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Transcript

John Stuart Mill

Sobre La Libertad

Biografía de John Stuart Mill

Capítulo V. Aplicaciones

Capítulo II. De la libertad de pensamiento y de discusión

Capítulo III. De la individualidad como uno de los elementos del bienestar

Capítulo I. Introducción

Capítulo IV. De los limítes de la autoridad de la sociedad sobre el individuo

UAA | CPyAP | TLC | Dra. Griselda Macias | Arantxa Janeiro | 11/05/24

Para conocer más acerca del autor y/o de dichos capítulos de la obra, favor de picarle al botón de cada uno.

Biografía de John Stuart Mill

John Stuart Mill nació en Londres el 20 de mayo de 1806. Su padre fue el economista y filósofo James Mill quien sometió a su hijo a un riguroso y exigente método de estudio que incluía la lectura de clásicos de la economía, política, filosofía y derecho a muy temprana edad.A los 14 años, Mill parte a estudiar a Francia filosofía, economía y derecho y empieza a crear obras originales. A los 20 años sufre una crisis depresiva probablemente resultado de la exigencia desmedida a la que le habían sometido. Tras varios años consigue recuperarse abriéndose a otras fuentes intelectuales más alejadas de las ideas que le enseñara su padre. En particular se interesa por las ideas del positivismo de Comte, el socialismo y el romanticismo. En 1830 conoció a Herriet Taylor, filósofa y feminista con quien se casó 21 años después, cuando ella enviudó. De acuerdo al mismo Mill, Taylor fue una importante fuente de inspiración intelectual. Falleció en 1873.

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Síntesis: Capítulo I. Introducción

En este primer capítulo nos menciona que su objeto de este ensayo no es el llamado libre albedrío, sino la libertad social o civil, es decir, la naturaleza y límites del poder que puede ser ejercido legítimamente por la sociedad sobre el individuo. La libertad juega un papel importante para Mill y este es entendido por la protección contra la tiranía de los gobernantes políticos y el poder de los gobernantes era considerado como algo necesario, pero también como algo peligroso. Pero, en las teorías políticas y filosóficas el éxito pone de relieve defectos y debilidades que el fracaso hubiera ocultado a la observación. Su voluntad del pueblo significa la voluntad de la porción más numerosa y activa del pueblo, de la mayoría, o de aquellos que consiguieron hacerse aceptar como tal mayoría y las opiniones humanas sobre lo laudable y lo recusable se hallan afectadas por todas las diversas causas que influyen sobré sus deseos en relación con la conducta de los demás. Por último, las inclinaciones y las aversiones de la sociedad son la causa principal que ha determinado, las reglas impuestas a la observancia general con la sanción de la ley o de la opinión. Los derechos del individuo frente a la sociedad han sido reivindicados según principios bien establecidos y donde ha habido abierta controversia frente a la aspiración de la sociedad a ejercer autoridad sobre los disidentes. La libertad, como principio, no tiene aplicación a ningún estado de cosas anterior al momento en que la especie humana se hizo capaz de mejorar sus propias condiciones, por medio de una libre y equitativa discusión. La libertad de expresar y de publicar las opiniones puede parecer sometida a un principio diferente, ya que pertenece a aquella parte de la conducta de un individuo que se refiere a sus semejantes, estas dos libertades son inseparables en la práctica. Libertad de cada individuo resulta, la libertad de asociación entre los individuos; la libertad de unirse para la consecución de un fin cualquiera, siempre que sea inofensivo para los demás y con tal que las personas asociadas sean mayores de edad y no se encuentren coaccionadas ni engañadas. Esta rama es la libertad de pensamiento, de la cual es imposible separar otra libertad, congénere suya, la libertad de hablar y de escribir.

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Síntesis: Capítulo II. De la libertad de pensamiento y de discusión

