AUTOBIOGRAFIA
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Created on October 26, 2024
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Transcript
Universidad Pedagógica Nacional
AUTOBIOGRAFIA
MATRICULA:240924195CARRERA:LICENCIATURA EN EDUCACION E INNOVACION PEDAGOGICAMATERIA:MODULO 1 UNIDAD 3 SEMANA 9FECHA: 25 OCTUBRE 2024 NOMBRE:FABIOLA VAZQUEZ SANCHEZ
"LA EDUCACION LIBERA LA MENTE Y TRANSFORMA REALIDADES"
INFANCIA
Desde mi nacimiento el 29 de mayo de 1998 en la comunidad de Xonotla, en el municipio de Tezonapa, Veracruz, cada etapa de mi vida ha estado marcada por experiencias de aprendizaje significativas. Crecí bajo el cuidado amoroso de mis abuelos maternos, Teófilo Sánchez y Eustorgia Tezoco, ya que mi madre, Edith Sánchez Tezoco, era muy joven y mi padre, Ignacio Lara Luna, no asumió su responsabilidad. Mi madre se mudó a Veracruz, Boca del Río, y formó una nueva familia con Víctor, con quien tuvo tres hijos: Kevin, Víctor y Kenia. Mi adolescencia estuvo marcada por cambios y desafíos. A los 12 años, mi madre decidió reconocerme formalmente junto con su pareja, Víctor Alfredo Vázquez. Esta etapa de transición fue significativa, ya que comenzó a formar mi identidad, en línea con las teorías de Erikson. Desde pequeña, fui una niña traviesa, desafiante y berrinchuda. mi abuelita asumió el rol de mama, bañándome, alimentándome y ocupándose de todas mis necesidades. A los cinco años, ingresé al kínder al lado de mi casa, donde mi primera maestra, Casilda, era muy estricta y poco simpática. En el segundo año, tuve a la maestra Juana, quien tenía dos hijas, Itzel y Monse, con quienes disfrutaba jugar. Un desafortunado día, jugando en las mesas del salón, me resbalé y lastimé gravemente las piernas, un recuerdo doloroso que aún perdura. Mi bisabuela Francisca era mi refugio, el lugar donde encontraba consuelo cuando estaba triste o me regañaban. Los recuerdos que tengo de mi abuelo son mayormente agradables, aunque solía tomar y, a veces, llegaba gritando a casa. Alrededor de mis 7 u 8 años, mi abuelo decidió cambiar y se convirtió en ministro de la iglesia, dejando atrás sus excesos. Uno de mis lugares favoritos era la casa de mi bisabuela, no solo por su cariño, sino porque mis primos vivían cerca y podía jugar con ellos. Un día, mientras jugaba en el árbol de pipicho de mi bisabuela, me caí. Aunque no me hice daño , la experiencia fue impactante.
