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Reportaje en profundidad multimedia e interactivo realizado por Emerson Mendoza Ayala.

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Cuando llega el momento crucial de replantearnos nuestra existencia y la forma de relacionarnos con la sociedad, una creciente minoría explora estilos de vida alternativos hasta encontrar el que les permita desarrollarse plenamente como individuos y construir su hogar

HACIA UN ESTILO DE VIDA ALTERNATIVO

EMERSON MENDOZA AYALA

EXPLORAR

Esta elección suele estar motivada por el deseo de mantener un diálogo con el mundo para entender nuestro lugar en él, y está causada por la desconexión de las ciudades con la naturaleza, la incomprensión de la situación sociopolítica, económica y cultural de nuestros países de origen y por el rechazo a las formas de consumo.

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Camping de caravanas a orillas del río Semois en la provincia belga de Luxemburgo. Emerson Mendoza Ayala

De acuerdo al estudio Personas en la UE: ¿quiénes somos y cómo vivimos? publicado por Eurostat en 2015, hay una clara tendencia en Europa: «A medida que la vida avanza, es bastante habitual que [los jóvenes] se asienten y busquen un alojamiento alternativo y/o cambien de estilo de vida, lo que puede llevarles a mudarse fuera de la capital a zonas suburbanas (o incluso más alejadas)».

People in the EU: who are we and how do we live?

Esta elección suele estar motivada por el deseo de mantener un diálogo con el mundo para entender nuestro lugar en él, y está causada por la desconexión de las ciudades con la naturaleza, la incomprensión de la situación sociopolítica, económica y cultural de nuestros países de origen y por el rechazo a las formas de consumo.Estamos acostumbrados a pasar los días dentro de cuatro paredes rodeadas de bloques idénticos, lo cual nos constriñe, y a largo plazo es contraproducente: el entorno moldea nuestra forma de pensar, la percepción de la realidad e, incluso, nuestro estado de ánimo. Los que comprenden que reconectar con la naturaleza es esencial para mejorar su situación y ser felices, procuran desesperadamente encontrar el equilibrio mudándose a viviendas ligeras, ecoaldeas o comunidades afines a su visión y objetivos.

Es evidente que los estilos de vida alternativos están intrínsecamente ligados a la sostenibilidad, aunque no es tarea fácil encontrar uno que cumpla nuestras expectativas.

Vivir viajando

El sueño de muchos es la realidad de muy pocos. El nomadismo digital es un estilo de vida con una idílica y envidiada rutina que difiere a la del resto en dos aspectos: no hay jefes ni oficinas, sino clientes y libertad de desplazamiento. Por este motivo, los que desconocen en qué consiste no son capaces de comprender que el viajero, nómada por antonomasia, también puede ser un profesional que trabaja de forma remota.

Dos cápsulas audiovisuales donde dos parejas nómadas cuentan su historia

Viaje audiovisual

Mapa interactivo para leer las historias de estas dos parejas nómadas

Viaje textual

o

16 minutos

10 minutos

Vivir viajando

En profundidad:Parejas nómadas

Vivir viajando

En profundidad:Un día con los Wandels

Grietje es terapeuta, ayudaba a niños con problemas y tendencias suicidas hasta que la aparición de un tumor la hizo darse cuenta de que no estaba predicando con el ejemplo, «no me escuchaba a mí misma ni a mi corazón», explica. Fue entonces cuando decidió prestar atención a su voz interior y renunció. Comparte con Jonathan su afición por renovar casas y siempre se han repartido las ganancias equitativamente. Con su parte, Grietje quiso invertir en tiempo de calidad: le propuso a Jonathan que dejara su importante cargo empresarial por un año, «le dije: “no te preocupes, yo pagaré los recibos con mis ahorros”». Una vez desempleados, compraron la propiedad de sus vecinos, en la cual había una vieja iglesia que convirtieron en bar –el BarBois–; al principio regentado por Johanna y Stijn, y luego por sus padres cuando la joven pareja se mudó a Gante. La pandemia los obligó a cerrarlo y a replantearse su estilo de vida tradicional: sintieron que era el momento perfecto para viajar juntos hacia el sur de Europa en busca de su edén.