En este segundo capítulo nos menciona que el mejor gobierno no tendrá más derecho a el que el peor y el deber de los gobiernos y de los individuos es el de formar aquellos modos de pensar que más se ajusten a la verdad. Pero, los gobiernos y las naciones han cometido errores en asuntos que se consideran adecuados para la intervención de la autoridad, puesto que creen no pecar de infalibilidad al reconocer que la discusión debe ser libre en cualquier asunto que pueda parecer dudoso, y al mismo tiempo piensan que hay doctrinas y principios que deben quedar libres de discusión porque ellos poseen la certeza de que tales principios y doctrinas son ciertos. Al final, el hombre que por su grandeza moral, dejó en todos los que le habían visto y escuchado una tal impresión fue ignominiosamente llevado a la muerte. Es por ello, que el soberano estimaba que su deber era no permitir la disolución de la sociedad, y no veía cómo una vez deshechos los lazos existentes, se podrían formar otros capaces de sostenerla. El que propone una verdad nueva, debería presentarse, como acostumbraba entre los locrenses el que proponía una nueva ley, con una cuerda al cuello, la cual debería apretarse si la asamblea pública, no adoptaba inmediatamente su proposición. La ley permite todavía ciertas penalidades contra las opiniones o al menos contra su expresión y la aplicación de estas penalidades no es cosa tan sin ejemplos recientes como para no esperar verlas reaparecer con toda su fuerza. Para la mayoría de las personas la opinión, es tan eficaz como la ley. Lo que se busca cualquier persona debiera ser capaz de defender sus propias opiniones, al menos contra las objeciones ordinarias. A medida que la humanidad progresa, el número de las doctrinas que no son ya objeto de discusión ni de duda aumenta constantemente, y el bienestar de la humanidad puede medirse casi en relación al número y a la importancia de las verdades que llegaron a ser indiscutibles. Las opiniones populares, sobre cualquier punto que no sea cognoscible por los sentidos, son a menudo verdaderas, pero casi nunca lo son de modo completo.

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Síntesis: Capítulo III. De la individualidad como uno de los elementos del bienestar

En este tercer capítulo nos menciona que las mismas opiniones pierden su inmunidad cuando se las expresa en circunstancias tales que, de su expresión, resulta una positiva instigación a cualquier acto inconveniente. Aquellas acciones, de cualquier clase que sean, que sin causa justificada perjudiquen a alguien, pueden y deben ser controladas por sentimientos de desaprobación, y si hubiera necesidad, por una activa intervención de los hombres. Si considerásemos que el libre desarrollo de la individualidad es uno de los principios esenciales del bienestar, más bien como parte necesaria y condición de todas estas cosas, no existiría ningún peligro de que la libertad no sea apreciada en su justo valor. Si bien, las facultades humanas de percepción, de juicio, de discernimiento, de actividad mental, e incluso de preferencia moral, no se ejercen más que en virtud de una elección. Los seres humanos se convierten en noble y hermoso objeto de contemplación, no por el hecho de llevar a la uniformidad lo que de individual hay en ellos, sino cultivándolo y buscándolo, dentro siempre de los límites impuestos por los derechos y los intereses de los demás. No obstante, la individualidad es la misma cosa que desenvolvimiento y que solamente el cultivo de la individualidad produce o puede producir seres humanos bien desarrollados, podría yo cerrar aquí el argumento. El único poder que merece este nombre es el de las masas, o el de los gobiernos, que se hacen órgano de las tendencias e instintos de las masas. La iniciación a todas las cosas prudentes y nobles viene y debe venir de los individuos, procediendo, generalmente al principio, de un individuo aislado. El poder de forzar a los demás a seguirle, no sólo es incompatible con la libertad y el desenvolvimiento de todo lo demás, sino que corrompe al mismo hombre fuerte. Siguiendo con la independencia de acción y el menosprecio de la costumbre no sólo han de ser alentadas porque ofrezcan la oportunidad de crear mejores modos de obrar y costumbres más dignas de la adopción general. Los hombres necesitan poseer un título o cualquier otro signo de rango, para que puedan permitirse un poco el lujo de hacer lo que les plazca, sin detrimento de su reputación. En Europa los individuos, las clases, las naciones han sido extremadamente desemejantes; se han procurado una gran variedad de caminos conducentes cada uno ellos a metas valiosas. Por último, Guillermo de Humboldt menciona dos cosas que considera como condiciones necesarias para el desenvolvimiento humano: la libertad y la variedad de situaciones.

