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EL SOL Y LA LUNA

Geydi Martínez Vásquez

Created on March 20, 2025

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INTEGRANTES:GEYDI MARTINEZ VASQUEZ NICO JAVIER VASQUEZ VASQUEZ

EL SOL Y LA LUNA

Había una vez, en un vasto y mágico universo, dos grandes astros que gobernaban el cielo: el Sol y la Luna. El Sol era un rey brillante y cálido, que iluminaba la tierra y llenaba de vida todo lo que tocaba. La Luna, en cambio, era una reina serena y misteriosa, que velaba durante la noche y ofrecía un suave resplandor plateado. A pesar de sus diferencias, el Sol y la Luna tenían un profundo amor el uno por el otro. Aunque nunca podían verse, ya que uno siempre estaba despierto cuando el otro dormía, compartían sus secretos a través de los rayos de luz y los sueños. La Luna siempre esperaba ansiosamente el momento en que el Sol se ocultaba, para poder contemplar el cielo que él había pintado de vivos colores al atardecer. Un día, la Luna decidió que quería conocer al Sol. Tenía tanto que contarle y tantas preguntas que hacerle sobre el mundo que iluminaba. Así que, con todo su valor, decidió que lo sorprendería, y cuando él se ocultara tras el horizonte, ella saldría antes que de costumbre. El Sol, al ponerse, notó algo inusual. El cielo comenzó a llenarse de estrellas, y en el centro de ellas, vio a la hermosa Luna, brillando más intensamente que nunca. Su corazón se llenó de alegría al ver a su amada. La Luna, encantada por la calidez de su luz, se acercó un poco más, y por un momento, ambos astros se sintieron más cerca que nunca. He querido conocerte durante tanto tiempo —dijo la Luna, con una voz suave y melodiosa—. He escuchado historias sobre tu grandeza y cómo llenas de vida a todo lo que tocas. El Sol sonrió y respondió: Y yo he sentido tu influencia en la calma de la noche, donde guías a los soñadores y llenas de magia el universo. Los dos comenzaron a hablar, compartiendo sus vivencias y sueños, riendo y disfrutando del momento. Sin embargo, pronto se dio cuenta el Sol que había que separarse. Era hora de que la Luna reinara en la noche. —Te prometo que un día, encontraremos la manera de compartir más tiempo —dijo el Sol, sintiendo una mezcla de tristeza y esperanza. La Luna asintió, comprendiendo que su amor era un conflicto de tiempos, pero también una fuente de belleza en el universo. Desde aquel día, ambos continuaron liderando sus respectivos ciclos, pero siempre con la promesa de que, en cada fase del día y de la noche, su amor trascendería el espacio y el tiempo. Y así fue como el Sol y la Luna, aunque separados por el horizonte, se convirtieron en dos entidades inseparables, jugando entre luces y sombras, y cuidando uno del otro desde la distancia. De su amor, nació un equilibrio perfecto que permitió que el mundo floreciera, llenando el cielo con estrellas y la tierra con luz. Y cuando la gente miraba al cielo, comprendía que, aunque el Sol y la Luna nunca pudieran estar juntos, su amor brillaba en cada amanecer y cada anochecer, un recordatorio eterno de la belleza de ser diferentes pero complementarios.