Tarea 8 Mondragon Figueroa KouthumiEl desarrollo de la audición humana
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El desarrollo de la audición humana
La audición se activa por la emisión de sonidos, se realiza a través del sistema auditivo e informa al sistema cognitivo sobre algunos atributos de las fuentes sonoras (identificación, posición en el espacio, etc.).
estudio ontogénico
Perspectiva psicoacústica
Discusión y conclusiones
El desarrollo del sistema auditivo en humanos es un proceso intrincado y no lineal, con diferentes capacidades que maduran en diversas etapas de la infancia y, en algunos casos, incluso después de la adolescencia. Un reto significativo es establecer una edad aproximada en la que el desarrollo auditivo se considere completo al nivel de un adulto, debido a la amplia variabilidad en la maduración de las distintas funciones auditivas. Las variaciones en los resultados y las distintas edades en las que las funciones auditivas alcanzan su madurez subrayan la complejidad de la audición y la diversidad de tareas y métodos utilizados en su estudio. Esto destaca la necesidad de crear modelos integradores que unifiquen los hallazgos existentes, así como de fomentar una mayor investigación en áreas que aún no han sido suficientemente exploradas, como el reconocimiento auditivo, la percepción del movimiento y la percepción de la distancia.
Audición prenatal
Perspectiva psicofisiológica del desarrollo auditivo
La psicofísica se basa en utilizar el juicio de los sujetos para detectar, discriminar o estimar magnitudes como una medida de la actividad perceptiva. El nivel consciente de estas respuestas depende de procesos mentales que integran información de diversas fuentes. En psicofísica, se crean situaciones experimentales que buscan obtener respuestas con la mayor precisión y rapidez posible, minimizando la influencia de variables no auditivas.
Criticas
Percepciones
El limitado conocimiento anatómico y sensorial del sistema auditivo
La dificultad para controlar las características de los estímulos sonoros
El sistema auditivo no tiene una respuesta observable unívoca a la estimulación acústica
Evento acústico: fenómeno físico
Evento auditivo: fenómeno psicológico que se produce, en parte, como consecuencia del evento acústico
Las conclusiones de las investigaciones del premio Nobel von Békèsy en el campo de la anatomía fisiológica del sistema auditivo
El avance de la física acústica y de la tecnología de alta fidelidad
La asunción de diversos sistemas de respuesta como medida del funcionamiento del sistema auditivo (respuestas motoras, reflejos de sobresalto, respuestas de orientación, medidas psicofisiológicas, etc.)
La estructura acústica del entorno fetal que puede permitir la transmisión de sonidos
La maduración del sistema auditivo que determina el inicio del funcionamiento de la capacidad auditiva
Las evidencias del funcionamiento auditivo prenatal
Los ajustes metodológicos necesarios para trabajar con niños no siempre cumplen con las suposiciones subyacentes a los métodos psicofísicos. Werner analizó los efectos del procedimiento en las medidas de sensibilidad y concluyó que solo dos variables tienen un impacto consistente en los umbrales de detección en los niños: el modo de presentación del estímulo y el refuerzo.
La comparación entre el rendimiento de los niños y el de adultos altamente motivados, sugiriendo que las diferencias atencionales podrían traducirse en resultados significativamente diferentes. Sin embargo la falta de atención no afecta sustancialmente las diferencias entre los umbrales auditivos de niños y adultos, y que los factores motivacionales y atencionales solo explican una pequeña parte de las diferencias observadas en la sensibilidad auditiva.
La sonoridad es el atributo psicológico que permite clasificar los sonidos como más fuertes o más débiles. Aunque la intensidad del estímulo es el factor físico más influyente en la percepción de la sonoridad, la frecuencia también puede afectar esta percepción, incluso si la intensidad del estímulo permanece constante.
Los estudios sobre el desarrollo auditivo han explorado la percepción de la tonalidad a través de varias capacidades auditivas clave: low pitch, sensibilidad frecuencial, resolución o selectividad frecuencial, y discriminación frecuencial.
