconsciente. Pensaba que no solo mostraban deseos reprimidos, como decía Freud, sino que también tenían un sentido prospectivo (preparaban a la persona para lo que podría venir en el futuro) y compensatorio (equilibraban los aspectos de la mente que estaban desequilibrados). Por eso, el análisis de los sueños era una de las herramientas principales de su terapia. Jung no interpretaba los sueños de forma aislada, sino que estudiaba varios sueños de una misma persona para encontrar símbolos o temas repetidos que revelaran lo que su inconsciente intentaba comunicarle. Otra técnica importante era la prueba de asociación de palabras, donde Jung le decía al paciente una palabra y le pedía que respondiera con lo primero que se le viniera a la mente. Si el paciente tardaba mucho, dudaba o repetía respuestas, Jung interpretaba que esas reacciones podían estar relacionadas con un complejo, es decir, con un grupo de pensamientos o emociones inconscientes que influían en su conducta. También utilizaba el análisis de los síntomas, que consistía en pedirle al paciente que hablara libremente sobre sus síntomas o malestares para encontrar el significado psicológico detrás de ellos. Al comprender su origen inconsciente, muchas veces los síntomas se reducían o desaparecían. Además, Jung inspiró la creación del Inventario Tipológico de Myers-Briggs, una prueba basada en su teoría de los tipos psicológicos. Esta herramienta clasifica a las personas según cómo perciben el mundo y toman decisiones, dividiéndolas en introvertidas o extrovertidas, racionales o intuitivas, pensadoras o sentimentales, y organizadas o flexibles. Aunque Jung no la creó directamente, su teoría fue la base de esta prueba, que aún se usa hoy en día para conocer mejor la personalidad.

Ansiedad: una amenaza contra el yoFreud describió la ansiedad como un miedo sin objeto, es decir, un temor sin una razón clara.Para Freud, la ansiedad es muy importante porque está en el origen de muchas conductas neuróticas y psicóticas. Él decía que la primera experiencia de ansiedad ocurre con el trauma del nacimiento: cuando el bebé pasa de la seguridad del vientre materno a un mundo lleno de estímulos y necesidades que no siempre se satisfacen de inmediato. Esa sensación de tensión y desprotección se convierte en un modelo que se repetirá cada vez que el yo se sienta amenazado.La ansiedad se vuelve traumática cuando la persona no puede enfrentarla y se siente indefensa, como un niño pequeño que no puede resolver sus necesidades por sí mismo.Tipos de ansiedad según FreudAnsiedad ante la realidad (u objetiva): Es el miedo a peligros reales y concretos del mundo externo (un incendio, un terremoto, un animal salvaje, un coche a toda velocidad). Nos protege de amenazas reales, pero cuando estos miedos se exageran, pueden volverse problemáticos (como alguien que no sale de casa por miedo a ser atropellado).Ansiedad neurótica: Surge en la infancia, cuando el niño es castigado por expresar impulsos sexuales o agresivos. Es un miedo inconsciente a ser castigado por dejarse llevar por el ello. Aquí el conflicto es entre el ello y el yo: el deseo de satisfacer un impulso frente al miedo a las consecuencias.Ansiedad moral: Es un conflicto entre el ello y el superyó. Se manifiesta como sentimientos de culpa o vergüenza cuando pensamos en actuar contra nuestras normas morales. Depende del grado de rigidez del superyó: cuanto más estricto, más intensa será la ansiedad.Función de la ansiedadLa ansiedad funciona como una señal de alarma: avisa al yo de que hay una amenaza y que podría ser superado si no actúa. Genera tensión interna que la persona necesita reducir, igual que ocurre con el hambre o la sed.Para defenderse, el yo puede:Evitar la situación peligrosa,Reprimir el impulso instintivo,O seguir las exigencias de la conciencia.