Complemento Contrario_cuento
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Created on September 4, 2024
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Transcript
Capítulo 1. Pequeño Descubrimiento
Capítulo 2. Desafíos e Inseguridades
Capítulo 3. Nueva Perspectiva
"Complemento Contrario"
por Montserrat Hernández Pérez
Capítulo 1. Pequeño Descubrimiento
¿Cuál es la probabilidad de que nazcan gemelos?, ¿cuál es la probabilidad de que sean niñas? y ¿cuál es la probabilidad de que una gemela se vuelva diestra y otra zurda?... Pues parece que esta familia ganó la lotería, porque para diciembre de 1980, celebraban la primera navidad de sus hijas gemelas Lucía y Eliza.
Con esto, la abuelita esperaba que fuera suficiente para aligerar las confusiones de su agotada hija. Sin embargo, nadie imaginaba que, a pesar de ser tan idénticas, las pulseras no serían lo único opuesto entre ellas.Pasaron los meses, y las niñas ya habían cumplido un año de edad. Comenzaban a volverse un poco más independientes en algunas actividades que torpemente intentaban realizar. Se veían tan curiosas, pues a pesar de que hacían las mismas actividades, no lo hacían de la misma manera. Por ejemplo, al gatear, Lucía se dirigía hacia el lado derecho, contrario a Eliza, quien prefería el lado izquierdo; al tomar agua, Lucía sostenía su biberón con la mano derecha y Eliza con la mano izquierda. Y algo que solían hacer mucho, era tomarse de las manos… claro, Lucía con la derecha y Eliza con la izquierda.
Todo marchaba de maravilla. Desde que fueron concebidas, cuando se gestaban en el vientre de su madre, ya empezaban a reconocerse como una parte de la otra. Lucía y Eliza compartieron un espacio por nueve meses, donde iniciaron una conexión que se volvería en el futuro, el complemento perfecto.
Cabello negro, piel apiñonada, hermosos ojos grandes y color avellana, mejillas rosadas y regordetas. Parecía que las niñas no podían ser más parecidas, como dos gotas de agua… más bien, como una siendo el reflejo de la otra.
Por lo que para sus padres y la abuelita materna, Soledad, era un desafío constante identificarlas. Así que para no seguir confundiendo a las pequeñas niñas, la abuelita decidió aplicar el método del listón: atar un listón rosa en la mano izquierda de Eliza y uno verde en la mano derecha de Lucía.
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— Sí, eso mismo pensaba yo antes del día de hoy, ¡pero acabo de descubrir que Eliza es zurda! — dijo la abuelita con tono orgulloso y el rostro iluminado. — es tan parecida a mí.Al escuchar esto, la madre se rió y contestó — Seguramente lo estás imaginando, mamá, porque es tanto tu afán que alguna de ellas se parezca a tí, porque en el fondo estás celosa de que se parecen a su abuela paterna.Soledad se sintió indignada al escuchar esto, y al notar que no le creía, le propuso realizar un experimento para confirmar lo que acababa de descubrir, contestándole a su hija con un tono muy molesto — Sabía que no me creerías …pero lo que te digo es verdad, y te lo voy a demostrar.
Al descubrir esto, la abuelita Soledad inmediatamente se lo contó a la madre de las niñas. — ¡Hija, hija!… ¡no creerás de lo que me acabo de dar cuenta!— ¿De qué te acabas de dar cuenta, mamá? — contestó la madre de las niñas, abriendo la puerta del refrigerador para sacar una gelatina de fresa.— Pasa algo muy curioso con las niñas — dijo la abuelita con una sonrisa en su rostro, como si hubiese hecho un gran descubrimiento .La madre miró a la abuelita con expresión de preocupación y preguntó angustiada —¿Qué sucede?, ¿pasa algo malo con las niñas?, ¿están enfermas?— No, no, no es nada malo, hija — contestó — Lo que pasa es que contrario a lo que creíamos, las niñas son muy diferentes.— ¿Pero de qué hablas?, mis latosas no pueden ser más parecidas de lo que son, es imposible que haya un rasgo que las haga diferentes.— contestó más calmada la madre.
Decidida, la abuelita Soledad, sentó a las niñas en sus respectivas periqueras, y cariñosamente, les colocó un babero a cada una de ellas. Enseguida, tomó la gelatina de la mesa, la sirvió en dos pequeños recipientes idénticos, colocándolos, al mismo tiempo, sobre las periqueras de las gemelas, con su respectiva cuchara. Las niñas emocionadas con el postre que se encontraba frente a ellas, tomaron las cucharas para empezar a comer.
