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Alemania

Origen romano

Durante el gobierno de Augusto, primer emperador romano, los germanos se familiarizaron con las tácticas de guerra romanas, manteniendo al mismo tiempo su identidad tribal. En el año 9 d. C., tres legiones romanas dirigidas por Varo fueron aniquiladas por los queruscos y su jefe Arminio en la batalla del bosque de Teutoburgo. Por lo tanto, la Alemania moderna, por lo que respecta al Rin y el Danubio, se mantuvo fuera del Imperio romano, lo que dio un cambio brusco a la historia de ampliación del imperio romano, porque los romanos no volvieron a intentar invadir más allá del Rin. En la época de Tácito, tribus germánicas se establecieron a lo largo del Rin y el Danubio, ocupando la mayor parte de la zona moderna de Alemania.

Sacro Imperio Romano

En diciembre de 918 falleció Conrado I, último gobernante franco de la Francia Oriental. Fue sucedido por Enrique el Pajarero, quien fue elegido por la nueva Dieta imperial en mayo del 919.4​ Enrique suele ser identificado como el primer "rey de Alemania" dado que fue el primer nativo germano en controlar el territorio alemán (aunque cabe mencionar que el carácter franco del reino no sería reemplazado hasta un par de siglos más adelante). Defendió Alemania de las invasiones de los magiares, derrotándolos definitivamente en la batalla de Merseburgo del 933. También realizó diversas conquistas, como la anexión del ducado de Lotaringia, iniciando un proceso de reunificación que sería concluido por su hijo. Unos años después del ascenso de Enrique, en el 924, falleció Berengario de Italia, último emperador carolingio. En Occidente no existió ningún emperador por las siguientes cuatro décadas. Otón el Grande, heredero de Enrique, consolidó su poder tras la batalla de Lechfeld del 955, en la que terminó definitivamente con la amenaza magiar. Tras esta decisiva victoria, Otón fue reconocido como el rey absoluto de toda Germania y logró la reunificación de parte del antiguo Imperio carolingio, disminuyendo el poder de los nobles locales y consolidándose como el gobernante absoluto de Germania. La más importante de sus campañas se dio en Italia, donde protegió al papa Juan XII de los ataques del rey Berengario II de Italia, que tenía ambiciones de anexar los Estados Pontificios. El 2 de febrero del 962 Otón fue coronado emperador por el papa.5​ Este evento marca el nacimiento del Sacro Imperio Romano Germánico (o su restablecimiento, según algunos historiadores). El 13 de febrero se firmó el Diploma Ottonianum, que confirmaba las donaciones de Pipino, Carlomagno y la Constitutio Romana del 824,6​ de modo que vinculaba el Imperio carolingio con el germánico. Otón basó su legitimidad mediante el translatio imperii, considerando al pueblo germano como el verdadero heredero del Imperio romano. Sin embargo, los emperadores —referidos como Augustus— inicialmente no utilizaron el apelativo "de los romanos", probablemente para no entrar en conflicto con los emperadores romanos de Oriente (o bizantinos) en Constantinopla, que aún ostentaban dicho título y se consideraban los legítimos herederos de Roma. El término Imperator Romanorum solo llegaría a ser de uso común más adelante, desde el reinado de Otón II (967-983). En cuanto al nombre "oficial" del Estado el término "Sacrum Imperium" aparece por primera vez en 1157,7​ durante el reinado de Federico I Barbarroja,8​ mientras que "Sacrum Romanum Imperium" aparece en 1254.7​ Finalmente, en 1512, se le agregó el término "Nationis Germanicæ" (de la nación germánica). Así, en sus últimos trescientos años, el Imperio fue conocido oficialmente como el Sacro Imperio Romano de la Nación Germánica. Etapas de la Ostsiedlung, denominación de la expansión alemana hacia las tierras orientales de Germania: Hasta el año 700 700-1099 1100-1199 1200-1250 1251-1300 1301-1400 Durante el gobierno de Otón inició el llamado Renacimiento otoniano, una época de esplendor cultural gracias a la actividad de las escuelas y el interés de los emperadores para promocionar las artes. De este periodo destacan dos notables figuras: Abón de Fleury y Gerberto de Aurillac, quienes promovieron el arte y la arquitectura otoniana por toda Alemania. Sin embargo, ya en sus primeros se hacía claro uno de los conflictos que plagarían al Imperio en los siglos por venir: el conflicto entre el emperador, quien poseía el derecho divino, y el papa, que era la representación de Dios en la Tierra. Apenas se marchó Otón de Roma, Juan XII inició a conspirar en su contra. Temeroso del creciente poder del germano, pidió ayuda a antiguos enemigos y terminó formando una alianza con Adalberto II,9​ hijo de Berengario II de Italia, que había tratado de deponerlo solo un par de años atrás. Tras enterarse del complot, Otón lo depuso y colocó a León VIII.

