La sociedad racial de castas
Fernanda Martinez
Created on September 14, 2024
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Transcript
Capítulo II.
LA SOCIEDAD RACIAL DE CASTAS. SEMILLERO DE LA IDEOLOGÍA MESTIZANTE.
I. LA LIMPIEZA DE SANGRE Y LOS CRUZAMIENTOS SEXUALES
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II. LA CLASIFICACIÓN DE LA POBLACIÓN EN CASTAS Y LA OBSESIÓN DEL BLANQUEAMIENTO
III. LOS MESTIZOS COMO PLEBE Y PELIGRO SOCIAL
IV. LA TRADICIÓN DE CLASIFICACIÓN RACIAL EN MÉXICO
V. DEL PROTO-RACISMO COLONIAL AL RACISMO ILUSTRADO
VI. LA VIRGEN DE GUADALUPE. ¿DE INDIA A CRIOLLA?
VII. SANTA MARÍA DE GUADALUPE: LA VIRGEN INSURGENTE
En la Nueva España, el sistema de castas servía para justificar la dominación de los españoles sobre las demás razas. La "pureza de sangre" fue un recurso ideológico clave, utilizado para diferenciar a los españoles de los demás y asegurar su posición de poder y privilegio. Esta clasificación también buscaba mantener el control sobre los mestizos, mulatos y otras castas, estigmatizándolos y excluyéndolos.
El texto hace una conexión con la obra de Albert Memmi sobre el racismo moderno, señalando cómo la discriminación racial y social traslada la responsabilidad de las desigualdades a las víctimas, en lugar de reconocer que son las estructuras sociales y políticas las que generan dichas desigualdades. Este fenómeno se repite con los mestizos, a quienes se culpaba por la decadencia y desórdenes sociales que las élites habían fomentado a través de su control y explotación.
El mestizaje se concebía como un proceso que podía "mejorar" la sangre y el estatus social, pero no todos los mestizajes eran vistos de la misma manera. Las uniones entre españoles e indígenas eran más aceptables que aquellas entre españoles y africanos, ya que la descendencia de esta última unión era vista como irreparable.
El texto subraya cómo, a lo largo del siglo XIX, el liberalismo y la religión, política y devoción, se entrelazaron de manera única en México. Durante el movimiento de Independencia, tanto insurgentes como realistas movilizaban sus tropas bajo símbolos religiosos, lo que evidenciaba las tensiones entre los proyectos políticos de una república liberal y secular, y aquellos que defendían una monarquía o república católica. Esta tensión, ya presente en la independencia, continuaría permeando la política mexicana a lo largo del siglo XIX y resurgiría en períodos posteriores.
La Virgen de Guadalupe fue una constante fuente de inspiración y protección para los insurgentes. Morelos, por ejemplo, obligaba a sus soldados a portar medallas de la Virgen, mientras que José Miguel Fernández Félix cambió su nombre por el de Guadalupe Victoria en honor a ella, destacando su papel en los triunfos militares. Además, Iturbide, tras consumar la Independencia, fundó la "Imperial Orden de Guadalupe" y se proclamó Gran Maestro, integrando a la Virgen en el nuevo orden político independiente.
La clasificación racial tenía un impacto directo en el acceso a empleos y en el estatus social. Los "pura sangre" o "pura raza" europeos y criollos ocupaban la cúspide, mientras que los mestizos, negros y otras castas inferiores eran marginados.
La tradición de clasificación racial en México proviene del sistema de castas colonial, donde la idea de una jerarquía racial era fundamental para mantener el control sobre la diversidad étnica. Este sistema promovía la creencia en la superioridad racial y el blanqueamiento como una manera de corregir los "desequilibrios" causados por el mestizaje.
El estigma inicial contra los mestizos fue transformado en un símbolo de orgullo que ayudó a unificar a la nación mexicana. Este proceso ambivalente muestra cómo el racismo colonial, que inicialmente excluía a los mestizos, fue reinterpretado para convertirlos en el germen de la nueva nación, destacando las tensiones internas en la construcción de la identidad mexicana.
Aunque la Virgen de Guadalupe se popularizó en el siglo XVII, se argumenta que su culto comenzó en el siglo XVI, aunque sin registros históricos que lo confirmen plenamente. El conflicto entre los franciscanos y el clero secular sobre la devoción guadalupana refleja tensiones internas sobre el poder y la visión de la Iglesia en la Nueva España. Mientras que la Virgen de los Remedios fue la preferida por los españoles conquistadores, Guadalupe se convirtió en un símbolo para los criollos.