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pequeño dolor de cabeza, porque una vez que las niñas terminaron sus gelatinas, pasaron el resto de la tarde jugando y gateando por toda la casa por el exceso de azúcar.Llegada la noche, las llevaron a su habitación, las bañaron, las arroparon en sus cunas y les dieron el biberón. No pasó mucho tiempo para que las niñas quedaran sumidas en un sueño profundo.Así que la madre se dispuso a salir de la habitación, y mirando a las niñas, por primera vez, se dio cuenta de que Lucía tenía su pulgar de la mano derecha en la boca; y girando la cabeza para confirmar lo que esperaba de Eliza, observó que, en efecto, tenía su pulgar de la mano izquierda en la boca. Con esta imagen, se dirigió a su habitación con una sonrisa en el rostro para contarle la noticia a su esposo.
Tras esto, la madre quedó sorprendida, porque Soledad tenía razón, pues aunque torpemente, Lucía y Eliza tomaron la cuchara al mismo tiempo; Lucía con la derecha y Eliza con la izquierda. Y casualmente, la mano con la que tomaban las cucharas, coincidía con donde tenían atadas sus pulseras.Al presenciar la escena, la madre no pudo evitar sentir culpa por no haberse percatado antes. Pues con la gran responsabilidad que sentía sobre sus hombros por cuidar, atender y criar a las gemelas, no había prestado atención a los pequeños detalles, tan importantes, de sus hijas. Por su parte, la abuelita Soledad no podía con la emoción, pues mirando a Eliza, lograba verse a ella de pequeña… a pesar de tener rasgos tan parecidos a la abuela paterna.Después de este maravilloso descubrimiento, la madre y la abuelita se dieron cuenta que lo que parecía como un mero experimento, resultó en un
… Pasó un tiempo, y las niñas comenzaron a hablar. … Pasó un tiempo más, y las niñas comenzaron a caminar. … Pasaron un par de años, y las niñas habían cumplido 3 años, por lo que había llegado el momento de que comenzaran a asistir al jardín de niños.
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Capítulo 2. Desafíos e Inseguridades
Como todas las mañanas, Lucía y Eliza caminaban con su mamá hacia el jardín de niños, aunque esta vez, más emocionadas de lo normal, porque el día anterior la maestra les había dicho que aprenderían a escribir. Al llegar a la entrada de la escuela, se despidieron de su mamá para después correr hacia su salón.
Una vez dentro, se sentaron en sus asientos, esperando ansiosamente a que la clase comenzara, aunque no tuvieron que esperar mucho para que la maestra rápidamente iniciara repartiendo un compendio de hojas con el abecedario para que los niños comenzaran a practicar su escritura. El salón estaba en completo silencio, todos los niños concentrados. Sólo se escuchaba un sinfín de felicitaciones de fondo, mientras la maestra pasaba por los lugares revisando los ejercicios. Sin embargo, cuando llegó al lugar de Eliza y observó que escribía con la mano izquierda, un recuerdo de su infancia se presentó en su memoria. Recordó cómo era castigada por sus padres solo por utilizar su mano izquierda para escribir. Así que, sin dudar, corrigió a Eliza de la misma manera.– No Eliza, así no es – le dijo a la niña, quitándole el lápiz de la mano.Eliza la miró sorprendida.– El lápiz se sostiene con la mano derecha – dijo, mientras colocaba el lápiz en la mano derecha
de la niña. – Muy bien, así debe ser Eliza, sigue escribiendo.Eliza asintió con la cabeza, comprendiendo que la manera en la que había estado haciendo sus ejercicios estaba mal, por lo que comenzó a repasar las líneas como la maestra la corrigió. Sin embargo, por alguna razón muy extraña para Eliza, escribir de esta nueva manera se le dificultaba mucho, porque no sentía el mismo control que con su otra mano, lo que provocaba que se saliera de las líneas punteadas. Confundida con lo que le pasaba, Eliza miró a su hermana, quien parecía estar muy concentrada. Así que le preguntó – Lucía… ¿cómo estás haciendo eso tan rápido y bonito?Al escuchar a su hermana, Lucía se sobresaltó, pero después le contestó – Pues sólo lo hago, es muy fácil. Sólo tienes que concentrarte y seguir las líneas… Vamos, yo sé que tú puedes, inténtalo. — dijo, sonriéndole a su hermana.
