Literatura y Arte desde la Fe
SASJM MD
Created on January 19, 2024
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Transcript
Literatura y Arte, desde la Fe
-ABP Interdisciplinar-
- Religión
- Lengua y Literatura
- Geografia i Història
- Expressió artística
www.colegiosantaana.es
Nuestro Equipo
Mª Jesús Simón
LENGUA Y LITERATURA
Anna Ribes
Juan J. Verdeguer
GEOGRAFIA I HISTÒRIA
EXPRESSIÓ ARTÍSTICA
Planificación
Programación
RELIGIÓN
Paula Lladró
mjesus@colegiosantaana.es
annaribes@colegiosantaana.es
director@colegiosantaana.es
paula@colegiosantaana.es
Planos Museo
Plano
Plano general del Museo del Prado
Planta 0 del Museo del Prado
PLANTA 0
PLANO GENERAL
PLANTA 1
Planta 0
Planta 1
Planta 1 del Museo del Prado
Lengua y Literatura
Puerta de Alcalá
Parque del Retiro
1. Casa-museo de Lope de Vega y casa de Cervantes (C/ Cervantes) Lope y Cervantes fueron enemigos en vida; aunque vivieron en la misma calle, nunca fueron buenos vecino.... La idea de la literatura y el teatro es muy distinta para cada uno de ellos. Cervantes defendía un teatro clásico y Lope un teatro popular, para dar gusto al pueblo. Propuesta: Durante la visita guiada por Madrid, para representar ambos autores, se puede preparar un diálogo entre los dos donde expongan sus discrepancias y diferentes visiones. De esta manera podemos enlazar con la explicación de sus discrepancias a pesar de ser vecinos. Se puede acabar con un breve recital de algunos versos célebres de sus obras más conocidas.
- Lope: Fuenteovejuna, La dama boba, El perro del hortelano…
- Cervantes: entremeses, Los tratos de Argel, Tragedia de Numancia.
2. Antonio Machado (Ateneo de Madrid). 80 aniversario de su muerte; representación de su vida y obra partiendo de sus reflexiones sobre España y la intención de la Generación del 98. Juan de Mairena como alter ego. “La vida es sueño, la vida es teatro, la vida es…camino. Entre las grandes metáforas vitales, Antonio Machado se queda con el camino, el que se hace al andar, sin posible vuelta atrás”.-->recitar versos de caminos de su obra. Machado es muchos Machados. El Machado modernista que sueña y el Machado que quiere cambiar España.--> recitar poema Soledades y recitar poema Campos de Castilla. Enlaces: https://elpais.com/ccaa/2014/02/03/madrid/1391435228_984282.html https://elpais.com/ccaa/2014/02/03/madrid/1391435228_984282.html https://www.poemas-del-alma.com/antonio-machado.htm
3. Rubén Darío (c/Del Príncipe, antiguo café Gato Negro, donde llega la noticia de la muerte de Darío en Managua) Un personaje hace de “periodista” relatando, al modo de la época (extra extra) la muerte de Rubén Darío. Se recita Lo Fatal como resumen de esa muerte. El Príncipe de las Letras se aparece resucitado nos cuenta su vida...Nicaragua, su visita a España y su relación amorosa con Paca, una jardinera del Retiro, su vida en París.... Contar su vida a través de la recitación de sus más conocidos poemas. Poema sobre España: Ínclitas razas ubérrimas Poema sobre la poesía: “cuando iba yo a montar ese caballo rudo…” Sonatina de la princesa, Juventud divino tesoro... Rubén Darío https://elpais.com/ccaa/2016/08/31/madrid/1472634328_059396.html https://www.poemas-del-alma.com/ruben-dario.htm http://www.rtve.es/alacarta/videos/la-princesa-paca/princesa-paca/4894398/
4. García Lorca (Pza. Sta. Ana) Dentro de la visita guiada se ha de explicar la relación entre la plaza de Santa Ana y Lorca. Propuesta: Representación-recital poético de 3 Lorcas que representan sus 3 etapas poéticas: el Lorca popular (Romancero Gitano), el Lorca surrealista (Poeta en Nueva York) y el Lorca íntimo del amor (Sonetos del amor oscuro). Cada Lorca explicará en 1ª persona su etapa (características, vivencias, tipo de poesía) y acabará recitando unos versos de algún poema representativo de ese periodo. Enlaces: https://federicogarcialorca.net/ http://www.cervantesvirtual.com/portales/federico_garcia_lorca/biografia/ https://www.miradormadrid.com/estatua-de-federico-garcia-lorca/ https://www.esmadrid.com/agenda/ano-lorca-2019
5. Valle Inclán, Luces de Bohemia (callejón del Gato/c/de La Cruz) Escenificación: diálogo creador-creado. A partir de la lectura del fragmento de Luces de Bohemia donde se explica el esperpento en el callejón del Gato, Valle-Inclán y su personaje, Max Estrella, reflexionan acerca de la realidad y la literatura y nos invitan a mirarnos a través de esos espejos… http://www.rinconcastellano.com/biblio/sigloxx_98/valleinclan/lucesdebohemia_xii.html Valle Inclán https://blog.esmadrid.com/blog/es/2018/04/03/el-madrid-de-luces-de-bohemia/ http://www.rinconcastellano.com/biblio/sigloxx_98/valleinclan/lucesdebohemia_xii.html
6. Bécquer (c/Huertas con c/Atocha, iglesia de S.Sebastián). Resumen y representación de la leyenda de El Beso, de Bécquer. Rima de Bécquer de Las golondrinas de la c/Huertas G.Adolfo Bécquer http://www.vicentealvarez.com/becquer/articulos/ARTICULO2.pdf http://www.swarthmore.edu/Humanities/mguardi1/espanol_11/becquer.htm http://www.galeon.com/juliodominguez/2011d/bmase.html
7. Galdós y Emilia Pardo Bazán (cava de San Miguel, atravesando la Plaza Mayor) Recreación de la escena de Fortunata y Jacinta entre Juanito y Fortunata; Galdós y Pardo Bazán nos cuentan luego el significado de sus obras y nos hablan del Realismo como reflejo de la sociedad y de la situación de las mujeres en aquella época. Galdós https://www.esmadrid.com/madrid-galdos?utm_referrer=https%3A%2F%2Fwww.google.com%2F https://www.esmadrid.com/informacion-turistica/plaza-mayor-madrid (escena de Cava de San Miguel, Fortunata y Jacinta). Emilia Pardo Bazán https://www.aboutespanol.com/10-textos-feministas-de-emilia-pardo-bazan-1271596 https://www.elespanol.com/cultura/historia/20170915/246976258_0.html https://www.eldiario.es/cultura/libros/Catolica-feminista-Emilia-Pardo-Bazan_0_874212832.html
8. Las sinsombrero (Puerta del Sol) Las Sinsombrero es el nombre por el que son conocidas un grupo de mujeres pensadoras y artistas españolas pertenecientes a la generación del 27 nacidas entre 1898 y 1914. El nombre responde al gesto de quitarse el sombrero en público que protagonizaron Maruja Mallo, Margarita Manso, Salvador Dalí y Federico García Lorca en la Puerta del Sol. "Nos apedrearon llamándonos de todo", relata la misma Mallo. Escenificación del acto de “quitarse el sombrero” como signo de rebeldía y reivindicación de los derechos de la mujer. Recital de versos de las distintas poetas sinsombrero. * C/HUERTAS CON C/ LEÓN: REAL ACADEMIA DE LA HISTORIA Una vez acabada la visita teatralizada, nos dirigimos a la Puerta del Sol pasando por la Chocolatería San Ginés (Pza. San Ginés) , tradicional y literaria (Valle Inclán). Allí podemos merendar. En la Puerta del Sol podemos comentar los asesinatos de Canalejas y Sagasta. Desde allí, nos dirigimos al Congreso de los Diputados, donde comentaremos la historia de los leones de la puerta (alumnos de Latín). En la c/ Marqués de Cubas se cometió el asesinato de Prim (antigua calle del Turco) reflejado en los Episodios Nacionales de Galdós. Las sinsombrero https://www.lassinsombrero.com/ellas http://www.rtve.es/alacarta/videos/imprescindibles/imprescindibles-sin-sombrero/3318136/
La ruta teatralizada "Letras Vivas" nos acerca a los escritores más brillantes de la literatura española que dejaron una huella imborrable en Madrid: la poesía y la cultura. Pasearemos por el actual Barrio de las Letras, donde habitaron durante el Siglo de Oro Lope de Vega y Cervantes, así como los escritores más representativos de tres corrientes literarias estudiadas en 4º de ESO (Bécquer del Romanticismo, Galdós y Emilia Pardo Bazán, del Realismo, Rubén Darío, Valle Inclán y Antonio Machado del 98 y Modernismo, y García Lorca y Las Sinsombrero, de la Generación del 27). Esta actividad tiene como punto de partida la Casa Museo Lope de Vega, donde el Fénix de los ingenios vivió hasta su muerte en 1635 y finaliza en la Plaza Mayor, donde se ambienta una de las escenas más conocidas de la novela estrella de Galdós, Fortunata y Jacinta. En cada uno de los 8 puntos elegidos, cada grupo representará una escena relacionada con la vida y/u obra del autor asignado. ORDEN RECORRIDO 0. Plaza de Neptuno
- Calle Cervantes, nº 11 (Casa LOPE) y nº 2 (Casa CERVANTES)
- Calle del Prado, 21, Ateneo de Madrid; MACHADO
- Calle del Príncipe, Teatro Español, antiguo café Gato Negro, RUBÉN DARÍO
- Plaza Santa Ana, escultura de LORCA
- Calle de Álvarez Gato, espejos esperpento Luces de Bohemia, VALLE INCLÁN
- Calle Atocha, 39 esquina con Huertas (Iglesia San Sebastián) BÉCQUER
- Plaza Mayor, arco de Cuchilleros, Cava de San Miguel GALDÓS Y PARDO BAZÁN
- Puerta del Sol, kilómetro 0, LAS SINSOMBRERO
- Congreso de los Diputados
- Plaza de Cibeles
- Puerta de Alcalá
- Parque del Retiro
0. Plaza de Neptuno En el Paseo del Prado se levanta la Fuente de Neptuno. Por orden del rey Carlos III, Juan Pascual de Mena comenzó a crear esta escultura de mármol en 1780, y en 1786 su discípulo José Rodríguez finalizó la obra. La figura aparece de pie sobre un carro, tirado por dos caballos marinos, rodeados de delfines. Muy cerca se sitúan numerosos edificios emblemáticos como el Hotel Palace, el Palacio de Villahermosa, el Museo del Prado, el Hotel Ritz, el Congreso de los Diputados y, más al fondo, la Iglesia de San Jerónimo el Real. https://es.wikipedia.org/wiki/Fuente_de_Neptuno_(Madrid) Fuente de Neptuno (Madrid) - Wikipedia, la enciclopedia libreLa fuente de Neptuno es una fuente de estilo neoclásico que ocupa el centro de la glorieta a la que popularmente da nombre, dentro de la Plaza de...Wikipedia
9. Congreso de los Diputados El Congreso de los Diputados es la Cámara Baja de las Cortes Generales, el órgano constitucional que representa al pueblo español. Ejerce junto con el Senado el poder legislativo de la Nación. El Congreso se compone de un mínimo de 300 y un máximo de 400 diputados (350 actuales, según LOREG), elegidos por sufragio universal, libre, igual, directo y secreto, en los términos que establezca la ley (art. 68.1 CE). Las elecciones se celebran ordinariamente cada cuatro años, o antes, en caso de elecciones, tras una disolución anticipada de las Cámaras. Los miembros del Congreso de los Diputados se eligen mediante representación proporcional con listas cerradas en cada circunscripción electoral provincial con arreglo al sistema D'Hondt. https://es.wikipedia.org/wiki/Congreso_de_los_Diputados
11. Puerta de Alcalá La puerta de Alcalá es una de las cinco antiguas puertas reales que daban acceso a la ciudad de Madrid (España). Se encuentra situada en el centro de la rotonda de la Plaza de la Independencia. En el cruce de las calles de Alcalá, Alfonso XII, Serrano y Salustiano Olózaga, junto a las puertas del Retiro: Puerta de España, Puerta de la Independencia (entrada principal a los jardines del Retiro) y Puerta de Hernani. https://es.wikipedia.org/wiki/Puerta_de_Alcal%C3%A1
12. Parque del Retiro El parque del Retiro o parque del Buen Retiro, popularmente conocido como El Retiro, es un jardín histórico y parque público situado en Madrid (España). Considerado como una de las principales atracciones turísticas, posee figuras arquitectónicas y paisajísticas desde el siglo xvii al xxi, entre los que destacan el Monumento a Alfonso XII, el Palacio de Cristal, el Estanque Grande, el Parterre, la puerta de Felipe IV, el Real Observatorio Astronómico y la fuente de la Alcachofa; e incluso anteriores, como la ermita de San Pelayo y San Isidoro, de origen románico. https://es.wikipedia.org/wiki/Parque_del_Retiro_de_Madrid
10. Fuente de Cibeles La fuente de Cibeles (más conocida por los madrileños como La Cibeles) es una fuente monumental de la ciudad de Madrid, situada en la plaza del mismo nombre, en la zona centro de la capital española. Fue concebida dentro de un plan de remodelación urbana en el siglo xviii, por iniciativa del rey Carlos III, quien planeaba embellecer la capital del reino según la estética del neoclasicismo. El proyecto incluía una serie de fuentes esculpidas con motivos mitológicos clásicos (Fuente de Neptuno, Fuente de Apolo), un Museo de ciencias naturales (actual Museo del Prado), el Real Jardín Botánico, el ajardinamiento de la zona y otras propuestas que finalmente no se materializaron. Por la belleza y amenidad del lugar una vez concluido, fue conocido entre los madrileños como "Salón del Prado", y se convirtió inmediatamente en uno de los lugares más populares de la ciudad. https://es.wikipedia.org/wiki/Fuente_de_Cibeles
Religión
Marta y María
La última cena
El centurión
El Bautismo
Crucifixión
Lázaro
Hijo pródigo
Adoración pastores
Común
PRIMERO ES LA OBLIGACIÓN QUE LA DEVOCIÓN 1.- LA ACOGIDA Por Pedro Juan Díaz En el evangelio, vemos más concretamente que al que acogen Marta y María en su casa es al mismo Jesús. Pero hay un elemento que hace entender la acogida en un sentido más profundo. Y es que la acogida empieza por un corazón abierto a Dios. Por eso Jesús le dice a Marta que está “inquieta y nerviosa” y que eso le impide escuchar sus palabras, que es lo que está haciendo María. El que acoge no solo atiende al que viene, sino que abre su corazón para recibir lo que trae el visitante. Y en este caso, Jesús trae una palabra de Vida (con mayúsculas). Acción y contemplación, dos realidades necesarias. Marta y María han sido identificadas como prototipo de la acción y la contemplación respectivamente. Según San Agustín, “en estas mujeres están representadas las dos vidas: la presente y la futura, la trabajosa y la que ha llegado al descanso, la necesitada y la bienaventurada, la temporal y la eterna” (Serm. 104, 3, 4 en PL 38, 617 infra)….” Estaban, pues, en aquella casa las dos vidas y la fuente misma de la vida: en Marta la imagen de lo presente, en María la imagen de lo que está por venir. Lo que Marta hacía, eso somos aquí; lo que María hacía, es lo que esperamos”. Es decir, María y Marta designan según Agustín no dos posibilidades de esta vida, sino el término y el camino, el allende y el aquende. La figura de la vida en este mundo es Marta. Y María escogió "la mejor parte" solo en cuanto que es tipo de lo permanente, de aquello que ya no se le quitará, de la hartura eterna por el Verbo en el nuevo mundo. En palabras del santo obispo de Hipona: “El trabajo pasa y el descanso permanece, pero solo se llega al descanso por el trabajo. La nave pasa y llega a la patria, pero sólo se llega a la patria por la nave. Que estemos haciendo una travesía, lo sabemos solo mirar a las ondas y tormentas de este tiempo. Y yo estoy cierto de que no nos hundimos, porque nos lleva el madero de la cruz”. Por tanto, son necesarias las dos, la acción y la contemplación. No debemos abandonar ninguna de las dos. La contemplación debe conducir a la acción, es decir a las buenas obras. La acción debe alimentarse con la contemplación, para evitar el peligro del “activismo” vacío y peligroso para el equilibrio espiritual. 3.- JESÚS VA A BETANIA Por Antonio García-Moreno MARTA Y MARÍA.- Hoy nos habla el Evangelio de que Jesús va a Betania y se hospeda en casa de Marta y María, las hermanas de Lázaro. No es la única vez que entra el Señor en esta casa, como nos lo indica, por ejemplo, el evangelista san Juan. Se ve que Jesús se encontraba a gusto con aquella familia que le ama con sencillez y generosidad. Allí había calor de hogar, un ambiente de sosiego y de paz, de dicha serena y entrañable. De ahí que podamos considerar Betania como un modelo para nuestros hogares que, según la predilección de Jesús, debería parecerse al de Nazaret. Es de gran importancia conseguir que el propio hogar tenga ese calor de familia bien avenida, que sea un lugar en el que gusta estar y vivir, un sitio para descansar y recuperar fuerzas, el rincón íntimo de nuestra vida en el que encontramos cariño y comprensión, consuelo y ánimo para la lucha y el trabajo de cada día, descanso para las fatigas que la existencia humana comporta. Marta y María a pesar de ser hermanas eran, sin embargo, muy distintas. Marta parece nerviosa e inquieta, se preocupaba demasiado de las cosas materiales, se angustiaba porque no llegaba a lo que ella quería. Se multiplicaba para dar abasto con el servicio, dice la versión litúrgica de este pasaje de San Lucas. María por el contrario aparece tranquila y de carácter sosegado. En otro momento, mientras Marta sale deprisa al encuentro del Señor, ella se queda sentada. Sólo cuando le dicen que el Señor estaba fuera y la llamaba se levanta y acude a Jesús... Mientras Marta va de un lado para otro, María escucha arrobada las palabras del Maestro. Estas dos actitudes han quedado en la vida espiritual como modelos de la vida contemplativa y la vida activa. Incluso se ha considerado que Marta representaría el activismo, esa especie de herejía que olvida la oración y la vida interior por atender al servicio de los hombres. Esas dos actitudes no tienen por qué ser una dicotomía insalvable. Incluso podemos afirmar que es un ideal de vida cristiana el conjugar esas dos facetas de la vida espiritual. Vivir una intensa vida de oración, ser contemplativos y al mismo tiempo trabajar sin descanso por el Reino de Dios. Estar metidos en el corazón del mundo con el ejercicio de una profesión determinada, y al mismo tiempo estar de continuo estrechamente unido a Dios. Puede parecer imposible, o por lo menos muy difícil, pero lo cierto es que es eso, en definitiva, lo que enseña la "Lumen gentium" del Vaticano II cuando habla de la unidad de vida, es decir, cuando exhorta a no vivir una vida cara a Dios y otra cara a los hombres, sino que esa vida de cada día, la que se desarrolla en una actividad cualquiera, esté siempre marcada y sostenida por una unión íntima con Dios, gracias a una vida espiritual sólida, alimentada con la oración y la mortificación, con la frecuencia de sacramentos que haga posible vivir habitualmente en gracia de Dios. 4.