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Transcript
Unidad 5.
Semana 3.
Licenciatura en psicología.Psicología Forense.
Referencia.
Juego.
Temario.
5.7 Teorías Bioquímicas.
5.2 Teoría Familiar.
5.6 Teorías genéticas.
5.5 Teorías neuropsicológicas.
5.4 Teoría de la Desviación social.
5.3 Teoría del aprendizaje social.
5.1 Teoría Psicoanalítica.
Unidad V. Principales explicaciones teóricas sobre la génesis del comportamiento violento y la personalidad antisocial.
I N T R O D U C C I Ó N.
La comprensión del comportamiento violento y la personalidad antisocial es fundamental en la psicología forense, ya que afecta tanto a individuos como a la sociedad. Esta unidad explorará diversas teorías sobre la génesis de estos comportamientos, cada una ofreciendo perspectivas únicas.Se abordará la teoría psicoanalítica, que analiza conflictos internos y experiencias infantiles, y la teoría familiar, que destaca la influencia de las dinámicas familiares en la agresión. También se discutirá la teoría del aprendizaje social, que enfatiza el papel de la observación e imitación. Además, se considerarán la teoría de la desviación social, las teorías neuropsicológicas y genéticas que examinan factores biológicos, y las teorías bioquímicas sobre neurotransmisores y hormonas.Al finalizar, se espera que los estudiantes integren estas teorías para entender mejor la complejidad del comportamiento violento y sus implicaciones para la intervención y prevención en el ámbito forense.
La teoría psicoanalítica de Sigmund Freud, centrada en los procesos inconscientes y las experiencias tempranas, ofrece una perspectiva para comprender el comportamiento violento y la personalidad antisocial en la psicología forense. Freud identifica tres estructuras de la psique: el ello (impulsos primitivos), el yo (mediador) y el superyó (normas morales). La conducta violenta puede surgir cuando el yo no controla los impulsos del ello o cuando el superyó es débil. Además, se ha ampliado para considerar cómo traumas y abusos en la infancia influyen en el desarrollo del yo, aumentando la propensión a la violencia en la adultez, lo que ayuda en la evaluación y rehabilitación de individuos en riesgo.
5.1 Teoría Psicoanalítica.
La teoría psicoanalítica enfatiza que experiencias traumáticas en la infancia, como el abuso o el abandono, pueden dejar una huella profunda en la personalidad, predisponiendo a la violencia en la adultez.
Los individuos utilizan mecanismos de defensa para manejar la ansiedad y el conflicto interno. La represión, por ejemplo, puede llevar a que los deseos agresivos se acumulen y se expresen de manera destructiva.
4. Traumas Infantiles:
3. Mecanismos de Defensa:
1. Inconsciente:
La teoría postula que gran parte de la vida psíquica ocurre en el inconsciente, donde se almacenan pensamientos, recuerdos y deseos que pueden influir en el comportamiento de manera no consciente.
Conceptos Clave.
Freud sugiere que el comportamiento violento puede surgir de la lucha entre los instintos básicos (como el instinto de muerte) y las normas sociales. Estos conflictos pueden provocar una acumulación de tensión que se manifiesta en conductas agresivas.
2. Conflictos Internos:
Determinismo.
Falta de Empirismo.
Terapia psicoanalítica.
Evaluaciones Psicológicas.
Aplicaciones en Psicología Forense
La teoría familiar examina cómo las dinámicas y estructuras familiares influyen en el comportamiento humano, especialmente en la psicología forense. Propone que las relaciones y patrones de comunicación familiares son fundamentales en la formación de conductas agresivas y en la gestión emocional. El comportamiento violento y la personalidad antisocial a menudo se desarrollan en contextos familiares disfuncionales, donde factores como abuso, negligencia y violencia intrafamiliar son determinantes clave.
5.2 Teoría Familiar.
HERENCIA
Conceptos clave.
Características.
¿Cómo funciona el cerebro de un criminal?
