MY STORY

MY STORY

Una historia llena de magia Alunna: Hipatl Medel Joseline Grupo: 363

EMPEZAR

Once upon a time, in a kingdom covered in fog and shadows, there was an evil queen named Morgana. She didn’t like Christmas, spring, or—most of all—fairies flying around her kingdom. She hated them so much that she banished them to a far corner of the forest where the grass was gray and no flowers could grow. But fairies aren’t the type to just sit around. A group of them, led by a mischievous fairy named Lira, decided it was time to teach the queen a lesson. First, one night, while Morgana was fixing her hair in front of her enchanted mirror, Lira appeared with a flash of light. “What are you doing here?” the queen yelled, still staring at her reflection. “I’m just here to remind you that magic can’t be controlled all the time, Morgana,” Lira replied, casting a cheeky spell that made the mirror show a ridiculous version of the queen, with a big clown nose and giant clown shoes. Morgana’s eyes widened in horror as she saw her reflection twisted into a ridiculous caricature. But before she could scream, the queen tried to wave her hand to undo the spell. Then, she found herself in a battle of wills with the magic, but Lira only giggled, twirling in midair like a playful breeze. “You can’t control everything, Queen Morgana,” Lira teased, flitting just out of the queen’s reach. “Even you can’t escape the magic of laughter.” Morgana’s eyes blazed with fury, but deep down, she couldn’t help but feel a strange twinge in her chest. Was it… embarrassment? So, the queen gritted her teeth, determined to stop the spell, but the image in the mirror only grew more absurd. She now wore a giant, floppy hat and oversized shoes that wobbled with every step. "Enough!" the queen shouted. The enchanted mirror flickered and shuddered as if resisting her fury. “I will make you regret this, fairy.”

The Evil Queen and the Rebrel Fairies

“Oh, I think it's you who should be regretting something, Morgana,” Lira said, now circling the queen’s head like a playful wind. "You’ve spent all this time trying to control magic, banish happiness, and hide the light, but there’s one thing you can never take away. Can you guess what it is?” The queen sneered, trying to regain her composure, but inside, a knot of fear was forming. “What could you possibly mean?” she demanded. Lira’s tiny wings fluttered with excitement as she hovered just out of the queen’s reach. “The joy that you think you can destroy will always find a way back. Like a flower that sprouts even in the darkest places.” The fairy’s words seemed to linger in the air like a spark waiting to ignite something deep inside Morgana. Then, before the queen could retort, Lira gave a mischievous wink and vanished with a soft "poof!" For a long moment, Morgana stood still, staring at the mirror. The image of herself—ridiculous, ridiculous—refused to disappear. After that, something shifted inside the queen. Maybe it was the absurdity of the reflection, or maybe it was the echo of Lira’s words. Morgana had long since tried to suppress laughter, joy, and light. After all, in the shadows, there was power. Next, as the enchanted mirror finally returned to its usual form, Morgana stared at her reflection once more. For the first time in a long while, the queen’s icy heart began to thaw—just a little. And far, far away, in the gray forest, the fairies were already planning their next playful trick. And perhaps, just perhaps, a little light was beginning to creep into Morgana’s world. Morgana, furious, tried to undo the spell, but the fairies were quick and clever. So, while Lira and her friends flew around the castle, they cast little spells: changing the color of tapestries, filling fountains with rainbow-colored milk, and making birds sing silly songs. Eventually, the queen gave up. Finally, and though she wouldn’t admit it, she started laughing, something she hadn’t done in a long time. The fairies, satisfied, flew back to their home, leaving the kingdom much happier and the queen a little less evil... at least for a while. And so, in that kingdom, everyone learned that a little bit of magic and laughter could make even the nastiest people see the world differently. Or maybe, just maybe, it was a reminder that joy always has a way of finding its way into even the darkest corners.

