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Transcript

ESCUCHAR LA VOZ DE LOS POBRES. TRANSFORMAR LA REALIDAD.

FAMILIA JANERIANA

Un mundo roto

El Espíritu de Dios es uno y el mismo en toda persona, entrando en cada situación y asumiéndola en un diálogo permanente con nosotros. El no crea relaciones de dominación ni de competencia sino de libertad, para que las diferencias que encontramos sobre la tierra, como expresión de la inagotable creación de Dios, no se enfrenten sino que se complementen.

Nosotros tenemos que vivir según el Espíritu, dejándonos conducir por él, en medio de un mundo con profundas fracturas sociales, culturales, religiosas y personales, que no están simplemente fuera de nosotros para contemplarlas como en un escenario, sino que atraviesan por el centro de nuestra persona, de nuestras familias y comunidades, rompiendo y desgarrando.

En un mundo roto

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Una brecha...

Dentro de nosotros llevamos con dolor las situaciones de pobreza que afectan a la mayoría de la población en los países de América Latina. Barrios marginados han crecido aceleradamente, sin planificación, disputándose metro a metro un espacio en los terrenos difíciles y peligrosos. Millones de campesinos siguen abandonados a su suerte en selvas, montañas y campos alejados de los núcleos urbanos que concentran los servicios básicos. No son sólo pobres, sino empobrecidos, con una larga historia de despojos alojados en su cuerpo y en su espíritu, relegados a una situación que hoy se deteriora cada día más.

Vida en medio de la muerte...

Pero en medio de toda esta realidad hay personas con espíritu, porque de una manera o de otra están abiertas al Espíritu de Dios que hace nuevas todas las cosas (Ap 21,5), y no quiere que las situaciones difíciles se cierren sobre nosotros como la losa de un sepulcro.

lee aquí el relato completo

En los campos de la República Dominicana crece una hierba que los campesinos llaman “junquillo". Tiene media docena de hojas alargadas. Por debajo de la tierra se van extendiendo sus raíces en todas direcciones, de tal manera que, cuando se arranca una planta, a los pocos días nace otra al lado. Es imposible eliminarla.

Un relato

Nos dice el Papa Francisco

La pobreza que libera es la que se nos presenta como una elección responsable para aligerar el lastre y centrarnos en lo esencial. De hecho, se puede encontrar fácilmente esa sensación de insatisfacción que muchos experimentan, porque sienten que les falta algo importante y van en su búsqueda como errantes sin una meta. Deseosos de encontrar lo que pueda satisfacerlos, tienen necesidad de orientarse hacia los pequeños, los débiles, los pobres para comprender finalmente aquello de lo que verdaderamente tenían necesidad. El encuentro con los pobres permite poner fin a tantas angustias y miedos inconsistentes, para llegar a lo que realmente importa en la vida y que nadie nos puede robar: el amor verdadero y gratuito. Los pobres, en realidad, antes que ser objeto de nuestra limosna, son sujetos que nos ayudan a liberarnos de las ataduras de la inquietud y la superficialidad.

Nos dice el Papa Francisco

Si queremos que la vida venza a la muerte y la dignidad sea rescatada de la injusticia, el camino es el suyo: es seguir la pobreza de Jesucristo, compartiendo la vida por amor, partiendo el pan de la propia existencia con los hermanos y hermanas, empezando por los más pequeños, los que carecen de lo necesario, para que se cree la igualdad, se libere a los pobres de la miseria y a los ricos de la vanidad, ambos sin esperanza. Mensaje Jornada Mundial de los pobres 2022

Repartir la pobreza

A través de los siglos el hombre siempre ha insistido en construir un mundo teniendo como meta final el mundo del rico, un mundo de abundancia en el que lo tengamos todo. Los resultados están a la vista: cada día el número de personas que viven en la miseria aumenta en proporciones preocupantes y hacia el futuro las perspectivas son aún peores. Por eso, lo que hay que proponer hoy es otro modelo de persona y de sociedad, desde el que se replantee de otra manera mirar el desarrollo y el mundo distinto que todos buscamos. Y este modelo lo ofrece precisamente la existencia pobre, con sus valores y su destrucción que pueden generar una doble actitud: la de descubrir la existencia pobre como el modelo auténtico de existencia humana y, por otra parte, la preocupación, no de repartir la riqueza sino de repartir la pobreza. La propuesta que surge de todo el análisis es entonces la necesidad de cambiar de norte, tanto para el pobre mismo, para que deje de “mirar para arriba” y “beba en su propio pozo”, como para la práctica política: enfocar la acción en dirección contraria y ensayar “repartir la pobreza”. Repartir la pobreza significa aprender a vivir de una manera más simple, de una manera frugal, de una manera más sencilla. Repartir la pobreza significa aprender a ser tolerantes con los demás, a respetar las ideas ajenas. Significa ser solidarios y compartir el pan con el vecino. Significa ser acogedor y hospitalario con nuestro prójimo. En otras palabras: tomar como modelo de persona y de sociedad no al rico sino al pobre.