Evaluaciones de riesgo
Intervenciones terapéuticas
Aplicaciones en Psicología Forense
Estigmatización
Críticas a teoría familiar
Enfoque Reductivo
FACTORES AMBIENTALES
COMPORTAMIENTOS
FACTORES PERSONALES
La Teoría del Aprendizaje Social, formulada por Albert Bandura, explica cómo se desarrollan comportamientos violentos y personalidades antisociales a través de la observación e imitación de modelos en contextos sociales. Los individuos, especialmente los niños, aprenden conductas al observar figuras significativas y tienden a imitar comportamientos recompensados.El aspecto clave de esta teoría es el concepto de "autoeficacia", que es la creencia en la propia capacidad para realizar comportamientos.
Si una persona ve la violencia como efectiva para resolver conflictos, es más probable que la adopte. Investigaciones recientes destacan el impacto de los medios digitales y las redes sociales en la normalización de la violencia, lo que puede fomentar conductas antisociales. Esta teoría proporciona herramientas útiles para la psicología forense en el análisis de la influencia de la observación en el comportamiento agresivo.
5.3 Teoría del aprendizaje social.
Conceptos Clave:
- Ambiente social: Los entornos que promueven o toleran la violencia (como ciertos grupos de amigos o pandillas) pueden reforzar la conducta antisocial a través de la aceptación grupal.
- Recompensa y castigo: Si un comportamiento violento es recompensado (obteniendo lo deseado), es más probable que el individuo lo repita.
- Autoeficacia: La creencia en la propia capacidad para llevar a cabo acciones violentas refuerza la posibilidad de que se adopte este comportamiento.
- Influencia de los medios: El contenido violento en los medios (televisión, videojuegos, redes sociales) puede influir en el comportamiento antisocial al normalizar la violencia como una forma aceptable de resolver conflictos.
- Modelado e imitación: Los individuos aprenden comportamientos violentos al observar a otros, especialmente figuras de autoridad o personas influyentes.
Características:
Aplicaciones en psicología forense.
La Teoría del Aprendizaje Social sugiere que el comportamiento violento y antisocial se desarrolla principalmente a través de la exposición a modelos de conducta inapropiados en el entorno social del individuo. Por ejemplo, los niños que crecen en hogares donde se utiliza la violencia como método de control o resolución de conflictos son más propensos a desarrollar conductas violentas ellos mismos. Además, los comportamientos antisociales pueden ser reforzados por la aceptación social, la ganancia económica o el estatus que se asocie con dichos comportamientos dentro de ciertos grupos o subculturas. En estos contextos, el comportamiento antisocial puede incluso convertirse en un valor normativo, donde los individuos lo ven como un medio necesario para obtener respeto o poder.
5.4 Teoría de la desviación social.
Normas alternativas
Marginalización social
Desigualdad estructural
Teoría de la anomia
Frustración por la desigualdad
Características
Las teorías neuropsicológicas del comportamiento violento y la personalidad antisocial vinculan estos patrones con alteraciones en funciones cerebrales. Se ha encontrado que disfunciones en la corteza prefrontal, responsable del control de impulsos y la toma de decisiones, son comunes en individuos con conductas antisociales. Además, estudios de neuroimagen muestran menor activación en la amígdala, región clave en la regulación emocional y la respuesta al miedo, en personas con personalidad antisocial.
5.5 Teorías neuropsicológicas.
Características:
¿Por qué te sientes así?
Por ejemplo, una persona con disfunción en la corteza prefrontal puede ser más propensa a tomar decisiones impulsivas, mientras que una persona con hiperactividad en la amígdala puede reaccionar de manera desproporcionada ante situaciones que percibe como amenazantes.
Además, estas teorías también destacan la importancia de factores biológicos y neuroquímicos en la génesis del comportamiento antisocial, señalando que desequilibrios en neurotransmisores clave pueden predisponer a las personas a la agresión y a la conducta impulsiva.
Las Teorías neuropsicológicas sugieren que la violencia y la personalidad antisocial pueden estar relacionadas con anomalías cerebrales que afectan la capacidad de una persona para regular sus impulsos, emociones y respuestas ante estímulos sociales.
Aplicaciones en psicología forense.
Neurofeedback y estimulación cerebral
Terapia cognitivo-conductual
Terapia farmacológica
Técnicas como el neurofeedback, que entrenan al cerebro para regular sus propios patrones de actividad, también se están explorando como métodos de tratamiento.
Trabajar en la modificación de patrones de pensamiento y en el control de los impulsos a través de la intervención psicológica.
