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Transcript

El último tiro

José Ernesto Solís Ramírez

Editorial Trajineros

Conoce a Marus

Partido Clasificatorio

...

Entrenamiento

1 vs 1

La derrota

Nueva perspectiva

Entrenamientos

Conoce a Tomás

Conoce a Javier

La gran final

La batalla

El último tiro

La celebración

Fin

Un día fueron a practicar en unas canchas callejeras, de esos lugares que casi nadie cuida ni el propio gobierno, donde hay rejas de metal rodeando la cancha, el aro con red de metal en vez de ese suave algodón que se suele ver, con su suelo de cemento duro, pero aún así siempre hay espectadores listos para sentir la emoción de un partido. Estuvieron ahí practicando mientras esperaban que alguien quisiera retarlos, puesto que querían poner en práctica la funcionalidad de sus jugadas que habían hecho como equipo para ver si eran efectivas. Desde lo lejos se veían a unos chicos entrar en la cancha con caras desafiantes, al acercarse se percataron que era el equipo contra el que iban a jugar en la final. ¿Se irían a enfrentar los dos mejores equipos de esa temporada en esa cancha que ya tenía el suelo quebrado? La respuesta es no, ambos equipos no querían revelar sus movimientos ante su oponente, sin embargo el público quería ver ese enfrentamiento, empezaban a gritar – jueguen jueguen jueguen– parecía como si estuviera jugando el América, se escuchaba mucho ruido, así que Marus le dijo a su equipo –Dejen que me enfrente a Axel, se que puedo– su equipo sorprendido se negó a que jugara solamente él, puesto que todavía estaba mal herido de su tobillo, pero después de que le insistiera su equipo accedió.

Al despertar vio a todo su equipo rodeándolo, aún con el dolor “¿Qué pasó ganamos?” preguntó. Su equipo le contó lo que había sucedido, este quedó en shock al escuchar lo que le habían dicho, ya que su sueño de ser el mejor se venía para abajo, como si estuviera en una avalancha y fuera aplastado por esta misma. Entró el doctor a la sala –Marus necesitas descansar un total de cuatro meses para tu recuperación completa de tu tobillo, no podrás jugar durante el primer mes– le comentó, Marus frustrado le dice –Haz todo lo posible para que pueda volver a jugar en tres meses que es el partido final y no me lo pienso perder– a lo que el doctor responde –Eso depende de ti – Después de salir del hospital Marus va cada semana a ver a su equipo entrenar, al ver que no juegan a su nivel, se enoja y los empieza a regañar, al querer levantarse y enseñarles cómo lo deben de hacer, su cuerpo no se lo permitió, se sentía como Hércules cuando le quitaron su poder. Sin ganas solo se quedó mirando sin decir nada.

Cada vez avanzaban más los partidos acercándose a la gran final, pero solo se hablaba de dos jugadores, Marus Morant y Axel Poole. Este segundo jugador era uno de sus rivales quien se acercaba mucho a las habilidades de Marus, pero no al cien por ciento. A Marus no le importaba puesto que él estaba seguro que le iba a ganar en el partido final. Seguía entrenando sin parar para ganar el último partido para pasar a la siguiente ronda.Llegó su partido iba ganando por bastante diferencia, como siempre Marus quería humillar al rival, quedaba un cuarto para que fueran ganadores, sin embargo el equipo contrario tomó la decisión de lesionar a Marus, ya que sabían que si lo dejaban fuera de juego este no podría seguir jugando y tomarían ventaja para ganar el partido. Marus entró al ataque con su mejor jugada, pero no contemplaba que en medio de la jugada el equipo contrario haría que se desgarrara el ligamento de su tobillo derecho. Cayó al suelo con un dolor tan fuerte, cómo si hubiera recibido un balazo tanto era su dolor que terminó desmayándose, rápidamente lo llevaron al hospital.

En una pequeña ciudad, vivía un chico llamado Marus Morant, en el cual destacaba este chico en el basquetbol, ya que para su edad era alto, ágil y con un talento natural para encestar, brillaba en la cancha como ningún otro. Empezó a ir a clases de basquetbol donde conoció a su equipo, con el cual estaría entrenando y compitiendo para ganar la temporada. Al principio todavía fallaba tiros y le faltaba coordinación, pero con el tiempo iba mejorando cada vez más sus habilidades, se sentía imparable, como si el balón y él fueran uno mismo, cada partido era el jugador estrella, sentía cómo las personas lo admiraban y le aplaudían, sin embargo una extraña sensación de superioridad ante los demás surgía desde su interior. Encantado con esta sensación se esforzaba más para obtenerla aunque eso implicara hacer menos a sus compañeros de equipo, sentía que podía hacer todo. --Pasenme el balón y ganaremos-- decía con confianza antes de que empezara un partido.

