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ACOMPAÑAMIENTO VOCACIONAL

HERMANAS DEL BUEN SAMARITANO
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Mateo, 15, 30...

Ser Samaritana en tu ApostoladoActitud positiva: Generosa. Da y se da sin condiciones y vive para compartir, no para atesorar.

MEDIOS PARA DISCERNIR

En estos asuntos de Dos que llamamos vocación, es necesario poner en juego todos los medios a nuestro alcance. Jesús, el Hijo de Dios, es al mismo tiempo plenamente hombre. Hizo un proceso humano, no libre de dificultades, como cada uno de nosotros.Por ejemplo, cuando él dice les he dado a conocer todo lo que oí a mi Padre (Jn 15, 15), no se refiere sólo a un conocimiento misterioso, desde la eternidad, sino al conocimiento que Jesús tuvo del Padre a través del camino esforzado de la oración... èl que muchas veces por la madrugada se fue a la montaña para orar (Mc 6, 46). Podía comunicar lo que había experimentado. La imagen de Jesús que presentan los evangelios no es mágica ni espectacular, sino sencilla y profundamente humana.

Esta imagen de Jesús nos enseña que, en nuestra vida espiritual, debemos confiar totalmente en Dios que nos ama y nos conduce, pero esto no obsta para que pongamos los medios que son necesarios y razonables. Así, podemos establecer un principio básico: en tu proceso vocacional conviene que pongas en juego, equilibradamente, los recursos humanos y espirituales, para que se complementen entre sí. Sólo el Espíritu Santo puede reproducir en ti la imagen de Jesucristo, pero con tu esfuerzo, secundas la obra del Espíritu. Hagamos una lista de los recursos con los que cuentas: Los recursos espirituales y los recursos humanos.

RECURSOS ESPIRITUALES

La Palabra de Dios. Es un recurso básico. Cuando eres inmadura en tu fe la palabra de Dios está como ausente... otras ideas llenan tu mente. Pero según va creciendo esa fe, la Palabra resuena en tu interior con fuerza. Recurres a ella e intentas mirar desde ella toda la realidad. La vida sacramental. Poco a poco te vas haciendo consciente de los dones recibidos: primeramente, de tu iniciación cristiana. Conoces y valoras el don del bautismo. Vas descubriendo el gran valor de la eucaristía y de la reconciliación. Tu vida adquiere un signo, un sentido, cuando permites que la llene la gracia de Dios, la amistad con Cristo. La oración. Es un recurso por el que se expresa la vida sacramental y la apertura a la Palabra. Por medio de la oración vives y reafirmas tu amistad con Jesús. La oración te construye por dentro, porque el trato con Dios, como a Jesús, te lleva a experimentarte como hijo. La liturgia. La oración es también comunitaria. Orar con la comunidad en una asamblea organizada, tener presentes sus necesidades, sentirte hermana con los hermanos, es un estupendo camino de discernimiento vocacional. La participación litúrgica tiene una especial importancia en algunos momentos del año: los domingos, las grandes fiestas, los tiempos litúrgicos. Por la liturgia cultivas el sentido de pertenencia a una comunidad, habitualmente la parroquia. El apostolado. La participación en un servicio apostólico es un campo precioso de discernimiento vocacional. En el apostolado experimentas vivamente que Jesús cumple su promesa: Yo estoy con ustedes todos los días hasta el fin de los tiempos (M 28, 20). La tarea apostólica es lugar de la presencia del Padre, del Hijo y del Espíritu.

RECURSOS HUMANOS

El acompañamiento. El medio más básico es el acompañamiento. Llegas a ser tú misma y a discernir el llamado de Dios a partir de la comunicación con otra persona que te pueda ayudar. Este acompañamiento no sólo es importante en este momento, sino durante toda la vida. Quien desea caminar en la fe, obedeciendo a Dios que llama, necesita dejarse acompañar por alguien en su nombre. El esfuerzo diario. La vocación no es para los flojonazos. No se puede aspirar a valores grandes instalado en una butaca delante de la televisión. Si quieres discernir el llamado de Dios tendrás que poner esfuerzos notables. Tu vida se llena de inquietudes y de actividades por las que vas percibiendo con más claridad el camino. Jesús lo dejó muy claro cuando dijo: La ley y los profetas llegan hasta Juan; desde entonces se anuncia la buena noticia del reino de Dios, y todos deben esforzarse para entrar en él (Lc 16, 16). La confianza. Este recurso es correlativo a la fe: quien cree, confía. La confianza se puede traducir en algunas virtudes muy útiles en tu proceso vocacional. Confiar es tener optimismo ante la vida, el mundo la sociedad. Confiar es ser transparente ante quien te acompaña. Confiar es comportarte con docilidad, aceptando las razones que te proponen los demás. Confiar es, en fin, aceptar la parte positiva de ti misma y ponerte a caminar. La solidaridad. Es el correlativo del sentido comunitario. Quien se sabe parte de un cuerpo común, tiene capacidad de desprenderse de lo suyo para ponerlo al servicio. Desea desprenderse de sí misma para entregarse en un camino de servicio a los demás. La vocación supone este rasgo humano de solidaridad.