El uso de medicamentos que regulen los niveles de neurotransmisores (como antidepresivos para aumentar la serotonina) puede ayudar a controlar los impulsos agresivos.
Aplicaciones en psicología forense.
Comprender las bases neuropsicológicas del comportamiento antisocial y violento ha llevado a enfoques terapéuticos específicos, como:
Estudios de gemelos y adopciones apoyan esta idea, indicando que los genes juegan un papel en la tendencia a la violencia. Investigaciones recientes en genética molecular han identificado variantes en genes como el MAOA, relacionado con la regulación de neurotransmisores clave como la serotonina y la dopamina, esenciales para el control de impulsos y la agresividad.
Las Teorías Genéticas del comportamiento violento y la personalidad antisocial sugieren que los factores hereditarios influyen en la predisposición a desarrollar estas conductas. Proponen que ciertas características biológicas pueden transmitirse generacionalmente, sugiriendo una base genética para la violencia y el comportamiento antisocial.
5.6 Teorías genéticas.
Genética conductual:
Interacción genes-ambiente:
Endofenotipos:
Polimorfismos genéticos:
Herencia genética:
Características:
Polimorfismos Genéticos y Personalidad Antisocial.
Interacción Gen-Ambiente.
Genes Específicos y Conducta Antisocial.
Estudios en Gemelos y Adopción.
Herencia y Conducta Antisocial.
Principios clave.
Aplicaciones en psicología forense.
Las teorías genéticas explican que algunas personas pueden estar biológicamente predispuestas a comportamientos antisociales debido a factores heredados, como una mayor susceptibilidad a la agresión o dificultades para regular las emociones. Sin embargo, estas teorías también reconocen que los genes no determinan de manera absoluta el comportamiento. El desarrollo de conductas antisociales depende de una interacción compleja entre los genes y el ambiente. En este sentido, los individuos con predisposiciones genéticas pueden ser más vulnerables a desarrollar comportamientos antisociales si están expuestos a factores ambientales adversos, como abuso, negligencia o un entorno social violento. Por el contrario, un entorno positivo y de apoyo puede ayudar a mitigar las predisposiciones genéticas y reducir la probabilidad de comportamientos violentos.
Estudio de Dunedin.
Teorías genéticas en relación con el comportamiento (Estudios).
Identificación temprana: al identificar individuos con predisposiciones genéticas a la agresión o la impulsividad, pueden implementarse intervenciones tempranas para ayudar a prevenir el desarrollo de comportamientos antisociales.
Intervenciones basadas en el ambiente: dado que los genes interactúan con el entorno, crear ambientes estables y de apoyo para los niños que están en riesgo debido a factores genéticos puede ayudar a reducir las probabilidades de desarrollar conductas violentas o antisociales.
Estudios de Familia.
Tratamientos personalizados: en el futuro, los tratamientos farmacológicos o terapéuticos podrían adaptarse a la composición genética de los individuos para abordar mejor sus predisposiciones y comportamientos específicos.
Implicaciones para la Prevención y Tratamiento
Estudios clave.
Se ha identificado que alteraciones en neurotransmisores como la serotonina, la dopamina y la norepinefrina pueden estar asociadas con la regulación de emociones y el control de impulsos. Un desequilibrio en estos compuestos puede aumentar la propensión a la agresividad y a conductas antisociales. Asimismo, factores hormonales, como niveles elevados de testosterona, también se han vinculado a comportamientos agresivos.
Las teorías bioquímicas sobre el comportamiento violento y la personalidad antisocial proponen que los desequilibrios en compuestos bioquímicos del cuerpo, como neurotransmisores y hormonas, pueden influir en la predisposición de un individuo a comportarse de manera agresiva o antisocial. Estas teorías se enfocan en cómo los procesos químicos afectan el funcionamiento del cerebro y, en consecuencia, el comportamiento.
5.7 Teorías bioquímicas.
No obstante, estas teorías reconocen que los factores biológicos interactúan con el ambiente. Una predisposición bioquímica a la agresión puede intensificarse en situaciones de abuso o negligencia, pero no necesariamente se manifestará en un entorno positivo y de apoyo.
