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La evaluación es una práctica común dentro de las aulas; sin embargo, si bien en las últimas décadas se ha dado un impulso importante a la evaluación de carácter formativo, la puesta en práctica revela una gran heterogeneidad (García Medina et al., 2011; Pérez Expósito, 2021).

En el imaginario colectivo y en la práctica coexisten simultáneamente dos ideas acerca de la evaluación del aprendizaje: una centrada en el número, la calificación y la acreditación, que usualmente ocurre al término de un ciclo; y otra que busca recuperar el sentido pedagógico de la evaluación como parte indisociable de los procesos de enseñanza y aprendizaje, que reconoce, acompaña y retroalimenta a cada estudiante, y ayuda a docentes, madres y padres de familia y a la comunidad escolar a conocer dónde se encuentran las y los alumnos en su proceso de aprendizaje y cómo apoyarlos de mejor.

Para transformar prácticas educativas en el aula y en la escuela es necesario partir de la reflexión sobre la práctica, profundizar en la comprensión de lo que allí acontece y tomar decisiones trascendentales, tal como lo señala la Nueva Escuela Mexicana (NEM) cuando afirma “la evaluación de los aprendizajes forma parte del proceso formativo, se encuentra dentro de la relación pedagógica profesor-estudiante y en el marco de un currículo que integra conocimientos y saberes alrededor de la realidad de las y los estudiantes” (SEP, 2022, p. 93).

La evaluación juega un papel decisivo no sólo para la rendición de cuentas sobre la acción pasada, sino para la construcción de aprendizajes que pueden tener su referente en esa acción, pero que se desarrollan en el momento de la interacción en el aula y con una perspectiva de futuro que va más allá de la escuela y se ancla en la vida misma de los sujetos. Por ello, en los fundamentos de la NEM se encuentra que, “Se evalúa para poner en evidencia el trayecto recorrido y el que falta por andar, con el fin de emitir una valoración pertinente siempre provisional” (SEP, 2022, p. 94).

De esta manera, el objetivo que se tiene en este curso es fundamentar la evaluación formativa para implementarla como actividad crítica de aprendizaje en la transformación de prácticas educativas en la escuela básica.

Estos dos últimos módulos están orientados para que los docentes de educación básica analicen y recuperen información teórica y metodológica sobre diferentes racionalidades de la evaluación educativa, a fin de comprender que no solo existe la racionalidad técnica para llevar a cabo la evaluación de y para los aprendizajes.

También, orientan sobre el saber práctico, necesario en la perspectiva de la evaluación formativa; saber y práctica que les posibilite la recuperación de datos empíricos acerca del problema de la evaluación de y para los aprendizajes que deben llevar a cabo como parte de su función educadora en escuelas de preescolar, primaria y secundaria.

Es necesario hacer un breve recorrido histórico que oriente sobre el surgimiento de estas nociones, tomar postura sobre la formación como proceso deliberado y terminar con una mirada crítica para reconocer hasta dónde la llamada evaluación en la escuela, lo ha sido y hasta dónde se ha convertido en un dispositivo de control. De aquí se desprenden tres ejes para el análisis de este apartado: Historia de la evaluación educativa, La evaluación como dispositivo de control y Relación entre evaluación y formación.

Analizar y pensar el presente de la evaluación requiere una mirada al pasado histórico, pero no como un pasado muerto e inerte, sino como un pasado vivo el cual permita pensar históricamente la evaluación, para comprender nuestra realidad actual para reflexionar y construir colectivamente el futuro educativo sobre la evaluación que queremos tener.

De esta manera a la evaluación formativa no se le confunde con calificar, medir, acreditar, revisar, asignar puntuaciones, menos examinar para seleccionar, clasificar y excluir. La evaluación es esencialmente una cuestión ética que se preocupa por la acción justa, ecuánime y equitativa.

Evaluar es conocer, contrastar, dialogar, indagar, argumentar, deliberar, razonar, aprender, valorar, sopesar (…) Evaluar es construir conocimiento por vías heurísticas de descubrimiento (Salinas, 1994).

De esta manera, la evaluación es aprendizaje en el sentido que por ella adquirimos conocimiento. El docente aprende para conocer y para mejorar la práctica docente en su complejidad. Aprende para colaborar en el aprendizaje del estudiante conociendo las dificultades que tiene que superar, el modo de resolverlas y las estrategias que pone en funcionamiento