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Para evaluar sobre el aprendizaje de las y los estudiantes, se requiere una visión amplia de éste como proceso mediante el cual se desarrollan conocimientos, habilidades, destrezas, actitudes y valores, los cuales implican cambios a nivel emocional, físico, cognitivo, lingüístico y social. El aprendizaje no ocurre de manera aislada ni se remite únicamente a los aspectos disciplinares, sino que está situado en una diversidad de contextos familiares, sociales, culturales, económicos, geográficos e históricos.

La evaluación como práctica

Para practicar la evaluación formativa se propone la observación que logra registrar realidades del aula y los procesos de aprendizaje de los estudiantes, valiéndose tanto de la observación de sentido común, como de aquella que se realiza con fines científicos.

Para que la observación, en el sentido planteado, sirva para potenciar la evaluación como aprendizaje en sí misma hace falta la sistematización de la que habrán de surgir propuestas fundamentadas y reorientar los procesos de enseñanza y aprendizaje, además de otras prácticas en la escuela. Una posibilidad para sistematizar los datos de la observación es el diario del docente, porque en él se registran las percepciones en la acción, convirtiéndose así, junto con la observación, en elemento consustancial para llevar a cabo la evaluación formativa en el aula.

Dialogar en un plano horizontal, abre la posibilidad para docentes y estudiantes de intersecar sus horizontes de sentido en el intento de coincidir, en la intersección, con sentidos y significados comunes o afines para la toma de decisiones acerca del siguiente paso a dar en los aprendizajes, de tal forma que los fundamentos de estas decisiones no sean comprendidos de manera unilateral, sino, por ambas partes, debido al encuentro de dichos horizontes de sentido

Desde tales perspectivas, se promueve un proceso de evaluación participativo e incluyente que, a partir del diálogo y la comprensión de y sobre la práctica docente, logre identificar acciones para su fortalecimiento e impulsar las aportaciones a la mejora generadas a partir de sus propias iniciativas, prácticas y experiencias.

Después de este proceso, la retroalimentación se convierte en un insumo importante que provee de elementos al docente y estudiante para actuar ante una realidad educativa, ante los resultados en términos de aprendizaje y, la evaluación ha de ser la vía por la que se nutre su conciencia, su pensamiento y todo su ser ante las posibles decisiones que han de tomar para seguir construyendo los procesos educativos desde la escuela.

En el ejercicio de evaluar, el diálogo como fenómeno humano se convierte en una posibilidad para comunicarse, construir conocimiento y evaluar los aprendizajes, entre otras muchas funciones. Aquí interesa retomarlo como posibilidad para generar comprensión mutua entre estudiantes y docentes, a fin de compartir sentidos y significados en la percepción de la práctica del mundo, prestando ayuda mutua para potenciar las capacidades que, en cada estudiante o docente, se desarrollan en el trayecto de los procesos educativos de los cuales forma parte la evaluación.