El concepto de low pitch se refiere a la capacidad de percibir la tonalidad de un sonido complejo periódico, incluso cuando la frecuencia fundamental no está presente en la señal. Esto se considera una forma de constancia perceptiva y refuerza la idea de la no linealidad del sistema auditivo. Algunas investigaciones sugieren que el low pitch implica procesos centrales del sistema auditivo.
La sensibilidad frecuencial, los estudios muestran que en los primeros meses de vida, los niños son más sensibles a las frecuencias altas (superiores a 4 kHz), mientras que la sensibilidad a frecuencias bajas aumenta durante el desarrollo temprano. A los 6 años, la sensibilidad a diversas frecuencias sigue siendo inferior a la de los adultos, pero para los 10 años, los niños alcanzan niveles de sensibilidad similares a los de los adultos.
La resolución frecuencial y la selectividad frecuencial se refieren a la capacidad del sistema auditivo para distinguir una señal de frecuencia específica en presencia de otras señales cercanas en frecuencia. El método del ruido horadado sugiere que los niños no alcanzan un rendimiento similar al de los adultos hasta, al menos, los cinco años. Por otro lado, el método de enmascaramiento basado en el espectro de potencia indican que las curvas de sintonía psicoacústica de los niños pequeños son relativamente similares a las de los adultos, se observa que la amplitud de las bandas críticas varía muy poco desde la infancia hasta la adultez, aunque los umbrales con enmascaramiento son significativamente mayores en los niños. Este cambio en el desarrollo se atribuye probablemente a una transformación no lineal en la representación de la intensidad, que podría tener su origen en el procesamiento central.
La discriminación de frecuencia es muy limitada a los seis meses de edad. En niños de siete a nueve meses, los umbrales diferenciales de frecuencia se sitúan entre 11 y 29 Hz, mientras que en adultos están entre 3 y 5 Hz. Estudios relacionados con el ámbito musical indican que el desarrollo de la representación de la tonalidad comienza alrededor de los seis años, con un perfeccionamiento significativo entre los siete y nueve años.
El mínimo ángulo audible (MAA) es el método más utilizado en estudios experimentales sobre la localización auditiva. Este método mide el cambio más pequeño en la posición del sonido que se puede detectar. Los resultados han demostrado que el MAA mejora significativamente con la edad: pasa de 20-25 grados a los 4 meses a menos de 5 grados a los 18-24 meses. Esto sugiere que, una vez que la capacidad de localización del sonido reaparece a los cuatro meses, la precisión mejora continuamente durante un período prolongado.
Munar Roca, E., Mas Tous, M. del C., Quetgles, M., Rosselló Mir, J., & Morente, P. (2002). El desarrollo de la audición humana. Psicothema, 14(2), 247-254.
El desarrollo de la localización auditiva espacial ha sido evaluado principalmente mediante técnicas de giro de la cabeza y de la mirada; los neonatos giran la cabeza hacia el lado donde se origina el sonido. Los estímulos más efectivos para provocar una respuesta de orientación en los niños son aquellos compuestos por bandas de frecuencia alta, superiores a 3.000 Hz. Sin embargo, la capacidad de orientación hacia fuentes sonoras en los neonatos es inmadura, evidenciándose en un desarrollo discontinuo, esta capacidad es observable hasta el primer mes, luego desaparece y reaparece a los cuatro meses con una latencia de respuesta más corta, como resultado de la maduración de los mecanismos centrales del cerebro. A los cuatro meses, la respuesta de orientación pasaría de ser un reflejo subcortical a una respuesta cortical y volitiva. Relacionado a el efecto de precedencia, que es cuando dos estímulos sonoros se emiten desde diferentes lugares en un breve intervalo de tiempo.
La representación del emplazamiento de la fuente sonora es inherentemente tridimensional. Pese a ello, son pocos los trabajos sobre audición de la distancia dirigidos a la representación bidimensional. Peris y Clifton realizaron el primer estudio sistemático de audición de la distancia en niños, utilizando como evidencia el estiramiento de brazos. El estudio demuestra que los niños no estiran los brazos ante los sonidos que no están a su alcance. La clave más importante para la estimación de la distancia a partir de la información auditiva es la sonoridad que provoca el suceso acústico. Hallaron que los niños de seis meses tienen una capacidad básica para discriminar entre las fuentes que están a su alcance y las que no lo están, aunque no ejecutan esta tarea únicamente a partir de la clave de sonoridad. Parece probable que la competencia en esta capacidad tenga una considerable supeditación a la experiencia.