Reflexiona...

1. ¿Qué sentimientos-resonancias surgen en tu corazón después de leer el texto? No pienses mucho, escribe lo que espontáneamente va surgiendo. 2. Si repartir la pobreza significa lo que expresa el último párrafo del texto, ¿puedes decir que eso es una opción en tu vida? ¿Por qué? ¿Quieres realmente que lo sea? 3. Registra una experiencia concreta en la que verdaderamente hayas repartido la pobreza en el sentido que lo expresa el texto.

¿Cómo llevar vida a este mundo roto? ¿Cómo hacer para transformar el sufrimiento en fuente de vida? ¿para sacar de esas grietas de la historia, del mundo, de mis propias heridas… vida nueva y esperanza?

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Queremos una fe sencilla, que se siente a la mesa de los pobres y que llore con sus dolores...

Cantamos y oramos

Vivimos en un mundo roto, herido... fragmentado. Queremos ser presencia de la misericordia de Dios allí, repartiendo de nuestra pobreza... saliendo al encuentro de los más vulnerables, desfavorecidos, empobrecidos... Queremos hacerlo porque reconocemos la presencia de Dios en nuestra vida como fuerza, como luz. Pero somos concientes que también nosotros somos heridos, estamos rotos...Lo importante es saber que estas heridas están dentro de nosotros. A veces no sabemos darles nombre, porque llevan una existencia camuflada, y nos hacen la guerra desde la clandestinidad de nuestro subconsciente desconocido para nosotros. Pero, tarde o temprano, aparecerán. En ocasiones tomamos conciencia de repente, ante un hecho que nos desconcierta.

Corazones heridos en un mundo roto

Cuando no sanamos nuestras heridas vivimos desde ellas. Nuestras heridas alteran nuestra percepción, nuestra conducta y nuestra conciencia. Además, con mucha frecuencia, herimos a otros, la mayoría de las veces sin darnos cuenta y sin poder impedirlo.

Estas heridas pueden desbaratar personas, familias, comunidades, si no son detectadas a tiempo y trabajadas con todo cuidado. Las heridas interiores se curan como los golpes del cuerpo. A veces, son tan profundas que no se pueden curar ni siquiera con la ayuda de los especialistas de la sicología. Pero siempre podremos conocerlas, dialogar con ellas, y reducir su poder destructor lo máximo posible.Saber relacionarse con los propios límites de manera creadora, sin dejarse abrumar por ellos, es una sabiduría fundamental en la vida. Nosotros vemos en el evangelio que en el encuentro con Jesús algunas personas se sanaban de sus limitaciones físicas. La verdadera experiencia de Dios es sanadora siempre. En nosotros y en la realidad. En la medida en que dejamos que actúe en nuestra hondura, sentiremos que vamos siendo curados y transformados por esa presencia activa de Dios en nuestra interioridad.

En el corazón de cada heridanos espera una misión

Nuestra creatividad no es sin nuestras heridas. Infinidad de ejemplos nos muestran que nadie es mejor experto en ayudar a otros que quien ha atravesado experiencias dolorosas parecidas y pone sus aprendizajes al servicio de los demás.

Por eso es importante poder registrar nuestras heridas, atravesarlas para poder encontrar en ellas más vida, para poder encontrarnos desde ellas con nuestra vocación más profunda. Nuestra misión sin duda tiene que ver con nuestros dones, pero también con nuestras heridas. Estamos convencidos de que nuestras heridas le confieren rasgos propios. Ya no somos sin ellas y a veces sólo ellas pueden señalarnos caminos de servicio y donación que jamás hubiéramos imaginado. Aquello que fue fuente de menos vida para nosotros puede llegar a ser ocasión de más vida para otros. El desafío es descubrir que en cada una de nuestras heridas nos espera una misión.

Corazones heridos en un mundo roto

UNO ES MEJOR CON SUS HERIDAS QUE SIN ELLAS, no por lo que hemos sufrido sino gracias al proceso que nos animamos a hacer con ellas: *por lo que sanó y despertó en nosotros *por lo que promovió y transformó en nosotros *por lo que ayudó a despertar, sanar, promover y transformar en otros *por lo que aprendimos *por lo que gracias a ellas nos puso en comunión: con personas distintas y distantes, con los abismos y las cumbres de lo humano

Testimonio

Al final de la vida llegaremos con la herida convertida en cicatriz...