Época franca

Desde su ascenso en el 768 como rey franco, Carlomagno consolidó el poder franco e inició un rápido avance hacia buena parte de los territorios de la Alemania actual. Así, Sajonia y Baviera, los dos Estados más organizados de Germania, cayeron bajo su yugo. Su autoridad fue confirmada al ser coronado Emperador de los Romanos en la Navidad del año 800 en Roma.2​ La ciudad alemana de Aquisgrán se convirtió en la capital imperial.3​ Su hijo Ludovico Pío heredó su imperio, pero su débil figura provocó su declive, culminado con la partición imperial en los sucesivos Tratado de Verdún (843), Tratado de Meersen (870) y Tratado de Ribemont (880). La Francia Oriental —surgida en Verdún con Luis el Germánico como rey— sería el origen de lo que hoy es Alemania. Las regiones al oeste del río Rin quedaron englobadas en la llamada Lotaringia, tierras de Lotario I, hermano y rival de Luis, junto con las zonas más orientales de Francia y el Reino de Italia, con Roma como su capital. Al morir Luis en el 876, la Francia Oriental quedó dividida entre sus tres hijos: Sajonia (norte), Baviera (sudeste) y Suabia (sudoeste). A diferencia de lo vivido hasta entonces, los tres Estados colaboraron estrechamente. Carlos III el Gordo, rey de Suabia, logró gobernar brevemente sobre todo el viejo Imperio carolingio entre 881 y 887. A pesar de dividirse inmediatamente tras su muerte, la lengua común y la también común legislación facilitaron que, casi un siglo después, el territorio del oeste vuelva a ser reunificado.

Edad Media

Durante el reinado de Enrique III (1039-1056), la autoridad imperial sobre la Iglesia alcanzó su punto máximo. La Iglesia reaccionó con la creación del Colegio Cardenalicio y la Reforma gregoriana promovida por el papa Gregorio VII. Él insistió en su Dictatus Papae, exigiendo la autoridad absoluta para el nombramiento de cargos eclesiásticos en 1075. Esta crisis resultó en la querella de las investiduras, en la que el emperador Enrique IV se vio obligado a someterse a la Iglesia tras ser excomulgado en 1077. En 1122 se alcanzó una reconciliación temporal entre Enrique V y el papa con el Concordato de Worms. Con la conclusión de la disputa, la Iglesia romana y el papado recuperaron el control supremo sobre todos los asuntos religiosos. Entre 1096 y 1291 se organizaron diversas cruzadas que resultaron en la creación de diversas organizaciones tales como los Caballeros templarios, la Orden de San Juan de Jerusalén y la Orden Teutónica. Esta última fue la más importante de todas, puesto que sería la responsable del establecimiento de la futura Prusia, originada del Estado Teutónico fundado en 1224. La otra gran potencia alemana fue Austria, que nació en el 962 bajo el nombre de Marchia Austriae. En 1152, el Estado fue elevado a un Archiducado y el emperador le otorgó una mayor independencia mediante el Privilegium Minus. Máxima extensión del Sacro Imperio Romano Germánico, en tiempos de Federico II El Sacro Imperio Romano Germánico estuvo en su máximo apogeo durante el reinado de Federico I Barbarroja (1155-1190). Cuando asumió el trono, el Imperio estaba sumido en una decadencia como resultado de las políticas feudales, que habían resultado en la creación de casi 1600 principados independientes.10​ Federico cambió la estructura señorial en todo el Imperio, reorganizando al ejército y estableciendo nuevos impuestos para los nobles, movimiento que dio un fuerte empujón a la naciente economía monetaria. También abolió los ducados raíz, que consistían en antiguos territorios de tribus germánicas autónomas. Sin embargo, los conflictos con la iglesia no se detuvieron. En 1177, luego de una serie de fallidas invasiones a Italia, se firmó la Paz de Venecia, que terminó el conflicto del emperador con el papa Alejandro III. Las ciudades-Estado italianas fueron reconocidas como ciudades libres mediante la Paz de Constanza, aunque de jure seguían siendo parte del Imperio al reconocer la autoridad del Emperador.11​ En 1190 se estableció la Orden Teutónica,12​ que, en el marco de las cruzadas bálticas, colonizaría los territorios orientales más allá de Alemania hasta someter, cristianizar y asimilar a los prusios. En 1194, como resultado del matrimonio entre Enrique VI y Constanza I de Sicilia, el trono siciliano fue reclamado por los Hohenstaufen. Así, toda Italia pasó a ser parte del Imperio, que alcanzó su máxima extensión territorial. Federico II Hohenstaufen, nieto de Barbarroja, continuó las políticas reformistas de su abuelo. A pesar de su gran habilidad administrativa y política, siendo capaz de recuperar Jerusalén haciendo mero uso de la diplomacia, tuvo que enfrentarse a las fuerzas del papa Gregorio IX, quien llegó a acusarlo de ser el anticristo.[cita requerida] Su repentina muerte en 1250 provocó el Gran Interregno, guerra civil que culminó con la subida al poder de Rodolfo I de Habsburgo en 1273. Rodolfo fue el primer Habsburgo en obtener los ducados de Austria y Estiria, que continuarían bajo el poder de su familia hasta el fin de la Primera Guerra Mundial. Desde 1438, todos los emperadores fueron miembros de la Casa de Habsburgo. En cuanto a lo administrativo, el edicto de la Bula de Oro de 1356 estableció la constitución básica del imperio hasta su disolución. Se codificó la elección del emperador por siete príncipes electores.13​ Estas reformas coincidieron con la propagación de la Peste Negra, que mató entre un 30 y 60 % de toda la población europea.14​ En media de la pandemia se dio una brutal persecución hacia los judíos, quienes fueron culpados de la aparición de la peste.