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Pero al hablar de Eliza, la maestra expresó su preocupación y decepción, mencionando que no había notado ninguna mejora en su escritura. Lamentablemente, Eliza escuchó esta conversación desde su escondite detrás de una maceta, porque cuando estaba jugando con sus compañeritos, había visto que su mamá hablaba con la maestra, por lo que no pudo con la curiosidad y decidió esconderse para escuchar lo que platicaban. Con estos comentarios, Eliza se sintió muy desanimada. Por su parte, la mamá recibió las noticias con una mezcla de emociones: orgullo por su hija Lucía, pero preocupación por su pequeña hija Eliza.
Con estas palabras de aliento de su hermana, Eliza se sintió más motivada y se dispuso a seguir intentando. Llegó la hora de la salida, y la maestra pasó a los lugares de los niños para revisar sus ejercicios. Cuando llegó al lugar de las gemelas, revisó lo que Lucía había hecho y no dudó en felicitarla por su esfuerzo, con lo que ella respondió con una enorme sonrisa. No obstante, cuando revisó los ejercicios de Eliza, no se escuchó una felicitación, sino una llamada de atención para que se esforzara más por mejorar. Al escuchar esto, Eliza se sintió muy triste y desanimada por no haber hecho un buen trabajo como para recibir una felicitación, como su hermana y sus demás compañeros. Semanas después, como de costumbre, la mamá llegó a la escuela para recoger a las gemelas, pero esta vez, la maestra pidió hablar con ella. Comenzó elogiando el tan buen desempeño de Lucía, con lo que la madre reaccionó con mucho orgullo.
…Pasaron un par de años más, y las niñas tenían 7 años, por lo que se encontraban cursando la primaria.
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– Abuelita – dijo la niña con la voz temblorosa. La abuelita Soledad se sobresaltó por el estado en el que se encontraba su nieta – ¿Qué pasa Eliza?, ¿por qué lloras? – Ya no quiero ir a la escuela, abuelita, ¿le puedes decir a mis papás que ya no me lleven?– Pero ¿por qué dices eso? Es necesario que vayas a la escuela hijita, tienes muchas cosas por aprender — contestó la abuelita, mientras dirigía a Eliza a la silla para que se sentaran a platicar. – Es que no me va bien en la escuela. Me esfuerzo mucho, pero no puedo hacer las actividades igual de rápido y bonito que mis compañeros, no puedo dibujar bonito… ni siquiera puedo recortar bien — dijo la niña mientras lloraba. – Y Lucía sí puede hacer todo eso, y los maestros la felicitan siempre… y no sé por qué yo no puedo.
Como todos los días, muy temprano, Lucía se levantaba animada para asistir a la primaria. Todo lo contrario a Eliza, quien se levantaba después de su hermana, sin ninguna motivación aparente. Para el final del día de clases, Lucía salía muy animada y contenta por las felicitaciones que le daban los maestros. Todo lo contrario a Eliza, quien terminaba cada vez más desanimada y frustrada. Al llegar a casa, la abuelita Soledad siempre las recibía con una sonrisa, y con sus platos servidos para que comieran. Como todas las abuelitas, Soledad podía leer, perfectamente, las emociones de sus pequeñas nietas, por lo que al notar que Eliza llegaba de la escuela con una actitud decaída constantemente, comenzó a preocuparse por ella y pasaban por su cabeza las razones por las que su nieta podría estar así.Un domingo por la tarde, mientras la abuelita preparaba un delicioso flan, Eliza entró a la cocina.
La abuelita, triste por escuchar llorar a Eliza con tanto sentimiento, le dijo – Pero es que todos somos diferentes, hija… haber, no te preocupes, explícame, ¿por qué sientes que no puedes hacer las cosas como tus compañeritos? — Es que me cuesta mucho trabajo, siento que mi mano no se deja controlar… como que no obedece cuando yo quiero que haga algo – dijo, mientras mostraba y movía su mano derecha.
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– Mira Eliza – dijo, mientras abrazaba a la niña. – No hay nada malo contigo, lo que pasa es que tú haces las cosas de una manera diferente. Cuando tu quieres escribir o colorear o comer, tu cabecita rápidamente le dice a tu mano izquierda que lo haga, no a tu mano derecha, como la mayoría de las personas… eso quiere decir que eres ‘zurda’, digamos que la mano favorita de tu cabeza es la izquierda – dijo, mirando a los ojos de Eliza.– Pero ¿por qué? yo no quiero que sea así, yo quiero que mi mano derecha sea la favorita, como todos los demás – contestó la niña.– Es que así eres Eliza, así naciste… y no tiene nada de malo, al contrario hijita, debes sentirte orgullosa porque personas derechas o ‘diestras’, que es como se les llama, hay muchas, pero personas zurdas, hay poquitas… entonces… digamos que eres especial – dijo la abuelita sonriendo y dando ligeros pellizcos en las mejillas de su nieta para que sonriera.