Al despertar vio a todo su equipo rodeándolo, aún con el dolor “¿Qué pasó ganamos?” preguntó. Su equipo le contó lo que había sucedido, este quedó en shock al escuchar lo que le habían dicho, ya que su sueño de ser el mejor se venía para abajo, como si estuviera en una avalancha y fuera aplastado por esta misma. Entró el doctor a la sala –Marus necesitas descansar un total de cuatro meses para tu recuperación completa de tu tobillo, no podrás jugar durante el primer mes– le comentó, Marus frustrado le dice –Haz todo lo posible para que pueda volver a jugar en tres meses que es el partido final y no me lo pienso perder– a lo que el doctor responde –Eso depende de ti – Después de salir del hospital Marus iba cada semana a ver a su equipo entrenar, al ver que no juegaban a su nivel, se enojaba y los empezaba a regañar, al querer levantarse y enseñarles cómo lo deberían de hacer, su cuerpo no se lo permitía, se sentía como Hércules cuando le quitaron su poder. Sin ganas, solo se quedó mirando sin decir nada.

Así pasaron dos meses Marus todavía no se curaba, pero ya estaba entrenando, obviamente prefería hacerlo solo, hasta que en uno de sus entrenamientos su entrenador se acercó a él – Marus, tu equipo te necesita, pero si quieres ganar el partido final debes aceptarlos y ver lo mejor en ellos, te sorprenderás– le dijo su entrenador y le hizo señas para que se reuniera con su equipo. Marus al escuchar estas palabras, decidió compartir por primera vez sus movimientos y tácticas que él usaba cuando estaba en un partido. Terminaron de entrenar e invitaron a Marus a comer, puesto que era la primera vez que se sentían como un equipo, esto llenó de felicidad a Marus, aunque no se le notara. Esta nueva sensación que sentía empezaba a superar a la de superioridad, por lo que decidió cambiar su actitud arrogante por una más humilde. Empezó a convivir más con sus compañeros de equipo, no solo en la cancha si no también fuera de esta, realizaban diferentes actividades juntos, lo que ayudó a generar una conexión más fuerte entre ellos, revelando sus diferentes capacidades y habilidades de cada uno.

Los equipos se fueron a las gradas a observar a sus capitanes, el duelo comenzó, –El primer jugador que llegue primero a los veintiún puntos se quedará con la victoria– dijo Axel. La primera posesión del balón fue de Axel, aunque Marus defendía con lo que podía, con sus manos y con su pie lastimado, Axel logró encestar los primeros dos puntos del partido, vuelve a sacar Axel y logra encestar otros ocho puntos, –Pensé que eras mejor de lo que me platicaban – exclamó Axel con un tono burlón. Marus solo frunció el ceño y en el siguiente movimiento de Axel, Marus logró robarle el balón, era su oportunidad de remontar la partida, sin embargo su tobillo tenía otros planes. Aún con su tobillo lastimado Marus logró encestar seis puntos. Pero en uno de sus tiros falló, algo que no se veía muy seguido en él, Axel aprovechó para ganar el rebote –¿Que tienes? te he visto y no sueles fallar tiros – preguntó Axel, Marus prefirió no responder y siguió jugando. El cansancio rápido de Marus, sus cojeras y el mal desempeño que tenía hicieron que Axel se percatara de que Marus estaba lesionado. Axel aprovechó para humillarlo y logró encestar los últimos once puntos que le faltaban para ganar. Marus cansado y adolorido solo se pudo tirar al piso, – Ya no eres nadie, tus días de gloria se han acabado– le dijo Axel. En el piso Marus solo se quedó viendo al cielo reflexionando sobre lo que le habían dicho, los gritos del público desaparecieron lentamente, de esas veces que te quedas flotando en el agua y solo sientes tu respirar y nada más. Así se sentía mientras se preguntaba – ¿Será que me recuperaré por completo o estaré destinado a perder siempre?