Ejercicio: el coraje de la misión

Para vivir de una forma más eficaz tu vocación, hay que conjugar los elementos humanos, pero también los espirituales, ya que sólo así tendrá sentido tu entrega en la misión. Por eso es conveniente revisar cómo se van conjugando ambas dimensiones en tu persona. Para ello puedes analizar:En un primer momento: • ¿Experimentas la necesidad de dedicarte exclusivamente al servicio de Dios y de su Reino? ¿En qué lo notas? • ¿Eres capaz de tolerar cierta experiencia de soledad, unida a un buen sentido del humor? • ¿Vas superando carencias afectivas que podrían conducirte a una excesiva dependencia o a la búsqueda de compensaciones? • ¿Tienes amor al trabajo y lo realizas con entrega y con alegría? ¿Has hecho del trabajo una parte importante de tu vida y de tu espiritualidad? • ¿Vas aprendiendo a vivir de forma sencilla, que ya anuncia la pobreza evangélica, sin exigencias superfluas? • ¿Eres solidaria con los demás y compartes con ellos tu persona, tu tiempo, tus valores, tu saber y tu tener? tvisar cómo se van conjugando ambas dimensiones en tu persona. Para ello puedes analizar:

Saber conjugar los elementos humanos y espirituales te ayudará a seguir trabajando en tu proceso vocacional. Pues el aspecto espiritual te sostiene en medio del cansancio humano; y el reconocimiento de tus limitaciones te lleva a potenciar tu relación con Dios al sentirte necesitada de él.

Pautas para la oraciónHaz un momento de oración con el texto de la alegoría de la vid, donde se presenta la importancia de la dependencia de Dios en la vida de la fe y el proceso vocacional: Jn 15, 1-17. También puedes hacer oración con un texto del evangelio que subraya el gran valor de la confianza en la providencia. Intenta confiar tu vida a Dios: Lc 12, 22-34. Para el diálogo con tu acompañanteExamina con tu acompañante cómo utilizas los diferentes recursos que se han presentado en este capítulo.Criterio de DiscernimientoEn tu proceso vocacional deberás poner en práctica los medios espirituales y humanos de modo equilibrado. Vale el adagio: trabaja como si todo dependiera de ti, y pide a Dios porque todo dependa de él.
En un segundo momento:
  • ¿Vas asumiendo progresivamente la opción preferencial por los pobres y los más necesitados?
  • ¿Eres capaz de aceptar en disponibilidad la voluntad de Dios que se te manifiesta a partir de las necesidades de los demás?
  • ¿Estableces relaciones de amistad, de diálogo y sinceridad con Dios, contigo misma y con los demás?
  • ¿Manifiestas actitudes de servicio y una buena capacidad de integrar los gustos personales con las necesidades de la comunidad y de la Iglesia?
  • ¿Qué tan dispuesta estás para poner en segundo plano tus proyectos personales y en primer plano los proyectos de la Iglesia de tu comunidad?
  • ¿De qué manera descubres el paso de Dios en el hoy de tu vida? ¿Cómo llegas a esta conclusión?
  • ¿Tienes la sensibilidad espiritual para descubrir en los demás, especialmente en los necesitados, el rostro real de Cristo?