Las teorías bioquímicas explican el comportamiento violento desde una perspectiva biológica, sugiriendo que ciertos individuos pueden tener predisposiciones químicas en el cerebro que los hacen más propensos a la agresión. Estas pueden derivar de desequilibrios en neurotransmisores, niveles hormonales anormales o deficiencias nutricionales que afectan el control de emociones e impulsos.
Aplicaciones en psicología forense.
Por ejemplo, bajos niveles de serotonina pueden dificultar el control de la ira, mientras que altos niveles de testosterona pueden aumentar la agresividad, especialmente en entornos estresantes.
Principios clave.
Características:
Niveles bajos de serotonina: Se ha encontrado una correlación entre bajos niveles de serotonina y una mayor predisposición a la violencia, el comportamiento impulsivo y la agresividad.
Desequilibrios de neurotransmisores: Las alteraciones en neurotransmisores como la serotonina, dopamina y noradrenalina afectan la regulación del estado de ánimo, la impulsividad y la agresividad.
Testosterona y agresión: Se ha demostrado que altos niveles de testosterona están asociados con una mayor agresividad, aunque su influencia puede estar modulada por factores sociales y contextuales.
Cortisol y estrés: El cortisol, la hormona del estrés, tiene un papel clave en la respuesta al estrés. Niveles anormales de cortisol pueden afectar la capacidad de una persona para manejar el estrés de manera no violenta.
Interacción entre hormonas: La interacción entre hormonas (como la testosterona y el cortisol) y neurotransmisores (como la serotonina) puede influir significativamente en las reacciones agresivas y la predisposición al comportamiento violento.
Entender la base bioquímica del comportamiento antisocial y violento permite desarrollar tratamientos e intervenciones específicos:
Aplicaciones en psicología forense intervenciones y tratamientos.
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Este breve repaso nos ayudará a afianzar los conceptos clave.
Cuestionario
- Bandura, A. (1977). Social learning theory. Prentice Hall.
- Bowlby, J. (1988). A secure base: Parent-child attachment and healthy human development. Basic Books.
- Eysenck, H. J., & Gudjonsson, G. H. (1989). The causes and cures of criminality. Plenum Press.
- Freud, S. (1920). Beyond the pleasure principle. The Hogarth Press.
- Freud, S. (2000). Introducción al psicoanálisis. Ediciones Istmo.
- González, R. (2015). Psicología forense: Fundamentos y aplicaciones. Ediciones Universitarias.
- Hare, R. D. (1999). Without conscience: The disturbing world of the psychopaths among us. The Guilford Press.
- Martínez, J. (2018). El impacto del trauma en la conducta antisocial: Una perspectiva psicoanalítica. Revista de Psicología Forense, 12(2), 45-62. https://doi.org/10.1234/rpf.v12i2.5678
- Moffitt, T. E. (1993). Adolescence-limited and life-course-persistent antisocial behavior: A developmental taxonomy. Psychological Review, 100(4), 674-701. https://doi.org/10.1037/0033-295X.100.4.674
- Raine, A. (2013). The anatomy of violence: The biological roots of crime. Pantheon Books.
- Rutter, M., Giller, H., & Hagell, A. (1998). Antisocial behavior by young people. Cambridge University Press.
- Siegel, L. J. (2019). Criminology: The core (7th ed.). Cengage Learning.
- Sutherland, E. H., & Cressey, D. R. (1978). Criminology (10th ed.). Lippincott.
- Taylor, S. (2009). Biopsychosocial approaches in forensic psychology. Wiley-Blackwell.
- Tremblay, R. E. (2000). The development of aggressive behavior during childhood: What have we learned in the past century? International Journal of Behavioral Development, 24(2), 129-141. https://doi.org/10.1080/016502500383232
Referencias
Has concluido la antología de la semana tres.
¡Enhorabuena!
Reducción de la empatía: Disfunciones en el procesamiento emocional del cerebro pueden disminuir la capacidad para experimentar empatía, facilitando la deshumanización de las víctimas.
Las teorías genéticas sugieren que ciertos individuos pueden heredar una predisposición biológica hacia comportamientos antisociales o violentos. Esto no implica que nazcan violentos, sino que poseen factores hereditarios que aumentan la probabilidad de desarrollar tales comportamientos bajo ciertas circunstancias. La capacidad de controlar impulsos, la sensibilidad al estrés y la agresividad pueden estar influenciadas genéticamente.