El reconocimiento y la retención de sonidos parece estar relacionado con experiencias emocionales anteriores. Se han manifiestado dos estilos perceptivos diferenciados.
- El primero, propio de los niños de menor edad, que ante una situación en la que se les presenta un sonido nuevo, imprevisto, o fuera de su contexto habitual, tienden de forma inmediata a asimilarlo a una experiencia anterior, relacionada con el sonido y casi siempre emocional (hipótesis emocional).
- El segundo corresponde a niños de mayor edad, así como avanza la edad el niño analiza más cuidadosamente los indicadores sensoriales del sonido y esto le lleva, en determinados casos, a la duda o a manifestar desconocimiento, permaneciendo atentos hasta el final del estímulo para después emitir la respuesta.
El desarrollo auditivo continúa después del nacimiento, ya que en el niño se producen diversos procesos mecánicos que contribuyen a la formación de la estructura auditiva final con implicaciones funcionales. Por ejemplo, el canal auditivo de los niños es más corto, lo que provoca efectos de resonancia diferentes y resulta en percepciones de tonalidad más aguda en comparación con los adultos. Además, debido a la menor separación interaural, los niños tienen una menor precisión en la localización espacial del sonido, ya que las diferencias de tiempo de llegada, intensidad, fase y espectrales entre ambos oídos son menos fiables. Anatómicamente, los huesecillos del oído medio alcanzan un tamaño similar al de los adultos alrededor del octavo mes de gestación, mientras que el tímpano no se asemeja al de un adulto hasta el segundo año de vida, lo que reduce el potencial de amplificación, aunque esto se compensa por las dimensiones similares de las bases de los estribos en niños y adultos. El reflejo acústico o estapedial aparece en las primeras semanas de vida, aunque los recién nacidos requieren mayores intensidades para activarlo. La maduración de las vías auditivas progresa desde las regiones neurales periféricas hacia las centrales, y se cree que el sistema auditivo central se regula dinámicamente por el sistema auditivo periférico a lo largo del desarrollo que continúa durante la infancia y la adolescencia. La experiencia también juega un papel crucial en el desarrollo psicofisiológico del sistema auditivo, especialmente en la interacción entre los mecanismos periféricos y centrales, sugiriendo dos implicaciones importantes: el entorno acústico en el que los niños crecen influye en la organización de la corteza auditiva; y los sonidos del entorno que impactan en el desarrollo auditivo no necesitan tener una significación conductual, sino que basta con que se presenten de manera repetitiva o prolongada.
Las claves más importantes para la localización del sonido en el plano horizontal son las diferencias interaurales, que incluyen diferencias de tiempo (DIT), intensidad (DII), fase, y espectrales entre los oídos. Los niños desarrollan rápidamente la sensibilidad a las DIT, y los bebés de dos meses ya pueden detectarlas, aunque aún no detectan las DII. Aunque la sensibilidad a las DIT es notable en las primeras etapas de vida, los niños no la utilizan plenamente para localizar con precisión las fuentes sonoras. En niños de 6 meses, las DII tienen un impacto mínimo en la precisión de la localización, y que los valores de DII no son similares a los de los adultos hasta los 12-16 años.Por lo tanto, la precisión en la localización de sonidos en campo libre no puede explicarse únicamente por los cambios en la sensibilidad a las diferencias interaurales. Litovsky y Ashmead proponen dos enfoques teóricos para explicar esta cuestión.
- El primero sugiere que durante el desarrollo, se requiere una recalibración continua entre las claves de localización auditiva y las posiciones reales de las fuentes sonoras. Este proceso de recalibración puede provocar períodos en los que la localización no es tan precisa, especialmente cuando los valores cambian rápidamente.