Criterios de discernimiento vocacional

Participa en el hermoso combate de la fe... (1 Tim 1, 18)

Ya hemos señalado que existen tres vocaciones específicas: la de los laicos, la de los sacerdotes o ministros ordenados, y la vida religiosa. La vocación se concreta aún más a través de las formas de vida. Por ejemplo, un laico, es al mismo tiempo profesionista, casado, padre de familia... cada una de estas formas de vida da un matiz muy particular a su vocación. En este capítulo nos preguntamos: ¿Cómo discernir la vocación específica? ¿Cómo saber si Dios te llama para uno de estos tres caminos? Y ya que hayas optado por una, vuelves a preguntarte: ¿en qué institución y de qué manera? El primer criterio tiene que ver con aquello que te propones para elegir. Es conveniente saber que para elegir lo que Dios quiere es necesario limitar el campo de tu elección. Ya no puedes elegir absolutamente lo que quieras, porque se excluyen aquellas opciones que no podrían comprenderse como voluntad de Dios. Por ejemplo, no es la voluntad de Dios que elijas por comodidad, o por interés personal, o por presión familiar. No es voluntad de Dios que optes por enriquecerte, o por vivir de espaldas a los demás. Por eso hay que dejar claro que lo que elijas debe ser bueno en sí mismo y debe incorporarte más profundamente a la Iglesia.

El segundo criterio consiste en que exista una intención simple. No es válido elegir algo para sí misma, y luego, con eso, querer servir a Dios. Por ejemplo, tener mucho dinero, y con el dinero ponerte al servicio de Dios y de los demás. Es preferible que te propongas servir a Dios y a los demás, con dinero o sin él. Tampoco ser casado, y en tu matrimonio servir a Dios y al prójimo; al contrario, deberás preguntar a Dios si te quiere casada o no. El caso es que no haya doblez en tu intención, o lo que llamamos en el lenguaje corriente "dobles intenciones", sino que pura y llanamente quieras ponerte al servicio. No es válido querer ser religiosa para ocupar un puesto importante y, si es posible, ponerte al servicio; sino ser religiosa para servir, incluso teniendo un puesto importante. El tercer criterio es que cada una de las vocaciones específicas, cada congregación religiosa, cada forma de vida, se caracteriza y se define por unos valores. Para optar por un camino vocacional es necesario comprobar, lo más objetivamente posible, que ya estés viviendo, de algún modo, de acuerdo con esos valores. Si quieres ser religiosa, debe existir en ti un gran amor a la Iglesia y un afán de ponerte al servicio edificando a la comunidad. Por el contrario, sería extraño que permanecieras alejada o indiferente ante la comunidad, y pese a todo quieras ser religiosa. Si quieres ser religiosa tendrías que estar viviendo ya un estilo de pobreza y de radicalidad en los diversos aspectos de tu vida de fe. Si quieres ser laico, deberás ya comprometerte en la transformación del mundo y de la sociedad de una manera activa. En el ejercicio de este capítulo ampliaremos este tercer criterio.

El cuarto criterio consiste en que pongas a funcionar tu inteligencia. No es válido elegir por puros impulsos y sentimientos. Tu elección debe sustentarse en razones más objetivas, que se pueden llevar al diálogo con tus padres o con tu acompañante. No basta para elegir la vida religiosa el hecho de que sientas una inquietud hacia ella, es bueno que consideres también que hacen falta religiosas y qué clase de religiosas hacen falta; si tienes capacidades o no para un fin determinado. Por ejemplo, para ir a las misiones es necesaria cierta fortaleza física; para algunos servicios que suponen estudios, se requiere cierta capacidad intelectual; para la vida comunitaria, una mínima capacidad para convivir con otros. El quinto criterio es que no basta con tus buenas razones. Es del todo necesario que Dios, de algún modo, confirme tu elección. No es suficiente una convicción razonable, hace falta una verdadera determinación espiritual. Por eso, después de poner tus razones, debes presentarlas ante Dios en la oración, de modo que él mismo confirme aquello que has elegido. Si en tu elección no encuentras paz espiritual, consuelo de Dios, y un aumento de fe, esperanza y caridad, puede ser muy riesgosa. No se debe elegir con angustia, con temor, con dudas, sino con una gran confianza en Dios.