Marus permaneció en el suelo, su respiración entrecortada, mientras el eco de las palabras de Axel resonaba en su mente. –Ya no eres nadie– esas palabras perforaron su orgullo como ninguna lesión física lo había hecho antes. Su tobillo palpitaba de dolor, pero nada se comparaba con el vacío que sentía en su interior. Mientras miraba el cielo a través de las rejas oxidadas que rodeaban la cancha, comenzó a sentir un vacío, como si todo lo que había construido hasta ese momento—su confianza, su orgullo, su identidad como el mejor jugador—se desmoronaba ante sus propios ojos.El público, que segundos antes rugía de emoción, se había calmado. Los gritos de victoria de Axel y su equipo se desvanecían, como si se filtraran entre el ruido de las hojas arrastradas por el viento. Y ahí estaba Marus, tirado en el suelo, con la mente llena de preguntas. –¿Será que he perdido lo que me hacía especial? ¿Y si ya no puedo volver a ser el mismo?--.De repente, sintió una mano sobre su hombro. Era uno de sus compañeros de equipo, con una mezcla de preocupación y consuelo en la mirada. –Vamos, amigo, no te desanimes. No es el fin del mundo. No lo tienes que hacer solo, somos un equipo– Aquella frase lo sacudió. Durante mucho tiempo, Marus había creído que todo dependía de él, que el equipo solo ganaba si él brillaba. Pero ahora, con ese simple gesto de apoyo, esa sensación que había sentido antes ahora se hacía más grande .

Marus, con ayuda de su compañero, se levantó lentamente, aún cojeando. Mientras lo hacía, levantó la cabeza para ver a su equipo. Todos estaban ahí, observándolo, no con juicio, sino con camaradería. Por primera vez en mucho tiempo, se dio cuenta de que no estaba solo. No era el único que importaba.Axel, que había estado observando la escena desde la distancia, sonrió con superioridad. –Te veo en la final, si es que llegas– dijo mientras su equipo lo seguía fuera de la cancha. Marus lo observó irse, pero esta vez no sintió la ira o la necesidad de venganza que lo había impulsado antes. En su lugar, sintió una nueva y extraña paz. No estaba en una guerra solitaria. Este no era un enfrentamiento entre dos egos, sino una competencia entre dos equipos.

Uno de los jugadores, Javier, un chico más bajo pero extremadamente rápido, tenía un don especial para interceptar pases. Era algo que Marus nunca había notado. –Javi, esa velocidad tuya es increíble. Deberíamos aprovecharla más en el juego– comentó Marus. Javier únicamente sonrió sorprendido;era la primera vez que Marus le prestaba atención.

Otro día, Marus observó a Tomás, un jugador alto y fuerte, pero que casi nunca tomaba la iniciativa. –Tomás, ¿por qué no te ves más confiado cuando tienes el balón? Tienes una ventaja enorme bajo el aro– le dijo Marus. Tomás lo miró, un poco intimidado por el consejo, pero asintió con la cabeza. Marus comenzaba a ver lo que su entrenador le había dicho: todos en el equipo tenían algo que ofrecer.

Con el paso de los días, Marus se sumergió en su recuperación. Sin embargo, esta vez tenía un enfoque diferente. Ya no se trataba solo de su físico, sino de su actitud. Sabía que su tobillo se recuperaría con el tiempo, pero también comprendió que su mayor lesión no estaba en su cuerpo, sino en su mente y en su manera de ver a los demás.Cada día, aunque todavía no podía jugar, Marus seguía asistiendo a los entrenamientos de su equipo. Solo se quedaba observando, estudiaba cómo sus compañeros se movían en la cancha. Antes, solo los veía como piezas secundarias en su obra maestra; ahora, comenzaba a ver que cada uno tenía un papel crucial que desempeñar.Cada vez que terminaba el entrenamiento, Marus se quedaba un rato más conversando con sus compañeros. A veces sobre baloncesto, a veces sobre la vida. Era la primera vez que veía a sus compañeros fuera de la cancha como personas, y no solo como números que le pasaban el balón. Se sentía más conectado a ellos, y esa sensación de camaradería comenzó a reemplazar su antiguo egoísmo.

El día de la final llegó rápidamente, el gimnasio estaba repleto, vibrando con la emoción de los aficionados, los cuales tenían caras de los jugadores de ambos equipos. Las luces brillaban intensamente sobre la cancha de madera pulida, que reflejaba la expectativa de todos los presentes. Marus, sentado en el banco, miraba a su equipo con una mezcla de nerviosismo y orgullo. Sabía que este partido no se trataba de una revancha personal contra Axel, sino de la culminación de algo mucho más grande. Axel estaba en la cancha, con su mirada fija en Marus. Sabía que su rival no estaba al 100%, pero no subestimaba lo que podía hacer. Desde la banca, Marus sentía las pulsaciones del partido como si estuviera dentro. Vio a su equipo calentando con una nueva energía, moviendo el balón con precisión, trabajando juntos. A diferencia de antes, cuando el equipo dependía de él para las jugadas clave, ahora cada uno de sus compañeros se destacaba en su rol.