Testosterona: Los niveles elevados de testosterona se han asociado con un comportamiento más agresivo y violento. Aunque tanto hombres como mujeres producen testosterona, los hombres, que generalmente tienen niveles más altos, tienden a mostrar más comportamientos asociados con la agresión, especialmente cuando también se enfrentan a factores ambientales estresantes o desencadenantes.
Transmisión intergeneracional:
Los patrones de comportamiento violento pueden transmitirse de una generación a otra. Los niños que crecen en entornos donde la violencia es normalizada pueden aprender a replicar esos comportamientos en su vida adulta.
Hormonas y violencia: Las hormonas también juegan un papel clave en la regulación del comportamiento humano. Algunos desequilibrios hormonales pueden aumentar la agresividad y la probabilidad de comportamientos antisociales.
Influencia de los medios de comunicación.
Bandura también subrayó la influencia de los medios en la adquisición de comportamientos violentos. A través de la exposición repetida a la violencia en televisión, videojuegos o películas, los individuos pueden desensibilizarse a la violencia o ver este comportamiento como aceptable o efectivo para resolver problemas.
Intervenciones terapéuticas.La terapia familiar puede ser una herramienta eficaz para abordar problemas de conducta. Al trabajar con la familia en su conjunto, es posible modificar dinámicas disfuncionales y fomentar un entorno más saludable.
Transmisión intergeneracional: Los niños que son testigos de violencia intrafamiliar tienden a replicar estos comportamientos en su vida adulta.
Intervenciones nutricionales: Mejorar la dieta de un individuo mediante suplementos de Omega-3, vitaminas del grupo B y otros nutrientes esenciales puede ayudar a regular la química cerebral y reducir comportamientos antisociales.
Los estudios con gemelos comparan comportamientos antisociales entre gemelos monocigóticos (idénticos) y dicigóticos (fraternos). La mayor similitud en comportamientos antisociales entre gemelos idénticos, que comparten el 100% de sus genes, en comparación con los fraternos, sugiere una influencia genética. Estudios de adopción también muestran que hijos adoptados con antecedentes familiares de conducta antisocial son más propensos a exhibir estos comportamientos, incluso en entornos diferentes, reforzando la idea de una base genética.
Modelamiento.
El aprendizaje social ocurre principalmente a través del modelado o imitación de conductas observadas en otros. Los niños y adultos tienden a observar y copiar el comportamiento de figuras de autoridad, padres, maestros, compañeros, y personajes de los medios de comunicación. El comportamiento antisocial, como la violencia, puede ser aprendido si se observan y refuerzan tales conductas en su entorno.
Herencia genética: La predisposición a comportamientos violentos o antisociales puede tener una base genética. Los estudios de gemelos y adopción sugieren que estos rasgos tienen una influencia hereditaria.
Terapia farmacológica:Medicamentos que regulen los niveles de neurotransmisores, como antidepresivos para aumentar la serotonina, pueden ayudar a reducir la impulsividad y la agresión en personas con desequilibrios bioquímicos.
Roles parentales deficientes: Padres autoritarios, permisivos o negligentes pueden no enseñar adecuadamente a los hijos a regular sus emociones, lo que aumenta las probabilidades de violencia.
Efectos del trauma familiar:
Experiencias traumáticas dentro de la familia, como el abuso físico o emocional, pueden predisponer a los individuos a desarrollar conductas agresivas. Estos traumas no resueltos pueden generar dificultades en la regulación emocional.
Conflictos internos no resueltos: El comportamiento violento se ve como resultado de conflictos inconscientes, especialmente entre el ello (impulsos primitivos) y el superyó (normas morales).
Factores cognitivos.
El aprendizaje no es sólo una cuestión de imitación, sino que también implica procesos cognitivos. Los individuos procesan y evalúan la información que observan, y toman decisiones sobre si adoptar o no ciertos comportamientos. Las creencias y actitudes sobre la violencia, la justicia y la moralidad influyen en la probabilidad de que un individuo adopte un comportamiento antisocial.