Jonathan, Anna-Liefje y Grietje en su nuevo hogar en el Alentejo. Cortesía de los Wandels

Los Wandels toman todas las decisiones en conjunto de forma equitativa, es decir que cada uno tiene voz y voto independientemente de su rol social o edad. Sorprendentemente, todos estuvieron de acuerdo en vender la casa y el bar, el primer paso para cambiar su estilo de vida. «Todo pasó muy rápido porque teníamos que desocupar la casa y aún no habíamos terminado de renovar las furgonetas (un autobús Fiat de 1985 y una camper), además, no teníamos dinero porque en Bélgica te lo dan un par de meses después de vender», comenta Johanna mientras prepara una deliciosa sopa de verduras en la cocina exterior de la casa.Los paisajes del Alentejo me recuerdan a los de Extremadura: vastas dehesas y apacibles bosques bajo el cielo despejado por donde corre la brisa fresca con aroma a roble, y si prestas atención, susurra el silencio. Es por eso que entiendo que se sientan como en casa, aunque no son los únicos extranjeros: hay varias familias alemanas y parejas belgas que viven en los alrededores.

«TheWanVan», la autocarava-hogar de Johanna y Stijn. Cortesía de los Wandels

La dehesa alentejana. Emerson Mendoza Ayala

Su objetivo a largo plazo es que este se convierta en un hogar off-the-grid (autónomo) para las futuras generaciones de Wandels: han invertido en paneles solares, en baterías y en tanques de agua, están aprendiendo permacultura para cultivar sus alimentos, tienen gallinas –¡que ponen huevos en la cesta de la cocina!– y están pensando en comprar algunas ovejas para obtener leche y queso. De momento, sus esfuerzos se enfocan en terminar de remodelar la granja abandonada que adquirieron, y en explorar sus 70 hectáreas de terreno –sobre todo el extenso bosque con microclima propio por el que pasa un riachuelo–, porque «¡Nos seguimos perdiendo en nuestro patio trasero!», bromean.

El proyecto de hogar off-the-grid de los Wandels en el Alentejo. Cortesía de los Wandels

Jarryd y Alesha: «Todo lo hemos aprendido viajando»

Jana y Robbe: «Este estilo de vida no es para todos»

Vivir viajando

Como equipo, aspiran a la autosuficiencia energética y a reducir su impacto ecológico; también tienen muy claro que esta base permanente no les impedirá seguir cruzando el charco, aunque no hay previsiones de que vuelvan a la vida en autocaravana. Solo les queda poner pie en el continente africano, pero van a hacerlo tan pronto reabran las fronteras. Se sienten orgullosos de haber aprendido viajando todo lo que saben, desde su forma de ganarse la vida con el blog y la fotografía hasta su amor por la naturaleza y su pasión por la protección del medio ambiente: desencadenada en 2011 tras ver una gran cantidad de desechos acumulados en la hermosa isla Utila, en el Caribe hondureño.Jarryd y Alesha no conciben una mejor forma de vivir, «viajar lo es absolutamente todo, es lo que somos, es la gente, ha moldeado nuestra forma de pensar, nuestras personalidades, nuestras creencias…El tipo de personas y las culturas que hemos conocido, de alguna manera, forman parte de nosotros». La única desventaja de su estilo de vida es la imposibilidad de establecer conexiones significativas más allá de los encuentros de un par de días o semanas con otros viajeros. Las redes sociales han contribuido a que puedan seguir cultivando amistades a pesar de la distancia, de hecho, habían conocido viajando a tres cuartas partes de los invitados a su boda. Sin duda alguna, ahora que se han asentado, todo será diferente.