El sexto criterio consiste en que cuentes con la voz de la Iglesia que, en nombre de Dios, llama. En tu caso la voz de la Iglesia se hace presente a través de tu acompañante y de los responsables de la Casa de formación a la que te acercas. Si la Iglesia te señala que un determinado camino no es conveniente para ti, debes aceptarlo con docilidad de corazón. Cuando das este paso, Dios no tarda en confirmar esa decisión por medio de la oración. Lo más contrario al discernimiento es que, pese a lo que te dice la Iglesia, tu te empecines en elegir un camino vocacional.El séptimo criterio es que, cuando ya has elegido un camino, en alguno de los niveles de la vocación, lo nuevo que plantees para elegir esté bien comprendido en esa primera elección. Así, un seminarista puede elegir quién será su director espiritual, pero no puede elegir tener novia, porque esto se opone a su ser seminarista. Si elegiste una carrera, eliges a qué hora vas a estudiar, o de qué manera, pero no puedes elegir no estudiar. El octavo criterio es más bien negativo. Consiste en que no existan problemas que ocultes o no hayas hablado suficientemente con tu acompañante. Si se quiere formular en positivo diría: que hayas hecho un esfuerzo por ser lo más leal y transparente en tu relación de acompañamiento, de modo que hayas afrontado aún esos puntos difíciles o conflictivos, presentes en toda personalidad. Para resumir estos criterios de discernimiento, y que te queden muy claros, puede ser útil el siguiente cuadro:

Ejercicio: el discernimiento de tu vocaciòn especìfica

Este ejercicio servirá para profundizar en el tercer criterio de discernimiento: la conducta. Estamos demasiado habituados a considerar nuestras inclinaciones y gustos a la hora de elegir. Pero hay siempre un criterio más objetivo. Se trata de la conducta observable y concreta que te recomienda o no para realizar de la mejor manera posible un ministerio o vocación. Este es el criterio que aparece constantemente en el Nuevo Testamento. Vamos a aplicarlo detalladamente a cada una de las vocaciones específicas. No se trata de tener la conducta plenamente conseguida, pero sí de que no existan contradicciones graves entre lo que se describe y tu comportamiento práctico. Para cualquier vocación específica.

  • Amor vivo y personal a Jesucristo, que se expresa en la oración y en la entrega a los demás. Una devoción al menos inicial a la Virgen Marìa.
  • Vida sacramental y de oración que se corresponda con el paso que quiere dar.
  • Disposición de servicio en la Iglesia y compromiso en el apostolado.
  • Disponibilidad al trabajo, que no sea perezosa.
  • Interés por los propios estudios y hábito de estudio.
  • Amor a la verdad, y por ello sinceridad-honradez-transparencia.
  • Capacidad de relaciones positivas con los demás (afabilidad, hospitalidad, sinceridad, prudencia, discreción, generosidad).
  • Compromiso en los retos y dificultades de su propia familia.
  • Experiencia positiva y no conflictiva de la castidad en su etapa juvenil.
  • Sentido de pertenencia a la Iglesia.
  • Que cultive con interés su propio proceso vocacional.

  • Para la vida religiosa
  • Un sentido de unión personal con Cristo; el anhelo de la comunión con sus ideales, su forma de vida, sus padecimientos; el deseo de unirse personalmente a él compartiendo su destino y su suerte.
  • El testimonio de la radicalidad evangélica, por el que tiendes a vivir los rasgos del evangelio de modo nítido. Te identificas como discípula para estar cerca del maestro escuchando su palabra y poniéndola en práctica.
  • Una experiencia viva de oración, por la cual estos ideales se hacen concretos y prácticos.
  • Un compromiso de radicalidad en las realidades que vives: tu trabajo, tu familia, tu apostolado. En estos ámbitos sabes dar más de lo que se te pide.
  • Una especial cercanía con los pobres y con los que sufren por diversos motivos. Y el correlativo estilo de austeridad y pobreza por el cual eres solidaria con todos los que sufren.
  • Conoces el valor de la castidad y del sentido esponsal de tu cuerpo, entregándote de modo total a Cristo y al servicio de los demás. Y el correspondiente estilo de pudor y recato.
  • Un sentido profundo de obediencia a la voluntad de Dios en las circunstancias de tu vida, y la correlativa aceptación de los medios por los que se manifiesta su voluntad, como son las necesidades de los demás, lo que se te pide. Eres en este sentido una persona disponible y espontánea.
  • Una capacidad positivamente mostrada de convivir y compartir con los demás y de dejarte ayudar que prepara la vida comunitaria que caracterizará tu opción de vocación religiosa.
  • Un filial amor a la Virgen María, con quien te identificas y a quien invocas en tus necesidades.
Para la vida laical
  • La valoración de todas las cosas creadas, de la naturaleza y de las personas como obra de Dios. El consecuente sentido ecológico de compromiso por mejorar el mundo que te rodea.
  • Una espiritualidad marcada por el valor de las cosas del mundo. En medio de todos tus compromisos invocas la presencia de Dios y le consagras todo lo que vives y lo que planeas.
  • Un claro compromiso social, por el que expresas la necesidad de hacer una sociedad más justa y más humana, que corresponda al proyecto creador de Dios y al mensaje fraterno de Jesucristo. Este compromiso se traduce en acciones de solidaridad con los más pobres, comenzando por los de tu propia casa y de tu familia.
  • Tu esfuerzo constante en el área profesional o el oficio en el que te preparas. Tu fe se traduce en ser un buena trabajadora, que hace las cosas para estar bien preparada y para servir mejor.
  • Una capacidad de utilizar las cosas materiales y el dinero con un fin específico y cristiano, que con los bienes materiales sepas ganar amigos y hacer el bien.
  • Una sensibilidad especial ante el valor del matrimonio y de la castidad en tu noviazgo, de modo que anheles la experiencia de una familia armónica y de un amor duradero.