Los polimorfismos genéticos, variaciones en la secuencia de ADN, pueden influir en la expresión genética y características como la impulsividad, baja empatía y agresividad. Polimorfismos que afectan la producción de neurotransmisores, como la dopamina y la serotonina, pueden aumentar la probabilidad de comportamientos antisociales al influir en el control de impulsos y la regulación emocional.
Alcohol, drogas y violencia: El consumo de sustancias como el alcohol y las drogas puede alterar la bioquímica del cerebro y aumentar el comportamiento violento o antisocial.
Desequilibrios nutricionales: Las teorías bioquímicas también sugieren que las deficiencias nutricionales pueden contribuir al comportamiento antisocial y violento. La falta de ciertos nutrientes esenciales puede afectar los niveles de neurotransmisores y el funcionamiento cerebral.
Tratamientos para la adicción: En casos donde el abuso de sustancias es un factor clave en la conducta antisocial, las intervenciones para tratar la dependencia del alcohol o las drogas pueden ser fundamentales para modificar el comportamiento violento.
Dopamina: Este neurotransmisor está asociado con la motivación y el sistema de recompensa del cerebro. Un exceso de dopamina o una hiperreactividad en los receptores dopaminérgicos puede estar relacionado con una mayor agresividad y una búsqueda descontrolada de recompensas, lo que podría traducirse en comportamientos antisociales o violentos.
Refuerzo directo e indirecto.
Los comportamientos observados pueden ser reforzados directa o indirectamente. Si una persona observa que una conducta violenta o antisocial resulta en recompensas o evita castigos, es más probable que repita ese comportamiento. El refuerzo puede ser positivo (al recibir una recompensa) o negativo (al evitar una consecuencia negativa).
Drogas psicoactivas: Sustancias como las anfetaminas, la cocaína y los opiáceos pueden alterar los niveles de dopamina y otros neurotransmisores en el cerebro, lo que puede llevar a una mayor predisposición a la agresión y la conducta antisocial.
Es crucial señalar que, aunque los factores genéticos pueden ser determinantes, la interacción entre genética y ambiente es fundamental. Factores ambientales adversos pueden activar predisposiciones genéticas latentes, lo que subraya la complejidad del comportamiento humano. En el contexto de la psicología forense, estas teorías ofrecen una comprensión de cómo las influencias genéticas pueden contribuir a la violencia y la conducta antisocial, lo que puede ser relevante para la evaluación y el tratamiento de individuos en riesgo.
En el contexto de la psicología forense, esta teoría indica que aquellos que enfrentan exclusión social, pobreza y falta de oportunidades pueden recurrir a la violencia como un medio para enfrentar sus dificultades. Enfoques recientes han incorporado factores como la marginación social y el racismo estructural, evidenciando cómo las desigualdades sistémicas aumentan la probabilidad de que los individuos adopten comportamientos antisociales. De esta manera, la Teoría de la Desviación Social ofrece una perspectiva valiosa para comprender la relación entre el contexto social y la conducta violenta.
Polimorfismos genéticos: Variantes en ciertos genes, como el gen MAOA (conocido como el "gen guerrero"), se han relacionado con el aumento de la agresividad, especialmente en interacción con factores ambientales adversos.
Expectativas de autoeficacia.
La percepción que una persona tiene sobre su capacidad de llevar a cabo un comportamiento también influye en su aprendizaje. Si una persona cree que puede tener éxito al usar la violencia para resolver un conflicto, será más probable que recurra a comportamientos antisociales.
Los estilos de crianza, que van desde el autoritario hasta el permisivo, pueden tener un impacto significativo en la formación de la personalidad. La crianza autoritaria, por ejemplo, puede generar resentimiento y agresión en los niños.
Contexto familiar disfuncional: La violencia y la conducta antisocial son influenciadas por dinámicas familiares caóticas, abuso físico o emocional, y negligencia.
Deficiencia de ácidos grasos Omega-3: Los Omega-3 son cruciales para el funcionamiento saludable del cerebro. Su deficiencia ha sido vinculada a un aumento en la agresividad, la impulsividad y la depresión. Los Omega-3 ayudan a regular la neurotransmisión y a mantener la estabilidad emocional.
Lesiones cerebrales:Traumatismos craneales o enfermedades neurológicas que afectan estas áreas pueden incrementar la propensión a la agresividad y la falta de inhibición.