- MARTA DE BETANIA Y TERESA DE ÁVILA Por José María Maruri, SJ 1. - Conocida por todos posiblemente es la frase de nuestra Mística castellana, Santa Teresa de Ávila: “también entre pucheros anda Dios”. Tal vez, es menos conocida esta otra, escrita interpretando precisamente el pasaje del Evangelio de Marta y María: “Si todas estuvieran como la Magdalena embebidas, no hubiera quien diera de comer a este divino huésped”, en que Santa Teresa toma abiertamente partido por Marta, un poco en contra de lo que aparentemente dice Jesús. Lo cual es muy propio de Santa Teresa. Ya sabéis que yendo de viaje sobre una mula se desató una tremenda tormenta, y tanto se cansó y se mojó la santa, que ya sin poder aguantar se enfrentó al Señor y le soltó: “Señor, no me extraña que tengáis tan pocos amigos si a los que lo somos nos tratáis tan mal” La familiaridad de Teresa con Jesús le permitían estas expresiones. Y la familiaridad de Jesús con Marta, María y Lázaro le permitieron a Él y a Marta aquellas frases que acabamos de leer. 2. - Es san Juan el que nos deja escrito: “Jesús amaba a Marta, a su hermana y a Lázaro”. Por ese orden. Y sin duda Marta lo sabía. Y por eso cuando ya se vio ahogada con la preparación de una comida para por lo menos trece huéspedes que se habían presentado de improviso (y las amas de casa que estáis ahora aquí sabéis lo que eso significa) No se dirige a María, sino a Jesús y como santa Teresa se encara con Él y le dice: “Pero Señor es que no te importa que mi hermana me haya dejado sola en el servicio. Dile que me eche una mano”. Con otras palabras: “basta ya de cháchara, Señor, que no doy abasto y os tengo que preparar de comer. Y en ese mismo ambiente familiar la contestación de Jesús: “una sola cosa es necesaria”. No son pocos los que la interpretan como si el Señor hubiera dicho: “Marta, vengo a pasar unas horas con vosotros y tú te metes en la cocina y no hay manera de verte y oírte. Por favor, déjalo todo que con cualquier cosa me contento. Un par de huevos es suficiente”. 3. - De una cosa si nos quiere avisar el Señor. Y es del peligro de robotismo. A fuerza de trabajar, a fuerza de atender a los mil detalles que exige un hogar acabamos por no saber para qué trabajamos. El norte se nos niebla y no nos queda más que la monotonía desesperante de ese día a día. Siempre igual en la mayoría de nuestras ocupaciones y mucho más en el trabajo de la casa. Y tanto más lo sentís vosotras las amas de casa cuando muchas veces vuestro trabajo pasa desapercibido y no merece ni un gracias por parte de los vuestros, por los que trabajáis día a día y año tras año. Y no estaría de más que los Lázaros y las Marías que estáis aquí, maridos, hijos, hijas, hermanos, os pararais a pensar lo que esa madre de familia viene haciendo por cada uno de vosotros. Y primero se lo agradecéis de corazón y segundo pensáis en que podéis echar una mano en el trabajo del hogar. Y es hogar cuando todos participan en él, y no se convierte en una pensión, que lo mismo se puede llamar Pensión Juana que La Casa de la Troya El Señor nos ayude a todos a realizar en nuestras vidas el adagio latino de “Ora et Labora”, Ora y Trabaja. Sabiendo encontrar a Dios entre los pucheros como Santa Teresa. Y para terminar quiero deciros que estoy seguro de que Jesús diría a María: “Anda a ayudar a tu hermana”. 5.- UNA COSA NECESARIA: ACOGER A LOS HUÉSPEDES Y ATENDERLES Por Gabriel González del Estal 1.- Sólo una cosa es necesaria. Se han interpretado de muy diversas maneras las palabras que Cristo dijo a su amiga Marta, cuando ésta le recibió en su casa. Yo creo que la escena no necesita interpretaciones teológicas o místicas de gran altura. Lo ocurrido fue algo de lo más normal y corriente: Marta, la anfitriona, quiere atender a su amigo huésped, de la mejor manera que sabe y puede. Primero tiene que prepararle algo para comer y, después, se sentará a charlar con él y escucharle. Su hermana, María, se ha sentado, desde el principio, junto a Jesús y le escucha embelesada. Todo muy normal. Marta no da abasto con el servicio y se queja amigablemente de su hermana, que sigue tan embelesada, escuchando al amigo. Jesús le dice a Marta que se deje de hacer tantas cosas y que vaya ya de una vez a charlar con él. Vamos, lo que haríamos cualquiera de nosotros, cuando vamos a casa de un amigo y éste quiere obsequiarnos con no sé cuántas cosas. Las dos hermanas, Marta y María, habían acogido de mil amores a Jesús y las dos le estaban atendiendo maravillosamente a su manera: Marta preparando el servicio y María escuchando al amigo. ¿Cuál puede ser el mensaje de este relato para nosotros? Pues, que en nuestras relaciones con los amigos, o huéspedes, debemos estar siempre dispuestos a acogerles y atenderles con servicialidad y amor; eso es lo necesario y esencial. Les atendemos preparándoles algo para comer, o beber, y les atendemos escuchándoles con interés y atención. Lo de la vida activa (Marta) y la vida contemplativa (María) también puede hacernos reflexionar, para no caer en extremos paralizantes. En nuestra vida cristiana necesitamos rezar y trabajar, como mandaba san Benito a sus monjes: orar y laborar. O dicho en un castellano más puro: a Dios rezando y con el mazo dando. Por Javier Leoz No hace mucho tiempo, visitando a un enfermo que se encontraba rodeado de toda su familia, observé cómo sus hijos se afanaban en agasajarle con todo lo mejor. En un momento dado una hija le preguntó: “¿padre, estas bien? ¿Quieres algo más?” Después de una breve pausa y con voz débil, el padre, les contestó: “simplemente quiero estar con vosotros; no me hace falta nada más”. A aquel hombre le importaba muy poco o nada lo material; lo que de verdad quería y necesitaba era a ellos. 1.- El evangelio de este domingo es una llamada a permanecer en la presencia del Señor. Con cierta frecuencia (en nuestras celebraciones y en nuestra pastoral) ponemos tanto empeño en tener todo a punto que puede más la inquietud que la serenidad, la perfección que la espontaneidad, el estrés que el afán por acoger con sencillez a Dios. Tal vez sobran medios e inventos en nuestras iglesias, consejos y grupos, dinámicas y reuniones en otras tantas comunidades (aunque sean importantes) y, por el contrario, brillan por su ausencia y hacen falta adoradores: hombres y mujeres que se sienten, al calor de un sagrario o a la sombra de un crucifijo, hablando o dejando que diga algo el silencio de Dios; cristianos que saquen chispa y jugo al paladar leyendo o masticando la Palabra de Jesús. Como anillo al dedo viene esa indicación del Papa Francisco a los seminaristas: “la evangelización se hace de rodillas, sin caer en el activismo y sin confiar demasiado en los recursos”. 2.- Frente a la inquietud es bueno el saber pararse con uno mismo. Preguntarse por el fondo y el porqué de tantas cosas que uno realiza en el día a día sin ton ni son. Frente al nerviosismo es saludable la tranquilidad. Lo cierto que, no por hacer mucho, se es feliz ni los frutos son más y mejores que allá donde, tal vez, no hace tanto pero no se olvida lo esencial. En cierta ocasión un sacerdote se puso delante del Señor y comenzó a enumerar el completo programa de actividades cumplido en ese día: *Señor he madrugado y he bajado al despacho para atender a numerosos feligreses *Señor, he visitado cuatro enfermos que necesitaban auxilio *Señor, he puesto en orden la biblioteca parroquial *Señor; tu sabes que, durante toda la tarde, he estado atendiendo a catequistas y padres *Señor, he estado al frente de algunas decisiones para las obras que tengo pendientes en tu templo *Señor, me he cansado en las sucesivas reuniones con los sacerdotes y grupos *Señor, he tenido que acudir a las entidades bancarias para interesarme por la caridad de mi parroquia *Señor, he planteado programas que serán de vanguardia y rompedores en mi acción pastoral para el próximo curso Y así, después de una larga lista de pequeñas o de grandes acciones, el sacerdote clavó los ojos en el crucificado preguntándole; ¿qué más quieres que haga, Señor? Jesús, desde la cruz, le contestó: “Has olvidado lo más importante; el estar un momento conmigo…te has olvidado de mí” "¿Cuánto hace que no rezas?”. Más razón que un santo tiene el Señor cuando nos dice; “sólo una cosa es necesaria”. Me quedo con aquella que Jesús propone: sentarnos frente a El de vez en cuando y dejar que repose, refrescándose, el alma que todos llevamos dentro. ¿QUIÉN SOY? ¿MARTA O MARIA? Soy Marta cuando me afano por lo inmediato Tú eres María cuando me haces ver el fondo de las cosas Soy Marta cuando exijo que camines a mi ritmo Tú eres María cuando me invitas a reposar en el camino Soy Marta cuando pienso que en el “hacer” está el todo Tú eres María cuando en el silencio me descubres el valor del silencio Soy Marta cuando olvido que tengo corazón y alma Tú eres María cuando me haces descubrir la vida interna que llevo dentro Soy Marta cuando me desgasto sin saber por qué ni cuando Tú eres María cuando me enseñas a guardar energías para lo alto Soy Marta cuando vivo sin freno ni medida Tú eres María cuando me invitas a la paz y al sosiego Soy Marta cuando digo que creo en Jesús y no le escucho Tú eres María cuando me invitas a escuchar para saber si creo Soy Marta cuando vivo perdido en lo aparente Tú eres María cuando me haces buscar lo trascendente Soy Marta cuando lo exterior me llena de ansiedad --------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------- Lázaro, Marta y María, los amigos de Betania Jesús y sus amigos Tres hermanos que tienen una gran amistad con Jesús. Su casa será en aquellos meses un lugar de hospitalidad y reposo. Betania Cerca de Jerusalén -a tres kilómetros- está Betania. Allí viven Lázaro, Marta y María. Tres hermanos que tienen una gran amistad con Jesús. Su casa será en aquellos meses un lugar de hospitalidad y reposo para los días que le esperan. En el trayecto a Jerusalén Jesús pasa por Betania. La actividad de los días anteriores había sido intensa. El camino que lleva de Jericó a Betania es empinado, requiere una ascensión continua y transcurre por terreno desértico. Jesús y los suyos debieron llegar cansados. Allí fue recibido por Lázaro, Marta y María. La amistad Hay amistad con Jesús en aquella casa. Quizá tenga que ver con la conversión de María unos meses antes. Lo cierto es que todos actúan con naturalidad. No se percibe ni el envaramiento previsible en las visitas de algún personaje importante, ni la curiosidad o el recelo ante el desconocido, menos aún la frialdad ante la presencia de alguien que se considera inoportuno. Marta y María actúan y se mueven con sencillez; no se dice nada de Lázaro en esta ocasión, pero es normal pensar que estaba allí. Los tres hermanos son diferentes No es infrecuente que los hermanos se parezcan y al mismo tiempo sean muy distintos. Marta es activa, diligente, hacendosa, está en todo; es una buena ama de casa, con ella se puede encontrar una casa que es ese hogar donde todo está en su sitio. María es más apasionada: todo corazón, sensible, en su vida no caben medias tintas, sino entrega sin condiciones. Sabe querer. Los temperamentos de las dos hermanas son ocasión para que Jesús deje una joya preciosa de sus enseñanzas, casi como de pasada. Sus palabras parecen dichas al vuelo. El desarrollo de los acontecimientos Los hechos transcurrieron así: "una mujer llamada Marta le recibió en su casa. Tenía ésta una hermana llamada María que, sentada también a los pies del Señor, escuchaba su palabra. Marta estaba afanada en los múltiples quehaceres de la casa y poniéndose delante dijo: Señor, ¿nada te importa que mi hermana me deje sola en el trabajo de la casa? Dile, pues, que me ayude. Pero el Señor le respondió: Marta, Marta, tú te preocupas y te inquietas por muchas cosas. En verdad una sola cosa es necesaria. Así, pues, María ha escogido la mejor parte, que no le será arrebatada". La importancia de la oración Jesús aprovechó la sencillez y la confianza de Marta para dejar sentado el orden de lo necesario y lo superfluo. Primero la oración y, unida a ella, el trabajo, lo demás puede esperar. Jesús revela como la oración es el núcleo y la raíz de toda actividad para que de ésta resulte algo vivo y sano. La queja de Marta Es fácil comprender la actitud de Marta. Es una mujer responsable. Está en los detalles, se ocupa en algo necesario que alguien tiene que hacer: dar de comer y beber a mucha gente, procurar que descansen. No cuesta verla subir y bajar, mandar y ordenar. Es en medio de esa actividad cuando una inquietud empieza a dibujarse en su interior. Primero sería una mirada furtiva a su hermana. Poco a poco iría juzgándola con severidad creciente. Decididamente no comprende a María; tenía razones, pero le faltaba darse cuenta de que la inactividad de María es sólo aparente. Por otra parte se le está ocultando que su actividad es un servicio que permite a los demás gozar de las palabras del Maestro, también su hermana. Hasta que llega un momento en que no puede más, se planta delante del Señor, le interrumpe ante un público verdaderamente absorto en sus palabras, y se queja. La sencillez de la queja de Marta es encantadora, confiada, aunque revele falta de caridad; y con toda espontaneidad le dice al Maestro: “¿nada te importa que mi hermana me deje sola en el trabajo de la casa? Dile, pues, que me ayude”. Su queja va contra María, pero también afecta al mismo Jesús, que no se da cuenta de que ella era una mártir y su hermana una comodona. Es la explosión de algo que ha ido incubándose poco a poco, y estalla de repente. Está realmente enfadada; ha perdido la calma y en ella se ha introducido el espíritu crítico falta a la caridad y la humildad. Sus buenos deseos de servir se han visto enturbiados por el enfado creciente, agresor de la paz de su alma. La respuesta de Jesús El tono de la respuesta de Jesús se puede deducir del modo con que empieza a hablarle: Marta, Marta, ¡cuánto cariño hay en la repetición de este nombre!. Es como decirle: "Mujer, calma", "claro que te comprendo, pero te has puesto nerviosa". Es una contestación que revela amor y buen humor; le recuerda su carácter, y hace que reflexione un poco. No la riñe, sino que le hace reflexionar. Primero sobre sí misma: tú te preocupas y te inquietas por muchas cosas. Luego, Jesús le aclara la conducta de María y el camino que debe seguir para no perder los estribos con sus quejas. Y le dice: "En verdad una sola cosa es necesaria". Cosas importantes hay muchas en la vida, y Marta estaba haciendo una de ellas: procurar servir alimento y descanso. Pero conviene tener bien dispuesto el orden de los valores. Lo necesario siempre será lo más importante, y sólo amar a Dios sobre todas las cosas lo es; al lado de lo necesario todo lo que llamamos importante pasa a un segundo lugar. ¿Quiere decir esto que está mal la actividad de Marta? No. Quiere decir que debe trabajar de una manera distinta, con una paz, respaldada por la oración. Y en caso de dudar sobre qué es más urgente, elegir primero la oración. Lo mejor no es lo contrario de lo malo María ha escogido la mejor parte. Cuando Jesús dice que la oración es lo mejor, conviene recordar que lo mejor no es lo contrario de lo malo, sino de algo menos bueno. La bondad de las diversas actividades dependerá del amor a Dios que sean capaces de acoger. "No le será quitada la mejor parte". La oración es así hacer actos de amor. No se pierde ninguno. Todo acto de amor a Dios permanece en el seno del Amante, que es Dios. Por: Enrique Cases