"EL CONOCIMIENTO ES PODER Y LA EDUCACION LA LLAVE "
ADOLECENCIA
Desde pequeña, la vida me enseñó a ser resiliente. Debido a la situación económica de mis padres, tuve que estudiar en un internado, Villa de las Niñas. Allí, recibí una educación integral que incluía actividades físicas, culturales y recreativas. A los 17 años, me convertí en madre por primera vez de Leonel Eduardo Flores Vázquez, y a los 19, nació mi segundo hijo, Santiago Alexander Flores Vázquez. Estas experiencias personales interrumpieron temporalmente mis estudios, pero siempre me impulsaron a seguir adelante. Mis esfuerzos por completar la preparatoria culminaron con éxito mediante un examen del Colbach. Durante este tiempo, enfrenté muchos desafíos. Ser madre joven me etiquetó socialmente, dificultando mis oportunidades de estudio y trabajo. Luché contra la depresión al sentir que el mundo avanzaba mientras yo me quedaba atrás. Sin embargo, esta lucha también me motivó a buscar un futuro mejor para mí y mis hijos. to listo para escribir un contenido genial
La decisión de buscar lo que más me apasionaba me llevó a la Universidad Pedagógica Nacional, donde encontré una carrera en línea que se adaptaba a mis necesidades. A pesar de tener otras opciones, como la Rosario Castellanos en psicología o la UACM en nutrición, la UPN ofrecía la flexibilidad que necesitaba. Me llenó de alegría ser aceptada, ya que significaba una nueva esperanza y la posibilidad de avanzar en mi vida. Mis objetivos futuros incluyen proporcionar a mi hijo Leonel las herramientas para enfrentar el mundo, trabajar en una comunidad rural para apoyar a niños con discapacidades, y aprender más sobre discapacidad para ofrecer mejores oportunidades educativas. Además, quiero sentirme bien conmigo misma, mejorar mi léxico, ser una persona culta, y establecer una economía estable para mi familia.Recuperar estas experiencias me ha permitido reflexionar sobre mi identidad y mi desarrollo personal. Las teorías de Vygotsky sobre el aprendizaje colaborativo, de Piaget sobre el desarrollo cognitivo, de Wallon sobre la integración emocional, y de Erikson sobre las crisis psicosociales, han sido fundamentales para entender mi trayectoria de vida. La teoría de Fischer sobre el desarrollo dinámico refleja perfectamente mi camino no lineal lleno de altos y bajos. Mi educación, aunque llena de desafíos, ha sido de alta calidad gracias a los maestros que siempre me motivaron. Las festividades y tradiciones de mi país me hacen sentir orgullosa y son una parte integral de mi identidad. A lo largo de mis 26 años, he aprendido la importancia de la resiliencia y el apoyo comunitario. Hoy, estoy más comprometida que nunca con mi educación y con la misión de ayudar a otros a alcanzar su máximo potencial
CONCLUSION
AUTOBIOGRAFIA
Nací el 29 de mayo de 1998 en la comunidad de Xonotla, en el municipio de Tezonapa, Veracruz, a las 3:33 am, con un peso de 3,555 kg y 51 cm. Mi madre se llama Edith Sánchez Tezoco y mi padre, Ignacio Lara Luna. Mi madre quedó embarazada a los 17 años; mi padre era maestro de primaria. Él nunca se hizo responsable de mí y abandonó a mi madre. Debido a su juventud, mis abuelos maternos, Teófilo Sánchez y Eustorgia Tezoco, se hicieron cargo de mí y ellos han sido mis padres. Mi madre se fue a Veracruz, Boca del Río, para trabajar, y se enamoró de Víctor. Juntos formaron una familia y tuvieron tres hijos: Kevin, Víctor y Kenia. Antes me llamaba Fabiola Sánchez Tezoco, pero Edith y su pareja me reconocieron cuando tenía 11 años y pasé a llamarme Fabiola Vázquez Sánchez, aunque no fue de mi agrado. Desde pequeña fui una niña traviesa, desafiante y berrinchuda. A los 5 años entré en el kínder, que quedaba al lado de mi casa. Mi maestra se llamaba Casilda; era muy estricta y poco simpática. En el segundo año de kínder tuve otra maestra, Juana, quien tenía dos hijas: Itzel y Monse. Me gustaba jugar mucho con ellas. Un día, jugando con ellas, tuve un accidente; estábamos jugando arriba de las mesas del salón y me resbalé, cayendo sobre el respaldo de una silla y lastimándome las piernas. Ese día lloré porque sangré mucho. Esta etapa de mi