Modificación hormonal: En casos de desequilibrios hormonales, como niveles elevados de testosterona, se pueden considerar tratamientos médicos para equilibrar las hormonas.
Los profesionales pueden utilizar la teoría psicoanalítica para comprender las motivaciones subyacentes del comportamiento violento en evaluaciones de delincuentes y víctimas.
Neurotransmisores y comportamiento violento: Los neurotransmisores son sustancias químicas que transmiten señales entre las células nerviosas del cerebro. Los desequilibrios en ciertos neurotransmisores pueden influir significativamente en el estado de ánimo, el control de los impulsos y la agresión.
Traumas infantiles: Los traumas y conflictos no resueltos durante la infancia pueden manifestarse en la adultez como comportamientos violentos o antisociales.
Estos estudios muestran que los comportamientos antisociales tienden a agruparse en familias, lo que sugiere un componente hereditario. Sin embargo, también es importante tener en cuenta el entorno compartido por los miembros de la familia.
Interacción genes-ambiente: La predisposición genética no determina el comportamiento por sí sola, sino que interactúa con el entorno. Factores como el abuso infantil pueden activar predisposiciones genéticas latentes.
Serotonina: Este neurotransmisor está relacionado con la regulación del estado de ánimo y el comportamiento. Bajos niveles de serotonina han sido vinculados a la impulsividad, la agresión y el comportamiento violento. Se cree que la serotonina desempeña un papel en la inhibición de respuestas agresivas, por lo que una deficiencia puede dificultar el control de impulsos violentos.
La terapia psicoanalítica puede ayudar a los individuos a explorar y resolver conflictos internos, proporcionando una vía para la rehabilitación y el manejo de la agresión.
Desequilibrio entre el ello, yo y superyó: La violencia puede surgir cuando el yo no logra mediar entre los deseos del ello y las restricciones del superyó.Represión y sublimación: la represión de impulsos violentos puede llevar a su expresión en formas más destructivas. La sublimación es un mecanismo que canaliza estos impulsos en actividades socialmente aceptables.
Desarrollo del superyó: la formación de una conciencia moral sólida (superyó) durante la infancia es crucial para el control de la agresividad en la adultez.
Avances en genética molecular han identificado genes, como el MAOA, que regulan neurotransmisores relacionados con el control de impulsos y la agresividad. Variantes como el "MAOA-L" o "variante del guerrero" se asocian con mayor predisposición a la violencia, especialmente si hay experiencias traumáticas en la infancia. Sin embargo, esta predisposición depende de factores ambientales.
Disfunciones cerebrales: Alteraciones en áreas del cerebro, como la corteza prefrontal (asociada al control de los impulsos) y la amígdala (asociada a las emociones), están relacionadas con comportamientos antisociales.
Neurotransmisores alterados: Las alteraciones en la química cerebral, especialmente en la dopamina y la serotonina, pueden afectar el control de la agresión y la impulsividad.
Factores bioquímicos heredados: Además de los desequilibrios bioquímicos que pueden surgir por factores externos o ambientales, también es posible heredar predisposiciones a ciertos desequilibrios bioquímicos que afectan el comportamiento. Algunas personas pueden estar genéticamente predispuestas a tener niveles anormales de neurotransmisores o hormonas que las hacen más propensas a comportamientos antisociales o violentos.
Cortisol: El cortisol es conocido como la "hormona del estrés". Niveles crónicamente elevados o reducidos de cortisol pueden afectar la respuesta al estrés y la capacidad de manejar la frustración, lo que puede desencadenar comportamientos violentos. Algunos estudios sugieren que las personas con niveles anormalmente bajos de cortisol pueden tener una menor capacidad para experimentar miedo o ansiedad, lo que podría llevar a una mayor propensión al comportamiento antisocial, ya que no temen las consecuencias de sus acciones.
Inhibición deficiente: La incapacidad para inhibir impulsos violentos o antisociales está vinculada a disfunciones en las conexiones entre la corteza prefrontal y otras áreas cerebrales.
La influencia genética interactúa con el entorno. Una predisposición genética a la agresión puede manifestarse en un entorno abusivo, pero puede atenuarse en un entorno positivo. La epigenética estudia cómo factores ambientales pueden activar o desactivar ciertos genes, influyendo en el comportamiento antisocial.