JUEVES SANTO - EN LA CENA DEL SEÑOR Despedida inolvidable - José Antonio Pagola También Jesús sabe que sus horas están contadas. Sin embargo no piensa en ocultarse o huir. Lo que hace es organizar una cena especial de despedida con sus amigos y amigas más cercanos. Es un momento grave y delicado para él y para sus discípulos: lo quiere vivir en toda su hondura. Es una decisión pensada. Consciente de la inminencia de su muerte, necesita compartir con los suyos su confianza total en el Padre incluso en esta hora. Los quiere preparar para un golpe tan duro; su ejecución no les tiene que hundir en la tristeza o la desesperación. Tienen que compartir juntos los interrogantes que se despiertan en todos ellos: ¿qué va a ser del reino de Dios sin Jesús? ¿Qué deben hacer sus seguidores? ¿Dónde van a alimentar en adelante su esperanza en la venida del reino de Dios? Al parecer, no se trata de una cena pascual. Es cierto que algunas fuentes indican que Jesús quiso celebrar con sus discípulos la cena de Pascua o séder, en la que los judíos conmemoran la liberación de la esclavitud egipcia. Sin embargo, al describir el banquete, no se hace una sola alusión a la liturgia de la Pascua, nada se dice del cordero pascual ni de las hierbas amargas que se comen esa noche, no se recuerda ritualmente la salida de Egipto, tal como estaba prescrito. Por otra parte es impensable que esa misma noche en la que todas las familias estaban celebrando la cena más importante del calendario judío, los sumos sacerdotes y sus ayudantes lo dejaran todo para ocuparse de la detención de Jesús y organizar una reunión nocturna con el fin de ir concretando las acusaciones más graves contra él. Parece más verosímil la información de otra fuente que sitúa la cena de Jesús antes de la fiesta de Pascua, pues nos dice que Jesús es ejecutado el 14 de nisán, la víspera de Pascua. Así pues, no parece posible establecer con seguridad el carácter pascual de la última cena. Probablemente, Jesús peregrinó hasta Jerusalén para celebrar la Pascua con sus discípulos, pero no pudo llevar a cabo su deseo, pues fue detenido y ajusticiado antes de que llegara esa noche. Sin embargo sí le dio tiempo para celebrar una cena de despedida. En cualquier caso, no es una comida ordinaria, sino una cena solemne, la última de tantas otras que habían celebrado por las aldeas de Galilea. Bebieron vino, como se hacía en las grandes ocasiones; cenaron recostados para tener una sobremesa tranquila, no sentados, como lo hacían cada día. Probablemente no es una cena de Pascua, pero en el ambiente se respira ya la excitación de las fiestas pascuales. Los peregrinos hacen sus últimos preparativos: adquieren pan ázimo y compran su cordero pascual. Todos buscan un lugar en los albergues o en los patios y terrazas de las casas. También el grupo de Jesús busca un lugar tranquilo. Esa noche Jesús no se Esa noche Jesús no se retira a Betania como los días anteriores. Se queda en Jerusalén. Su despedida ha de celebrarse en la ciudad santa. Los relatos dicen que celebró la cena con los Doce, pero no hemos de excluir la presencia de otros discípulos y discípulas que han venido con él en peregrinación. Sería muy extraño que, en contra de su costumbre de compartir su mesa con toda clase de gentes, incluso pecadores, Jesús adoptara de pronto una actitud tan selectiva y restringida. ¿Podemos saber qué se vivió realmente en esa cena? Jesús vivía las comidas y cenas que hacía en Galilea como símbolo y anticipación del banquete final en el reino de Dios. Todos conocen esas comidas animadas por la fe de Jesús en el reino definitivo del Padre. Es uno de sus rasgos característicos mientras recorre las aldeas. También esta noche, aquella cena le hace pensar en el banquete final del reino. Dos sentimientos embargan a Jesús. Primero, la certeza de su muerte inminente; no lo puede evitar: aquella es la última copa que va a compartir con los suyos; todos lo saben: no hay que hacerse ilusiones. Al mismo tiempo, su confianza inquebrantable en el reino de Dios, al que ha dedicado su vida entera. Habla con claridad: «Os aseguro: ya no beberé más del fruto de la vid hasta el día en que lo beba, nuevo, en el reino de Dios». La muerte está próxima. Jerusalén no quiere responder a su llamada. Su actividad como profeta y portador del reino de Dios va a ser violentamente truncada, pero su ejecución no va a impedir la llegada del reino de Dios que ha estado anunciando a todos. Jesús mantiene inalterable su fe en esa intervención salvadora de Dios. Está seguro de la validez de su mensaje. Su muerte no ha de destruir la esperanza de nadie. Dios no se echará atrás. Un día Jesús se sentará a la mesa para celebrar, con una copa en sus manos, el banquete eterno de Dios con sus hijos e hijas. Beberán un vino «nuevo» y compartirán juntos la fiesta final del Padre. La cena de esta noche es un símbolo. Movido por esta convicción, Jesús se dispone a animar la cena contagiando a sus discípulos su esperanza. Comienza la comida siguiendo la costumbre judía: se pone en pie, toma en sus manos pan y pronuncia, en nombre de todos, una bendición a Dios, a la que todos responden diciendo «amén». Luego rompe el pan y va distribuyendo un trozo a cada uno. Todos conocen aquel gesto. Probablemente se lo han visto hacer a Jesús en más de una ocasión. Saben lo que significa aquel rito del que preside la mesa: al obsequiarles con este trozo de pan, Jesús les hace llegar la bendición de Dios. ¡Cómo les impresionaba cuando se lo daba a los pecadores, recaudadores y prostitutas! Al recibir aquel pan, todos se sentían unidos entre sí y con Dios. Pero aquella noche, Jesús añade unas palabras que le dan un contenido nuevo e insólito a su gesto. Mientras les distribuye el pan les va diciendo estas palabras: «Esto es mi cuerpo. Yo soy este pan. Vedme en estos trozos entregándome hasta el final, para haceros llegar la bendición del reino de Dios». ¿Qué sintieron aquellos hombres y mujeres cuando escucharon por vez primera estas palabras de Jesús? Les sorprende mucho más lo que hace al acabar la cena. Todos conocen el rito que se acostumbra. Hacia el final de la comida, el que presidía la mesa, permaneciendo sentado, cogía en su mano derecha una copa de vino, la mantenía a un palmo de altura sobre la mesa y pronunciaba sobre ella una oración de acción de gracias por la comida, a la que todos respondían «amén». A continuación bebía de su copa, lo cual servía de señal a los demás para que cada uno bebiera de la suya. Sin embargo, aquella noche Jesús cambia el rito e invita a sus discípulos y discípulas a que todos beban de una única copa: ¡la suya! Todos comparten esa «copa de salvación» bendecida por Jesús. En esa copa que se va pasando y ofreciendo a todos, Jesús ve algo «nuevo» y peculiar que quiere explicar: «Esta copa es la nueva Alianza en mi sangre. Mi muerte abrirá un futuro nuevo para vosotros y para todos». Jesús no piensa solo en sus discípulos más cercanos. En este momento decisivo y crucial, el horizonte de su mirada se hace universal: la nueva Alianza, el reino definitivo de Dios será para muchos, «para todos» . Con estos gestos proféticos de la entrega del pan y del vino, compartidos por todos, Jesús convierte aquella cena de despedida en una gran acción sacramental, la más importante de su vida, la que mejor resume su servicio al reino de Dios, la que quiere dejar grabada para siempre en sus seguidores. Quiere que sigan vinculados a él y que alimenten en él su esperanza. Que lo recuerden siempre entregado a su servicio. Seguirá siendo «el que sirve», el que ha ofrecido su vida y su muerte por ellos, el servidor de todos. Así está ahora en medio de ellos en aquella cena y así quiere que lo recuerden siempre. El pan y la copa de vino les evocará antes que nada la fiesta final del reino de Dios; la entrega de ese pan a cada uno y la participación en la misma copa les traerá a la memoria la entrega total de Jesús. «Por vosotros»: estas palabras resumen bien lo que ha sido su vida al servicio de los pobres, los enfermos, los pecadores, los despreciados, las oprimidas, todos los necesitados... Estas palabras expresan lo que va a ser ahora su muerte: se ha «desvivido» por ofrecer a todos, en nombre de Dios, acogida, curación, esperanza y perdón. Ahora entrega su vida hasta la muerte ofreciendo a todos la salvación del Padre. Así fue la despedida de Jesús, que quedó grabada para siempre en las comunidades cristianas. Sus seguidores no quedarán huérfanos; la comunión con él no quedará rota por su muerte; se mantendrá hasta que un día beban todos juntos la copa de «vino nuevo» en el reino de Dios. No sentirán el vacío de su ausencia: repitiendo aquella cena podrán alimentarse de su recuerdo y su presencia. Él estará con los suyos sosteniendo su esperanza; ellos prolongarán y reproducirán su servicio al reino de Dios hasta el reencuentro final. De manera germinal, Jesús está diseñando en su despedida las líneas maestras de su movimiento de seguidores: una comunidad alimentada por él mismo y dedicada totalmente a abrir caminos al reino de Dios, en una actitud de servicio humilde y fraterno, con la esperanza puesta en el reencuentro de la fiesta final. ¿Hace además Jesús un nuevo signo invitando a sus discípulos al servicio fraterno? El evangelio de Juan dice que, en un momento determinado de la cena, se levantó de la mesa y «se puso a lavar los pies de los discípulos». Según el relato, lo hizo para dar ejemplo a todos y hacerles saber que sus seguidores deberían vivir en actitud de servicio mutuo: «Lavándoos los pies unos a otros». La escena es probablemente una creación del evangelista, pero recoge de manera admirable el pensamiento de Jesús. El gesto es insólito. En una sociedad donde está tan perfectamente determinado el rol de las personas y los grupos, es impensable que el comensal de una comida festiva, y menos aún el que preside la mesa, se ponga a realizar esta tarea humilde reservada a siervos y esclavos. Según el relato, Jesús deja su puesto y, como un esclavo, comienza a lavar los pies a los discípulos. Difícilmente se puede trazar una imagen más expresiva de lo que ha sido su vida, y de lo que quiere dejar grabado para siempre en sus seguidores. Lo ha repetido muchas veces: «El que quiera ser grande entre vosotros, será vuestro servidor; y el que quiera ser el primero entre vosotros, será esclavo de todos». Jesús lo expresa ahora plásticamente en esta escena: limpiando los pies a sus discípulos está actuando como siervo y esclavo de todos; dentro de unas horas morirá crucificado, un castigo reservado sobre todo a esclavos. José Antonio Pagola AL ATARDECER LLEGÓ CON LOS DOCE Escrito por Dolores Aleixandre Mc 14, 17 En el relato de Marcos sobre los preparativos de la cena pascual, hay un significativo desplazamiento de lenguaje. El texto comienza diciendo: «El primer día de los ázimos, cuando se inmolaba la víctima pascual, le dicen los discípulos: ¿Dónde quieres que vayamos a prepararte la cena de Pascua?… » (Mc 14,12). Sin embargo, cuando es Jesús quien da las instrucciones para el dueño de la casa, habla de «cenar con mis discípulos», desaparecen las alusiones a lo litúrgico y no hay ya ni una palabra sobre ázimos, cordero, hierbas amargas, oraciones o textos bíblicos: solo pan y vino, lo esencial en una comida familiar. Quiere cenar con los suyos y para eso necesitan encontrar una sala en la que haya espacio para estar juntos: ese es el único objetivo que permanece y que Lucas subraya aún con más fuerza « ¡Cuánto he deseado cenar con vosotros esta Pascua! » (Lc 22, 15). El «con vosotros»es más intenso que la conmemoración del pasado, lo ritual deja paso a los gestos elementales que se hacen entre amigos: compartir el pan, beber de la misma copa, disfrutar de la mutua intimidad, entrar en el ámbito de las confidencias. Su relación con ellos venía de lejos: llevaban largo tiempo caminando, descansando y comiendo juntos, compartiendo alegrías y rechazos, hablando de las cosas del Reino. Él buscaba su compañía, excepto cuando se marchaba solo a orar: había en él una atracción poderosa hacia la soledad y a la vez una necesidad irresistible de contar con los suyos como amigos y confidentes. Al principio ellos creyeron merecerlo: al fin y al cabo lo habían dejado todo para seguirle y se sentían orgullosos de haber dado aquel paso; les parecía natural que el Maestro tomara partido por ellos, como cuando los acusaron de coger espigas en sábado y él los defendió (Mc 2,23-27); o cuando el mar en tempestad casi hundía su barca y él le ordenó enmudecer (Mc 4,35-41); o cuando volvieron exhaustos de recorrer las aldeas y se los llevó a un lugar solitario para que descansaran (Mc 6,30-31). Sin embargo, las cosas que él decía y las conductas insólitas que esperaba de ellos les resultaban ajenas a su manera de pensar y de sentir, a sus deseos, ambiciones y discordias y una distancia en apariencia insalvable se iba creando entre ellos: le sentían a veces como un extraño venido de un país lejano que les hablaba en un lenguaje incomprensible. Pero aunque ninguno de ellos se sentía capaz de salvar aquella distancia, Jesús encontraba siempre la manera de hacerlo. El día en que admiró la fe de los que descolgaron por el tejado al paralítico (Mc 2,5), estaba en el fondo reconociéndose a sí mismo: también él removía obstáculos con tal de no estar separado de los suyos y nada le impedía seguir contando con su presencia y con su compañía, como si los necesitara hasta para respirar. Ellos se comportaban tal y como eran, más ocupados en sus pequeñas rencillas de poder que en escucharle, más interesados en lo inmediato que en acoger sus palabras, torpes de corazón a la hora de entenderlas. Pero él se había ido inmunizando contra la decepción: los quería tal como eran sin poderlo remediar, los disculpaba, seguía confiando en ellos. «Todos vais a tropezar, como está escrito: Heriré al pastor y se dispersarán las ovejas del rebaño» (Mc 14,27), dijo durante la cena. No habló de culpa, ni de abandono, ni de traición: eran amigos frágiles que tropezaban yno se puede culpar a un rebaño desorientadocuando se dispersa y se pierde. Sabía que iban a abandonarle pronto y que, si no habían sido capaces de comprenderle cuando les hablaba de sufrimiento y de muerte, tampoco lo serían para afrontarlo a su lado, pero sobre sus hombros no pesaba carga alguna de reproches o de recriminaciones. Libre de toda exigencia de que correspondieran a su amor, estaba seguro de que, lo mismo que su abandono en el Padre le daría fuerza para enfrentar su hora, aquel extraño apego que sentía por los suyos sería más fuerte que su decepción por su torpeza. Y seguiría considerándolos amigos, también cuando uno de ellos llegara al huerto para entregarle con un beso. Dolores Aleixandre RECORDAMOS QUE JESÚS SE DIO TOTALMENTE Escrito por Fray Marcos Jn 13, 1-15 Considero la liturgia del Jueves Santo la más significativa de todo el año. Para mí, es la que mejor expresa lo que fue Jesús y su mensaje. Mañana recordaremos la muerte de Jesús, pero hoy se plantea el significado de esa muerte, que es mucho más importante para nosotros que la misma muerte. Ese significado lo encontramos en el relato que los evangelios hacen de la última cena. La protesta de Pedro, en el relato de Jn, deja claro que, en aquel momento, no entendieron nada. No podemos reprochárselo, porque tampoco nosotros somos capaces de hacerlo. Aun no sabemos el sentido exacto que quiso dar Jesús a aquellos gestos y palabras. El mismo Jesús le dice a Pedro que no lo puede entender “por ahora”. Sabemos que no fue un rito de purificación (antes de comer estaba mandado lavarse las manos, no los pies). No responde a una necesidad urgente (Los discípulos podían seguir con los pies más o menos sucios). Tampoco podemos reducirlo a un acto formal de humildad. Jesús pasaba de todo formalismo. Fue, sin duda una acción profética. La Biblia está plagada de esta manera de trasmitir una verdad profunda, sobre todo en los profetas. Esta es la razón por la que, el recuerdo de lo que Jesús, se convirtió muy pronto en el sacramento de nuestra fe. Y no sin razón, porque en esos gestos y palabras está encerrado todo lo que fue Jesús durante su vida y lo que tenemos que llegar a ser nosotros. El relato que acabamos de leer, muestra la importancia que para aquella comunidad tenían los acontecimientos recordados. Lo pone de manifiesto, la grandiosa obertura con que arranca el texto: “Consciente Jesús de que había llegado su “hora”, la de pasar de este mundo al Padre, él, que había amado a los suyos que estaban en medio del mundo, les demostró su amor en el más alto grado”. Pero no es menos sorprendente el final del relato: “¿Entendéis lo que he hecho con vosotros? Vosotros me llamáis el “Maestro” y el “Señor”; y decís bien, porque lo soy. Si yo, el Maestro y el Señor, os he lavado los pies, sabed que también vosotros debéis lavaros los pies unos a otros”.Aquí está la clave de la celebración de hoy. No importa que las haya pronunciado el mismo Jesús, es el sentir de la comunidad de Juan y eso es para nosotros lo importante. Recordamos lo sucedido en la Última Cena, sobre todo la institución de la eucaristía y el lavatorio de los pies. Nuestra reflexión va a comenzar por el lavatorio de los pies. No porque sea más importante que la eucaristía, sino porque espero que esta reflexión nos ayude a comprenderla mejor. En ese gesto, Cristo está tan presente como en la celebración de la eucaristía. Si entendemos esta equiparación, estaremos en condiciones de ahondar en el significado de los dos hechos. Lavar los pies era un servicio que normalmente solo hacían los esclavos. Jesús quiere manifestar que él está entre ellos como el que sirve. Esto es lo que había hecho Jesús durante toda su vida, pero ahora quiere hacer un signo, que no deje lugar a la duda. Es importante el hecho en sí, pero mucho más, lo que quiere significar. Jn, el más espiritual y místico de los evangelistas, el que más profundizó en el mensaje de Jesús, ni siquiera menciona la institución de la eucaristía. Esto debía hacernos pensar en la importancia del signo de lavar los pies. Sospecho que Juan quiso recuperar par la última cena el carácter de recuerdo de Jesús como don, como entrega. "Yo estoy entre vosotros como el que sirve." Jesús no renuncia a ninguna grandeza humana, pero denuncia la falsedad de la grandeza humana que se apoya en el poder. La verdadera grandeza humana está en parecerse a Dios que se da sin condiciones ni reservas. Todo ser humano, también Jesús, es un proyecto que tiene que ser llevado a la realización completa. Esa plenitud a la que puede llegar, está marcada por su capacidad de darse a los demás. Poco después del texto que hemos leído, dice Jesús: “Os doy un mandamiento nuevo, que os améis unos a otros como yo os he amado”. Esta es la explicación definitiva que da Jesús a lo que acaba de hacer. Cuando seguimos insistiendo en los diez mandamientos de Moisés o los de la Iglesia, nos quedamos a años luz del mensaje de Jesús. Para el que quiere seguir a Jesús, todo queda reducido a esto: ¡Amaros! No dijo que debíamos amar a Dios, ni siquiera que debíamos amarle a él. Tenemos que amarnos, eso sí, como Jesús amó. Una eucaristía celebrada como devoción, que comienza y termina en el templo, no es la eucaristía que celebró Jesús. Celebrar la eucaristía es aceptar el compromiso de darse totalmente. La eucaristía no es más que el signo de la entrega. Si no se da esa entrega, lo que hacemos se queda en un puro garabato. En este relato del lavatorio de los pies, no se dice nada que no se diga en el relato de la eucaristía, pero evita el peligro de quedarnos en la espiritualización del misterio. Tenemos que hacer un esfuerzo por descubrir el verdadero significado de la eucaristía a la luz del lavatorio de los pies. Jesús toma un pan y mientras lo parte y lo reparte les dice: esto soy yo. Meteos bien en la cabeza, que yo estoy aquí para partirme y repartirme, para dejarme comer, para dejarme masticar, para