Fin del Imperio

A la muerte de Carlos VI de Alemania en 1740, el Imperio se vio sacudido por una serie de crisis que pusieron en evidencia su decadencia final. Las sucesivas guerras del siglo XVIII habían debilitado al imperio hasta un punto de no retorno. Desde hacía tiempo que la suerte del Sacro Imperio dependía únicamente de los gobernantes de Austria, los Habsburgo, y de la postura que asumieran los demás cuerpos políticos del imperio frente a ésta. Europa volvió a ser el escenario de un conflicto continental al estallar la Revolución francesa en 1789. El Sacro Imperio —aunque más acertado sería simplemente referirse a Austria y Prusia— rápidamente se alió con Inglaterra para detener la revolución. En 1795 se intentó reformar al Imperio mediante la mediatización y secularización de los Estados imperiales con tal de crear una mejor defensa contra los franceses. Sin embargo, esto fue en vano. En septiembre de 1805, Napoleón Bonaparte inició la invasión de Alemania.22​ Los franceses obtuvieron su victoria final en la decisiva batalla de Austerlitz, que concluyó con la Tercera Guerra de Coalición. El 6 de agosto de 1806, Francisco II abdicó al trono y declaró formalmente la disolución del Sacro Imperio de la Nación Germánica.23​

Prusia

En 1525, durante la Reforma Protestante, el Estado monástico de los Caballeros Teutónicos fue secularizado y reorganizado por una rama de la Dinastía Hohenzollern, transformándolo en el Ducado de Prusia. En 1618, el ducado de Prusia pasó a la rama principal de los Hohenzollern, que gobernaban Brandeburgo (feudo del Sacro Imperio), formando el Estado de Brandeburgo-Prusia. Oficialmente, Prusia era un vasallo de la Confederación Polaco-Lituana, que derrotó a los Caballeros teutónicos en la Guerra de los Trece Años (1454-1466). Esta situación cambió con el ascenso de Federico Guillermo I de Brandeburgo en 1640. Sus políticas formaron las bases para la futura potencia, centralizando la administración política y organizando un poderoso ejército.21​ Al iniciar el siglo XVIII se inicia la transformación de Prusia (elevado a un reino en 1701) en una verdadera potencia europea. El largo reinado de Federico II el Grande da un gran impulso a la consolidación de este reino, que se vio envuelto en las guerras de Sucesión Austriaca y de los Siete Años. A partir de entonces Prusia disputaría a la Casa de Austria la hegemonía de Alemania. Federico puso en práctica el despotismo ilustrado y realizó una serie de reformas políticas y económicas que resultaron en un rápido desarrollo social y económico de su Estado. El poderío de Prusia y el estado decadente de Confederación Polaco-Lituana permitieron que, entre 1772 y 1795, se dieran las Particiones de Polonia. Austria, Rusia y Prusia se dividieron el territorio entre sí; el Estado polaco desaparecerá del mapa hasta el establecimiento de la Segunda República Polaca en 1918.