vida refleja la etapa preoperacional, donde el juego y la exploración son fundamentales para el desarrollo cognitivo. Me gustaba mucho ir a la casa de mi abuelita Francisca, ya que ella me quería mucho y la casa de mis primos estaba cerca, así que jugaba con ellos. Mi abuelita Francisca era mi lugar seguro. Cada vez que me sentía triste o me regañaban, iba a su casa. Creo que el primer recuerdo que tengo en mi vida es cuando tenía unos 5 años. Mi papá iba a salir a trabajar para construir una casa, así que estaba alistando sus herramientas como martillo, clavos, serrucho y otras cosas. Mi mamá me despertó y me dijo que acompañara a mi papá. Yo no sabía a dónde ni para qué, pero me cambié de ropa, me puse un vestido amarillo y mis zapatos, y mi mamá me dio un taco de huevo y café. Apenas lo terminé cuando mi papá ya se iba, así que salí corriendo detrás de él. No fuimos tan lejos; llegamos a una pequeña casa de madera con láminas, donde vivían dos abuelitas. Nos saludaron y me preguntaron cómo estaba. Me invitaron a pasar y una de ellas me dio café y pan, mientras la abuelita más grande fue con mi papá a un patio lleno de girasoles silvestres y materiales de construcción. Empecé a comer mi pan y a platicar con la abuelita, quien me dijo que era la hermana de mi mamá y que la otra abuelita era la madre de mi mamá, y que ya las habíamos visitado muchas veces, aunque no lo recordaba. Después salí a ver lo que mi papá estaba haciendo y me fui a jugar con las flores que había cortado. Cuando ya era tarde, nos fuimos a la casa.
Siempre me ha gustado ver cómo trabaja mi papá y ayudarlo. Él es albañil y construye casas. Yo siempre le decía que cuando creciera quería ser un hombre para hacer lo mismo que él, aunque aún no entendía que ser hombre no es un trabajo. Cuando alguien me preguntaba qué quería ser de grande, yo decía que un hombre, y todos se reían; no entendía por qué. Mis deseos y juegos de infancia reflejan la crisis de "iniciativa vs. culpa", donde el apoyo de mi familia fomentó mi confianza y autonomía. Los recuerdos que tengo de mi papá (abuelo) son mayormente buenos. Le gustaba tomar y, cuando llegaba a casa, a veces gritaba y nos corría. Esto ocurría cuando mis tíos vivían en la casa, pero cuando el último de ellos se fue, solo quedamos mi mamá, él y yo, y ya no tomaba tanto. A los 7 u 8 años, él llegó una mañana y dijo que había ido con el padre a la iglesia y que le había dicho que cambiara para bien y siguiera la palabra de Dios. Ese día mi papá le contó a mi mamá que ya no iba a tomar y que se haría ministro de la iglesia. Yo todavía estaba acostada, ya que eran las 6 de la mañana. Recuerdo que a mi papá no le gustaba que anduviera en la calle y que debía comportarme como una niña, pero yo era muy inquieta y me gustaba seguirlo y ver lo que hacía. Nunca había asistido a las reuniones ni a los convivios de la escuela, pero cuando se convirtió en ministro de la iglesia, cambió mucho. Ya no tomaba ni me gritaba, y reconocía las cosas que hacía bien. La transformación de mi abuelo y su influencia emocional en mí subraya la importancia de las emociones en el desarrollo, según Wallon. El primer recuerdo que tengo de él es cuando hicieron la primera pastorela del pueblo en diciembre. Él vino a verme. Recuerdo que ese día la directora nos reunió a todos los niños y dijo que sería la primera pastorela del pueblo. Preguntó si alguien quería participar como la Virgen, pero nadie quería, así que levanté la mano. No tenía idea de qué se tenía que hacer ni si teníamos que comprar algo, pero levanté la mano. La directora me dijo que no tenía que hacer nada, solo ir arriba de un burro y que ellos me darían el vestuario. Así que salí de la escuela corriendo a mi casa para decirle a mi mamá, muy emocionada. Ella también se emocionó. En la tarde, fui a la escuela para que me pusieran el vestuario y ya estaba todo el pueblo. Hicimos un pequeño recorrido por el pueblo con villancicos y cantos, y al final regresamos a la escuela, pedimos posada, hubo aguinaldos y piñatas. Cuando me tocó pasar, vi a mi papá entre la gente. Fue la primera vez que asistió a un festival para verme.