La abuelita, preocupada y preguntándose si le pasaba algo grave, sostuvo con cuidado la mano de Eliza y la inspeccionó a detalle, en busca de cualquier señal de que algo andaba mal. Aunque después de un momento, Soledad notó que Eliza se refería a su mano derecha y hablaba sobre escribir. Esto la dejó confundida, porque ella recordaba haberse dado cuenta de que su nieta era zurda. Así que le preguntó a la niña – Pero si esta es tu mano derecha, Eliza … ¿por qué estás hablando de escribir y te quejas de esta mano? Eso es normal porque eres zurda, no tienes porqué preocuparte. Eliza, un poco irritada, le dijo – Pero si no es normal, abuelita. En la escuela yo veo que todos mis compañeros y mi hermana siempre escriben con la derecha y son muy buenos… mi maestra también me dice que debo utilizar mi mano derecha, pero es que yo lo intento y lo intento y no puedo… debe haber algo malo conmigo – dijo la niña entre sollozos.Al escuchar estos pensamientos y sentimientos encontrados de su nieta, la abuelita recordó cuando ella era pequeña y pensaba muy parecido.
Con esta acción, Eliza no pudo evitar reírse. – ¿Te puedo contar un secreto? – preguntó la abuelita, a lo que Eliza abrió sus ojos y asintió. – Yo también soy zurda – dijo en voz baja.– ¡¿Qué, qué?! – dijo la niña con asombro. La abuelita se rió con la reacción de su nieta y decidió contarle sobre su infancia. Le contó cómo cuando sus papás se dieron cuenta de que ocupaba más la mano izquierda, la obligaban a utilizar la derecha de distintas maneras,
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contestó la abuelita. – Pero ¿sabes lo único bueno de eso?... es que puedo utilizar mis dos manos para la mayoría de las necesidades… y así no se me cansa sólo una. Como cuando corto con tijeras, lo hago con la mano derecha porque no hay tijeras especiales para nosotros los zurdos, y entonces lo que nos queda es aprender a adaptarnos a un mundo que está diseñado para los diestros – Mientras Eliza la miraba detenidamente, pregunta con seriedad – ¿Y yo puedo hacer eso?– Claro que puedes, es sólo cuestión de practicar. Pero lo más importante es que te aceptes tal y como eres, que no dejes que tus maestros te obliguen a escribir con la otra mano, sólo porque la gran mayoría de las personas lo hacen… Tú eres como eres y ya está, ¿entiendes Eliza? – preguntó la abuelita con seriedad a su nieta.
como atarle la mano izquierda con una cuerda para que hiciera las cosas con la mano que ‘debía utilizar’, y que cuando la veían utilizando la otra mano, la regañaban. También le contó cómo sus maestros también la regañaban cuando intentaba escribir con la mano izquierda. – Ay abuelita, pobrecita… pero, ¿por qué hacían eso? – preguntó Eliza con preocupación por lo que su abuelita vivió de pequeña.– Pues es que tenían las ideas locas y antiguas de que los zurdos somos como de mala suerte… pero eso no es cierto, Eliza. Eso se lo inventaron hace muchos, muchos años porque le tenían miedo a lo diferente, a lo inusual – contestó la abuelita muy segura. Al escuchar esto, Eliza preguntó con mucha curiosidad – Y si dices que eres zurda tu también, abuelita… ¿Por qué ocupas la mano derecha para escribir? – Es porque como de pequeña me obligaron a ocupar la mano derecha y con el tiempo me acostumbré y ya no puedo escribir con mi otra mano –
Eliza meditó por un momento lo que acababa de escuchar, y después contestó con firmeza – Sí, abuelita, entendido – dijo la niña, mirando a su abuelita con admiración, para después darle un abrazo muy fuerte.
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Capítulo 3. Nueva Perspectiva
Después de esa plática que la abuelita Soledad tuvo con Eliza, ella corrió a ver a su hermana Lucía para contarle todo. – Entonces, ¿abuelita pasó por todo eso cuando era pequeña? – preguntó Lucía con preocupación.– Sí, eso me dijo… pobrecita – contestó Eliza.
– Oye, y entonces, si tu eres zurda y yo soy derecha, ¡entonces no somos iguales como todos siempre nos dicen, Eliza! – dijo Lucía con una sonrisa.Al escuchar esto, Eliza no pudo evitar soltar una carcajada. – ¡Es verdad! somos diferentes a nuestra manera –– ¡Sí!, somos especiales a nuestra manera – dijo Lucía mirando a su hermana con los ojos iluminados. Después de llegar a esta conclusión, las hermanas se abrazaron emocionadas, porque a pesar de que se llevaban muy bien, siempre se habían sentido raras con los constantes comentarios de que eran muy parecidas. Así que ellas buscaban maneras por las que podrían sentirse diferentes, de alguna manera, sentirse especiales.Al día siguiente, de nuevo era lunes, por lo que las niñas tenían que levantarse temprano para ir a la escuela.