Para Jana, quien abandonó la bicicleta en Turquía y decidió continuar su ruta haciendo autostop, son todo ventajas, porque al vivir viajando acumula experiencias y un bagaje cultural que no podría haber adquirido en su hogar. El lado oculto: la morriña. Reconoce que echar de menos a su familia y amigos es lo peor, «a veces puede llegar a ser muy difícil, sobre todo en épocas como esta (Navidad)», y especialmente ahora que está embarazada. Llegaron a Australia en verano de 2019 con la idea de trabajar un par de meses antes de volar a Chile y continuar su ruta en furgoneta.Ambos concuerdan en dos puntos: primero, este estilo de vida «no es para todos»; y segundo, seguir viajando por Sudamérica durante tres o cuatro años antes de volver a sus países para construir su propio estilo de vida tradicional cerca de sus familias. Mientras tanto, experimentan la transición descubriendo Australia, a la que asocian con «una especie de descanso de los viajes» porque están trabajando en una granja, lo cual les ha permitido vivir como locales durante dos años. Están seguros de no querer viajar eternamente, también de la importancia de parar de vez en cuando para procesar sus vivencias, empaparse del lugar y de su cultura y «dedicar tiempo a conocer a las personas».

Viviendas ligeras: Vivir de forma simple en la naturaleza

Las grandes ciudades se han convertido en junglas de cemento desconectadas de la naturaleza y esto ha provocado que cada vez más personas prefieran vivir lo más lejos posible de ellas, en espacios que satisfagan sus necesidades y a los que puedan considerar hogar.Los habitats légers o viviendas ligeras se presentan como la mejor alternativa, ya que son construcciones sostenibles de diferentes tipos (yurta, caravana, tipi, domo, autocaravana, minicasa, etc.) que minimizan el impacto ambiental.

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Ilustración extraída de la publicación «Habiter Léger», Facultad de Arquitectura de la ULB

A partir del 1 de septiembre de 2019, la región belga de Valonia se convirtió en la única en toda la Unión Europea en legislar al respecto debido al auge de este tipo de viviendas más accesibles: son propiedades que pueden llegar a costar hasta diez veces menos que una casa. De acuerdo a la Unión de Ciudades y Municipios de Valonia, a principios de 2020 había unas 3.000 viviendas ligeras en la región habitadas por unas 22.000 personas, y la cifra ha aumentado desde que el Estado tiene la obligación de domiciliarlas; aunque para ello deben cumplir los requisitos mínimos de salubridad y habitabilidad, y tres de las siguientes características: ser desmontables, móviles, autoconstruidas, pesar poco, tener una superficie limitada, volumen reducido, no tener pisos ni cimientos y no estar conectadas a la red de abastecimiento.

Vivir viajando

Elisa Broes: «Me gano la vida contryendo yurtas»

De momento, está construyendo otra –la tercera–, la cual será más alta y amplia, y tiene pensado adosarla a un invernadero: esto le permitirá cultivar durante todo el año, y usarlo como sistema de calefacción natural. Se gana la vida construyendo yurtas como autónoma desde hace tres años y acaba de recibir una propuesta de un instituto que quiere impartir sus clases en yurtas: «serán unas 40 yurtas (…) de acuerdo a mis estimaciones, la inversión les supondrá entre uno y dos millones de euros frente a los once millones que cuesta construir un edificio».Aún no tiene claro si quiere seguir formando parte de una comunidad, crear una ecoaldea o comprar un terreno para construir un nuevo hogar, porque «aún tiene que evaluar las ventajas y desventajas de cada opción», pero está segura de que quiere seguir viviendo de forma alternativa y transmitir estos valores a su hijo.