dejarme asimilar, para desaparecer dándome a los demás. Yo soy sangre, (vida) que se derrama para todos, que llega a todos, que da vida a todos, que saca de la tristeza y de la muerte a todo el que se deja empapar por esa Vida. Las palabras finales son muy importantes. Jesús no dice que repitamos el gesto no para “conmemorar” el hecho, sino para que tomemos conciencia de su significado y vivamos lo que él vivió. Lo que Jesús quiso decirnos en estos gestos es que él era un ser para los demás, que el objetivo de su existencia era darse; que había venido no para que le sirvieran, sino par servir a todos. Manifestando de esta manera que su meta, su fin, su plenitud humana solo la alcanzaría cuando se diera totalmente, cuando llegara al sacrificio total con la muerte asumida y aceptada. De ahí la profunda relación que tienen los acontecimientos del Jueves Santo con los del Viernes. Jesús des-trozado en la cruz, puede ser asimilado e integrado en nuestro propio ser. Solo cuando muramos a todos nuestros egos, llegaremos a la plenitud del amor. Aunque Jn no menciona la eucaristía en la última cena, no se ha desentendido de un sacramento que tuvo tanta importancia para la primera comunidad. En el c. 6 del evangelio de Jn, encontramos la verdadera explicación de lo que es la eucaristía. “Yo soy el pan de vida”. Para explicar esto, dice a continuación: “Quien viene a mí, nunca pasará hambre; el que me presta su adhesión, nunca pasará sed”. Está muy claro que comer materialmente el pan y beber literalmente la sangre, no es más que un signo (sacramento) de la adhesión a Jesús, que es lo verdaderamente importante. Se trata de identificarse con su manera de ser hombre, resumida en el servicio a los demás hasta deshacerse por ellos. En el mismo c. 6, dice un poco más adelante: “El Padre que vive, me ha enviado y yo vivo por el Padre; del mismo modo el que me “come” Vivirá por mí”. Para mí, no hay en todo el NT una explicación más profunda de lo que significa este sacramento. Jesús tiene la misma Vida de Dios, y todo el que viva como él vivió tendrá también la misma Vida, la definitiva, la trascendente, la que no se verá alterada por la muerte biológica. Para hacer nuestra esa Vida, tenemos que aceptar la “muerte”, no la física (aunque también), sino la muerte a todo lo que hay en nosotros de caduco, de terreno, de transitorio, de individualismo, de egoísmo. Sin esa muerte, nunca podrá haber verdadera Vida. No se trata renunciar a nada, sino de conseguirlo todo, al elegir la más alta posibilidad de plenitud humana. Moviendo al lavatorio de los pies. Esta actitud de Jesús a los pies de sus discípulos, pulveriza la idea de Dios “Señor Soberano Todopoderoso” al que hay que servir. Jesús hace presente a un Dios que no actúa como Dueño celeste, sino como servidor del hombre. Dios está a favor de cada hombre no imponiendo su voluntad desde arriba sino trasformando al hombre desde abajo, desde lo hondo del ser humano y levantando al hombre a su mismo nivel. Todo poder, sobre todo el ejercido en nombre de Dios, es contrario al mensaje de Jesús. Ni siquiera el deseo de hacer bien al otro, puede justificar ponerse por encima de los demás para violentarles. Meditación-contemplación Jesús manifiesta lo que es Dios poniéndose al servicio de los demás. Deshaciéndose, alcanza la plenitud. Hoy lo descubrimos en el signo del lavatorio y la eucaristía. Mañana, entregando su vida por amor.
1. FE/RASGOS. En este milagro se quiere destacar la fe del centurión, un hombre pagano, que no pertenece al pueblo de Israel. En la mente del evangelista está sin duda, el contraste con el pueblo de Israel que no manifiesta esa misma fe y rechaza a Jesús. Este episodio es, también, como un preludio de la futura entrada de los gentiles en la Iglesia. Sabiendo que el Evangelio de Lucas tiene un sentido evangelizador y educador de la fe para que el discípulo aprenda lo que tiene que hacer en el seguimiento de Jesús, el centurión es aquí como un modelo de referencia. El punto de referencia es la persona del centurión, del cual los ancianos de los judíos dan un buen informe, pero en el fondo lo que se quiere destacar es la fe, como condición indispensable del discípulo para seguir a Jesús. La fe es como una condición previa, como una actitud que se requiere para entrar en el Reino de Dios que predica Jesús. Está en todas las páginas del Evangelio. Es difícil de definir, pero se intuye y se siente. Definirla o intelectualizarla es desvirtuarla. Se han escrito tantos tratados sobre ella, que cuesta hablar de ella, aunque pensemos que es el fundamento. Está más cerca del corazón y del sentimiento que del entendimiento y la inteligencia. Más cerca de lo que llamamos confianza que de la certeza, aunque tenemos que reconocer que en toda confianza hay siempre algo de certeza. A la fe, y lo mismo al sentido religioso, se le ha querido definir tan estrictamente que se ha caído en reduccionismos que los han desprestigiado. Y así se ha dicho que la fe es oscura, ciega, y don de Dios, y algo enteramente sobrenatural, con lo cual se ha oscurecido su valor y el enganche con la vida. Hoy tendríamos que destacar su conexión y punto de encuentro con la vida cotidiana (el amor humano, la convivencia...) así como su calor y su apertura a las aspiraciones y valores del hombre. Cuando Jesús pide la fe no está pidiendo algo raro y extraordinario, casi un imposible, sino algo muy humano y razonable si se tiene en cuenta su estilo de vida y su sentido de Dios y su modo de pensar sobre los hombres y sobre la naturaleza. La fe nace espontánea del corazón del hombre y de las exigencias de la vida cotidiana, siempre que no haya prejuicios psicológicos o ideológicos. Si nuestro mundo no cree es porque vive de una forma que le impide abrirse y confiar en el hermano y desde esa actitud tampoco se puede abrir a Dios. Son los intereses, el egoísmo, la búsqueda del poder y del placer, y un falso concepto del saber lo que le impiden creer. En esta narración encontramos unos cuantos rasgos que sin pretender sean los rasgos esenciales de la fe ni los más importantes, son ejemplares para todo discípulo de Jesús. El pueblo de Dios real no coincide con el oficial. El centurión no pertenece al pueblo de Israel. La fe no siempre coincide con la confesión oficial ni con la religiosidad externa. Esto sucedía en aquel momento y sucede, sin duda, en el actual momento de la Iglesia. Sabemos que hay gente que se aferra a tradiciones y prácticas religiosas por encima y, a veces, en contra de la fe verdadera. Con una actitud así es muy difícil ser discípulo de Jesús. Se puede ser religioso, pero no cristiano. La fe verdadera lleva a acoger a las personas por encima de razas e ideologías. En el centurión se da una actitud así, pero sobre todo en Jesús, y no sólo en este pasaje. Siempre ha sido muy peligroso creerse el pueblo y los elegidos de Dios. Más aún, creerse eso es alejarse de Dios como sucedió con los judíos. Jesús va a lo hondo y a la intimidad de la persona, y ahí debe de ir el buen discípulo. Cercanía, respeto y acogida a las personas. Esta será una de la grandezas del cristianismo. La fe verdadera está abierta y aprende siempre de los demás. El centro de la fe cristiana es la persona de Jesús. El centurión manifiesta un profundo respeto por Jesús. No se considera digno de que visite su casa y usando una comparación militar demuestra una gran confianza en el poder de Jesús. Sus palabras las repetimos los cristianos con mucha frecuencia y en uno de los momentos más sagrados de la liturgia. Han quedado como modelo de fe y confianza. Esta fe en la persona de Jesús, y a travès de él en el Padre, es la nota más característica de la fe cristiana. Es la condición previa que pide Jesús a todo el que quiera ser su discípulo. Esto está en todas las páginas del Evangelio. Con una fe así son posibles los milagros y hasta lo imposible. Y sucede lo imposible, o lo que parece imposible, como es la curación del criado del centurión. El evangelio se complace especialmente en figuras como la del centurión cuando se quiere destacar la fe. No lo hace a través de discursos ni razonamientos, sino de personas. Con frecuencia estas personas no son creyentes del pueblo de Israel. Así cuando nos habla de la viuda de Sarepta, o de Naamán el sirio, de la hemorroisa, y de otras figuras. ¿No se nos querrá recordar que la fe es un don o gracia universal que no se mide por la geografía ni por las creencias?. Tiempos de increencias los nuestros y es algo que nos tiene que hacer reflexionar. La figura de este centurión, por su apertura, bondad y generosidad, y sobre todo por su fe, que no hay que separar de las otras virtudes, es un buen punto de referencia. Un buen modelo. DABAR 1989/31 2. J/SOLIDARIDAD FE/IDEOLOGIA No es Jesús un espectador ante quien desfila la realidad para ser contemplada y entendida intelectualmente. No es Jesús un filósofo que nos da una maravillosa lección para hacernos entender la complejidad de la vida. El Jesús de Lucas es Alguien que vive en medio de los acontecimientos, participando de sus avatares y tomando actitudes ante las personas. Es una persona sensible ante el dolor y el sufrimiento, preocupado por aliviar el peso de quienes soportan la carga más dura de la vida, solidario con quienes llevan la peor parte, cercano de quienes son apartados y marginados, portador y revelador de un Dios tremendamente humano, próximo y compasivo, en el buen sentido de sentir-con. En el ambiente político de ocupación, se respira un aire de odio hacia el ejército invasor. El nacionalismo judío se siente humillado ante la prepotencia romana que confirma la regla, que ha dado muestras de superar el enfrentamiento y adoptar una actitud positiva de acercamiento y colaboración. En este contexto, este hombre conoce la realidad que le circunda y la suya propia. Sabe que no puede apelar a sus derechos por no formar parte de aquella comunidad religiosa que se tiene como elegida y controladora de las actuaciones de Dios. También sabe que su pequeña parcela de poder no es capaz de conseguir lo que en ese momento necesita, ni le da derecho a reclamar un trato de privilegio. Está en manos de lo que Jesús quiera hacer. Pero conociendo su incapacidad y su no merecimiento, confía en Jesús como Alguien capaz de hacerlo y, sobre todo capaz de comprender y sentir con él. Por lo que ha oído, sabe que Jesús es sensible y humano, que no le importa lo que es y a qué grupo pertenece, que lo que importa es paliar el sufrimiento, curar el dolor, hacer el bien, preocuparse por las necesidades de las personas, sean quienes sean. El grupo de personas que hacen de intermediarios manifiesta una actitud completamente distinta: se consideran en su función de intercesores que, con su actitud paternalista, van a tratar de conseguir algo que para ellos considerarían obvio, dada su pertenencia a la nación de Dios, al grupo de los religiosos, y que en el caso de este romano no lo es. Como no cumple el primer requisito o exigencia: ser de los nuestros, porque entonces entraría en la lógica de los derechos exigibles, evocan los merecimientos conseguidos por sus buenas obras y por su aptitud de simpatía hacia lo nuestro. Es la ideologización de la fe. Han hecho de la fe un carnet de identidad, porque se puede distinguir a quien es de quien no es, a quien es bueno de quien no es bueno, a quien piensa como nosotros de quien no piensa como nosotros, a quien es hijo de Dios de quien no es hijo de Dios. Entienden a Dios como el protector de quienes se portan bien, en definitiva, en término legales. Para Jesús, la fe es la del romano, que ha comprendido la actitud tan humana de Dios y sabe de su preocupación por los hombres, sean éstos como sean. Ha entendido a Dios como el interesado en el bien, la felicidad y la vida de los hombres. Lo ha descubierto como el Alguien más preocupado por salir al paso de las necesidades humanas. Lo ha experimentado como el Ser más humano que los hombres puedan encontrar nunca. Desde esa comprensión de Dios, el romano sabe que puede tener confianza, no porque se lo merezca ni porque sea importante, ni porque pertenece a un grupo. Simplemente porque Dios es profundamente bueno, sensible, cercano, Hombre. Seguramente no conocía las grandes cuestiones de la religión sobre la Ley y los preceptos, es posible que no conociera las reglas básicas de un buen israelita. Había entendido, sin embargo, que, a pesar de todo, en Jesús podía tener confianza. JOSÉ ALEGRE ARAGÜES DABAR 1986/32 3. FE/QUÉ-ES. "Ni en Israel he hallado tanta fe". ¿La hallaría Jesús en su Iglesia, entre los cristianos? Tal es la pregunta que debemos hacernos, si de verdad prestamos oído al evangelio, que es palabra de Dios. Y no es un mero recurso oratorio, sino una cuestión fundamental, pues hay muchas coincidencias, tal vez demasiadas, entre los cristianos y los judíos. Por de pronto, coincidimos en considerarnos privilegiados en la fe. Los judíos se enorgullecían de llamarse el pueblo elegido de Dios, como nos enorgullecemos nosotros de pertenecer a la verdadera Iglesia de Cristo. Pero, más allá de toda presunción, la del pueblo elegido y la verdadera Iglesia, Jesús pone el énfasis en la fe, que es una actitud personal de confianza en Dios. La fe no consiste en recitar el credo, ni siquiera en aprenderse la nueva formulación. Tampoco consiste en tener por verdadero todo lo que la Iglesia nos propone. Creer es tener fe en Dios, en Jesucristo, Hijo de Dios. Por eso nos llamamos cristianos, porque creemos en Dios por Jesucristo, que es tanto como decir que creemos que Jesús es Dios y hombre verdadero. -"Señor...". La fe nace del encuentro personal con Dios en Jesucristo. El centurión, educado en el politeísmo, simpatizó con el monoteísmo judío, hasta el punto de construir la sinagoga de Cafarnaún para atender a las manifestaciones religiosas de los judíos. También había oído hablar mucho sobre Jesús, y así había dado los primeros pasos en la fe. Pero fue en su encuentro personal con Jesús como maduró su fe, hasta merecer el elogio de Jesús frente a la mediocridad de sus compatriotas judíos, recelosos de Jesús hasta la obstinación. La fe del centurión se expresa admirablemente en el modo como se dirige a Jesús, después de haberse encontrado con él: "Señor...". Jesús es el Señor, es decir, Dios, es la primera expresión de la fe cristiana. Eso es lo que creemos los cristianos. ¿Lo creemos porque nos lo han dicho o porque hemos tenido la experiencia del encuentro con Jesús? Todos nosotros hemos sido bautizados en la fe de la Iglesia, es decir, en lo que nos han dicho nuestros padres y nuestros curas. Pero es fe humana, que no religiosa. Hay que dar el salto de lo que nos han contado, de lo que hemos oído, a lo que vivimos y experimentamos en la oración, en la eucaristía, en los sacramentos, en el amor al prójimo. Hay que pasar de la fe sociológica, tradicional, a la fe de convicción y personal. FE/HUMILDAD FE/CREATURA FE/ETAPAS. -"Yo no soy digno". El primer paso para llegar a la fe religiosa es el reconocimiento de nuestra condición humana frente a Dios. Somos hombres, no dioses. Nada más que hombres, por mucho que nos empeñemos en rebajarnos al nivel de los seres irracionales. El centurión tenía esa efímera, pero halagadora, experiencia de ser más o de creerse más, porque era un oficial del poderoso ejército de la superpotencia imperial de Roma. Pero frente a Jesús comprende que todo eso no es nada, sino apariencia. Le ha bastado la amarga experiencia de no poder hacer nada por uno de sus servidores enfermos y a punto de morir. El oficial temido por los pueblos avasallados y las gentes sometidas es sólo un hombre. Y hombres son sólo los ricos y los poderosos y los importantes y los influyentes, hombres entre los hombres y frente a Dios. Hay que rebajar los humos, humillarse, reconocerse como hombre para poder tener la experiencia de Dios. El que se endiosa, se incapacita para creer y se rodea de un corro de adoradores, de aduladores y cortesanos que le ciegan. -"Mándalo con tu palabra". El segundo paso hacia la fe, tras la conciencia de los límites de nuestra condición humana, es el reconocimiento del poder de la palabra de Dios. En el principio ya existía la palabra, y la palabra era Dios. Y, como dice iterativamente el Génesis, dijo Dios: "Hágase la luz, y la luz fue hecha"; "Sepárense las aguas, y se separaron, y hubo mares y ríos". En la conciencia de nuestra debilidad humana barruntamos la fuerza del otro, de todos los hombres, de Dios. Por eso es más fácil encontrarse con Dios cuando bordeamos los límites de nuestra capacidad, casi siempre en nuestra debilidad frente al infortunio, la enfermedad y la muerte. Porque la vida y la muerte son humanas, pero la muerte no tiene que ver con Dios, que es Dios de vivos. Y la palabra de Dios se hizo carne y habitó entre nosotros y se hizo, en Jesús, solidario de todos los hombres. Por eso la fe es confianza y esperanza sin límites, más allá de todo y a pesar de todo. -"Y mi siervo quedará curado". El primer paso y el segundo trazan un solo camino, que es siempre el prójimo. Dios se hizo hombre, para que no lo busquemos en el cielo, sino en el prójimo. El otro, todos los otros, es el único camino que puede reconducirnos a Dios. Si no amamos al prójimo, al que vemos, dice san Juan, ¿cómo vamos a amar a Dios a quien no vemos? (/1Jn/04/20). En el relato evangélico hay un rasgo que no puede pasar desapercibido. Y es la anotación del evangelista en dejar constancia de que el centurión, el oficial del poderoso imperio romano, sentía afecto y se preocupaba de la enfermedad de uno de sus servidores. Este insólito gesto de amor es, sin duda, la explicación del proceso que condujo al centurión hasta el encuentro con Jesús y a descubrir, por la fe, a Dios en Jesucristo. La crisis de fe, que