Para la vida sacerdotal

  • Amor a Jesucristo, especialmente en la Eucaristìa
  • Que practique el humilde servicio a ejemplo de Cristo, que dio su vida en el servicio y pidio a sus discìpulos ser servidores y esclavos de todos
  • Verdadera compasiòn, segùn el modelo de Cristo, buen pastor
  • Disponibilidad para la escucha, la comprensiòn, el perdòn y el consuelo
  • Valoraciòn de la Iglesia, de su autoridad, y de las dicersas personas e instituciones que la forman
  • Capacidad intelectual para sacar adelante los estudios de Filosofìa y Teologìa
  • Cultivo de virtudes sociales como la amabilidad, la buena educaciòn, el respeto a los demàs. Que cultive buenas relaciones con los demàs
  • Sentido de pertenencia a la Iglesia y a su parroquia en particular
  • Sensibilidad ante los enfermos, los pobres y los pequeños

Pautas para la oraciòn- Intenta examinarte sobre los puntos discernimiento que se ofrecen en este ejercicio, y después llévalos a la oración, pidiéndole a Dios que te ayude a discernir mejor. - Puedes hacer oración en base al texto de 1Pe 4, 7-11, en el que se exhorta a los creyentes a poner los dones recibidos al servicio de la comunidad - Acércate a la vida de un santo cuya vocación específica te atraiga, para aceptarlo como modelo. Para el diálogo con tu acompañante-Dialoga con tu acompañante sobre lo que has pensado de los ocho criterios de discernimiento que se enuncia en este capítulo. - Dialoga con tu acompañante sobre los puntos de discernimiento para la vocación específica. Criterio de discernimientoEn la elección de un camino vocacional no basta con las buenas intenciones. Es necesario que existan argumentos objetivos, y sobre todo conductas, que sean acordes a la llamada de Dios a la cual intentas responder