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Síntesis: Capítulo IV. De los límites de la autoridad de la sociedad sobre el individuo

En este cuarto capítulo nos menciona que la individualidad debe gobernar aquella parte de la vida que interesa principalmente al individuo, y la sociedad esa otra parte que interesa principalmente a la sociedad. Debería existir libertad completa, legal o social, de ejecutar una acción y de afrontar las consecuencias y los hombres deben ayudarse, los unos a los otros, a distinguir lo mejor de lo peor, y a prestarse apoyo mutuo, sin perjudicar a nadie, un hombre puede obrar de tal manera que nos veamos obligados a juzgarle y a tenerle por un estúpido, o por un ser de orden inferior. La violación de sus derechos; la irrogación de una pérdida o un daño no justificables por sus propios derechos; la falsedad o doblez ante ellos; la utilización de ventajas sobre ellos; e incluso la abstención egoísta de preservarles de algún daño. Los llamados deberes para con nosotros mismos no constituyen una obligación social, a menos que las circunstancias los conviertan en deberes para con los demás. Las únicas cosas que hay que tratar de impedir son las que han sido ensayadas y condenadas desde el comienzo del mundo hasta nuestros días, cosas que no son útiles ni convenientes a la individualidad de la persona. Sin embargo, por su intemperancia o extravagancia, se hace incapaz de pagar sus deudas, o bien si, habiendo contraído la responsabilidad moral de una familia, por las mismas causas, llega a ser incapaz de sostenerla y de educarla. Dondequiera que haya daño o peligro de daño, para un individuo o para el público en general, el caso no pertenece ya al dominio de la libertad, y pasa al de la moralidad o al de la ley. La sociedad no debe reclamar para sí el poder de dictar mandatos y obligar a obediencia, en aquello que afecta a los intereses personales de los individuos. Hay una tendencia poderosa en el mundo moderno hacia la constitución democrática de la sociedad, acompañada o no, con instituciones políticas populares. La asociación, o "alianza", como se la llama, ha adquirido alguna notoriedad por la publicidad que se ha dado a una correspondencia entre su secretario y uno de los pocos políticos que, en Inglaterra, consideran que las opiniones de un personaje político deberían estar fundadas en ciertos principios. Finalmente, una civilización que pudiera sucumbir ante un enemigo vencido, debe hallarse degenerada de tal modo, que ni sus propios predicadores y maestros, tiene la capacidad necesaria, ni se tomará la molestia, de defenderla.

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Síntesis: Capítulo V. Aplicaciones

En este quinto capítulo nos menciona que el consejo, la instrucción, la persuasión y el aislamiento son los únicos medios de que la sociedad puede valerse legítimamente para testimoniar su desagrado o su desaprobación al individuo. Tal es la doctrina llamada del libre cambio, que reposa sobre bases diferentes, aunque no menos sólidas, que el principio de libertad individual proclamado en este ensayo. Como el principio de la libertad individual no está implícito en la doctrina del libre cambio, tampoco lo está en la mayoría de las cuestiones que surgen sobre el problema de los límites de esta doctrina. Si una autoridad pública, o incluso un simple particular, vieran que una persona se prepara para cometer un crimen, no están obligados a permanecer como espectadores inactivos hasta que se haya cometido el crimen. Se trata de los casos de conducta personal considerados condenables, pero que, debido al respeto a la libertad, la sociedad se abstiene de prevenir o de castigar, ya que del mal que de ellos resulta recae por completo sobre el agente mismo. La libertad del individuo en cosas que sólo a él conciernen, implica la libertad análoga para cualquier número de individuos, de regirse de mutuo acuerdo en todo aquello que conjuntamente les atañe, y que no ataña a nadie más que a ellos. Al respetar la libertad de los individuos para aquellas cosas que sólo a ellos concierne, está obligado a velar con cuidado sobre el uso de cualquier poder que puedan poseer sobre los demás. Una educación establecida y controlada por el Estado no debería existir, y en caso de existir, más que como uno de tantos y las leyes que, en varios países del continente, prohíben el matrimonio a los que no están en condiciones de poder mantener una familia, no sobrepasan los poderes legítimos del Estado; y sean dichas leyes útiles o no, puede decirse que constituyen violaciones de la libertad. Las objeciones que se pueden hacer a la intervención del gobierno, cuando esta intervención no implica infracción o violación de la libertad, pueden ser de tres clases. En los países de civilización más avanzada y de espíritu más insurreccional, el público, acostumbrado a esperar que el Estado lo haga todo por él, o al menos acostumbrado a no hacer nada sin que el Estado haya, no solamente dado su permiso. Después de todo, la constitución de estos países es una organización de la experiencia y de la habilidad práctica de la nación en un cuerpo disciplinado destinado a gobernar al resto de la comunidad. Los poderes de coacción administrativa y de legislación subordinada que posee el Consejo de Beneficencia, aunque perfectamente justificables en un caso de interés nacional de primer orden.

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