lamentamos a veces, coincide con una creciente pérdida de sentimientos humanos, con una deshumanización preocupante. Habiendo una clara conciencia de la dignidad y valor de la persona, como refleja la Declaración de los Derechos Humanos, el hombre es siempre la víctima de todos los eventos y desarrollos. La pobreza, la marginación, la infidelidad, la insolidaridad, la explotación, la violencia, la xenofobia, la injusticia y el egoísmo son los verdugos del hombre, que ejecutan a millares las vidas de los hombres, como si se tratase de pequeños detalles. No hay respeto al hombre, no hay fe en los otros. ¿Cómo puede haber fe en Dios, que se ha manifestado como Padre de todos los hombres? La crisis de fe no es más que el lado visible de un tremendo iceberg, que es la deshumanización del progreso tal y como se entiende y practica a escala mundial y aun a pequeña escala en la familia y en el trabajo o en la política y los negocios. EUCARISTÍA 1989/26 4. FE/MILAGRO: Y no ha sido sólo el Maestro el que ha quedado admirado de aquella fe fuera de lo normal. Parece que también Lucas ha sido tocado, fulgurado, casi trastornado. Por lo que da la impresión de que se olvida del criado moribundo, que está en la base de todo. Cae en la cuenta al final y lo remedia con una anotación apresurada: "Y al volver a casa, los enviados encontraron al criado sano". Ahí está todo. Es algo increíble. El evangelista pretende contarnos un milagro. Y, por el camino, su pluma es desviada hacia otro suceso excepcional. Tanto que, sólo en la última línea, se nos hace saber que el criado ha sido efectivamente curado. Casi como si el detalle resultase insignificante respecto al núcleo esencial de la narración, respecto a la "novedad" sorprendente con la que ha topado a lo largo del camino. Como diciendo que el verdadero milagro es la fe. La fe constituye la premisa indispensable del milagro. No al revés. La fe es la que provoca, la que hace posible el milagro. No es el milagro el que hace nacer la fe (aunque ésta sea la mentalidad corriente). Es más, ya la fe en sí misma representa el prodigio, el suceso milagroso, la realidad inaudita. Jesús se pone en camino para ir a hacer un milagro. Pero encuentra el milagro por el camino. Por lo que no puede librarse de proclamar la propia sorpresa: "os digo que ni en Israel he encontrado tanta fe". Sí. Aquí todo sucede a distancia. Cristo y el centurión no se encuentran. No se conocen en absoluto. Y tampoco se encuentran cara a cara el enfermo y el que cura. Las palabras vienen "referidas". El milagro de realiza a distancia. Y se constata "después". ¿No será la fe acaso esta realidad "presente", punto supremo de cercanía, que es capaz de soportar todas las distancias y todas las ausencias?. Yo, desgraciadamente, necesito de un Dios siempre al alcance de la mano, al alcance de mis charlatanerías. Un Dios de quien disponer en los momentos que yo quiero. Un Dios que se deje oír, que me facilite las pruebas de su presencia, que me documente concretamente su cercanía. Soy incapaz de fiarme de una palabra suya "a distancia", de agarrarme a su ausencia, de sentirme seguro incluso cuando no está (como yo pretendería). Entonces no es Dios quien está "distante". Es mi fe la que está ausente. (¿Quién sabe si a Jesús le "resulta" el milagro de curar una fe -la mía- que tiene necesidad de tantas palabras tranquilizadoras, claras, y ya no está en condiciones de percibir "una sola palabra" que llega de lejos?). ALESSANDRO PRONZATO PAN DEL DOMINGO/C.Pág. 124 5. -La fe de un extranjero (Lc 7, 1-lO) La narración de la curación del criado del centurión se encuentra en S. Mateo y en S. Lucas con algunas diferencias que no dejan de tener su interés. Parece que S. Lucas ha querido subrayar la calidad de la fe de un no-judío en contraposición a las dificultades que experimentan los judíos para confiarse a Cristo. Por eso está muy estudiada la puesta en escena. Como pagano que es, el centurión no va en persona a ver a Jesús; no es su ambiente y no se atreve a hacerlo. Envía en su nombre a judíos notables a los que sin duda habría hecho algunos favores. De hecho, los notables tienen buen cuidado en decirle a Jesús que el centurión ha construido la sinagoga; se trata de un amigo verdadero. Cuando Jesús se encamina hacia la casa del centurión, este le envía un aviso expresándole su deseo de no molestarle; sabe que un judío no puede entrar en casa de un pagano. Y su fe en Jesús se manifiesta de modo conmovedor, hasta el punto de que su confesión se perpetúa en la celebración eucarística de la Iglesia latina: "No soy digno de que entres en mi casa, pero di una sola palabra y mi criado quedará sano". S. Lucas relata cuidadosamente la reacción de Jesús: "Ni en Israel he encontrado tanta fe". También a nosotros, nuevo Pueblo de Dios, se nos presenta un problema semejante. ¿Encuentra Cristo, entre nosotros, la fe del centurión? Este domingo nos debe plantear este problema tanto a nosotros mismos como a toda la Iglesia de nuestros días. ¿Los mayores testimonios de fe se encuentran en la Iglesia católica? ¿La fe en Dios se manifiesta con toda viveza en las Iglesias cristianas? La reacción de Cristo podría aplicarse perfectamente y con toda su dureza a nuestra época. La fe es un don, un don que debe sin duda ser acogido y cultivado, pero es un don y nadie puede acapararle en exclusiva. -La oración del extranjero (1 R 8, 41-43) Salomón construyó el Templo. Esto no dejaba de crear algún problema a la mentalidad judía, porque sabían que no se puede encerrar al Señor en un templo; que no era posible forzarle a escuchar a quien uno quiera e impedirle que atienda a quien uno no desee. Salomón tuvo que exponer al pueblo los motivos de la construcción del templo (1 Re 8, 14-21). Después de una oración para que el trono de David tenga un sucesor para siempre, Salomón ora por todo el pueblo para que el Señor le escuche en toda circunstancia, y luego ora por los extranjeros, es decir, por aquellos que no pertenecen a la raza de Israel. No hay que extrañarse de que un extranjero vaya al templo. Algunos de ellos han oído hablar de lo que Dios ha hecho por su pueblo. Todos los pueblos de la tierra podrán reconocer el poder del Señor. Este texto nos pone en contacto con lo que oiremos proclamar en el Evangelio: la fe puede darse también en un extranjero, es decir, en aquellos que no comparten nuestra religión. Este hecho no debe producir en nosotros tristeza, sino que debe conducirnos a alabar a Dios que quiere salvar a todo el mundo. Sin embargo, debe hacernos reflexionar; a nosotros la fe nos es accesible de muchas maneras y tenemos muchos dones de gracia para alimentarla: la Palabra de Dios, los sacramentos. Pero toda esta "facilidad para creer" ¿no puede ser una verdadera acusación contra nosotros? NOCENT-6.Pág. 22 s. 6. 1. Los milagros de Jesús La enseñanza de Jesús, nueva y radical, no ha hecho disminuir su popularidad. Mateo nos dice que "lo siguió mucha gente" (Mt 8,1), lo mismo que indicaba al comienzo de su primer discurso. El discurso del sermón de la montaña ha sido pronunciado fuera de la ciudad de los hombres; esa ciudad en la que el hombre vegeta dominado por unos valores -el afán de placer, de poseer y de dominar- que jamás llenarán su vida. Sólo fuera de esa "ciudad" puede el hombre encontrarse con Jesús, con sus planteamientos, y aceptarlo. Sólo fuera de la ciudad podremos descubrir que nos compensa el seguimiento de Jesús, al ir descubriendo -en el silencio y la reflexión- los verdaderos valores humanos; porque ¿de qué nos sirve ganar el mundo entero si perdemos la vida? (Mt 16,26). "Entró en Cafarnaún", donde se va a encontrar con las enfermedades y dolencias "del pueblo" (Mt 4,23), enfermedades y dolencias que intentará curar ante la oposición de los poderosos dirigentes religiosos. Los milagros que nos narran los evangelistas no son sucesos espectaculares, sino la expresión de la acción salvadora de Jesús. Son signos de la acción de Dios en medio de los hombres, signos del deseo divino de liberar a los hombres de todas las esclavitudes. Y, como signos, exigen fe y confianza en esa liberación que Dios quiere; y trabajar por ella. Saber exactamente lo que pasó en cada uno de los hechos milagrosos que nos narran los evangelistas nos es imposible. Lo que sí es claro es que éstos no hacen historia científica para que la aceptemos al pie de la letra, sino que presentan unas realidades que oprimen a los hombres, vistas y revestidas con los ojos de la fe y con la intención de interpretar esa fe. Lo que es indiscutible es que la acción de Jesús fue interpretada por el pueblo como beneficiosa y curativa: curaba enfermedades, daba deseos de caminar y de vivir... Podemos decir que los milagros son una manera de decir simbólicamente que Jesús hizo más verdadera la vida de los que se encontraron con él y se abrieron a su mensaje. Sin negar que existieran realmente esos hechos milagrosos. Así, por ejemplo, los leprosos pueden representar hoy a los marginados por la sociedad como indeseables: drogadictos, alcohólicos, disminuidos físicos y psíquicos, gitanos, negros, analfabetos, ancianos, vagabundos... Son en el mundo cientos de millones. Tampoco podemos olvidar que los milagros -como todo el contenido evangélico- han sido narrados después de la resurrección de Jesús y a la luz que ésta proyectó sobre toda su vida. 2. Los paganos también tienen cabida en el reino Entre las narraciones de Mateo y Lucas sobre la curación del siervo del centurión hay algunas diferencias. La más notable es que, mientras en Mateo es el centurión el que se acerca a Jesús y le pide que le cure al criado, en Lucas "envió a unos ancianos de los judíos" a pedirle el favor, que elogian la bondad del centurión para con el pueblo judío. Es característico de Lucas no atacar a los romanos, sino presentarlos como buenas personas. Comparando con otros acontecimientos de la vida de Jesús, podemos deducir que la "influencia" que podían ejercer en él los enviados del centurión era nula. Jesús no acepta las influencias, se ríe de ellas, las critica. Si aceptó ir a la casa, sería por otros motivos. El centurión es un soldado del ejército de ocupación de Roma, que mantiene el orden militar en Palestina. Está al frente de un destacamento de cien hombres. Una situación necesariamente enojosa para los judíos, contrarios a esa ocupación. Por eso sorprende que se le presente como amigo de los propios judíos. Quizá fuera un prosélito (paganos que aceptaban de alguna forma la herencia religiosa de Israel). Los paganos -y el centurión lo era- eran religiosamente impuros, por no pertenecer al pueblo de Israel. No se podía entablar conversación con ellos, y mucho menos ir a su casa (He 10,28). Jesús no acepta las prohibiciones de la ley sobre lo puro e impuro. Y así, está dispuesto a ir a casa del centurión pagano y curar al enfermo. La salvación que trae es universal y no puede reconocer fronteras entre hombres y pueblos. La intención de los evangelistas parece ser hacer patente que los paganos tienen también acceso a Jesús y, por tanto, a la comunidad cristiana. Insinúan que, debido a su fe ejemplar, tienen derecho a los primeros puestos. Es de destacar la habilidad con que presentan una enseñanza tan difícil de aceptar por los judíos. Es fácil que pretendan también ayudar a superar la oposición que había a la entrada de los paganos en las comunidades que iban naciendo. 3. La fe del centurión: Mientras los judíos se quedan simplemente en las obras, el centurión penetra en la realidad que representa Jesús, y lo acepta como venido de Dios con poder para que el mundo encuentre su liberación, simbolizada por la curación del siervo. Jesús quiere ir a curar al criado. El centro de la narración es el diálogo entre el centurión y Jesús. La curación sólo se narra de pasada. El centurión se ha formado un gran concepto de Jesús, hasta el punto de creer que tiene poder para curar a distancia. Se considera indigno de recibirlo en su casa, porque es consciente de su inferioridad como pagano y del compromiso en que pone a Jesús si va a visitar al criado. Todo ello da ocasión para mostrar la extraordinaria calidad de su fe. Adopta la actitud de humildad e indignidad que experimenta el hombre cuando, personalmente y a solas, se encuentra con Dios. Establece una comparación entre su propia autoridad y la del joven galileo. El es un jefe que ordena una cosa a sus subordinados y es obedecido. Pero su poder es insignificante comparado con el de Jesús, que con su palabra, sin tocar ni ver al enfermo, a distancia, puede curarlo. Su fe en Jesús es enorme. No hay acción de Jesús con el enfermo. El centurión le pide solamente una palabra. Es posible que ambos evangelistas quieran aludir aquí a la misión entre los paganos, que, sin haber tenido contacto directo con Jesús, experimentan la salvación que viene de él. Así adquiere también un sentido simbólico el hecho de no ir a la casa. La presencia física de Jesús no es necesaria; la salvación de los paganos se realizará a través del mensaje. La escena es como un preludio o anuncio del evangelio a los paganos. Jesús está maravillado de lo que ha dicho el centurión. Antes de contestarle, dirige a sus hermanos en el judaísmo una frase durísima: "Os aseguro que en Israel no he encontrado en nadie tanta fe". Y al centurión: "Vuelve a casa, que se cumpla lo que has creído". 4. Incredulidad de Israel Israel no logra tener esa fe, y por eso perderá el puesto. Los verdaderos hijos de Abrahán serán los que tengan una fe como la del centurión. Jesús ve que su mensaje va a suscitar mejor respuesta entre los paganos que entre los israelitas. "Y en aquel momento se puso bueno el criado". Mateo y Lucas nos muestran la eficacia de la palabra de Jesús, capaz de sacar al hombre de su estado sin esperanza. El verdadero milagro de Jesús consiste en suscitar la fe, en animar al hombre a caminar y a realizarse. La plenitud del hombre empieza con las buenas obras y termina en la apertura hacia el misterio salvador-liberador de Dios. La curación, además de ser una ilustración del poder de la fe, es signo de una espera de Dios más viva en el mundo pagano que en el mismo Israel. Y es que la fe no se encuentra siempre donde se espera -quizá casi nunca-; no coincide con los ámbitos institucionales. Una cosa se pone aquí de nuevo en claro: nunca puede reclamarse un derecho -ser cristiano, por ejemplo- por la tradición, por los méritos de los antepasados, por pertenecer a una determinada familia, a una asociación o congregación religiosa, a un pueblo... Lo que decide es una fe como la del centurión. La fe en Jesús es condición necesaria y suficiente para ser ciudadano del reino de Dios. Se derriba la barrera entre Israel y los demás pueblos. De la misma manera, se derriban, ahora y aquí, las barreras ideológicas y religiosas: salva la fe con obras en favor del hermano. Este pasaje evangélico debería ser una lección para los cristianos de hoy. Estamos demasiado acostumbrados a Jesús, sabemos mucho de él desde pequeños; por eso estamos incapacitados para encontrarnos en profundidad con todo lo que representa. Creerse en posesión de la verdad trae estas sorpresas... ACERCA-2.Págs. 48-52 7. COMULGAR MANO: Al escuchar las palabras del centurión: «Señor, no soy digno de que entres bajo mi techo...», más de un creyente recordará que son las mismas que pronunciamos poco antes de acercarnos a comulgar. Entre tantas discusiones de no excesiva trascendencia, suscitadas después del Concilio, una de las más pintorescas ha sido, sin duda, la de recibir la comunión en la mano o en la boca. Como es sabido, ambas maneras de comulgar pueden ser respetuosas y expresivas. Y es el mismo creyente el que ha de decidir si desea comulgar de un modo u otro, sin que el sacerdote se lo imponga según su gusto o preferencia. En contra de lo que se piensa normalmente, comulgar en la mano no es algo «nuevo», sino la costumbre más natural durante los primeros siglos, tal como lo reflejan los diversos testimonios, pinturas y relieves de las iglesias de África, Oriente, Roma, España, Milán. En el siglo IV, san Cirilo de Jerusalén escribe así a sus fieles: «Cuando te acerques a recibir el Cuerpo del Señor, no te acerques con las palmas de las manos extendidas ni con los dedos separados, sino haciendo de tu mano izquierda como un trono para tu mano derecha, donde se sentará el Rey. Con la cavidad de la mano recibe el Cuerpo de Cristo y responde Amén.» La modalidad de comulgar en la boca comenzó a introducirse sólo hacia los siglos Vll y Vlll, y no se aceptó en Roma hasta el siglo x. Después del Concilio Vaticano II, se ha recuperado de nuevo la práctica más antigua, pero sin que, desgraciadamente, muchos cristianos hayan descubierto su hondo significado. Antes que nada, hay que realizar el gesto de manera correcta. Se extiende la mano izquierda, haciéndole con la derecha una especie de trono, para luego tomar el Pan con la mano derecha y comulgar allí mismo, antes de retirarse. No se «coge» el Pan que ofrece el sacerdote con los dedos de la mano derecha, a modo de pinzas, sino que «se acoge» el Pan en la cavidad de la mano izquierda. Este es el gesto. Una mano abierta que pide, que espera y recibe. Unos ojos que miran con fe al Pan eucarístico que ofrece el sacerdote. Unos labios que dicen «amén». Este gesto realizado con fe expresa plásticamente lo que ha de ser nuestra actitud interior de humildad, pobreza, confianza y acogida al acercarnos a recibir a Cristo. Esa mano tendida somos nosotros mismos abiertos confiadamente a Dios. Ese Pan que recibimos es el mejor regalo que podemos tomar en nuestras manos: el alimento que sostiene nuestra fe y nuestra alegría interior. Dichosos los que, domingo tras domingo, se sienten llamados a esa mesa. PAGOLA-2.Pág. 75 s. 8. FE HUMILDE Yo no soy