Recuerdo que mis abuelitas siempre iban a mi casa para pedirle permiso a mi mamá para que las acompañara a sus mandados, ya que eran mayores y sus hijos ya se habían casado. Como era la única niña entre mis abuelitas, siempre me pedían prestada. Recuerdo una vez que me caí cuando fuimos a la casa de mi abuelita Amelia. Fue porque me subí a un árbol de pipicho, ya que era temporada y había muchos frutos. Mi abuelita tenía un árbol y, mientras ellas platicaban, salí a jugar sola. Vi que en su patio los pipichos estaban maduros, así que le dije a mi mamá que iba a ir a cortar algunos. Me dijo que tuviera cuidado, ya que mi abuelita había matado una serpiente la semana pasada que estaba en el árbol, y que recordara que a las víboras les gustaba subirse a esos árboles para comerse los frutos. Salí y revisé que no hubiera víboras, pero no vi nada y me subí. Sin embargo, lo que no me advirtieron es que el árbol se rompe muy fácil. Cuando iba a poner un pie en una rama para cambiar de lugar, esta se quebró y no pude agarrarme de ninguna rama y caí. Mi mamá salió corriendo, me levantó y dijo que me quedé como ida, que no respondía. Me llevó dentro de la casa y me empezó a gritar que reaccionara. Me puso alcohol, me apretó los brazos y me alzó los pies, y así fue como reaccioné. Dijo que se asustó mucho, ya que caí de unos 3 o 4 metros de altura. Lo bueno fue que no había piedras y solo caí en el suelo. Después me regañó y fue a gritarle a la tierra que me soltara porque me había asustado y si no mi espíritu se quedaba ahí. Pero creo que no funcionó, porque más adelante me caí de un árbol de mangos, nanches, tepetomates, naranjas y mandarinas, ya que me gustaba subirme a los árboles. También recuerdo que mi papá se dedicaba a la caza de animales. Tenía una escopeta y se iba días a la montaña a cazar. Cuando regresaba, traía ardillas, hongos y cosas para comer. Me decía que solo cazaba animales que íbamos a comer y que siempre pedía permiso a la naturaleza para cazar. Me enseñó cómo limpiar a las ardillas y a todo lo que cazaba, a quitarles la piel y a conservarla también. Siempre que regresaba de cazar, me emocionaba mucho porque traía muchos animales para comer y las historias que contaba de cómo los cazaba. Una vez atrapó a un faisán vivo y me lo trajo para que lo cuidara. Fue uno de los primeros animales que me trajo para cuidar. También tuve de mascota un cuaqueche, un tucán y muchos animales exóticos. Sé que puede ser un poco cruel o contradictorio, pero era algo normal en mi pueblo, Cuando terminé la primaria, mi papá me dijo que no podía pagarme la secundaria, pero había encontrado una opción en el Estado de México: un internado llamado Villa de las Niñas. Me costó mucho separarme de mis papás, pero era la mejor opción, ya que en esa escuela no pagabas nada. La educación fue buena; aprendí muchas cosas y realicé actividades físicas, culturales y recreativas. Hice amigas que valoro y aprecio, y esta experiencia me ayudó mucho a formar mi identidad. Terminé la secundaria y regresé a Veracruz con mis padres. Celebré mi fiesta de 15 años y dejé de estudiar durante dos años hasta que mi papá me envió a la Ciudad de México a estudiar la preparatoria.