Cortesía de Elisa Broes

En 2019, motivada por su encuentro en Eslovenia con una persona que vivía en una yurta, quiso vivir la experiencia. «Vivimos rodeados de cemento en casas que no son buenas para la salud», afirma, porque considera que «la sociedad nos enferma» y prefiere vivir en una casa de madera, en cuyo interior puede sentirse. Por el mismo motivo cambió de profesión, dejó la enfermería para aprender sobre cocina macrobiótica con el fin de emplear la comida como medicina y para inspirar su cocina: «es bueno para la ecología y para la salud, y si me permite ganar dinero, es mucho mejor para mí», admite.Heloïse construyó su yurta en Limosín con la ayuda de un amigo cuando volvió a Francia. Cuando estaba dentro, se sentía segura «como si estuviera en una crisálida» y la energía particular de su nuevo hogar puso fin a sus problemas de sueño. Estaba bien aislada, pero no tenía electricidad ni internet y solo disponía de agua y de un baño seco ecológico en el exterior. A pesar de que le encantó la experiencia, decidió venderla para poder comprarse una furgoneta antes de marzo; «la yurta es perfecta cuando deseas quedarte en un mismo lugar o cuando quieres desplazarte de vez en cuando, pero no cuando quieres hacerlo constantemente», aclara. Su idea es poder desplazarse y trabajar en lugares diferentes hasta encontrar un colectivo como Tilcara –asociación de cuatro estructuras dedicadas a la agricultura, el circo, la equitación y al turismo– o una comunidad afín a sus intereses en la que le apetezca vivir.

La imposibilidad estatal de garantizar el derecho constitucional a la vivienda digna, el aumento de los precios de alquiler y las posibilidades de desarrollar proyectos para dinamizar barrios y conectar con la cultura underground hacen que muchos consideren este estilo de vida alternativo.

Las represalias no han disuadido a Rémi Petit, un artista plástico de Calais que lleva viviendo en squats desde 2012 «por necesidad» –ya que París era el escaparate perfecto para exponer sus obras, pero los precios exorbitantes estaban fuera de su alcance–, ni mucho menos a Garance (París, 1996), cuyo padre estaba involucrado en las actividades artísticas de los squats parisinos y creció frecuentando este mundo.

Okupación en España

Evento con música en directo en el Squat Barges de l'Ecluse. Cortesía de Asso Sobarjos

De acuerdo a EpData, entre 2015 y 2019 las denuncias por «okupación» aumentaron un 40,9% en España, siendo Cataluña la comunidad autónoma con más denuncias: el Ministerio del Interior había contabilizado 5.689 hasta septiembre de 2021, cuatro veces más que las registradas en Madrid (1282). En España, la ocupación tiene una pena de multa de 3 a 6 meses cuando es pacífica, y entre 1 y 2 años de prisión cuando se ha hecho de forma violenta; en Francia no hay distinción y se castiga a los okupas con 1 año de cárcel y 15.000 euros de multa.

Con el paso de los años, las experiencias acumuladas y los conocimientos adquiridos en materia judicial han ayudado a Rémi a poder abrir dos squats y mantenerlos en funcionamiento. Creó la Asso Sobarjos para gestionar Barges de l’Ecluse –un albergue que llevaba 14 años cerrado– con el objetivo de organizar actividades artísticas, exposiciones y talleres en el barrio, además de acciones solidarias durante el confinamiento, como la recuperación de alimentos y donaciones de particulares para su distribución entre los más necesitados. El squat estuvo abierto dos años y medio hasta que fueron desahuciados por las autoridades en octubre de 2020 tras 20 meses de procedimientos judiciales. A día de hoy, el colectivo de artistas y técnicos del espectáculo que preside Petit ha ocupado La Bonne Conscience (La Buena Conciencia), una casa abandonada en Vitry-sur-Seine.