quien... Se ha dicho que todos los grandes hombres han sido humildes, ya que la humildad crece en el corazón de todo aquel que vive sinceramente la existencia. Con cuánta más razón se puede decir esto de los grandes creyentes. No se puede vivir con hondura ante Dios si no es en actitud modesta y humilde. ¿Cómo puede vivir un hombre que, de alguna manera, ha experimentado a Dios si no es con humildad? Tal vez sea ésta la razón más profunda de la devaluación actual de la humildad en nuestra sociedad. El hombre moderno no es capaz de adorar la grandeza de Dios, no sabe reconocer sus propios límites, no sabe intuir que su verdadera grandeza está en vivir humildemente ante Dios. Naturalmente, cuando no se ha descubierto la grandeza de Dios, la humildad se convierte en «bajeza», en desprecio de sí mismo, en algo indigno de ser vivido. El núcleo de toda verdadera fe es la humildad. Una bella oración litúrgica de la Iglesia dice así: «Señor, ten misericordia de nosotros que no podemos vivir sin Ti ni vivir contigo». Esta es nuestra experiencia diaria. No podemos vivir sin Dios y no acertamos a vivir con él. Dios es luz pero, a la vez, nos resulta demasiado oscuro. Es cercano, pero está oculto. Nos habla pero tenemos que soportar su silencio. El creyente sabe por experiencia que Dios es paz, pero una paz que engendra intranquilidad e inquietud. Dios es pureza pero una pureza que nos descubre nuestra impureza y fealdad. Por eso, todo hombre que se acerca a Dios con sinceridad lo hace como aquel centurión romano que se acercó a Jesús con estas palabras: «Yo no soy digno de que entres en mi casa». Sólo quien pronuncia estas palabras desde el fondo de su ser y piensa así de sí mismo, se está acercando a Dios con verdad y dignidad. Al contrario, quien se siente digno ante Dios, está actuando indignamente. Se está alejando de quien es la luz y la verdad. Cuando más penetra el hombre en el fondo de su corazón, mejor descubre que el único camino para encontrarse con Dios es el camino de la humildad, la sencillez y la trasparencia. Pocas veces estamos tan cerca de Dios como cuando somos capaces de rezar una oración como aquella que L. Boros nos sugiere en una de sus obras: «Señor, he ocasionado mucho mal en tu bello mundo; tengo que soportar pacientemente lo que los demás son y lo que yo mismo soy; concédeme que pueda hacer algo para que la vida sea un poco mejor allí donde tú me has colocado». PAGOLA-1.Pág. 315 s. 9. «Yo no soy quien» El nacionalismo extremista judío, el sionismo, hunde sus raíces en un pasado secular. No es fácil dar un juicio histórico, pero probablemente pocos pueblos en el mundo han tenido una conciencia tan intensa de su singularidad, incluso de su superioridad sobre los demás, como el judío. Quizá este es el factor que explica por qué ese pueblo, que ha tenido que vivir, como minoría, tanto tiempo y tantas veces en ambientes hostiles, haya podido sobrevivir y se haya mantenido tan fiel a muchas de sus tradiciones seculares. Desde sus orígenes se sintió como «pueblo escogido» por Dios, como un pueblo predilecto, que tenía un Dios superior al de otros pueblos y una ley mucho más justa que la de los demás. Porque es verdad que en todo pueblo hay algo de eso, pero quizá no de una forma tan marcada como entre los judíos. Los españoles hemos cantado que «no quiere ser francesa la Virgen del Pilar»; hemos escuchado lo de «reinaré en España con más veneración que en otras partes», pero estoy convencido de que, en el fondo, no hemos tenido esa sensación de superioridad. La famosa frase: «España es diferente», contiene para nosotros un importante lastre de inferioridad y reconocimiento de nuestros defectos históricos y de nuestras indiscutibles limitaciones. Desde este contexto de esa autocomprensión del pueblo judío debemos acercarnos a las lecturas de hoy. La primera lectura atribuye a Salomón unas actitudes que probablemente no fueron compartidas por aquel rey, que estaba imbuido de un fuerte sentimiento nacionalista. Es uno de los textos más universalistas del Antiguo Testamento. El libro de los Reyes exhorta a que se acoja a los extranjeros en el templo de Dios -algo que ciertamente está presente en otros textos veterotestamentarios-, pero se añade algo peculiar: «Te conocerán y te temerán todos los pueblos de la tierra, lo mismo que tu pueblo Israel». Ese «lo mismo» es realmente peculiar: no sólo admite a los extranjeros en la comunidad judía, sino que los pone al mismo nivel que los miembros del pueblo elegido, ya que conocerán y temerán a Yavé «lo mismo» que el pueblo de Israel. Un rasgo fundamental de la persona de Jesús es el de no dejarse guiar por las etiquetas que los hombres solemos colgar sobre determinadas personas. Un extranjero, más aún, un militar romano, era para un judío nacionalista un «perro» y un «pecador». El relato de Lucas está muy cuidado para evitar la reacción negativa de unos judíos, a los que se les va a presentar como modelo a un pagano: la figura del centurión es presentada de forma muy poco personificada. Un biblista, L. Monloubou, subraya los artificios del relato para personificar a ese centurión protagonista del milagro de Jesús. Cuidadosamente se evita citar la persona del centurión, para despersonalizarlo a través de un simple «él»: «él» amaba a su criado, «él» había oído hablar de Jesús, «él» le envió, «él» no es digno. Lucas «se atreve apenas a mencionar el hecho de que el héroe del incidente, que va a comportarse con tanta nobleza y que va a recibir de Jesús un elogio tal, sea un centurión, un pagano». Pero a pesar de esa despersonalización, de ese «él», el centurión es el protagonista de la historia. La misma imagen de Jesús queda algo en segundo plano: no hay acción taumatúrgica directa de Jesús, no impone las manos sobre el siervo del centurión. Creo que es el único milagro de Jesús que hace a distancia: la fe del centurión es la que está en primer plano, ya que Jesús se limita a ponerse en camino. «os digo que ni en Israel he encontrado tanta fe». El relato de Lucas no nos dice nada de cómo cayó esta frase del maestro, pero es claro que debió escocer a los que se consideraban miembros del pueblo escogido. No podemos negar que entre nosotros existen actitudes que tienen que ver con las del pueblo judío. Ya hace años que Mingote contaba un chiste muy revelador de una actitud del pueblo cristiano español: una señora decía a otra a la puerta de una Iglesia: «Al cielo, lo que se dice al cielo, iremos solamente las católicas de toda la vida». Ha habido y sigue existiendo un sector en nuestra Iglesia española que se ha considerado como depositario del monopolio de los valores y actitudes religiosas correctas, que ha descalificado a los que no sienten como ellos y que ha considerado que, a la hora de la verdad, «al cielo. Io que se dice al cielo, solamente tienen derecho de entrada los que son y piensan como nosotros". Quizá los españoles no tenemos conciencia de pueblo elegido, pero sí tenemos esa conciencia en relación con nuestras propias ideas y actitudes, en cuanto que son distintas de las de los otros. Y estas actitudes se dan, para entendernos, tanto desde la derecha como desde la izquierda, desde los progresistas a los conservadores. Somos muy proclives para lanzar el evangelio o el último discurso del Papa contra los que no piensan y sienten lo que nosotros. «No soy yo quien»: es una expresión espléndida de la humildad de aquel centurión. No alardea de sus títulos personales para ganarse la amistad de Jesús; son los otros los que dirán que trata muy bien a los judíos..., e incluso les ha construido una sinagoga -porque, se tenga el sentido comercial judío o no se le tenga, siempre se ha tratado bien a los bienhechores materiales-. El centurión no apela a sus títulos de prestigio, sino que se compara con aquellos militares que tenía a sus órdenes. Y con una impresionante humildad siente que no es digno: «Yo no soy quien para que entres bajo mi techo». Ese «yo no soy quien» impactó tanto a la Iglesia que lo recogió como fórmula litúrgica antes de recibir la comunión. Es el «Señor, yo no soy digno de que entres en mi casa», que repetimos, quizá de forma rutinaria, antes de recibir el cuerpo de Cristo. Es la actitud del creyente que se acerca humildemente a recibir al Señor, con la humildad del mendigo. Sin embargo, cuántas más veces en nuestra vida debíamos estar dispuestos a repetir ese «yo no soy quién»: --"yo no soy quien" para juzgar y condenar a mis hermanos, como si mi camino de vida cristiana fuese mejor que el de los otros: --«yo no soy quien» para reclamar mis derechos y alardear de mis méritos ante Dios, aunque me considere un «católico de toda la vida» o un «cristiano comprometido y progresista»; --«yo no soy quien» para condenar a los hombres y mujeres de otros pueblos, aunque sean distintos de nosotros, aunque sean árabes, negros o gitanos, cuya presencia va a ser, por pura ley demográfica, cada vez más frecuente entre nosotros; --«yo no soy quien» para condenar a nadie, sin haberme preguntado antes cuál es mi parte de culpa en los conflictos interpersonales. «Yo no soy quien»: los otros pueden ser tan honestos ante Dios lo mismo que nosotros. Únicamente nos queda pedir al Señor: «Dilo de palabra», «di una palabra». Sólo es el Señor el que puede sondear y conocer la verdad de nuestro corazón. Y estoy seguro de que al final de nuestra vida Jesús nos dirá que ha encontrado más fe en ese centurión, en ese a quien juzgamos o condenamos, que «ni en Israel», ni en muchos católicos de toda la vida o en muchos cristianos comprometidos y progresistas. GAFO-J-2.Pág. 232 ss. 10. 1. «No soy yo quién para que entres bajo mi techo». Resulta ciertamente impresionante la manera como el centurión pagano del evangelio transmite a Jesús su ruego de que cure a su criado enfermo. El se siente indigno de presentarse personalmente ante el Señor y envía a unos amigos judíos para que lo recomienden a Jesús. Y cuando Jesús se acerca, el centurión tampoco sale de su casa, sino que envía de nuevo a otros amigos, que deben informar a Jesús de la gran fe de que hace gala el centurión, quien está convencido de que, al igual que le obedecen a él los soldados que tiene bajo su disciplina, así también el poder de la enfermedad está sometido a Jesús. Esta confianza, expresada desde una doble distancia, «admira» a Jesús, pues se diferencia claramente del comportamiento de los judíos, quienes le exigen signos o malinterpretan muy a menudo los milagros que hace con habladurías sensacionalistas. La verdadera fe no se limita a Israel, se la puede encontrar fuera del pueblo elegido en una forma aún más pura (así también en el caso de la mujer cananea). El antiguo Israel sabía ya de la existencia de paganos sabios y piadosos que eran hombres modélicos (Ez 14,14; 28,3). 2. «Haz lo que te pide el extranjero». Este acento universalista resuena ya en la oración de Salomón en el templo (primera lectura). El rey de Israel amplía su oración por el pueblo incluyendo también a los extranjeros, que, viniendo de lejos, rezarán en esta casa de Dios; que Dios se digne escucharlos: «Así te conocerán y te temerán todos los pueblos de la tierra». Aunque en la Antigua Alianza este aspecto no es frecuente, en la Iglesia de Cristo no sólo está permitido sino que está incluso expresamente prescrito: la Iglesia debe hacer «oraciones, plegarias, súplicas, acciones de gracias por todos los hombres, por los reyes y por todos los que están en el mando» (1 Tm 2,2). Pues la voluntad salvífica de Dios es universal y manifiesta desde la encarnación de su Palabra, que tiene poder «sobre toda carne» (Jn 17,2). 3. «No hay otro evangelio». De ahí, en la segunda lectura, la sorpresa de Pablo de que los Gálatas hayan abandonado «tan pronto» el evangelio de la «gracia de Jesucristo», que está pensado para todos los hombres, para entregarse a una religión particular llena de prácticas "sin eficacia ni contenido" (Ga 4,9) que jamás podrían justificar al hombre ante Dios, aunque se cumpliera «la ley entera» con todas y cada una de sus prescripciones. Esto sería «neutralizar el escándalo de la cruz» (Ga 5,11), que ha revelado el amor de Dios a todos los hombres y nos impone un solo mandamiento, el del amor, por el cual, si es auténtico, queda cumplida de paso «la ley entera» (Ga 5,14). El mandamiento del amor es el único universal porque es simplemente la respuesta al acontecimiento de la cruz, y con ello, como «amor al prójimo», es también el único medio de salvación universal capaz de traer la paz de Dios al mundo dividido. BALTHASAR-2.Pág. 260 s. 11..Frase evangélica: «Ni en Israel he encontrado tanta fe» Tema de predicación: LA FE DE LOS PAGANOS 1. Frente al «pueblo» de Israel, elegido por Dios en alianza y a su servicio, se encontraban los «pueblos» paganos, considerados por los judíos como desconocedores de Dios. Pero en los textos misioneros del Nuevo Testamento Dios no es sólo de los judíos, sino también de los paganos. La acción de Jesús, llevada a cabo por sus discípulos en Iglesia, supera aquellas diferencias. Con la oposición de los judíos, Pablo será el apóstol de los paganos. Pero todavía hay otro concepto de «pueblo» en el Nuevo Testamento -el designado con los términos «gente», «masa», «multitud»...-, despreciado por los dirigentes y amado por Dios. Es el pueblo de los pobres y los sencillos. 2. El «centurión» del evangelio -oficial romano subalterno con cien soldados a sus órdenes- es símbolo de persona recta. A pesar de que los judíos consideraban desconocedor de Dios a todo pagano, aquí aparece el centurión conducido por Dios, llamado a la fe y creyente. En este evangelio se derrumba la distinción entre Israel, pueblo de la alianza, y las naciones que no conocen a Dios. Frente al particularismo judío está el universalismo profético. 2. Este centurión tiene una triple particularidad ejemplar: se preocupa de su «criado» (símbolo hoy del Tercer Mundo), cree en el poder de la palabra de Jesús (sin exorcismos ni magias) y se considera indigno de que Jesús entre en su casa (muestra una gran humildad). Sus palabras han pasado a la liturgia eucarística: «Señor, no soy digno de que entres en mi casa, pero una palabra tuya bastará para sanarme». REFLEXIÓN CRISTIANA: ¿Cómo tratamos a los «extranjeros», sobre todo de otra raza? ¿Por qué no los consideramos hermanos? FLORISTAN-1.Pág. 286 12. ¡HAY CENTURIONES Y CENTURIONES! -«Señor, no soy digno de que vengas a mi casa. Pero una palabra tuya puede curar a mi criado». Eso dijo el centurión, amigos. Y lo dijo con tan luminosa convicción, que esas palabras merecían «ir a misa». Y «a misa», fueron. Y «en misa» se quedaron. Para que todos nosotros, cuando vayamos a recibir al Señor, nos demos cuenta de lo que se dio cuenta aquel hombre y pensemos: «¿qué es el hombre, Señor, para que te acuerdes de él?» Efectivamente, las palabras del centurión se han convertido en una «frase célebre». Pero no de esas «frases célebres» que consagran el nombre de una persona y aparecen luego en las antologías por su belleza literaria. Sus palabras se hicieron «célebres» porque delatan una envidiable actitud existencial, en primer lugar. Son un hermoso itinerario que va desde la intuición a la fe pasando por el razonamiento. Y, en segundo lugar son un bello modelo de oración. I. UN ITINERARIO DE FE. -Pensad un poco. Aquel hombre era un pagano. Es decir, alguien muy distante del «mensaje y la figura de Jesús». Mucho más incluso que los samaritanos, los cuales, por problemas nacionalistas, «no le recibieron». Pero el centurión empezó teniendo una intuición: «Ese Jesús, de quien oía hablar, tenía que tener un extraño poder. Un poder distinto y mayor que el de las centurias y las legiones, único poder que conocían los romanos: el poder de las armas». Y con esa intuición, buscó intercesores que le rogaran: «Ven a mi casa, que tengo un criado enfermo». Fue entonces cuando entró en juego su razón: «Si yo tengo soldados a mis órdenes y le digo a uno "ven" y viene, y le digo a otro "haz esto" y lo hace, ¡cuánto más este "Señor de la Vida" puede decir a la enfermedad "vete" y se irá, a la salud "ven" y vendrá». ¡Elemental e irrefutable, amigos! Y. desde esas premisas, se lanzó al espacio vacío (?) de la fe: «No soy quién para que vengas a mi casa. Di una sola palabra y mi criado curará». Así, amigos: intuición, razón y fe. Una fe tan grande como la que soñaba Jesús para nosotros, «capaz de trasladar montañas». Una fe que le hizo exclamar sin disimulos: «No he encontrado una fe tan grande en todo Israel». II. UN BELLO MODELO DE ORACIÓN. -Profundidad, por favor, en estas cinco pinceladas: -La humildad. El era un jefe, sí. Pero, igual que el publicano de la parábola, se humillaba: «Yo no soy digno, Señor». A pesar de pertenecer al pueblo «dominador» y Jesús al pueblo «dominado», supo ver en Jesús al «poderoso», al Todopoderoso. Su humildad le llevó a: -La confianza. La depositó íntegramente en Jesús y la proclamó. Como si hubiera dicho: «En Ti pongo mi esperanza y confío en tu palabra». Como si reconociera sin reservas: «nuestro auxilio nos viene del Señor, que hizo el cielo y la tierra». La confianza le condujo a: -La sencilla exposición de los hechos. Nada de rodeos ni fórmulas alambicadas. Dejar hablar al corazón. Y como «de la abundancia del corazón habla la boca», dijo: «Tengo un criado enfermo, a punto de morir» ¡Ya basta! ¿Para qué más? Lucas añade conmovedoramente: «Era un criado a quien estimaba mucho». Añadid ahora: -La perseverancia. Primero envió unos emisarios... Después, otros... Ya en otra ocasión, recomendaba Jesús: «Debéis rezar sin cesar...». En fin, tras esas premisas, llegó: -El abandono total. Casi me parece escuchar como un susurro de fondo: «quedéme y olvidéme.... dejando mi cuidado entre las azucenas olvidado». ¡Hay centuriones y centuriones, claro!