Lutero y sus treinta años de guerra.

En 1517, el teólogo Martín Lutero escribió sus noventa y cinco tesis. La lista contenía 95 afirmaciones que Lutero sostenía mostraban la corrupción de la Iglesia católica. Este evento dio origen a la Reforma protestante, que actuó, en el ámbito político y sobre todo en sus orígenes, como factor cohesionador entre la multitud de principados alemanes y, en consecuencia, como factor determinante de lo que podría llamarse la «esencia alemana».15​ En 1524 estalló la guerra de los campesinos alemanes en Suabia, Franconia y Turingia contra los príncipes y señores, alentado por la prédica de los reformistas. Pero los rebeldes, que contaban con la asistencia de algunos nobles hábiles en el arte de la guerra tales como Götz von Berlichingen y Florian Geyer (en Franconia), y el teólogo Thomas Müntzer (en Turingia), pronto fueron sofocadas por los príncipes territoriales. Unos 100 000 campesinos alemanes fueron masacrados durante la revuelta.16​ Con la protesta de los príncipes luteranos en la Dieta Imperial de Espira (1529) y el rechazo de la "Confesión de Augsburgo" luterana en Augsburgo (1530), finalmente emerge una iglesia luterana independiente.17​ A partir de 1545 comenzó la Contrarreforma. El principal impulso lo proveyó la Orden de los Jesuitas, fundada por el español Ignacio de Loyola. En este momento las zonas del noreste y central de Alemania eran protestantes en su gran mayoría, mientras que el sur y oeste de Alemania permanecían predominantemente católicos. En 1555 la Paz de Augsburgo reconoció la fe luterana. Pero el tratado también estipuló que la religión del Estado era la de su gobernante (Cuius regio, eius religio). El Imperio después de la Paz de Westfalia, 1648. El conflicto religioso y político resultante condujo al estallido de la guerra de los Treinta Años en 1618. El conflicto inició, en efecto, como una verdadera guerra de religión, pero, especialmente tras la entrada de Francia en 1635, se transformó en una matanza sin principios y envuelto en el caos. Así, la Francia católica luchó contra los Habsburgo católicos de Alemania y España por razones de pura ventaja política y territorial. En los ejércitos protestantes, mucha de la motivación religiosa se perdió tras la muerte de Gustavo II de Suecia. Los mercenarios llegaron a dominar el conflicto mientras las tierras alemanas y de Europa eran devastadas.18​ Como consecuencia de la contienda, la población de los Estados alemanes se redujo en un 30 %. La guerra finalizó con la Paz de Westfalia de 1648. El Imperio quedó de facto fragmentado en numerosos principados independientes y tuvo que ceder los territorios de Alsacia a Francia y Pomerania a Suecia (temporalmente), además de reconocer la independencia de los Países Bajos. Esto no solo resultó ser el fin del sueño de los Habsburgo de un Imperio reunificado bajo el catolicismo romano, sino que también resultó en el fin de su hegemonía sobre los asuntos europeos. Pero a pesar de todos estos reveses, las tierras de la Casa Habsburgo sobrevivieron relativamente intactas. Estas se convirtieron en un bloque mucho más coherente con la absorción de Bohemia y la restauración del catolicismo. Con la desintegración del Imperio, Austria se convirtió en una potencia independiente y continuó como la líder indiscutible del mundo alemán, título que conservaría hasta el auge de Prusia un par de siglos más tarde.19​ Sin embargo, la fragmentación no detuvo el gran desarrollo cultural que ocurriría desde el siglo XVIII. La competencia entre las diferentes partes del Imperio (clérigos, príncipes, condes y comerciantes) llevó a un florecimiento de literatura, música y ciencia único en la historia. Así, este periodo de gran cultura, conocido como Deutsche Klassik fue también el de mayor división y debilidad del poder imperia

