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Canto XI
carolina carvajal
Created on August 14, 2024
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Transcript
Canto XI
La Odisea de Homero
Temas
- Representación de los muertos
- La memoria y el olvido
- Diálogos con los muertos
- Rol del destino
- Relación presente pasado
- La expresión del dolor
- Viaje al Hades
- Configuración del Hades
- Experiencia fantástica
- Reencuentro con la madre
- La vida en el más allá
- Tiresias
Relevancia, influencias, hipotexto
El diálogo con los muertos
La filosofía de la muerte es una meditación sobre la vida. Así lo advierte Vladimir Jankélévitch en La muerte (2002) al anular la recurrida relación antónima entre la vida y la muerte, proponiendo que no hay contradicción entre ambos sucesos por cuanto no forman parte del mismo universo. Así, aclara Jankélévitch, lo contrario de vivir no es morir; sino no vivir (7). Del mismo modo, diversos textos sobre la muerte son una apelación a nuestra conciencia de existir y a nuestra actitud frente a la vida.
La literatura parece ser un espacio privilegiado para mantener cierta presencia y vitalidad postmortem. Y es que la literatura, así como el arte en general, permite el intercambio simbólico entre la vida y la muerte, nos invita al mundo de ultratumba o nos trae a los muertos de regreso. Pensemos, a modo de ejemplo, en la literatura de la Grecia antigua donde, ya sea por su propia voluntad (Polidoro en Hécuba de Eurípides) o producto de una invocación (Darío en Los persas de Esquilo), los muertos regresan e interactúan con los vivos para aconsejarlos, prevenirlos de algún peligro o reclamar justicia.
Géneros literarios como el Diálogo de los muertos iniciado en el siglo II d.C. por Luciano de Samosata, donde los personajes hablan fuera de tiempo y de lugar, apelan a esa frontera que nos separa del más allá y que simbólicamente es muy fuerte, puesto que, como apunta Ariane Eissen en Dialogues des morts (2007), coincide con el contorno de nuestra propia representación de la vida, de nuestro espacio vital autorizado (12).
Si bien el término Diálogo de los muertos ha sido comúnmente empleado para referirse a una narración dialogizada, por lo general breve, en la que participan dos o más muertos célebres y anacrónicos en el infierno, la opinión de la mayoría de los investigadores converge en la idea de que se trata de un formato arduo de definir, pues parece no tener códigos genéricos bien delimitados.
Eissen (2007) identifica dos grandes momentos para el diálogo de los muertos en Francia :El primer momento va de 1680 a 1712, con la revitalización del diálogo lucianesco bajo la pluma Fontenelle, quien publica Nuevos diálogos de los muertos en 1683, y la producción de todos los imitadores y seguidores del escritor francés, que, al igual que él, solo optan por personajes del mundo histórico a fin de inscribirse en el principal debate estético de la época, a saber, el debate entre lo antiguo y lo moderno. Eissen (2007) subraya que en este periodo los autores abandonan, en gran medida, el diálogo de las ideas, la reflexión metafísica o filosófica y comienzan a fijar su mirada en los conflictos sociales, culturales, políticos y religiosos del mundo de los vivos (137).
El segundo momento abarca de 1789 a 1799 cuando los antagonismos políticos del contexto revolucionario francés favorecieron la reutilización de esta forma dialogizada. Es en este periodo cuando el Diálogo de los muertos aparece con una fuerte dimensión crítica y militante y avanza hacia un discurso político más y más radical. El tono de estos diálogos se vuelve transgresivo y violento e, incluso, vengativo.
Podemos advertir, de manera preliminar, que las condiciones políticas, sociales y estéticas de diversos momentos históricos favorecen la recuperación de esta forma literaria. Por lo tanto, no es de extrañar que el Diálogo de los muertos reaparezca en Latinoamérica en los siglos XVIII y XIX, en un contexto de agitaciones y luchas ideológicas por la construcción de las nuevas repúblicas.
Es el caso de Pedro Peralta Barnuevo Rocha y Benavides (Perú), autor de Diálogos de los muertos: la causa académica (1725), Eugenio Santa Cruz y Espejo (Ecuador), El nuevo Luciano (1779); Bernardo Monteagudo (Argentina), Diálogo entre Atahualpa y Fernando II en los campos elíseos (1809), José Cecilio del Valle (Honduras), Diálogos de diversos muertos sobre la independencia América (1821) y José Joaquín Fernández de Lizardi (México), Diálogo de los muertos Hidalgo e Iturbide (1824-1827).