La conquista significó un choque entre dos matrices civilizatorias, mesoamericana y europea, resultando en una organización social de castas que afectó profundamente a los vencidos. Aunque hubo una reducción al silencio de las culturas mesoamericanas, ciertos aspectos, como la religiosidad, permanecieron latentes y se manifestaron en nuevos contextos, como en el culto a la Virgen de Guadalupe.
La sociedad de castas fue un sistema jerárquico que estableció una división racial rígida en las colonias españolas de América, donde se diferenciaban los privilegios y los derechos de los individuos según su "raza" y pureza de sangre. Este sistema, basado en la discriminación racial, heredaba su esencia de la limpieza de sangre, un concepto que provenía de la península ibérica y la Reconquista, donde la pureza religiosa (católica) era clave para definir la posición social.
El origen de la sociedad de castas y la limpieza de sangre.
Las mujeres, en este sistema, tenían un rol claramente pasivo. Su cuerpo fue el medio para producir mestizos, pero siempre en función del control masculino. Las mujeres indígenas y africanas fueron sometidas sexualmente, mientras que las mujeres españolas eran resguardadas como símbolo de pureza y clase social.
El papel de la mujer en la sociedad de castas.
El mestizaje, aunque se presenta en ocasiones como un elemento de cohesión social, fue utilizado como una herramienta para mantener el control social y económico sobre las castas. El objetivo del mestizaje en las élites era "mejorar la raza", blanquearla y acercarla más a los españoles, perpetuando así la estructura racial jerárquica y la pigmentocracia (sistema de estratificación social según el color de piel).El concepto de "malinchismo" y la figura de La Malinche emergen como símbolos degradantes dentro del imaginario nacional mexicano.
Se promovió el blanqueamiento como una forma de redimir a las castas impuras, y esto fue incorporado en el discurso mestizante del siglo XX. La ideología colonial que promovía la pureza racial también prohibía, en teoría, las relaciones sexuales entre superiores e inferiores. Sin embargo, en la práctica, las castas mestizas nacían como resultado de las relaciones prohibidas entre blancos e individuos de razas subordinadas, lo que revelaba la hipocresía del sistema.
Aunque el sistema de castas colonial fue oficialmente abolido, las ideas y prácticas racistas subsistieron en el tiempo, moldeando actitudes contemporáneas hacia el color de piel y la posición social. La preferencia por la piel blanca y el desprecio hacia lo oscuro sigue siendo una característica notoria en las sociedades latinoamericanas.
Según Eric Wolf, los mestizos no solo fueron discriminados por su estatus racial, sino también por su condición de desarraigo. Al no ser aceptados ni en los pueblos indígenas ni en las comunidades españolas y criollas, se les consideraba una clase socialmente marginada y sin raíces, lo que generaba temor entre las élites. Esta masa desheredada fue vista como una amenaza para el orden social y se les culpaba de las irregularidades y anomalías sociales.
El lenguaje utilizado para describir a las castas ("saltapatrás", "zambo", "lobo") era insultante y tenía un componente deshumanizante, refiriéndose a las personas como si fueran animales. Esto reforzaba la jerarquía social y la estigmatización de aquellos que no eran de sangre pura europea.
Aunque el racismo promovía la segregación y el bloqueo del matrimonio entre personas de distintas "castas", también fomentaba el abuso sexual de las mujeres indígenas y negras por parte de los hombres blancos, reflejando una contradicción en la práctica social. Esta dinámica de poder continúa subrayando la explotación de los grupos marginados en la sociedad mexicana.
Coloquio El papel de las mujeres en Nueva España: nuevos enfoques.
Referencias Adicionales
Sistema de Castas Mexicanas.
Canción de las castas - Dibujando la historia - Bully Magnets - Historia Documental
Durante el movimiento de Independencia, la Virgen de Guadalupe se convirtió en la bandera de los insurgentes, mientras que los realistas adoptaron a la Virgen de los Remedios, identificada con los españoles "gachupines". El cura Hidalgo utilizó la imagen de la Guadalupana como guía de la rebelión, lo que reflejaba no solo el deseo de emancipación política, sino también una reivindicación espiritual criolla. Este enfrentamiento simbólico entre las dos Vírgenes representaba la lucha entre las castas subalternas y los españoles peninsulares.
El mestizaje, es el cruce racial entre españoles, indígenas y africanos, se vio marcado por la violencia sexual ejercida por los conquistadores sobre las mujeres indígenas y esclavas africanas. Esta violencia, al mismo tiempo que deshumanizaba y objetificaba a las mujeres, fue idealizada y legitimada como el inicio de una "nueva raza" que se convertiría en el pilar de las identidades nacionales del continente.
La violencia sexual como cimiento de la ideología mestizante.