Así empezó el primer cuarto con Marus en el banquillo mientras analizaba no sólo a su equipo, si no también al contrario en especial a Axel, para poder descifrar sus movimientos y patrones de ataque, con esta información Marus podría aprovecharla para que cuando llegara el momento de enfrentarse no lo dejaría pasar. Empezó el segundo cuarto, por fin Marus entró en la cancha pero solo hizo diez puntos y diez asistencias, por lo que decidió entrar más en calor enfrentando nuevamente a Axel en los últimos minutos de este cuarto, sus movimientos fueron efectivos, pero Axel tampoco se quedaba atrás haciendo varias canastas. En el tercer cuarto fue igual, estaba muy reñido el juego, aunque el equipo contrario iba ganando, la diferencia era solo de dos puntos 65 a 63. Empezó el último cuarto, sin embargo Marus se fue nuevamente al banquillo, ya que su tobillo ya empezaba a punzar nuevamente, por lo que en equipo decidieron que iba a entrar al final del último cuarto. El marcador estaba casi empatado 81 a 80 a favor del equipo contrario, y quedaban solo dos minutos en el reloj. Fue en ese momento cuando el entrenador de Marus lo miró y le hizo una seña. Marus asintió y se levantó lentamente. Sabía que no estaba completamente recuperado, pero también sabía que el equipo lo necesitaba, no solo por sus habilidades, sino por su presencia.

Cuando entró a la cancha, el público estalló en gritos. Marus sintió el apoyo de sus compañeros, quienes le sonrieron con confianza. Se colocó en posición, listo para hacer lo que mejor sabía hacer, pero esta vez con una diferencia clave: estaba allí para su equipo, no para sí mismo. El tiempo corría, y en los últimos segundos, Axel tomó el balón. Su mirada fría estaba fija en el aro, pero Marus lo siguió de cerca. Cuando Axel intentó un movimiento rápido hacia la canasta, Marus anticipó su jugada y lo interceptó. Sin embargo Axel venía detrás de él por lo que podría hacerle un tapón, así que rápidamente miró a su alrededor y vio a Javier desmarcado. Con un pase perfecto, le entregó el balón. Javier, con su velocidad característica, corrió hacia la línea de tres puntos y lanzó justo cuando el cronómetro llegaba a cero. El balón voló en cámara lenta, y todo el gimnasio contuvo el aliento. Finalmente, el sonido de la red al chocar con el balón rompió el silencio, seguido de una explosión de júbilo. El equipo de Marus había ganado la final.

Después del partido, mientras el equipo celebraba, Marus se acercó a Axel. –Buen juego– le dijo, extendiendo la mano. Axel, sudoroso y frustrado, lo miró sorprendido antes de aceptar el apretón. –Te has vuelto diferente– dijo Axel, casi con una sonrisa. –No esperaba que jugaras así, en equipo– Marus asintió, sintiendo una paz interna que nunca antes había experimentado. –Aprendí que no puedes hacerlo todo solo. Ser el mejor no significa ser solitario– Mientras el resto del equipo lo rodeaba, celebrando juntos, Marus sintió algo que nunca había sentido antes: la verdadera satisfacción de ser parte de algo más grande que él mismo. Había aprendido que la grandeza no está en los logros individuales, sino en el poder de un equipo que trabaja unido, y en la humildad de saber que nadie puede ganar solo. El partido había terminado, pero para Marus, ese día marcaba el comienzo de una nueva etapa. Una etapa en la que su verdadero valor no se mediría por los puntos que encestó, sino por la manera en que lograba elevar a todos los que lo rodeaban. Después de la victoria, ya no era el jugador egocéntrico que pensaba que podía hacer todo solo. Se había convertido en un líder, no solo en la cancha, sino también fuera de ella. Con el paso de los meses, Marus continuó jugando al baloncesto, pero ahora con una visión diferente. Se dedicó a mejorar no solo sus habilidades, sino también a ayudar a sus compañeros a crecer como jugadores. Empezó a organizar entrenamientos extras para el equipo, no con el fin de ser el centro de atención, sino para que todos mejoraran juntos. Comprendió que si ellos brillaban, él también lo haría.