Una determinada determinaciòn
Jesús, dame la fuerza para aceptar todo lo que implique seguir tus pasos, sabiendo cortar con todo lo que pueda separarme de Ti
Al concluir este camino de acompañamiento vocacional, queremos decir una palabra sobre la determinación necesaria para seguir el llamado de Dios. Jesús es en esto inflexible, pide a quienes desean seguirlo una gran determinación (Cf. Lc 9, 57-62) que implica incluso la ruptura con otras prioridades como la familia, o los deberes sagrados. Del santo Evangelio según san Lucas 9, 57-62Mientras iban caminando, uno le dijo: «Te seguiré a donde quiera que vayas». Jesús le dijo: «Las zorras tienen guaridas, y las aves del cielo nidos; pero el Hijo del hombre no tiene donde reclinar la cabeza». A otro dijo: «Sígueme». El respondió: «Déjame ir primero a enterrar a mi padre». Le respondió: «Deja que los muertos entierren a sus muertos; tú vete a anunciar el Reino de Dios». También otro le dijo: «Te seguiré, Señor; pero déjame antes despedirme de los de mi casa». Le dijo Jesús: Nadie que pone la mano en el arado y mira hacia atrás es apto para el Reino de Dios».
Se dirige a Dios con estas palabras: Ya no tenía yo qué responderte cuando me decías: levántate, tú que duermes, y sal de entre los muertos, y te iluminará Cristo; y mostrándome por todas partes ser verdad lo que decías, no tenía ya nada que responder, convicto por la verdad; sino unas palabras lentas y somnolientas: ahora... en seguida... un poquito más... pero este ahora no tenía término y ese poquito más se habia prolongado. No permitir que tu proceso vocacional se alargue indefinidamente por indecisión. Es el principio básico: vista la verdad, hay que ser generosos con Dios, que antes ha sido generoso con cada uno, porque de lo contrario corres el peligro de ceder a otras tentaciones como la comodidad o tu propio interés.
Los santos recomiendan con mucha insistencia la determinación espiritual y vocacional. Si quisieras resumir esta insistencia en una frase, se podría hacer así: visto un bien, conviene optar por él sin dilación. Queremos proponerte en este momento, hecho ya todo un proceso vocacional que, contando con la ayuda de Dios, te determines por lo que más convenga.. Esta determinación viene marcada por la alegría, según aquella preciosa observación del evangelio en las parábolas gemelas del tesoro y la perla: el que encuentra el tesoro, lo deja oculto y, lleno de alegría, va, vende todo lo que tiene y compra aquel campo (Mt 13,44). Vamos a escuchar las palabras textuales de los santos que te puedan ayudar en este sentido.San Agustín cuenta en las Confesiones su propio proceso vocacional.
Dice san Juan Bosco: Para saber si Dios quiere que uno sea religioso, no es necesario aguardar a que el mismo Dios le hable o que desde el cielo le envíe un ángel para manifestar su voluntad. Ni tampoco es necesario un examen de diez doctores para resolver si la vocación debe seguirse o no; lo que importa es corresponder a ella y acoger el primer movimiento de la gracia sin preocuparse de las dificultades que puedan sobrevenir; porque, haciéndolo asì, Dios procurará que todo redunde a su mayor gloria. Bien analizadas las cosas, consultándolas convenientemente, conviene abrazar lo que percibo como voluntad de Dios, sin resistir al impulso espiritual que conlleva la vocación.
Este mismo principio es enunciado por san Juan de Dios, pero refiriéndose al arrepentimiento: No hemos salido de una preocupación cuando ya nos hemos metido en otra; o nos engañamos, diciéndonos: "ahora, apenas termine este negocio, quiero enmendar mi vida". Y así, de "ahora" en "ahora", nunca acabamos de salir de los embaucamientos del demonio, hasta que llega la hora de la muerte y descubrimos la falsedad de lo que el mundo y el diablo prometían. Por tanto, ya que el Señor nos juzgará según nos hallare, bueno será enmendarnos a tiempo y no hacer como los que dicen una y otra vez: "mañana, mañana" y nunca empiezan. Como fundamento de una determinación vocacional, está la determinación espiritual por la propia conversión. Ya decíamos que el llamado a una vocación específica es llamado a la fe y a la conversión.
A veces puede detenerte la consideración del largo proceso de formación, como si fuera tiempo que se va a perder, al respecto dice san Francisco de Sales: Los grandes propósitos no se logran sino a fuerza de paciencia y holgura de tiempo. Las cosas que crecen en un día se pierden en otro: ¡Animo, pues, Hija mía! Dios está contigo. Estos hermosos textos de los santos, están llenos de experiencia espiritual y vocacional. Nos enseñan la gran importancia de tomar determinaciones en el momento oportuno. Por eso es bueno, en este momento de tu proceso, que te acerques nuevamente a Dios y le pidas esa determinación espiritual que tanto alabaron quienes más le han amado. El mejor deseo para ti, en este momento final, es que Dios te lo conceda.
San Ignacio de Antioquía, de un modo muy breve pero incisivo, enseña: Porque si estás decidido a obrar el bien, Dios está pronto a darte lo que necesites. La determinación espiritual no es un acto de temeridad, sino de confianza en la providencia de Dios. San Juan de la Cruz aplica toda su experiencia espiritual cuando dice: ¿Qué aprovecha dar a Dios una cosa, si él te pide otra? Considera lo que Dios quiere y hazlo, que por ahí satisfarás mejor tu corazón que con aquello a lo que tú te inclinas. No se trata tanto de lo que a ti te gusta, cuanto de lo que Dios quiere. Este determinarse por lo que incluso no me brota espontáneo, pero conviene, es un sello típico de las determinaciones espirituales.
"No hay alegria màs grande que la de servir a los pobres con amor"M Irene Gracia de Prado

Biografìa Madre Irene Garcia de PradoFundadora Hermanas del Buen Samaritano