Jesús, en el Evangelio, exige a Marta que confiese su fe en Él. Eso es lo que se le pedía a quien iba a ser bautizado, que confesara su fe en Cristo resucitado y resucitador. Ser cristiano no es creer en la muerte, hablar de la muerte, predicar la muerte, sino creer en la resurrección, hablar de la resurrección, predicar la resurrección. Preguntémonos: ¿Creemos nosotros en la resurrección? Leamos lo que en los periódicos escribimos acerca de nuestros muertos y tendremos la respuesta. Allí hablamos del "viaje sin retorno", de "los que se van para no volver", etc. Peor todavía, olvidemos en este momento nuestras ideas, fijémonos sólo en nuestras vidas. ¿No son nuestras vidas una negación directa, clara, precisa, de nuestra fe en la resurrección? Vivimos como si hubiéramos de morir, pero no como quienes van a resucitar con Cristo y en Cristo. Vivimos como quienes creen en el "bebamos y comamos que mañana moriremos", pero no como quienes creen en que así como Cristo resucitó nosotros hemos de resucitar. 4.- Nos hemos vuelto, para mayor vergüenza nuestra y negación peor de la resurrección, esencia de nuestra fe, nos hemos vuelto espiritistas. Jesús habla de resurrección de los muertos, el Evangelio habla de resurrección de los muertos, la Iglesia nos hace confesar la fe en la resurrección de los muertos, pero nosotros preferimos hablar de espíritus, de almas de muertos. Creencias orientales, que nada tienen que ver con nuestra fe, que niegan y contradicen nuestra fe en la resurrección, han invadido nuestra fe cristiana; hablamos, con la mayor frescura del caso, de reencarnación; de espíritus y almas que reencarnan en otros cuerpos. Creencias paganas, creencias griegas, platónicas y socráticas, pero no cristianas, están presentes en nuestro vocabulario e ideas diarias. Hablamos, como si eso no fuera una negación de la fe en la resurrección, de inmortalidad del alma. Jesús no creía en la inmortalidad del alma, Jesús no creía en reencarnación de ninguna clase; Jesús creía en la resurrección de los muertos. Para que la resurrección sea verdadera, la muerte tiene que ser verdadera. A eso viene el subrayar, en el relato del evangelio de este domingo, que Lázaro estaba ya podrido, ya hedía, estaba verdaderamente muerto. Pero para el cristiano la muerte no es el hecho definitivo y final; por eso se habla de "dormir", se habla de un Lázaro que duerme. Para el cristiano la muerte es sólo el paso necesario a la resurrección. Cristo ha resucitado y Cristo va a resucitar a los muertos en Cristo. El Evangelio de este domingo nos cuestiona: ¿Crees esto? - ¡SAL FUERA! Por Javier Leoz Nos encontramos con un evangelio donde sale a relucir uno de los lados más humanos de Jesús: la amistad. ¿Quién de nosotros no estaría dispuesto a realizar cualquier cosa por un amigo? Jesucristo, después de dos diálogos afectuosos y llenos de complicidad y confianza, con Marta y María, acude con la misma rapidez como cuando la sangre salta en la herida, ante una situación de muerte, de pena y de desolación: ¡Había muerto un gran amigo! ¡Había muerto Lázaro! Llama la atención que, Aquel que todo lo puede, llore y se conmueva profundamente por el amigo que ha perdido. Pero, Jesús, lejos de detenerse ante la muerte, va y se enfrenta a ella. Aunque, para ello, le cueste su propia vida. La resurrección de Lázaro es un aperitivo de lo que nos queda por contemplar al final de la trayectoria de Jesús en su vida pública: su poder será más grande que la misma muerte. O dicho de otra manera: la muerte ya no será obstáculo para la felicidad. Con Jesús, incluso esa realidad que aborta nuestras expectativas, puede ser vencida. 2.- El Señor, también a nosotros, “nuevos lázaros” (aunque estemos vivos) nos invita a abandonar tantos sepulcros donde malvivimos y en los que, en más de una ocasión, estamos aprisionados por largas y serpenteantes vendas que nos impiden respirar con paz, vivir serenidad y actuar con libertad. No hay más que observar a nuestro alrededor y comprobar, con mucha frecuencia, la multitud de situaciones de muerte en las que nos encontramos inmersos; la desesperación de muchos hombres, la soledad de personas que mueren estando vivas porque ya no quieren vivir, el olor a “corrupción” que sacuden instituciones y organismos, el relativismo del bien en favor del mal, el afán de tener y acaparar, de aparentar y de poseer; el secularismo que llena los bolsillos pero deja congelados el alma y el corazón. Jesús, también llega a estos lugares, y nos grita: ¡Salid afuera! No nos podemos quedar fríos, impasibles, vencidos en esos lugares que producen en nosotros parálisis y desencanto. Ante la llamada a la vida, por parte del Señor, quedarse muerto es ir mano a mano y codo a codo con el sinsentido y el absurdo del mal vivir. No vive quien malvive, sino aquel que sabe que es posible vivir con más dignidad. Creer, en el Señor de la vida, implica enfrentarse a esas situaciones de muerte y de dolor que caminan a nuestro lado. Con su ayuda podremos entonces recuperar la fuerza, vivir con intensidad cada momento y marcarnos un nuevo rumbo. Esta Pascua, que llama a nuestra puerta, puede ser una Pascua distinta. Dispongamos el corazón para vivirla en esa clave. Será una Pascua diferente si es camino de liberación de lo que estamos esclavizados, atados, como Lázaro que está atado en la muerte. El Señor quiere sacarnos de ese lugar con su muerte, con su entrega por nosotros. Que como Lázaro, cuando escuchemos la voz del Señor: ¡Sal afuera!, tengamos el valor y el coraje de deshacernos de tantas vendas que nos han ido asfixiando y produciendo claros síntomas de muerte o de agonía. ¿Sabéis por qué? Porque, como dice María en el Evangelio de hoy, si no está Jesús (por medio o cerca) suelen ocurrir estas cosas: la muerte del hombre en vida. Y ahora ahí os dejo la oración de este domingo. SEÑOR, DESÁTAME De la oscuridad que no me deja ver la grandeza de la luz De la incredulidad que no me permite disfrutar de tu presencia De las dudas que me exigen pedirte pruebas de tu existencia Del pecado que no me deja verte De los reproches por no haberte sentido conmigo De las situaciones que me impiden ser libre Del sinsentido de las muchas cosas que hago Del vacío de muchas palabras De la frialdad con la que te trato De la desesperanza que sale a mi encuentro De la apatía por superarme a mí mismo De las losas que no me dejan expresar lo que vivo y siento De las personas que me quieren enterrar aún estando vivo De la falta de sentimientos que me impiden llorar contigo De la muerte que me dice que es más fuerte que Tú mismo Del maligno que me impide beber tu agua fresca Del maligno que prefiere que viva en la oscuridad a la luz Del maligno que me susurra sobre la necedad de la vida eterna Y cuando me desates, Señor, haz que nunca olvide que Tú fuiste quien me gritó: ¡Ven afuera! Jn 11, 1-45: La resurrección de Lázaro Homilías, comentarios y meditaciones desde la tradición de la Iglesia Pedro Crisólogo Sermón: Era necesaria la muerte de Lázaro para que, con Lázaro ya en el sepulcro, resucitase la fe de los discípulos «Lázaro ha muerto, y me alegro por vosotros de que no hayamos estado allí, para que creáis.» (Jn 11, 14-15) Sermón 6 : PL 52, 375-377 PL Regresando de ultratumba, Lázaro sale a nuestro encuentro portador de una nueva forma de vencer la muerte, revelador de un nuevo tipo de resurrección. Antes de examinar en profundidad este hecho, contemplemos las circunstancias externas de la resurrección, ya que la resurrección es el milagro de los milagros, la máxima manifestación del poder, la maravilla de las maravillas. El Señor había resucitado a la hija de Jairo, jefe de la sinagoga, pero lo hizo restituyendo simplemente la vida a la niña, sin franquear las fronteras de ultratumba. Resucitó asimismo al hijo único de su madre, pero lo hizo deteniendo el ataúd, como anticipándose al sepulcro, como suspendiendo la corrupción y previniendo la fetidez, como si devolviera la vida al muerto antes de que la muerte hubiera reivindicado todos sus derechos. En cambio, en el caso de Lázaro todo es diferente: su muerte y su resurrección nada tienen en común con los casos precedentes: en él la muerte desplegó todo su poder y la resurrección brilla con todo su esplendor. Incluso me atrevería a decir que si Lázaro hubiera resucitado al tercer día, habría evacuado toda la sacramentalidad de la resurrección del Señor: pues Cristo volvió al tercer día a la vida, como Señor que era; Lázaro fue resucitado al cuarto día, como siervo. Mas, para probar lo que acabamos de decir, examinemos algunos detalles del relato evangélico. Dice: Las hermanas le mandaron recado a Jesús, diciendo: «Señor, tu amigo está enfermo». Al expresarse de esta manera, intentan pulsar la fibra sensible, interpelan al amor, apelan a la caridad, tratan de estimular la amistad acudiendo a la necesidad. Pero Cristo, que tiene más interés en vencer la muerte que en repeler la enfermedad; Cristo, cuyo amor radica no en aliviar al amigo, sino en devolverle la vida, no facilita al amigo un remedio contra la enfermedad, sino que le prepara inmediatamente la gloria de la resurrección. Por eso, cuando se enteró —dice el evangelista—de que Lázaro estaba enfermo, se quedó todavía dos días en donde estaba. Fijaos cómo da lugar a la muerte, licencia al sepulcro, da libre curso a los agentes de la corrupción, no pone obstáculo alguno a la putrefacción ni a la fetidez; consiente en que el abismo arrebate, se lleve consigo, posea. En una palabra, actúa de forma que se esfume toda humana esperanza y la desesperanza humana cobre sus cotas más elevadas, de modo que lo que se dispone a hacer se vea ser algo divino y no humano. Se limita a permanecer donde está en espera del desenlace, para dar él mismo la noticia de la muerte, y anunciar entonces su decisión de ir a casa de Lázaro. Lázaro —dice— ha muerto, y me alegro. ¿Es esto amar? Se alegraba Cristo porque la tristeza de la muerte en seguida se convertiría en el gozo de la resurrección. Me alegro por vosotros. Y ¿por qué por vosotros? Pues porque la muerte y la resurrección de Lázaro era ya un bosquejo exacto de la muerte y resurrección del Señor, y lo que luego iba a suceder con el Señor, se anticipa ya en el siervo. Era necesaria la muerte de Lázaro para que, con Lázaro ya en el sepulcro, resucitase la fe de los discípulos. «Cuando Jesús vio llorar a María, y que los judíos que llegaron con él estaban llorando, le embargó una profunda emoción». María llora, los judíos lloran, el mismo Cristo llora. ¿Crees que todos sienten la misma pena? María, la hermana del muerto, llora porque no pudo retener a su hermano, ni evitar la muerte. Ella está bien convencida de la resurrección pero la pérdida de su mejor apoyo, el pensamiento de una falta cruel, la tristeza de una larga separación, son lágrimas que ella no puede evitar. La imagen implacable de la muerte no puede ser que no nos toque y moleste, cualquiera que sea nuestra fe. Los judíos también lloraron, en recuerdo de su condición mortal, porque no esperan la eternidad. Un mortal no puede dejar de llorar ante la muerte. ¿Cuál de estas penas siente Cristo? ¿Ninguna? entonces ¿por qué llora? Él dijo: «Lázaro está muerto, y me alegro ». Pero he aquí que derrama lágrimas como los mortales, al mismo tiempo que Él difunde una vez más el Espíritu de la vida. Hermanos, este es el hombre: bajo la influencia de la alegría, como bajo el efecto de la pena, derrama las lágrimas. Cristo no llora en la desolación de la muerte, en recuerdo de la alegría, aquel que por su palabra, una palabra, debe despertar a los muertos a la vida eterna (Jn 5,48). ¿Cómo podemos pensar que Cristo lloró por debilidad humana, cuando el Padre Celestial llora a su hijo pródigo, no cuando se marcha, sino a la hora del regreso? (Lc 15,20). Él permitió que Lázaro muriera, porque quería resucitar a un muerto y así mostrar su gloria, permitió que su amigo descendiera a los infiernos para que Dios apareciera, liberando al hombre del infierno. Agustín de Hipona Sobre el Evangelio de san Juan: Si no crees estás muerto «El que cree en mí, aunque haya muerto vivirá» (Jn 11, 25) Sermón 49,15 sobre el evangelio de Juan «El que cree en mí, aunque haya muerto vivirá; y el que vive y cree en mí no morirá para siempre». ¿Qué es lo que dice? «El que en mí, aunque haya muerto como Lázaro, vivirá» porque Dios no es un Dios de muertos sino de vivos. Ya, respecto a Abraham, Isaac y Jacob, los patriarcas muertos hacía tiempo, Jesús había dado a los judíos la misma respuesta: «Yo soy el Dios de Abrahán, Dios de Isaac, Dios de Jacob. No Dios de muertos sino de vivos, porque para él todos están vivos» (Lc 20,38). ¡Cree, pues, que aunque mueras, vivirás! Pero si no crees, aunque estés vivo, estás realmente muerto. ¿De dónde le viene la muerte al alma? De que ya no tiene fe. ¿De dónde le viene la muerte al cuerpo? De que el alma ya no está en él. El alma de tu alma es la fe. «El que cree en mí, aunque su cuerpo esté muerto, tendrá vida en su alma hasta que el cuerpo mismo resucite para no morir ya nunca más. Y cualquiera que vive en su carne y cree en mí, aunque su cuerpo deba morir por un tiempo, vivirá para la eternidad a causa de la vida del Espíritu y de la inmortalidad de la resurrección». Esto es lo que quiere decir Jesús al responder a Marta: «¿Crees tú esto?». «Sí, Señor, le responde ella, creo que tú eres el Cristo, el hijo de Dios, venido a este mundo. Creyendo esto he creído que tú eres la resurrección, que tú eres la vida, que el que cree en ti, aunque muera, vivirá; he creído que el que vive y cree en ti, no morirá eternamente». John Henry Newman Cristo vino para resucitar a Lázaro, pero el impacto de este milagro será la causa inmediata de su arresto y crucifixión (Jn 11, 46 s). Sintió que Lázaro estaba despertando a la vida a precio de su propio sacrificio, sintió que descendía a la tumba, de dónde había hecho salir a su amigo. Sentía que Lázaro debía vivir y él debía morir, la apariencia de las cosas se había invertido, la fiesta se iba a hacer en casa de Marta, pero para él era la última pascua de dolor. Y Jesús sabía que esta inversión había sido aceptada voluntariamente por él. Había venido desde el seno de su Padre para expiar con su sangre todos los pecados de los hombres, y así hacer salir de su tumba a todos los creyentes, como a su amigo Lázaro, devolviéndolos a la vida, no por un tiempo, sino para toda la eternidad. Mientras contemplamos la magnitud de este acto de misericordia, Jesús le dijo a Marta: «Yo soy la resurrección y la vida: el que cree en mí, aunque esté muerto, vivirá, y todo aquel que vive y cree en mí, no morirá eternamente.» Hagamos nuestras estas palabras de consuelo, tanto