Fiesta electrónica en el Squat Barges de l'Ecluse. Cortesía de Asso Sobarjos

Manifestación contra el cierre del Squat Barges de l'Ecluse. Cortesía de Asso Sobarjos

Garance conoce la Asso Sobarjos desde sus inicios porque organizó varios eventos «multiartísticos» en Barges de l’Ecluse con su colectivo La Kamisole. Empezó a frecuentar los squats atraída por los conciertos punk y las exposiciones, y fue involucrándose paulatinamente hasta el punto de vivir como okupa durante tres meses –de octubre a diciembre de 2020– en la Maison des Erreurs et des Résiliences (Casa de los Errores y las Resiliencias), tiempo suficiente para comprender el potencial para la experimentación artística que ofrecen las ocupaciones temporales y pasar a la acción: inspirada por la democratización del acceso a las residencias artísticas, anhela abrir un squat artístico.

Exposición de pinturas y taller artístico organizado por el Squat Barges de l'Ecluse. Cortesía de Asso Sobarjos

Exposición de arte contemporáneo organizada por el Squat Barges de l'Ecluse. Cortesía de Asso Sobarjos

París no es la única ciudad con ocupaciones que apuestan por la cultura, en Bruselas se organiza cada octubre desde hace cuatro años el Festival Coucou Puissant, un mes durante el cual los squats de la capital belga abren sus puertas al público para visibilizar el trabajo de dinamización que realizan en los barrios (creación de huertos colectivos, conciertos, exposiciones, jam sessions, recuperación y distribución de alimentos, mercadillos, etc.) y para recordarles su reivindicación: «la lucha por el derecho a la ciudad y por una vivienda digna para todos».

Cortesía de Elisa Broes

Vida en comunidad: La innovación social

Tras experimentar diferentes estilos alternativos, Joa-Kim, Elise, Heloïse, Garance y muchas otras personas han llegado a una conclusión: es importante mantener la conexión con la sociedad para evolucionar. En las últimas décadas ha aumentado el número de comunidades autosuficientes y sostenibles en diversas regiones europeas (Valonia, las Cevenas, el Alentejo, Bretaña, etc.), y España no es la excepción; en 1989 un grupo de hippies del movimiento internacional Rainbow Family llegó a Matavenero, un pueblo deshabitado desde los 60 en la comarca leonesa de El Bierzo, en el que viven unas 70 personas de diferentes nacionalidades.

Elisa Broes: «Me gano la vida contryendo yurtas»

La socióloga Geneviève Pruvost define estas comunidades como «intencionales» porque en ellas se establecen relaciones entre personas que abandonan sus ciudades –o pueblos– al finalizar un viaje como mochileros en un contexto ecológico «neorural» basadas en el compromiso y la microeconomía de subsistencia. En el estudio Estilos de vida sostenibles: Los hechos de hoy y las tendencias del mañana (Sustainable Lifestyles: Today’s Facts & Tomorrow’s Trends) financiado por la Unión Europea, se analiza la transición a gran escala hacia estilos de vida sostenibles que está aconteciendo en nuestros países y se prevé que habrá un cambio en la concepción de los «insostenibles» estilos de vida tradicionales de aquí a 2050. De hecho, es una realidad constatable en algunos «ecobarrios» como BedZED, la primera comunidad británica con cero emisiones de carbono.

Vida en comunidad: La innovación social

Elisa Broes: «Me gano la vida contryendo yurtas»

Todos estos testimonios de transición hacia un estilo de vida alternativo constatan que es posible reflexionar sobre nuestra existencia y tomar decisiones conscientes que nos permitan desarrollarnos plenamente como seres humanos. Realizar un viaje o una introspección no solo nos conduce a explorar y experimentar, también nos ayuda a ver la realidad desde otras perspectivas y a valorar las ventajas y desventajas de cada opción para poder trazar nuestro propio camino a la autorrealización.Cuestionarnos nuestra forma de vivir y por ende, nuestra existencia, nos permite entablar un diálogo con la sociedad sobre la autonomía y la autosuficiencia hasta llegar a un consenso: vivir siendo hogar.