Me embaracé a la edad de 17 años con mi pareja Eduardo Flores Cornejo y el 16 de octubre de 2015 nació mi primer hijo, Leonel Eduardo Flores Vázquez. Fue una experiencia aterradora, ya que todos me juzgaban y se burlaban, diciendo que ya no tenía que estudiar porque había arruinado mi vida. Debido a estos sucesos, me empecé a encerrar, dejé de salir y de ver a mis amigos, y la depresión se hizo presente. En 2017, tuve a mi segundo hijo, Santiago Alexander Flores Vázquez, el 30 de junio. Después de que nació Santiago, todo se volvió más difícil, especialmente porque a Leonel le diagnosticaron autismo. Tenía que ir constantemente a hospitales, pero los doctores a veces eran crueles y se burlaban. Me sentía mal, ya que pensaba que todos avanzaban menos yo. En estos últimos 10 años, he batallado con la depresión al sentir que el mundo avanzaba y yo me quedaba atrás. Todas mis compañeras y amigas se graduaban de la universidad, tenían viajes, trabajos y conocían a gente nueva, mientras yo estaba sola criando a dos niños. Sin embargo, durante la pandemia, me armé de valor y decidí terminar la preparatoria mediante el examen del Colbach. Fue una experiencia difícil porque tenía que estudiar sola, pero al final obtuve buenos resultados. El año pasado, decidí que quería estudiar en la universidad, pero no sabía qué ni dónde. Busqué lo que más me gustaba y lo que quería hacer en el futuro, y llegué a la Universidad Pedagógica Nacional. Tenía una carrera en línea que me encantó, ya que no puedo asistir a una universidad presencial debido a que tengo que cuidar a mis hijos. Tenía otras opciones, como la Rosario Castellanos en psicología o la UACM en nutrición, pero no me aceptaron. También consideré universidades privadas como la UNITEC, pero no tenía los recursos para pagar. Así que cuando salió la convocatoria de la UPN, me anoté. Pensé que no me iba a quedar, pero sí lo logré. Me dio mucha alegría porque finalmente tenía una esperanza de avanzar en mi vida personal y profesional. Tengo muchos planes, metas y sueños. Una de ellas es darle herramientas a mi hijo Leonel para que pueda enfrentar el mundo en el futuro. También quiero sentirme bien conmigo misma y demostrar que puedo lograr lo que me proponga. Me gustaría trabajar en una comunidad rural, ya que en las comunidades pequeñas a los niños con discapacidad los hacen a un lado y no les dan educación. Quiero aprender más sobre discapacidad para poder brindarles las herramientas necesarias. También deseo vencer la depresión, ser una mujer fuerte que ayude a los demás, mejorar mi léxico y convertirme en una persona culta. Quiero trabajar para comprarme una casa y tener una economía estable.
Quiero ser una persona estable tanto mental como económicamente para que mis hijos no sufran. Quiero viajar a muchas partes del mundo, tener una mejor relación con mi entorno, aprender lengua de señas y poder transmitir mis pensamientos y conocimientos a los demás. Todo lo que he pasado me ha llevado a ser una persona solitaria que le cuesta tener relaciones interpersonales, pero quiero cambiar y ser una persona que ayude a su comunidad. Los conocimientos que he adquirido en el transcurso de mi vida han sido de gran ayuda para formar mi identidad personal y cultural. Sin embargo, han afectado mi comunicación verbal, ya que me cuesta mucho expresar sentimientos y mi lenguaje corporal es deficiente. Me gustan las festividades, tradiciones y costumbres de mi país; me representan y me hacen sentir orgullosa, por ejemplo, el Día de Muertos, Halloween, las posadas y los alebrijes. Este primer módulo en la universidad me ha hecho reflexionar sobre cómo he vivido y aprendido a lo largo de mis 26 años, las maneras en las que me relaciono y las cosas que necesito cambiar o mejorar. En el futuro, quiero ser una maestra que cambie vidas, al igual que mis maestros cambiaron la mía.
"APRENDER ES CRECER Y ENSEÑAR ES INSPIRAR"
"LA EDUCACION ES EL PILAR QUE SUSTENTA EL FUTURO DE LA HUMANIDAD "