Así que como de costumbre, apenas sonó el despertador, Lucía se levantó con emoción para alistarse, aunque esta vez, Eliza no tardó mucho para también levantarse y prepararse con entusiasmo para el día de cambios que planeaba tener. La mamá llamó a las niñas para que bajaran a la cocina para que tomaran su desayuno. Sólo pasaron unos minutos para que ambas estuvieran sentadas en la mesa. Al acompañar a las niñas a desayunar, la mamá no pudo evitar observar que Eliza se veía muy diferente, se veía animada.– Eliza, hija, te ves muy animada – dijo la mamá, mirando a detalle a ElizaAl escuchar esto, la niña le sonrió a su mamá y dijo – Sí, mami. Es que estoy emocionada por ir a la escuela –
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Terminando de desayunar, las niñas tomaron rápidamente sus mochilas para dirigirse a la escuela, en compañía de su mamá. Al llegar, la mamá les deseó suerte en su día de clases y las niñas entraron contentas a su salón. Ese día, Eliza tuvo un muy buen día, porque cambió su manera de pensar sobre ella. Cuando la maestra les dijo a los niños que copiaran lo que había escrito en el pizarrón, Eliza se dispuso a escribir con su mano izquierda, con lo que desde el inicio, se sintió muy cómoda, tanto, que para su sorpresa, terminó de copiar todo más rápido de lo normal; incluso le ganó a su hermana, logro que no dejó de recordarle por más de una semana. Pasaron los días, y Eliza intentaba hacer todo lo que se ocurría con la mano izquierda, porque quería adaptar las actividades cotidianas a sus propias
La mamá se sorprendió al escuchar esa frase. Nunca había escuchado a Eliza decir que estaba emocionada por ir a la escuela. – Me alegro mucho hijita. ¿y por qué estás emocionada? –– Porque hoy voy a ser zurda. Hoy voy a escribir con mi mano izquierda, y no importa que mi maestra me diga que no, yo lo voy a hacer así… como me dijo mi abuelita – contestó la niña con seguridad.– Así se dice, Eliza – dijo Lucía animando a su hermana, con la boca llena de comida.La mamá se quedó sorprendida con la seguridad con la que Eliza le contestó. Durante esta pequeña charla mañanera, la abuelita Soledad escuchó todo mientras bajaba la escalera, por lo que al entrar en la cocina, no dudó en felicitar a su nieta. – Así es Eliza. Me da mucho gusto que hayas cambiado tu manera de pensar – dijo muy animada la abuelita.– Gracias abuelita, fue todo gracias a tí – contestó la niña con una gran sonrisa.
necesidades de zurda, como colorear, recortar y muchas cosas más. Hasta se dio cuenta que era buena jugando fútbol, siempre metía goles porque nadie esperaba que la pelota entrara a la portería desde el lado izquierdo. Un par de meses pasaron, y Eliza seguía mejorando en las clases. Tanto, que la maestra se dio cuenta y la felicitó, además de disculparse con ella por haberla forzado a cambiar para que hiciera las cosas como los demás.
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Con esto, se dio cuenta de que ser zurda no está tan mal, incluso tiene sus ventajas… como tener un pastel dos veces al año.
Ese día, Eliza regresó muy contenta a su casa porque estaba emocionada por contarle a su familia, ella sabía que estarían sorprendidos. Pero cuando Eliza y Lucía cruzaron la puerta, ellas fueron las que se llevaron la sorpresa, porque las recibieron con globos y un pastel. – ¿De quién es el cumpleaños? – preguntó Lucía con curiosidad.– De nadie, Lucía… bueno, digamos que es de Eliza – contestó la mamá de las niñas.Al escuchar esto, Eliza contestó confundida – ¿Mi cumpleaños?, no, mamá. Mi cumpleaños es hasta diciembre… bueno, nuestro cumpleaños, porque somos gemelas, mamá. ¿No recuerdas? –Lo que pasa es que hoy es 13 de agosto, lo que quiere decir que… ¡¡hoy es el día internacional de los zurdos!! – contestó con emoción la mamá de las niñas.Al escuchar este dato, Eliza no pudo evitar emocionarse y sentirse especial, por lo que abrazó a su familia con mucho cariño.
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FIN