Atahualpa: Convenceos de que los españoles han sido unos sacrílegos atentadores de los sagrados e inviolables derechos de la vida, de la libertad del hombre. Conoced que como envidiosos y airados de que la naturaleza hubiese prodigado tantas riquezas a su América, habiéndolas negado al suelo hispano, lo han hollado por todas partes. Confesad, en fin, que el trono vuestro en orden a las Américas, estaba cimentado sobre la injusticia y era el propio asiento de la iniquidad (Bernardo Monteagudo, Diálogo entre Atahualpa y Fernando VII en los Campos Elíseos, 1974).
-Cristóbal Colón: “La América ignoraría hasta ahora la religión divina de España. Continuaría idólatra, adorando al sol”.-Rousseau: “Hacer uso de la fuerza para extender la religión es hacer odiosa a la misma religión. Perseguir, matar, quemar para propagar el Evangelio es ofender a la religión e insultar a la razón”. (José Cecilio del Valle. Diálogo de diversos muertos sobre la Independencia de la América, 1982, 188).
Ya desde la segunda mitad del siglo XIX hasta las primeras dos décadas del siglo XX, los Diálogos de los muertos pondrán el foco en temas como la modernización de los estados, las luchas ideológicas entre liberales y conservadores, la guerra civil, el laicismo de Estado, la junta militar de 1924, entre otros. En este contexto se inscriben autores chilenos como Juan Rafael Allende, con Juicio Final (1895) y Cosas de los vivos contadas por los muertos (1896), y Jenaro Prieto, con “Diez minutos con Diógenes el cínico” (1924) y Un muerto de mal criterio (1926).
2021
¿Cuáles son las referencias de Luciano?
La gestación de este género está en La Odisea de Homero, específicamente en el Canto XI (Eric Volant, “Dialogue des morts”, 2012) y en Las Ranas de Aristófanes, concretamente en la escena en la que Dionisio juzga a Esquilo y Eurípides (Michel Briand, 2017).
¿Por qué darle voz a los muertos?
Parresiasta es quien manifiesta públicamente una verdad y dicho acto comporta un peligro, pues “lo expone de inmediato a la ira, el rechazo de su o sus interlocutores
La Parresia
Foucault problematiza el nexo entre sujeto y verdad y la postura de este dentro de un determinado espacio.
Del griego “pan” (todo) y “rema” (lo que decimos). En la literatura griega aparece a finales del siglo V a.C, y se traduce como el acto de “decirlo todo”
Foucault reflexiona en torno a la franqueza, la audacia y los riesgos que conlleva se pueden aplicar al ejercicio de la “escritura arriesgada”.
la claridad, la franqueza, el riesgo, el deber, la función crítica y la presencia de un interlocutor. Se trata de “decirle las verdades a un otro”.
Es un ejercicio retórico, una actitud vital que guarda relación con una toma de palabra libre, consciente y arriesgada.
La parresia es un “acto ascendente”, va “de abajo hacia arriba”
Elias Canetti, El libro contra la muerte (2017)Las meditaciones sobre la finitud conducen también a una reflexión sobre los muertos que abre ciertas interrogantes: ¿hacia dónde van?, ¿acaso desaparecen?, ¿pueden retornar al mundo de los vivos?, ¿están entre nosotros? Muy poco se ha pensado, juzga Canetti, sobre lo que permanece vivo de los muertos, disperso entre los demás. Tampoco se ha creado un método para alimentar sus restos y mantenerlos con vida el mayor tiempo posible: Los amigos de un hombre muerto se reúnen determinados días y hablan sólo sobre él. Lo matan todavía más si únicamente dicen cosas buenas de él. Más les valdría discutir, ponerse a favor o en contra de él, revelar picardías secretas suyas; mientras puedan decirse cosas sorprendentes sobre él, cambiará y no estará muerto (…) Para que el muerto, a su manera más tenue, siga viviendo, hay que darle movimiento (23).
Elias Canetti, El libro contra la muerte (2017)¡Qué ardides, qué subterfugios, qué pretextos y engaños no utilizaríamos tan sólo para que un muerto volviera a estar aquí (33). Despreciables me parecen los sacerdotes de todas las religiones que no pueden regresar a los muertos. No hacen sino consolidar una frontera que nadie puede traspasar. Administran lo perdido de manera que siga perdido. Prometen una peregrinación a un lugar desconocido para disimular su impotencia. Están contentos de que los muertos no regresen. Los mantienen al otro lado (94).