- La segunda propuesta se basa en el crecimiento de la cabeza, que produce cambios rápidos en las claves interaurales (DIT, DII, y diferencias espectrales) y monoaurales (diferencias espectrales). Dado que los niños pueden dirigir su atención a una amplia dirección para captar eventos importantes, un sistema de localización auditiva relativamente rudimentario podría ser suficiente durante las primeras etapas del desarrollo.
La experiencia prenatal puede convertirse en una forma específica de aprendizaje, cuyos efectos se manifestarán en ciertas situaciones después del nacimiento. Esto permite afirmar, con cierto respaldo empírico, que el recién nacido no es sordo. Sin embargo, hay escasa evidencia de que el recién nacido pueda realizar discriminaciones tonales o responder de manera diferencial a características complejas del sonido. Aunque se han recopilado algunos datos, no es seguro afirmar, con suficientes pruebas empíricas, que la función auditiva esté completamente desarrollada en este período. Es importante destacar que la audición fetal es probablemente diferente a la nuestra, ya que carece de ciertos atributos del percepto auditivo, como la identificación y la audición consciente.
Se ha examinado la maduración de respuestas evocadas corticales auditivas desde la concepción hasta los 14 años, hallando dos períodos de transición: El primero de ellos se establecía entre los 3 y los 3’5 meses de edad. En los inicios del funcionamiento coclear, la competencia auditiva es pobre: las respuestas electrofisiológicas sólo se registran con frecuencias medias, los umbrales absolutos son altos, y no hay discriminación frecuencial ni tampoco codificación temporal. El segundo corresponderia con la rapida perfeccion: los umbrales decrecen, empieza la codificación temporal, se inicia la sensibilidad frecuencial y las unidades del nervio auditivo sintonizan a diferentes frecuencias. No hay acuerdo respecto al contenido del estímulo que tiene una mayor propensión para provocar esas respuestas: son las frecuencias altas o las bajas las que tienen esa mayor propensión.
Se ha encontrado evidencia empírica que sugiere que, en el útero, no solo se escuchan sonidos provenientes de la madre y del feto, sino también ruidos externos, incluidos sonidos del habla, de baja frecuencia, entre 500 y 700 Hz, mientras que las frecuencias altas del habla se atenúan significativamente, por otro lado la distribución tonotópica de la cóclea cambia durante el desarrollo, y que el oído del feto es estimulado principalmente por señales de baja frecuencia, inferiores a 125 Hz, procesadas por células ciliadas que posteriormente se encargarán de frecuencias más altas. Aunque se ha estudiado la transmisión del sonido a través de la cavidad amniótica, no se conoce con precisión qué proporción de las presiones acústicas alcanza el oído fetal. Además, se ha determinado que el aislamiento de la cóclea respecto al entorno externo es significativo. La diferencia mínima de intensidad para generar el mismo potencial coclear antes y después del nacimiento varía desde 11 dB con frecuencias de 125 Hz hasta 45 dB con 2000 Hz. A los cinco meses de gestación, se produce la inervación de las células ciliadas externas, y entre los seis y siete meses aparecen las primeras sinapsis maduras., aunque la maduración completa del oído interno ocurra durante el octavo mes, cuando se organizan las conexiones aferentes y eferentes.
Investigaciones han mostrado que las diferencias entre los umbrales auditivos medidos con auriculares y en campo sonoro disminuyen a partir del primer año de vida, lo que sugiere que, a esta edad, las dimensiones del canal auditivo ya se asemejan a las de los adultos. Sin embargo, los umbrales absolutos bajo enmascaramiento no se igualan a los de los adultos hasta los 5 o 6 años. Los estudios sobre la edad en que se produce una mejora significativa en la discriminación de intensidades han arrojado resultados inconsistentes. Algunos estudios, sugieren que esta habilidad madura relativamente tarde. En contraste han encontrado un desarrollo más rápido: Jensen y Neff observaron un rendimiento similar entre niños de 5 años y adultos, mientras que Berg y Boswell concluyeron que los niños de 3 años pueden discriminar intensidades de manera comparable a los adultos cuando se utilizan intensidades altas, aunque no con intensidades más bajas.