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Filemón y Baucis

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Created on October 24, 2024

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Transcript

Serie Metamorfosis

Selección PAU Murcia

7. Filemón y Baucis

Filemón y Baucis

Año 1620-1625.Autor Peter Paul Ruben (taller) Técnica Óleo sobre lienzo Estilo Barroco flamenco Tamaño 153,5 × 187 cm Localización Museo de Historia del Arte de Viena

Filemón

Júpiter

La casa es humilde

El gesto de la mano parece amparar la suerte del ganso.

Baucis

Los manteles o la cesta de frutas según lo descrito por Ovidio

Mercurio

identificadao solo por su pétaso (sombrero de viaje) aunque no lleva sus habituales alas.

El ganso que huye hacia Júpiter para que no lo maten para la comida

Júpiter y Mercurio en casa de Filemón y Baucis. P. P. Rubens

Un día, Zeus y Hermes, tras un viaje transformados en mendigos, llegaron a la ciudad de Frigia en medio de la tormenta, y allí pidieron a sus habitantes un lugar para pasar la noche. Tras la negativa del resto, solo Filemón y Baucis les permitieron entrar en su humilde cabaña. Después de servir comida y vino a sus invitados, Baucis notó que a pesar de llenar varias veces los vasos de los visitantes, la jarra de vino estaba aún llena, de lo que dedujo que aquellos foráneos eran en realidad deidades. Pensando que la humilde comida servida no era digna de tales invitados, Filemón decidió ofrecerles el ganso que guardaban en casa (el cual era su único animal). Pero cuando el campesino se acercó al ave, el animal corrió hacia el regazo de Zeus, quien aseguró que no era necesario tal sacrificio, pues debían marcharse. El dios avisó al matrimonio que iba a destruir la ciudad y a todos aquellos que les habían negado la entrada. Les dijo que deberían subir a lo alto de la montaña con él, y no darse la vuelta hasta llegar a la cima. Ya allí, la pareja vio su ciudad destruida por una inundación que provocó Zeus pero siempre se mantuvo como vagabundo Sin embargo, Zeus había salvado su cabaña, que posteriormente fue convertida en templo. Cuando Zeus les ofreció un deseo, el matrimonio pidió ser guardianes del nuevo templo, vivir todavía la mayor cantidad de tiempo posible juntos y morir al mismo tiempo. Tras su muerte, Zeus los convirtió en árboles que se inclinaban uno hacia el otro mientras ellos decían sus últimas palabras. A Filemón lo convirtió en tilo; y a Baucis, en roble.

Wikipedia

SELECCIÓN DE TEXTOS LATINOS

Ovidio. Metamorfosis VIII, 611-724 (en prosa)

Ovidio. Metamorfosis VIII, 611-724 (en verso)

OVIDIO: Metamorfosis, VIII, 611-724

Ante las dudas de los reunidos sobre si los dioses son o no tan poderosos como aparecen en los relatos como el que acaba de contar el río Aqueloo, otro río, Lélex, aporta como prueba la historia de Filemón y Baucis. Hay en Frigia un tilo junto a una encina rodeados por un inmenso muro no lejos de un pantano. Allí llegaron en cierta ocasión Júpiter y su hijo Mercurio en uno de sus viajes. Llamaron a mil puertas de mil casas pidiendo refugio y hospedaje, pero en ninguna lo encontraron salvo en una pequeña cabaña de madera y cañas. En ella vivían desde su lejana juventud dos ancianos que llevaban su pobreza con resignación y alegría. Allí son recibidos los dioses sin saber que lo son por Filemón y Baucis que así se llamaban los ancianos. Baucis, una vez que los forasteros cruzan el umbral de su mísera cabaña, los acoge con todo el esmero, como lo haría con grandes personajes: les ofrece asiento, pone la mesa con tosco mantel y aviva el fuego para disponer una comida humilde, prepara un guisado con las hortalizas que Filemón cultiva en el huerto y un poco de la carne ahumada de cerdo que guardaban en la despensa. Mientras se guisa la comida les dan conversación amena a los viajeros para que la espera se haga más entretenida y le ofrecen, incluso, su propia cama para que reposen del cansancio del viaje. Baucis, entretanto, termina de poner la mesa y, como está coja, suple la pata que falta con una teja. La limpia con hojas de menta y coloca allí una fuente con aceitunas, bayas de cornejo, endibias, rábanos, cuajada de leche y huevos revueltos, todos manjares humildes. Además trae vino en un cratera y copas de madera enceradas por dentro. Trae el caldero con el guiso en la mesa para sus invitados y en otra mesa auxiliar coloca un cesto con frutas: nueces, higos, ciruelas, dátiles, manzanas y uvas.

