Las vacaciones de la tierra
UNICEF PARA CADA INFANCIA
Una soleada mañana de junio, la Tierra amaneció con un fuerte dolor en el Polo Norte, ardores en el Amazonas y unos gases muy molestos que le estaban alterando un poco el clima.
No es que fuese uno de esos planetas flojos que se quejan por todo: ella llevaba mucho tiempo aguantando estas molestias y temía que un día se le acabaran las fuerzas y acabara ocurriendo algún desastre. No lo decía por decir: en su juventud fue un planeta un poquito inestable y algo turbulento, así que ya sabía lo feas que podían ponerse las cosas.
Ahora llevaba bastante tiempo muy bien: un huracán de vez en cuando,
algún ajuste en las placas tectónicas y sobre todo el agua, que no
siempre está donde se espera. Pero en general, todo más o menos bien:
desde que ocurrió aquel incidente con los dinosaurios y salvo un par de
terremotos de los que prefería no acordarse, no había tenido grandes disgustos.
La luna, que es un poco fría y distante pero muy leal, ya se lo venía diciendo hace tiempo: — Son esos humanos que tienes. Muy majos, sí, pero muy pesados. Yo solo los he tenido un par de veces y me han dejado varios cráteres llenos de chatarra. Mira cómo tienes los mares llenos de plásticos, las selvas deforestadas y la atmósfera que apesta. Chica, yo que tú me iría al médico porque te veo muy pocha
Quizás la luna sea un poco brusca diciendo las cosas. Eso también.
Los planetas estaban de acuerdo. Todos querían mucho a la Tierra,
porque era un planeta muy colorido, tenía agua y, sobre todo, tenía vida:
— Tú sí que tienes animación — le decía Neptuno —. Con todas esas
plantas y animales no puedes aburrirte. Yo sin embargo estoy lleno de
hielo y hace un viento horroroso aquí
— Podría ser peor: yo estoy achicharrado con el Sol aquí a lado todo el día — dijo Mercurio—. Con la Tierra, es muy majo, la tiene muy mimada y le da calorcito agradable en verano y un poco de fresco en invierno. Pero a mí me tiene frito. — Si yo pudiera tener todos esos seres vivos… — suspiró tristemente Venus—. Me siento un poco sola y me gustaría mucho un poco de animación. Los cuidaría muy bien...
— No sigas con eso, Venus — replicó Saturno con voz grave. — Tú tampoco eres habitable: tu atmósfera es tan densa y tiene tanto efecto invernadero que los aplastarías, por no hablar del calor. Algunas de mis lunas están más preparadas que tú.
El caso es que se pusieron a discutir (algo que hacían a menudo) y la Tierra se quedó orbitando pensativa. Sentía la gran responsabilidad de proteger a los seres vivos que habitaban en ella porque, con sus cosas, eran lo mejor que le había pasado nunca y le daba mucho miedo convertirse en un planeta frío y gris como Urano. El problema era que algunos de sus seres vivos, los humanos, llevaban tiempo revolucionándole los ecosistemas y eso no le gustaba nada. Construían en cualquier sitio, drenaban lagos, secaban ríos, arrasaban bosques y selvas, tiraban basura por todas partes, soltaban un montón de humos… y estaban poniéndose en peligro a sí mismos y a otros seres vivos. La Tierra no sabía qué hacer, estaba muy pero que muy preocupada.
Cuando ya estaba a punto de darse por vencida, miró hacia lo lejos y vio un punto brillante que se acercaba a toda velocidad. Era un cometa. Los cometas tienen fama de ser muy sabios porque viajan mucho y tienen mucho mundo. Suelen decir cosas interesantes, pero hablan poco porque pasan muy rápido. — Oyeeeeeeeeeeeeeee” — dijo el cometa —. “¿Sabeeees queeeeeeeeeeeé?”
La Tierra se quedó tan sorprendida que no pudo responder.
— Pregunta a los niñoooooooooooooos” — continuó el cometa. — Y a las niiiiiiiiiñaaaaaaaaaaas . Y a los adolesceeeeeeeenteeeeeeees. — ¿Y eso? — logró preguntar la Tierra.
— Son muy listooooos. Ven cosas que los mayoooooooores no ven
— ¿Cómo los encuentro? — preguntó la Tierra justo cuando el cometa
pasaba, como un destello por delante de Marte, que se quedó un poco aturdido. — En un sitio llamado coleeeeeeegioooo o instituuuuuuutooooo. — Gracias.
— De naada, verás que bieeeeen — gritó el cometa mientras se alejaba—. Date prisa antes de que se vayan de vacaciooooones.
¿Vacaciones? La Tierra no sabía lo que era eso, pero sonaba muy bien, quizás los niños y niñas supieran algo de eso de las vacaciones. — ¡Hasta luego! — se despidió la Tierra, cuando el cometa era ya un puntito lejano que desaparecía entre las estrellas. — Hasta prontoooooooo. Nos vemos en 200
añooooooooooooooooos —. Y el cometa se esfumó.
Es una pena que los cometas no tengan más conversación, porque son encantadores. La Tierra, ya más animada, giró un poquito sobre su eje para preguntarle a Júpiter, que es el planeta más grande y suele dar buenos consejos. — ¿Tú crees que los niños y niñas me podrán ayudar? ¿A descansar un poco y a eso de las vacaciones? — Bueno, si no les preguntas, nunca lo sabrás ¿no?
Y así fue como la Tierra decidió enviar una carta a todas las escuelas, colegios e institutos para ver si podían ayudarla con sus problemas y a tomarse un descanso. ¡Qué bien sonaba eso de las vacaciones! Casi fin (el final lo decides tú)