Imperio alemán

El Imperio alemán se funda el 18 de enero de 1871 tras la victoria de Prusia en la guerra franco-prusiana, y se consigue la unificación de los diferentes estados alemanes en torno a Prusia, excluyendo a Austria. Así Prusia se convierte en Alemania, bajo el liderazgo del canciller Otto von Bismarck, quien será el verdadero artífice de la unificación. Se inicia un período de gran desarrollo nacional alemán en todos los campos: economía, política y milicia. Desde entonces Alemania se transforma junto al Reino Unido como parte de las potencias mundiales, aunque inicialmente no tuvo ambiciones coloniales, particularmente durante el gobierno de Bismarck. A partir de este punto y durante las siguientes dos décadas se establecen los llamados "sistemas bismarckianos", que dominan la política europea. Fomentó las alianzas en Europa para aislar a Francia por un lado y aspiraba a consolidar la influencia de Alemania en Europa por el otro. Sus principales políticas internas se centraron en la supresión del socialismo y la reducción de la fuerte influencia de la Iglesia Católica en sus adherentes. Emitió una serie de leyes que incluían atención médica universal, planes de pensiones y otros programas de seguridad social. Sus políticas de Kulturkampf fueron resistidas con vehemencia por los católicos, que organizaron la oposición política en el Partido del Centro (Zentrum). El poder industrial y económico alemán había crecido para igualar a Gran Bretaña al iniciar el siglo XX. En el Congreso de Berlín de 1878 se reúnen los representantes de varios Estados europeos bajo la presidencia de Bismarck con el propósito de reorganizar los Balcanes tras la Guerra Ruso-Turca de 1877-1878, así como para equilibrar los intereses de Inglaterra, Rusia y Austria-Hungría en la zona. Después, Bismarck convoca entre 1884 y 1885 la conferencia de Berlín en la que las potencias fijan las pautas para el reparto colonial de África. En 1882 se firmó la Triple Alianza, compromiso entre Alemania, Austria (transformada en el Imperio Austro-Húngaro en 1867) y el Reino de Italia, que completó su unificación paralelamente a la alemana. Con la coronación de Guillermo II en 1888 se inicia un enfrentamiento entre el Estado y Bismarck, el cual terminó en su destitución en 1890. El emperador será incapaz de continuar con las políticas implantadas por Bismarck, y Alemania se ve poco a poco en la incapacidad de mantener el equilibrio europeo, que para entonces era más que nunca la base del equilibrio mundial. El Kaiser se embarcó en una peligrosa carrera armamentista naval con Gran Bretaña. Bajo el mando del almirante Alfred von Tirpitz, la Marina Imperial alemana pretendía rivalizar con la Royal Navy británica por la supremacía naval en el mundo.25​ Sus políticas agresivas, conocidas como la Weltpolitik, contribuyeron en gran medida a la Gran Guerra que se avecinaba.

Republica de Weimar

Tras la derrota en la Primera Guerra Mundial, se constituye la República de Weimar (nombre historiográfico, puesto que el Estado siguió denominándose como Deutsches Reich). Es un periodo de gran inestabilidad debido a la fragmentación parlamentaria en partidos minoritarios y al rechazo de los militares a aceptar la derrota y los acuerdos impuestos por los vencedores. Sus inicios también fueron marcados por sublevaciones populares, como el Levantamiento Espartaquista. La crisis económica como consecuencia del Tratado de Versalles, que hacía que Alemania pagara grandes tributos como trofeo de guerra, y la hiperinflación conllevan la ruina para una gran parte de la clase media, y esta situación se agrava tras la Gran Depresión de 1929. La impresión irracional de dinero durante la República de Weimar produjo una hiperinflación que hace que hasta el día de hoy los alemanes teman a la inflación, al revés de lo que ocurre en Estados Unidos, donde se teme a la deflación. Así se produce una situación propicia para el auge de ideas nacionalistas y fascistas. En las elecciones de 1933, el Partido Nacionalsocialista Obrero Alemán (NSDAP, nazi) consigue llegar al poder, y finalizará enseguida la primera experiencia democrática alemana. En ocasiones se ha achacado a las deficiencias de esta Constitución los yerros de la República y su caída. No obstante, distintos autores señalan que ninguna constitución democrática hubiera podido hacer frente a la falta de apoyo popular al régimen, que desembocó en su crisis final y el ascenso nazi. Añaden que la Constitución weimariana funcionó notablemente bien durante el gobierno de Gustav Stresemann, entre 1924 y 1929