Endofenotipos: Características biológicas o psicológicas más específicas, como la impulsividad, pueden estar influenciadas por la genética y mediar en la relación entre los genes y la violencia.
Los estudios muestran que la violencia se transmite intergeneracionalmente; los niños expuestos a ella en el hogar suelen replicar estos comportamientos en la adultez. Además, la falta de apoyo emocional y vínculos familiares débiles contribuyen al desarrollo de rasgos antisociales. Así, la teoría familiar proporciona herramientas para abordar y prevenir conductas agresivas, enfocándose en la complejidad de las relaciones familiares.
Vínculos familiares débiles: La falta de apego emocional o apoyo familiar puede aumentar el riesgo de desarrollar comportamientos antisociales.
Estas anomalías pueden aumentar la propensión a la agresividad y reducir la capacidad para controlar impulsos violentos.En el contexto de la psicología forense, las teorías neuropsicológicas ofrecen una comprensión sobre cómo las alteraciones en la estructura y función cerebral pueden influir en comportamientos violentos, lo que puede ser fundamental para la evaluación y tratamiento de individuos con tendencias antisociales.
Evaluaciones de riesgo.Comprender la dinámica familiar de un individuo puede ser esencial para evaluar el riesgo de comportamiento violento. Los evaluadores forenses pueden investigar antecedentes familiares para identificar patrones de violencia.
Norepinefrina: Este neurotransmisor se asocia con la respuesta al estrés. Niveles altos de norepinefrina pueden aumentar la reactividad al estrés, lo que puede desencadenar comportamientos violentos en situaciones percibidas como amenazantes.
Deficiencia de vitaminas y minerales: La falta de vitaminas del grupo B (como la B6 y la B12), magnesio y zinc puede afectar negativamente el funcionamiento del sistema nervioso, lo que puede contribuir a la irritabilidad y la agresión.
Genética conductual: La investigación actual utiliza estudios de asociación del genoma completo (GWAS) para identificar posibles variantes genéticas relacionadas con el comportamiento antisocial y la agresión.
Este estudio a largo plazo, realizado en Nueva Zelanda, encontró que los hombres con la variante del gen MAOA-L que también habían experimentado abuso infantil tenían una mayor probabilidad de exhibir comportamientos antisociales y violentos en la edad adulta. Este estudio es uno de los más citados cuando se discute la interacción entre genes y ambiente.
Modelos de crianza violentos: Los niños aprenden por observación y, si los padres utilizan la violencia para resolver conflictos, estos pueden imitar ese comportamiento.
Dinámicas familiares:
La forma en que los miembros de una familia interactúan entre sí puede afectar el desarrollo emocional y comportamental de cada individuo. Las familias disfuncionales, caracterizadas por la falta de comunicación y el conflicto, pueden contribuir a la violencia.
Alcohol: El alcohol es un depresor del sistema nervioso central, pero su consumo en exceso puede desinhibir el comportamiento, reduciendo el control de impulsos y aumentando la agresividad. Se ha observado que en situaciones de conflicto, el alcohol puede incrementar la respuesta violenta debido a la reducción en la capacidad de juicio y en la inhibición de la agresión.
Enfoque reductivo.Algunos críticos argumentan que centrarse demasiado en la familia puede ignorar otros factores, como las influencias sociales y culturales.
Muchos conceptos, como el inconsciente, son difíciles de medir y probar científicamente.
Algunos críticos argumentan que esta teoría tiende a ser demasiado determinista, minimizando el papel de la libre voluntad y los factores situacionales.
Estigmatización. Etiquetar a la familia como la fuente de la violencia puede llevar a la estigmatización de sus miembros, complicando aún más las relaciones.
Dentro de este marco, la conducta violenta puede surgir cuando el yo no logra controlar los impulsos destructivos del ello o cuando el superyó es subdesarrollado, permitiendo que los impulsos violentos se manifiesten sin la regulación ética adecuada. Los estudios actuales han expandido esta teoría al explorar cómo traumas tempranos y experiencias de abuso afectan el desarrollo del yo y pueden contribuir a una mayor propensión a la violencia y al comportamiento antisocial en la adultez.