OVIDIO: Metamorfosis, VIII, 611-724

Cuando comienzan a comer los ancianos observan que la cratera de vino, tantas veces se agota, vuelve a rellenarse y atónitos ante el prodigio, ambos ancianos deducen que algo divino hay en sus invitados y comienzan a hacerles plegarias. Baucis intenta, entonces, agasajar aún más a sus divinos invitados matando a su único ganso para cocinarlo, pero el animal no se deja atrapar y acaba refugiándose entre las piernas de los propios dioses. Júpiter impide a Baucis sacrificar al ganso y, revelándose como el dios supremo que es, anuncia que todos los que les negaron refugio serán castigados por impíos salvo, claro está, la pareja de ancianos. Siguiendo las instrucciones de Júpiter ambos abandonan su cabaña y se adentran en el bosque hasta lo alto de un cerro. Cuando están a salvo y vuelven los ojos atrás ya toda su ciudad está sumergida bajo una laguna de la que solo asoman algunos tejados. La anciana llora la suerte de los desgraciados que han perdido la vida en la inundación y con el acuerdo de Filemón consagran su pequeña cabaña como templo a los dioses. Ellos transforman la humilde construcción en un magnífico edificio de mármol con puertas y techos dorados. Antes de marcharse Júpiter pregunta a la pareja si tienen algún deseo más.La pareja responde que solo ansían ser los guardianes del templo y vivir juntos hasta el final de sus días, sin que ninguno tenga que enfrentarse al dolor de tener que enterrar al otro. Así lo concede Júpiter. Filemón y Baucis cuidaron juntos el templo durante los últimos años de su vida y, cuando le llegó la hora de la muerte, juntos empezaron a retoñar como dos árboles, un tilo y una encina, cuyas ramas se entrelazan y delas que todavía cuelgan guirnaldas los que visitan el templo.

OVIDIO: Metamorfosis, VIII, 611-724

El caudal tras esto calló; el hecho admirable a todos había conmovido: se burla de los que lo creen, y cual de los dioses despreciador era y de mente feroz, de Ixíon el nacido: «Mentiras cuentas y demasiado crees, Aqueloo, poderosos, que son los dioses», dijo, «si dan y quitan las figuras». 615 Quedaron suspendidos todos y tales dichos no aprobaron, y antes que todos Lélex, de ánimo maduro y de edad, así dice: «Inmenso es, y límite el poderío del cielo no tiene, y cuanto los altísimos quisieron realizado fue. Y para que menos lo dudes, a un tilo contigua una encina 620 en las colinas frigias hay, circundada por un intermedio muro. Yo mismo el lugar vi, pues a mí a los pelopeos campos Piteo me envió, un día reinados por su padre. No lejos de aquí un pantano hay, tierra habitable en otro tiempo, ahora, concurridas de mergos y fochas palustres, ondas. 625 Júpiter acá, en aspecto mortal, y con su padre vino el Atlantíada, el portador del caduceo, dejadas sus alas. A mil casas acudieron, lugar y descanso pidiendo, mil casas cerraron sus trancas; aun así una los recibió, pequeña, ciertamente, de varas y caña palustre cubierta, 630 pero la piadosa anciana Baucis y de pareja edad Filemon en ella se unieron en sus años juveniles, en aquella cabaña envejecieron y su pobreza confesando la hicieron leve, y no con inicua mente llevándola.

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No hace al caso que señores allí o fámulos busques: 635 toda la casa dos son, los mismos obedecen y mandan. Así pues, cuando los celestiales esos pequeños penates tocaron y bajando la cabeza entraron en esos humildes postes, sus cuerpos el anciano, poniéndoles un asiento, les mandó aliviar, al cual sobrepuso un tejido rudo, diligente, Baucis 640 y en el fogón la tibia ceniza retiró y los fuegos suscita de la víspera y con hojas y corteza seca lo nutre y las llamas con su aliento senil alarga y muy astilladas antorchas y ramajos áridos del techo bajó y los desmenuzó y acercó a un pequeño caldero 645 y, la que su esposo había recogido del bien regado huerto, troncha a esa hortaliza sus hojas; con una horquilla iza ella, de dos cuernos, unas sucias espaldas de cerdo que colgaban de una negra viga, y reservado largo tiempo saja de su cuero una parte exigua, y sajada la doma en las hirvientes ondas. 650 Mientras tanto las intermedias horas burlan con sus conversaciones y que sea sentida la demora prohíben. Había un seno allí de haya, por un clavo suspendido de su dura asa. Él de tibias aguas se llena y unos miembros que entibiar acoge. En el medio un diván de mullidas ovas 655 ha sido impuesto, en un lecho de armazón y pies de sauce. Con unas ropas lo velan que no, sino en tiempos de fiesta, a tender acostumbraban, pero también ella vil y vieja ropa era, que a un lecho de sauce no ofendería:

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se recostaron los dioses. La mesa, remangada y temblorosa 660 la anciana, la pone, pero de la mesa era el pie tercero dispar: una teja par lo hizo; la cual, después que a él sometida su inclinación sostuvo, igualada, unas mentas verdeantes la limpiaron. Se pone aquí, bicolor, la baya de la pura Minerva y, guardados en el líquido poso, unos cornejos de otoño, 665 y endibia y rábano y masa de leche cuajada y huevos levemente revueltos en no acre rescoldo, todo en lozas; después de esto, cincelada en la misma plata, se coloca una cratera, y, fabricadas de haya, unas copas, por donde cóncavas son, de flavas ceras untadas. 670 Pequeña la demora es, y las viandas los fogones remitieron calientes, y, no de larga vejez, de vuelta se llevan los vinos y dan lugar, poco tiempo retirados, a las mesas segundas. Aquí nuez, aquí mezclados cabrahígos con rugosos dátiles y ciruelas y fragantes manzanas en anchos canastos 675 y de purpúreas vides recolectadas uvas, cándido, en el medio un panal hay: sobre todas las cosas unos rostros acudieron buenos y una no inerte y pobre voluntad. Entre tanto, tantas veces apurada, la cratera rellenarse por voluntad propia, y por sí mismos ven recrecerse los vinos: 680 atónitos por la novedad se asustan y con las manos hacia arriba conciben Baucis plegarias y, temeroso, Filemon, y venia por los festines y los ningunos aderezos ruegan.

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Un único ganso había, custodia de la mínima villa, el cual, para los dioses sus huéspedes los dueños a sacrificar se aprestaban. 685 Él, rápido de ala, a ellos, lentos por su edad, fatiga, y los elude largo tiempo y finalmente pareció que en los propios dioses se había refugiado: los altísimos vetaron que se le matara y: «Dioses somos, y sus merecidos castigos pagará esta vecindad impía», dijeron. «A vosotros inmunes de este 690 mal ser se os dará. Sólo vuestros techos abandonad y nuestros pasos acompañad, y a lo arduo del monte marchad a la vez». Obedecen ambos, y con sus bastones aliviados se afanan por sus plantas poner en la larga cuesta. Tanto distaban de lo alto cuanto de una vez marchar una saeta 695 enviada puede: volvieron sus ojos y sumergido en una laguna todo lo demás contemplan, que sólo sus techos quedan; y mientras de ello se admiran, mientras lloran los hados de los suyos, aquella vieja, para sus dueños dos incluso cabaña pequeña, se convierte en un templo: las horquillas las sustituyeron columnas, 700 las pajas se doran, y cubierta de mármol la tierra y cinceladas las puertas, y de oro cubiertos los techos parecen. Tales cosas entonces de su plácida boca el Saturnio dejó salir: «Decid, justo anciano y mujer de su esposo justo digna, qué deseáis». Con Baucis tras unas pocas cosas hablar, 705 su juicio común a los altísimos abre Filemon:

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«Ser sus sacerdotes, y los santuarios vuestros guardar solicitamos, y puesto que concordes hemos pasado los años, nos lleve una hora a los dos misma, y no de la esposa mía alguna vez las hogueras yo vea, ni haya de ser sepultado yo por ella». 710 A sus deseos la confirmación sigue: del templo tutela fueron mientras vida dada les fue; de sus años y edad cansados, ante los peldaños sagrados cuando estaban un día y del lugar narraban los casos, retoñar a Filemon vio Baucis, a Baucis contempló, más viejo, retoñar Filemon. 715 Y ya sobre sus gemelos rostros creciendo una copa, mutuas palabras mientras pudieron se devolvían y: «Adiós, mi cónyuge», dijeron a la vez, a la vez, escondidas, cubrió sus bocas arbusto: muestra todavía el tineio, de allí paisano, de un gemelo cuerpo unos vecinos troncos. 720 Esto a mí, no vanos -y no había por qué burlarme quisieran- me narraron unos ancianos; yo ciertamente colgando vi unas guirnaldas sobre sus ramas, y poniendo unas recientes dije: «El cuidado de los dioses, dioses sean, y los que adoraron, se adoren».

Los árboles en los que fueron convertidos Filemón y Baucis serían un tilo y un roble o una encina.