Vida en comunidad: La innovación social

HACIA UN ESTILO DE VIDA ALTERNATIVO

EMERSON MENDOZA AYALA

Máster en Periodismo de ViajesUniversidad Autónoma de Barcelona

Reportaje multimedia en UndergroundPress

De todos los estilos de vida alternativa, probablemente el más complejo e interesante es la ocupación. Los medios de comunicación han difundido una imagen sesgada sobre los squats (viviendas ocupadas) y los okupas, que ha influido negativamente en la percepción de la población, de ahí que los relacionemos únicamente con drogas, violencia y precariedad, omitiendo el mundo asociativo, los movimientos artísticos y las actividades culturales que llevan a cabo.En la mayoría de capitales y grandes ciudades europeas siempre han habido edificios abandonados y personas que por diversos motivos están dispuestas a ocuparlos. En 1979 había unos 50.000 squatters en el Reino Unido y 30.000 de ellos estaban concentrados en Londres.

Garance: «El squat es una mezcla de compromisos y ventajas donde tienes que encontrar tu lugar para sentirte bien»

Squat Barges de l'Ecluse frecuentado por Garance en Vitry-sur-Seine, Francia. Cortesía de Asso Sobarjos

Tardé unas tres horas en llegar a las coordenadas que me había proporcionado la familia belga Wandels: dos y media en tren desde Lisboa a Santa Clara-Saboia –la estación más próxima a su propiedad en el Alentejo Litoral– y aproximadamente 15 minutos en dos cortos trayectos en coche, uno en autostop y otro en la furgoneta familiar.Hace tres años, Grietje Buyst (43) y sus tres hijas, Johanna (22), Helena (20) y Anna-Liefje (7), contemplaban un colorido e inolvidable atardecer en un pueblo de pescadores del Algarve cuando repentinamente, las cuatro tuvieron la misma idea: mudarse a Portugal. El sueño empezó a hacerse realidad cuando volvieron a Ronse, (provincia de Flandes Oriental), y lograron convencer a los chicos: Jonathan Wandels (44), pareja de hecho de Grietje, a sus otros dos hijos, Wanne (19) y Jolan (13), y a Stijn Wille (23), el novio de Johanna.

Los Wandels: «¡Nos seguimos perdiendo en nuestro patio trasero!»

Jolan, Stijn, Johanna, Anna-Liefje, Grietje y Jonathan frente al autobús en el que llegaron a su nuevo hogar en Portugal. Cortesía de los Wandels

Periodista de viajes e investigación y comunicador audiovisual independiente especializado en medioambiente, sostenibilidad y cultura. Obtuvo la Doble Titulación en Periodismo y Comunicación Audiovisual en la Universidad de Sevilla y estudió un semestre en la Universidad Austral de Buenos Aires como parte del programa de intercambio universitario Erasmus Mundus. Actualmente cursa el Máster en Periodismo de Viajes de la Universidad Autónoma de Barcelona.Sus reportajes y artículos de viaje han sido publicados en revistas y medios internacionales especializados como Wanderlust Magazine, World Nomads, Awayn o Worldpackers.

EMERSON MENDOZA AYALA

Periodista de viajes e investigación y comunicador audiovisual independiente especializado en medioambiente, sostenibilidad y cultura. Obtuvo la Doble Titulación en Periodismo y Comunicación Audiovisual en la Universidad de Sevilla y estudió un semestre en la Universidad Austral de Buenos Aires como parte del programa de intercambio universitario Erasmus Mundus. Actualmente cursa el Máster en Periodismo de Viajes de la Universidad Autónoma de Barcelona.Sus reportajes y artículos de viaje han sido publicados en revistas y medios internacionales especializados como Wanderlust Magazine, World Nomads, Awayn o Worldpackers, entre otros.