The Evil Queen and the Rebrel Fairies

Había una vez, en un reino cubierto de niebla y sombras, una malvada reina llamada Morgana. No le gustaba la Navidad, la primavera, ni—lo que más odiaba—los hadas volando por su reino. Las detestaba tanto que las desterró a un rincón lejano del bosque, donde la hierba era gris y no podían crecer flores. Pero las hadas no son del tipo que se queda quieta. Un grupo de ellas, liderado por una hada traviesa llamada Lira, decidió que era hora de darle una lección a la reina. Primero, una noche, mientras Morgana se arreglaba el cabello frente a su espejo encantado, Lira apareció con un destello de luz. “¿Qué haces aquí?” gritó la reina, aún mirando su reflejo. “Solo vine a recordarte que la magia no siempre se puede controlar, Morgana,” respondió Lira, lanzando un hechizo travieso que hizo que el espejo mostrara una versión ridícula de la reina, con una gran nariz de payaso y unos zapatos gigantes de payaso. Los ojos de Morgana se abrieron de par en par al ver su reflejo convertido en una caricatura ridícula. Pero antes de que pudiera gritar, la reina intentó agitar su mano para deshacer el hechizo. Entonces, se encontró luchando con la magia, pero Lira solo se rió, girando en el aire como una brisa juguetona. “No puedes controlar todo, Reina Morgana,” dijo Lira, volando justo fuera de su alcance. “Ni tú puedes escapar de la magia de la risa.” Los ojos de Morgana brillaron de furia, pero en el fondo, no pudo evitar sentir una extraña punzada en su pecho. ¿Era… vergüenza? Así que, la reina apretó los dientes, decidida a detener el hechizo, pero la imagen en el espejo se volvió aún más absurda. Ahora llevaba un sombrero gigante y de repente unos zapatos enormes que se tambaleaban con cada paso. "¡Basta!" gritó la reina. El espejo encantado titiló y tembló como si resistiera su furia. “Te haré lamentar esto, hada.”

La Reina Malvada y Las Hadas Rebeldes

“Oh, creo que eres tú quien debería lamentar algo, Morgana,” dijo Lira, ahora dando vueltas sobre la cabeza de la reina como un viento juguetón. “Has pasado todo este tiempo tratando de controlar la magia, desterrar la felicidad y esconder la luz, pero hay algo que nunca podrás quitar. ¿Puedes adivinar qué es?” La reina hizo un gesto de desprecio, intentando recuperar su compostura, pero por dentro, se estaba formando un nudo de miedo. “¿Qué quieres decir?” exigió. Las pequeñas alas de Lira aleteaban con emoción mientras flotaba justo fuera del alcance de la reina. “La alegría que piensas que puedes destruir siempre encontrará la manera de regresar. Como una flor que brota incluso en los lugares más oscuros.” Las palabras del hada parecían quedarse flotando en el aire como una chispa esperando encender algo profundo dentro de Morgana. Entonces, antes de que la reina pudiera responder, Lira lanzó una mirada traviesa y desapareció con un suave “¡poof!” Durante un largo momento, Morgana permaneció quieta, mirando el espejo. La imagen de ella misma—ridícula—se negaba a desaparecer. Después de eso, algo cambió dentro de la reina. Tal vez era la absurdidad del reflejo, o tal vez era el eco de las palabras de Lira. Morgana había intentado durante mucho tiempo suprimir la risa, la alegría y la luz. Después de todo, en las sombras había poder. Luego, cuando el espejo encantado finalmente volvió a su forma habitual, Morgana miró su reflejo una vez más. Por primera vez en mucho tiempo, el corazón helado de la reina comenzó a derretirse—solo un poco. Y muy, muy lejos, en el bosque gris, las hadas ya estaban planeando su siguiente truco juguetón. Y tal vez, solo tal vez, una pequeña luz comenzaba a infiltrarse en el mundo de Morgana. Morgana, furiosa, intentó deshacer el hechizo, pero las hadas eran rápidas y astutas. Así que, mientras Lira y sus amigas volaban alrededor del castillo, lanzaron pequeños hechizos: cambiando el color de los tapices, llenando las fuentes con leche de colores arcoíris, y haciendo que los pájaros cantaran canciones tontas. Eventualmente, la reina se rindió. Finalmente, y aunque no lo admitiría, comenzó a reír, algo que no hacía desde hacía mucho tiempo. Las hadas, satisfechas, volaron de regreso a su hogar, dejando el reino mucho más feliz y a la reina un poco menos malvada… al menos por un tiempo. Y así, en ese reino, todos aprendieron que un poco de magia y risa podría hacer que incluso las personas más malas vean el mundo de manera diferente. O tal vez, solo tal vez, era un recordatorio de que la alegría siempre encuentra la manera de llegar a los rincones más oscuros.

La Reina Malvada y Las Hadas Rebeldes