Primera guera mundial

En 1914 estalló la Primera Guerra Mundial como consecuencia del Atentado de Sarajevo contra el heredero al trono del Imperio austrohúngaro. Sin que Guillermo II lo supiera, los ministros y generales austrohúngaros ya habían convencido a Francisco José de Austria, de ochenta y cuatro años de edad, que firmara una declaración de guerra contra Serbia. Como consecuencia directa, Rusia empezó una movilización general para atacar Austria en defensa de Serbia. Según el plan original, Alemania atacaría primero al enemigo más fuerte, en este caso Francia. El plan suponía que Rusia tardaría más en completar su movilización y además que su ejército no estaba plenamente preparado para la guerra. Derrotar a Francia había sido relativamente fácil durante la guerra franco-prusiana de 1870, pero con las fronteras de 1914, un ataque al sureste de Francia podía ser detenido por las fortalezas fronterizas francesas. Los alemanes invadieron a través de Bélgica, que fue ocupada por el Imperio. El conflicto terminó con el armisticio del 11 de noviembre de 1918. La Revolución de Noviembre en Alemania forzó la abdicación de Guillermo II, marcando el fin de la dinastía Hohenzollern (que continúa existiendo en la figura de Jorge Federico de Prusia como príncipe heredero). Las naciones vencedoras impusieron el Tratado de Versalles el 28 de junio del año siguiente. De las muchas disposiciones del tratado, una de las más importantes y controvertidas estipulaba que las Potencias Centrales (Alemania y sus aliados) aceptasen toda la responsabilidad moral y material de haber causado la guerra. Además, la nación deberían desarmarse, realizar importantes concesiones territoriales a los vencedores y pagar exorbitantes indemnizaciones económicas a los Estados victoriosos. El tratado fue percibido en Alemania como una humillante continuación de la guerra por otros medios y su dureza se cita a menudo como un factor que facilitó el posterior ascenso del nazismo en el país

Guerra fría

En la conferencia de Potsdam realizada en agosto de 1945, poco después de la rendición incondicional de la Alemania nazi el 8 de mayo de 1945, los aliados dividieron Alemania en cuatro zonas de ocupación militar: Francia al suroeste, Gran Bretaña al noroeste, Estados Unidos al sur, y la Unión Soviética al este. Las antiguas (1919-1937) provincias de Alemania al este de la Línea Oder-Neisse (Prusia oriental, el este de Pomerania y Silesia) fueron transferidas a Polonia, mudando el país hacia el oeste. Alemania, como país dividido, encarnó la guerra fría como ningún otro país. La ocupación del territorio por parte de los aliados tuvo como icono al muro de Berlín y perduró más de cuatro décadas. A pesar de ser uno de los países derrotados en la guerra, Alemania (la República Federal Alemana) inició una fulgurante recuperación institucional a partir de los años 1950 y se transformó en la cuarta potencia económica a nivel mundial, superando a Reino Unido y Francia, que habían resultado vencedores en el conflicto. Alemania da un giro radical en sus históricamente conflictivas relaciones con Francia, y luego de los tratados de Roma inicia junto a este país una política de acercamiento, que queda plasmada en el “tratado del Elíseo” de 1963. Desde entonces, las dos naciones han formado una dupla que hace frente común en cuanto a los asuntos internacionales.

Unión Europea

En su calidad de Estado fundador, Alemania desempeña un papel central en la construcción de la Unión Europea (UE). Fue justamente el ministro francés de apellido germánico, Robert Schuman, quien en 1950 pronunció el discurso que, se considera, sentó las bases de la Unión. Durante cinco décadas diferentes, mandatarios desde Konrad Adenauer hasta Gerhard Schröder han participado de manera decidida respaldando a la UE y convirtiendo a Alemania en el principal promotor de la Ampliación de la Unión. En 2001 se da el paso más importante en materia de unión económica europea, con la creación de la Moneda Común de la UE, el euro (€), cuyo valor inicial era de 0,80 dólares estadounidenses dado que se pretendía competir en los mercados con cierta ventaja para los productos europeos. Durante cierto tiempo coexistieron las monedas locales, el marco alemán en este caso, como el euro hasta que aquellas (franco, marco, lira, peseta, escudos, etc.) fueron definitivamente abolidas en beneficio de la nueva moneda única europea. En mayo de 2005, el parlamento alemán ratificó el Tratado por el que se establece una Constitución para Europa, que se pretendía que entrase en vigor el 11 de noviembre de 2006, después de que fuera ratificado por los Estados miembros, pero ante la victoria del “no” en Francia y Países Bajos, la cumbre del CUE del 15 y 16 de junio de 2006 tomó nuevas resoluciones. Se estableció que, durante la presidencia del CUE en el primer semestre de 2007 a cargo de Alemania, se elaboraría una propuesta sobre la que no se fijaron detalles. Los miembros pactaron además celebrar una reunión el 25 de marzo de 2007 en Alemania para conmemorar el quincuagésimo aniversario de los Tratados de Roma. En esta cumbre, firmaron una declaración política que recogió los “valores y ambiciones” de la Unión

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