Leer nos enseña a hablar, nos educa en el arte del diálogo. «Los libros hacen los labios» solía decir el maestro de retórica Quintiliano hace veinte siglos. A veces encontramos en una página, prodigiosa-mente transparentes, ideas y sentimientos que en nosotros eran confusos, y así el oficio de vivir nos resulta menos caótico. En lo leído está el vocabulario de nuestras propias vidas. Todos somos a nuestra ma-nera narradores y necesitamos las palabras apropia-das para contar y contarnos cada día, para convencer y encantar a quienes nos escuchan.Por ese motivo, quienes leen son capaces de exterio-rizar con más claridad sus ideas, traducir en palabras sus emociones, ordenar y verbalizar el trayecto de su aprendizaje. Como señala el filósofo Gregorio Luri: Lectura, escritura y habla van unidas. Por me-dio de la lectura reforzamos el significado de las palabras que creemos entender y aprende-mos palabras nuevas. Los niños que leen más hablan y escriben mejor. Nuestro fracaso es-colar es, básicamente, un fracaso lingüístico. Y lo es incluso en matemáticas.