EMERSON MENDOZA AYALA

Squat Barges de l'Ecluse frecuentado por Garance en Vitry-sur-Seine, Francia. Cortesía de Asso Sobarjos

Joa-Kim ha exoerimentado diferentes estilos de vida alternativos en los últimos 10 años. Cortesía de Joa-Kim

La kerterre donde reside Joa-Kim temporalmente. Cortesía de Joa-Kim Dosael

El hogar con forma de yurta construido por Elisa. Cortesía de Elisa Broes

Periodista de viajes e investigación y comunicador audiovisual independiente especializado en medioambiente, sostenibilidad y cultura. Obtuvo la Doble Titulación en Periodismo y Comunicación Audiovisual en la Universidad de Sevilla y estudió un semestre en la Universidad Austral de Buenos Aires como parte del programa de intercambio universitario Erasmus Mundus. Actualmente cursa el Máster en Periodismo de Viajes de la Universidad Autónoma de Barcelona.Sus reportajes y artículos de viaje han sido publicados en revistas y medios internacionales especializados como Wanderlust Magazine, World Nomads, Awayn o Worldpackers, entre otros.

EMERSON MENDOZA AYALA

Modelo de la Teoría del Flujo por la que se rige Max. Cortesía de Mindfulness para la ansiedad

Romper con el estilo de vida tradicional belga para «ver más mundo» hizo que Robbe Vulsteke (Langemark-Poelkapelle, 1996) abandonara su carrera vocacional como trabajador social para viajar haciendo autostop desde Rumanía hacia el Este. Coincidimos en Estambul –ciudad en la que yo vivía por aquel entonces–, y ahí fue donde también conocí a Jana Schlägel (Bremm, 1989), enfermera de profesión que tras un viaje de seis meses a los Estados Unidos –durante el cual recorrió y escaló unos 4.000 kilómetros– tuvo una iluminación: pedalear desde Alemania a la lejana Tailandia. Un mes después, nuestros caminos volvieron a cruzarse en Ankara, y decidimos viajar juntos por Anatolia, el Mar Negro y por toda Georgia.

Jana y Robbe: «Este estilo de vida no es para todos»

Jana y Robbe viajando en Queensland, Australia. Cortesía de Jana Schlägel

Entre los entrañables recuerdos de infancia de Heloïse Nisole (París, 1991) aparece su madre reparando un pequeño molino en el campo, la naturaleza salvaje de sus vacaciones familiares y su «refugio», un peral que había en el jardín de su casa. El deseo por reconectar con la tierra y encontrar un estilo de vida que se adaptara a sus necesidades la empujó a coger su mochila en 2015 para explorar América, Nueva Zelanda y el sudeste asiático. En el camino, tuvo la oportunidad de hacer wwoofing (voluntariado en granjas orgánicas y ecoaldeas) en Canadá y en Camboya, utilizar Couchsurfing y descubrir proyectos inspiradores centrados en proteger el medio ambiente y difundir la medicina natural. Tras este periplo transformador de un año, se mudó a un pueblo con su madre porque ya no quería vivir en París; «estaba asqueada» confiesa, ya que a pesar de su atracción por la gran oferta cultural de la capital, carece de la conexión con la naturaleza, algo que para ella es fundamental.

Heloïse Nisole: «La sociedad nos enferma»

Interior de la yurta construida por Heloïse en Limosín, Francia. Cortesía de Heloïse Nisole

A la pareja australiana al frente del blog de viajes NOMADasaurus, Jarryd Salem y Alesha Bradford, les bastó un año de trabajo en Canadá para tomar la decisión de viajar por el mundo en autocaravana. Jarryd terminó la secundaria y llegó ahí en noviembre de 2007, cuando tenía 20 años, y asegura que el día en el que compró la furgoneta, fue el día en el que empezó a salir con Alesha: «fue una buena transición: de viajar solo a viajar en pareja y en una furgoneta al mismo tiempo». Desde entonces, comparten aventuras «24/7», y manifiestan haber encontrado su paraíso terrenal 14 años después de haberse conocido, en la remota Magnetic Island. Dieron con este recóndito lugar por casualidad en plena pandemia durante su gran road trip por Australia, y en octubre de 2020 pusieron a la venta su tercera autocaravana para poder construir ahí –de la forma más sostenible posible– su hogar.