La Virgen de Guadalupe se fusionó con elementos prehispánicos, como el culto a Tonantzin, una deidad mesoamericana, creando un sincretismo religioso que permitió a los pueblos indígenas mantener parte de su espiritualidad dentro de un marco católico. Este sincretismo, sin embargo, no resolvió completamente las tensiones entre ambas culturas, sino que dejó una "herida abierta", con creencias prehispánicas ocultas tras la fachada de la devoción mariana.
El temor a la degeneración racial llevó a la promoción de una cultura de higiene sexual y matrimonios "juiciosos" para evitar la mezcla racial. Sin embargo, en el siglo XIX, la identidad mestiza comenzó a revalorarse como una característica distintiva de las naciones multiculturales como México. Esto llevó a una paradoja: la misma nomenclatura racial utilizada para excluir a los mestizos fue reciclada por los criollos en la independencia para afirmar la originalidad racial del continente americano y construir la identidad nacional.
En la sociedad colonial de la Nueva España, la concentración del poder en manos de las élites generaba una gran distancia entre la ley y la realidad cotidiana. Esta estructura fomentaba la ilegalidad y creaba un ambiente donde las actividades ilícitas eran una parte integral del sistema. Los mestizos, en su condición de desheredados, fueron utilizados como chivos expiatorios y se les asignaba la culpa de la corrupción e ilegalidades que, en realidad, eran producto del sistema social que las élites mismas habían creado.
A medida que el culto a la Virgen de Guadalupe se fortalecía, especialmente con el escrito del sacerdote Miguel Sánchez en 1648, Guadalupe comenzó a adquirir una dimensión política y nacionalista. Sánchez la identificó con la Mujer del Apocalipsis y la colocó como la fundadora de la Iglesia mexicana, dotando a la Nueva España de una autonomía espiritual respecto a España. Esto promovió un sentimiento patriótico criollo, convirtiéndola en un símbolo de identidad que impulsaría el movimiento de independencia en el siglo XIX.La Virgen, originalmente venerada con un enfoque particular hacia los indígenas, comenzó a transformarse en un símbolo criollo, elegida no tanto por los indios, sino por los españoles americanos nacidos en el continente. Esta Virgen criolla fue crucial para consolidar la identidad y la autonomía de los criollos, quienes, a través de su devoción, encontraron un símbolo de unidad y diferenciación respecto a España.
Desde mediados del siglo XVII, la Virgen de Guadalupe simbolizaba la autonomía espiritual de la Nueva España, dándole a los criollos un sentido de identidad frente a España. Gracias al trabajo teológico de Miguel Sánchez, quien vinculó a Guadalupe con la elección divina de la Nueva España, la Virgen se convirtió en un emblema para la lucha de los criollos por la independencia. Esta predilección divina fue confirmada por el papa Benedicto XIV en 1754, quien la nombró Patrona de toda la Nueva España, consolidando su papel como protectora del territorio y de sus habitantes.
En el siglo XIX, con la llegada de la ciencia eugenésica, se fortaleció la idea de que la mejora de la raza a través de matrimonios con personas de piel clara era un camino hacia el progreso. Esta idea, influenciada por Francis Galton, se arraigó profundamente en el imaginario social mexicano, influyendo en las estrategias matrimoniales. Aún en la actualidad, esta mentalidad sigue presente, y las alianzas matrimoniales se consideran una forma de mejorar el estatus social y la pertenencia a la comunidad.
Referencias
Gómez Izquierdo, J. J., & Sánchez Díaz de Rivera, M. E. (2012). La ideología mestizante, el guadalupanismo y sus repercusiones sociales: Una revisión crítica de al “identidad nacional” (Segunda edición, diciembre 2012). Universidad Iberoamericana Puebla : Benemérita Universidad Autónoma de Puebla, Instituto de Ciencias Sociales y Humanidades “Alfonso Vélez Pliego”.
Originalmente, el término casta se aplicaba a la población criolla y española, pero con el tiempo, se restringió a las "mezclas", especialmente a las poblaciones mestizas. Esto reflejaba un cambio en la manera en que las categorías raciales y sociales se utilizaban, donde la plebe mestiza comenzó a ser vista como un grupo separado de los criollos y peninsulares.
Durante la Ilustración europea, científicos como Carl von Linné comenzaron a desarrollar sistemas de clasificación racial que vinculaban los rasgos físicos con supuestas características morales y de temperamento. Linné clasificó a las razas por el color de su piel, atribuyendo virtudes positivas a los blancos y vicios a las demás razas. Esto sentó las bases del racismo científico del siglo XIX, que justificaba la dominación colonial como una misión civilizadora y exaltaba los valores estéticos y morales europeos.