Jarryd y Alesha: «Todo lo hemos aprendido viajando»

Alesha y Jarryd en su primer viaje a la Antártica. Cortesía de Nomadasaurus

Los Wandels frente al autobús en el que llegaron a su nuevo hogar en Portugal. Cortesía de los Wandels

Interior de la yurta construida por Heloïse en Limosín, Francia. Cortesía de Heloïse Nisole

Alesha y Jarryd en su primer viaje a la Antártica. Cortesía de NOMADasaurus

Joa-Kim (Hoeilaart, 1986) vive temporalmente en una kerterre (construcción de barro y paja integrada en el paisaje) al sur de Namur después de haber recorrido Europa, América, Oceanía y el sudeste asíatico en un viaje de 8 años inspirado por la búsqueda espiritual bajo la premisa: «el mundo es mi jardín». Estuvo viviendo en una comunidad vegetariana en el sur de Francia, pero la imposibilidad de crear vínculos estrechos más allá de los intereses comunes lo empujó a abandonarla con la esperanza de encontrar una comunidad en Bélgica que responda a sus requisitos: debe estar rodeada de naturaleza salvaje en las Ardenas y conformada por veganos interesados en establecer vínculos sociales y en trascender.

Joa-Kim ha experimentado diferentes estilos de vida alternativos en los últimos 10 años. Cortesía de Joa-Kim

La kerterre donde reside Joa-Kim temporalmente. Fotografía cedida por Joa-Kim

Elise Broes (Bruselas, 1988) vive en una yurta desde hace cuatro años y pudo regularizar su situación gracias a la domiciliación. No quería vivir en un piso en la ciudad, pero necesitaba una dirección para obtener el subsidio por desempleo y para poder compartir la custodia de su hijo con su ex pareja, que aún vive en un «hábitat tradicional». Fue la primera en unirse al proyecto de cohabitación que lanzó un arquitecto en su propiedad ubicada en Mons, al que fueron sumándose otras familias, y ahora vive en una comunidad compuesta por seis viviendas (dos yurtas, una minicasa, dos caravanas y una casa pasiva).Su yurta tiene todas las comodidades (agua, electricidad, una estufa, internet y un baño seco ecológico) y aunque es un solo espacio, ha conseguido crear diferentes zonas utilizando eficientemente los muebles como separación.

Elisa Broes: «Me gano la vida construyendo yurtas»

Hogar en forma de yurta construido por Elisa. Cortesía de Elisa Broes

Jana y Robbe viajando en Queensland, Australia. Cortesía de Jana Schlägel

En cuanto a Max (Nueva Caledonia, 1994), abandonó hace seis años su isla natal en el Pacífico Sur, dado que consideraba que «no tenía elección, sufría por no encajar»; puso tierra de por medio, algo que ha sido crucial para apreciar el valor de las cosas y el amor incondicional de sus padres, a quienes ha visto dos veces en Francia desde entonces. Se rige por la Teoría del Flujo y está seguro de que viajar «no es una fase», sino el estilo de vida que le permite descubrir día a día «quién le gustaría ser potencialmente» y lo que le gustaría hacer. Cuando necesita dinero, trabaja en cocina un par de meses o construye casas ecológicas. Por el momento está en Islandia –país del que se fue fascinado cuando lo visitó por primera vez en 2019–, y aunque no tiene pensado volver a casa, no descarta parar –en un futuro lejano– para continuar su viaje introspectivo.

Modelo de la Teoría del Flujo por la que se rige Max. Cortesía de Mindfulness para la ansiedad