en la contemplación de nuestra propia muerte, como en la de nuestros amigos. Dondequiera que haya fe en Cristo, allí está el mismo Cristo. Él le dijo a Marta: «¿Crees esto?». Donde hay un corazón para responder: «Señor, yo creo», ahí Cristo está presente. Allí, nuestro Señor se digna estar, aunque invisible, ya sea sobre la cama de la muerte o sobre la tumba, si nos estamos hundiendo, o en aquellos seres que nos son queridos. ¡Bendito sea su nombre! nada puede privarnos de este consuelo: vamos a estar tan seguros, a través de su gracia, de que Él está junto a nosotros en el amor, como si lo viéramos. Nosotros, después de nuestra experiencia de la historia de Lázaro, no dudamos un instante que él está pendiente de nosotros y permanece a nuestro lado. ----------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------- La resurrección de Lázaro Sin duda éste es uno de los milagros más asombrosos e impactantes del ministerio de Jesucristo, quien ya había hecho tantos milagros y señales que “los judíos procuraban apedrearle”, por eso, se había retirado a otra ciudad, posiblemente a más de 3 días de viaje. Cuando Lázaro enfermó, María y Marta mandaron a avisarle al Señor quien expresó: “esta enfermedad no es para muerte, sino para la gloria de Dios, para que el Hijo de Dios sea glorificado por ella”. Dos días después dijo a sus discípulos: “Nuestro amigo Lázaro duerme; mas voy para despertarle”. Jesús estaba refiriéndose a la muerte de Lázaro y al milagro que él haría pero sus discípulos no lo entendían aún. Al llegar a Betania, Lázaro tenía 4 días de muerto. Ni Marta ni María a pesar de su afecto al Señor comprendían totalmente sus propósitos, y la gente que con ellas estaba se lamentaba de la muerte de Lázaro con profunda incredulidad, tanta que hacen estremecer y conmover a Jesús. ¿Cuál es la enseñanza de esta historia? Bueno, podríamos mencionar varios temas tales como la resurrección corporal, la muerte, la gloria de Dios, el trato de Jesús con las personas, la relación del Hijo con el Padre, el tiempo determinado del ministerio terrenal de Cristo, y otros, pero creo que la enseñanza más profunda es la resurrección espiritual. ¿Qué es la resurrección espiritual? Es la obra sobrenatural de Dios de traer un muerto espiritual a la vida espiritual. Esto no es algo distinto a lo planteado en Juan 3 en el nuevo nacimiento. Es la misma obra de gracia sólo que es presentada desde otra perspectiva. Nacemos físicamente porque Dios nos dio vida corporal (el primer nacimiento), nacemos espiritualmente porque nos da vida espiritual (el nuevo nacimiento) “el que no naciere de nuevo, no puede ver el reino de Dios”. Jesús es la Resurrección y la Vida, por lo tanto, él resucita a los muertos espirituales y les da vida espiritual; éste es el gran tema del capítulo. La muerte física La muerte física es la separación del alma (o parte inmaterial del ser) del cuerpo; no es la no-existencia como algunos la entienden. Santiago nos aclara este concepto al usarlo en una comparación: “Porque como el cuerpo sin espíritu está muerto, así también la fe sin obras está muerta” (Santiago 2:26). En una persona muerta, tanto el cuerpo como el espíritu existen pero ya no están ligados mutuamente. El cuerpo continuará su proceso de descomposición y el espíritu seguirá a su destino eterno. Cuando Jesús resucitó a la hija de Jairo el texto nos explica: “Entonces su espíritu volvió, e inmediatamente se levantó”. Evidencias de la muerte física Cuando esta separación ocurre el cuerpo continua a un proceso natural de descomposición pocos minutos después de la muerte. El corazón deja de bombear sangre entonces, las células empiezan a morir. Algunas rápidamente, como las del cerebro que sobreviven solamente entre 3 y 7 minutos; otras pueden vivir hasta 24 horas como las de la piel. Lo cierto es que no se necesita de un agente externo para la descomposición del organismo, pues en nuestro interior viven microorganismos que se encargan de comer el cuerpo. Si el cadáver está sobre el suelo en contacto con el aire la descomposición es 4 veces más rápida que cuando está bajo tierra. El calor también acelera el proceso. Estos dos datos deben tenerse en cuenta en la Betania de nuestra historia. Los judíos acostumbraban a poner sus muertos en cuevas, no a enterrarlos y el clima con altas temperaturas es característico de ésa región. Para cuando Jesús llegó frente al sepulcro de Lázaro, las condiciones del cuerpo de este serían las siguientes: Estaría hinchado y tendría un color verdoso azulado producto de la operación de las encimas y bacterias sobre las células resultando en sustancias que actúan en el proceso, tales como el metano y el sulfuro de hidrógeno. El abdomen cercano al intestino es la zona con mayor concentración de bacterias por lo tanto estaría comido por gusanos. La lengua podría haberse salido de la boca, y el fluido de los pulmones expulsado también por la boca y los orificios nasales. El olor debido a los gases liberados en la descomposición sería insoportable. El sulfuro de hidrógeno produce un olor característico al de un huevo en mal estado. No es extraño que Marta haya dicho: “Señor, hiede ya, porque es de cuatro días” Si este cuadro nos hace ver el efecto de la muerte en el cuerpo entonces podemos acercarnos a comprender cuan terrible que es el estado espiritual del ser humano: Muerto. Pero Dios, que es rico en misericordia, por su gran amor con que nos amó, aun estando nosotros muertos en pecados, nos dio vida juntamente con Cristo (por gracia sois salvos). Efesios 2:4-5 El milagro de la resurrección aquí implicaba no solamente que el espíritu volviera al cuerpo sino que ese cuerpo ya deteriorado fuese restituido al estado anterior y sin la enfermedad que lo llevó a la muerte. Aunque Lázaro volvería a morir en el futuro cuán grande sería la confianza y esperanza de que Cristo le resucitara en el día final luego de vivir esta demostración tan grande de poder en su ser. Cada persona debe ser consciente de la realidad de la resurrección futura de justos e injustos y el juicio consecuente con eso. No os maravilléis de esto; porque vendrá hora cuando todos los que están en los sepulcros oirán su voz; y los que hicieron lo bueno, saldrán a resurrección de vida; mas los que hicieron lo malo, a resurrección de condenación. Juan 5:28-29 La muerte espiritual En un muerto espiritual, el espíritu está separado de Dios. Cuando la raza humana cayó en pecado y la muerte vino como consecuencia directa. Adán y Eva no murieron físicamente cuando comieron del árbol prohibido, murieron espiritualmente en ese momento y físicamente mucho tiempo después porque la muerte en general es la consecuencia del pecado. Adán y Eva y toda la humanidad quedó separada de Dios en sentido espiritual. Por tanto, como el pecado entró en el mundo por un hombre, y por el pecado la muerte, así la muerte pasó a todos los hombres, por cuanto todos pecaron. Romanos 5:12 Porque la paga del pecado es muerte. Romanos 3:23 pues todos han pecado y están privados de la gloria de Dios. Romanos 3:23 (NVI) Evidencias de la muerte espiritual Un muerto espiritual está bajo los efectos del pecado, el poder del pecado y el reinado del pecado en su ser. Puede tener vida física, pero su espíritu está totalmente separado de Dios y esto se evidencia en su estilo de vida. Todo su ser, sus pensamientos, sus emociones y su voluntad está dominada por el pecado aun cuando no lo reconozca. entre los cuales también todos nosotros vivimos en otro tiempo en los deseos de nuestra carne, haciendo la voluntad de la carne y de los pensamientos, y éramos por naturaleza hijos de ira, lo mismo que los demás. Efesios 2:3 Los vicios tales como las borracheras, el uso de drogas, la inmoralidad sexual hacen evidente el estado de muerte espiritual, pero no está limitado a estos pecados solamente sino que también se comprueba en el orgullo, la codicia, la mentira, la lujuria, el odio, la soberbia o hipocresía como cualquier otro pecado. Algunas veces la descomposición no ha avanzado tanto, pero es cuestión de tiempo que se haga mas evidente. La persona puede pensar que está bien porque tiene uno pocos pecados por ahí (según cree) pero si trata de corregirse o hacer alguna buena acción puede compensarlo. ¡Necio! Si estás muerto espiritualmente nada que hagas puede traerte a la vida. No importa que vayas a la iglesia o cambies de religión o te esfuerces con obras de bien ¿no has comprendido aún la realidad? El muerto no puede levantarse a si mismo. El estado espiritual del hombre es terrible, pero peor aún será el resultado de aquellos que no atienden a la Palabra de Dios y mueren físicamente estando muertos espiritualmente. Pero los cobardes e incrédulos, los abominables y homicidas, los fornicarios y hechiceros, los idólatras y todos los mentirosos tendrán su parte en el lago que arde con fuego y azufre, que es la muerte segunda. Apocalipsis 21:8 ¿Cuál es la esperanza entonces? Le dijo Jesús:Yo soy la resurrección y la vida; el que cree en mí, aunque esté muerto, vivirá. Y todo aquel que vive y cree en mí, no morirá eternamente. ¿Crees esto? Juan 11:25-26 Jesucristo es la única esperanza para el muerto. Lázaro estaba muerto físicamente y Jesús lo trajo a la vida, lo resucitó. Quien está hoy muerto en sus delitos y pecados solo halla esperanza en Cristo, quien le puede resucitar de su estado espiritual deplorable e irresoluble para sus propios esfuerzos. Entonces quitaron la piedra de donde había sido puesto el muerto. Y Jesús, alzando los ojos a lo alto, dijo: Padre, gracias te doy por haberme oído. Yo sabía que siempre me oyes; pero lo dije por causa de la multitud que está alrededor, para que crean que tú me has enviado. Y habiendo dicho esto, clamó a gran voz: ¡Lázaro, ven fuera! Juan 11:41-43 Jesús agradece al Padre por oír su petición y aclara que lo dice por causa de la incredulidad de muchos que estaban en ese duelo. Muchos allí no creían que Jesús era el enviado del Padre, el Hijo de Dios, y Dios mismo, con autoridad sobre la vida y la muerte. Por esto agradece, porque la petición de que Lázaro vuelva a la vida ya había sido contestada porque Jesús hacía cada obra en dependencia absoluta de su Padre. Como Lázaro ya había recibido vida, la frase siguiente fue: ¡Lázaro, ven fuera! Y el que había muerto salió, atadas las manos y los pies con vendas, y el rostro envuelto en un sudario. Jesús les dijo: Desatadle, y dejadle ir. Cuán perplejos habrán quedado los presentes frente al sepulcro al ver al que había estado muerto salir ¿Habrá algo imposible para Jesucristo? El que resucitó al muerto físicamente también tiene potestad para resucitar a los muertos espirituales. No importa cuan avanzado sea tu estado de putrefacción a causa del pecado en tu vida cuando el maestro te concede vida y te llama te levantarás por el poder de Su Palabra. ¿Te ha resucitado Cristo? ¿Puedes decir como Lázaro que estuviste muerto y Cristo te trajo a la vida? Esto es una realidad para los verdaderos hijos de Dios, quienes han sido quitados del reino de la muerte por el sacrificio de Cristo que cargó con los pecados de su pueblo en la cruz, sufriendo así el castigo que la santidad de Dios exigía. Jesucristo da vida y los que la poseen se levantan y van hacia él. Y él os dio vida a vosotros, cuando estabais muertos en vuestros delitos y pecados. Efesios 2:1 Y a vosotros, estando muertos en pecados y en la incircuncisión de vuestra carne, os dio vida juntamente con él, perdonándoos todos los pecados. Colosenses 2:13 ¿Estás en este momento en el sepulcro espiritual, donde la muerte ha hecho su efecto y el olor nauseabundo revela lo terrible de tu condición ante Dios? Quizás hoy sea el día cuando Cristo te da la vida espiritual. porque la luz es lo que manifiesta todo. Por lo cual dice: Despiértate, tú que duermes, Y levántate de los muertos, Y te alumbrará Cristo. Efesios 5:14 ———————— © Por Adrián Passarelli. Verdadenamor Este material es de libre reproducción y distribución, siempre que sea sin fines de lucro, sin alterar su contenido y reconociendo su autor y procedencia. Suscribete para recibir actualizaciones de entradas como esta aquí. Anuncios Report this ad Final del formulario
La Crucifixión.- (Lucas 23, 44 - 46) Todos tenemos nuestra cruz. Lo de llevar la cruz no admite distinciones. No importa la edad, ni el color de la piel, ni la nacionalidad… la gente siempre se unifica a la hora de compartir el sufrimiento. ¡Y, son tantas las veces en que nos preguntamos el por qué de nuestras cruces! Pero ¿te has preguntado alguna vez, el por qué de la Cruz de Jesús? Aquí tienes la respuesta. Su único por qué, fue el amor y el destinatario de ese amor, cada ser humano que sufre en su cuerpo o en su alma. “NADIE ME QUITA LA VIDA, SOY YO EL QUE LA DOY” Estamos en la etapa final de la vida de Jesús. Ha llegado el gran momento. Los que iban a por Él han ganado la batalla ¡Tanto miedo que tenían! Pero todo ha sido más fácil de lo que esperaban y por fin, están ante un joven acabado que pronto dejará de “hacerles sombra” un poco tiempo más y todo se habrá olvidado ¿Quién se lo iba a decir a este soñador? Y quién les iba a decir a ellos lo que estaba por pasar. La cruz que tanto pesaba a Jesús, ahora la dejan en el suelo para que se tumbe en ella. ¿Qué sentimientos recorrerían el alma de Jesús en esos momentos? ¿Cómo estaría el corazón de la madre al ver aquel vandalismo? Pero la cosa no estaba para sentimentalismos, el tiempo apremiaba y había que trabajar contra reloj. La vida de Jesús se hace jirones. El que más y el que menos duda. ¿No era este el que resucitó a Lázaro y a la hija de Jairo…? Pero la crucifixión sigue sin el menor signo de clemencia. La gente ha empezado a irse, para unos es demasiado seguir allí hasta el final, para otros todo estaba ya visto; ellos habían seguido por si acaso se apiadaban de aquel joven pero ya ven que no y marchan desencantados. Solo los íntimos siguen junto a Jesús, con las fuerzas tan disminuidas que creen desfallecer en cada momento. Y, después de aquellos golpes que les taladraban los tímpanos, intentan poner la Cruz en alto para ser admirada. Esto es lo que Jesús vino a revelarnos: Cuando me levanten en alto, comprenderéis la gloria de Dios” La gloria de Dios y la gloria de la Cruz. Todo ello presidido por el amor, que produce vida. • En este misterio queremos tener un recuerdo especial para las familias con graves problemas de convivencia, enfermedad, trabajos; por las familias de refugiados, encarcelados, secuestrados; por las familias que han perdido hijos jóvenes y por todas las que han visto atentada su vida por actos de terrorismo; y juntos rezamos juntos: Padrenuestro. CRUCIFICADOS CON CRISTO Nuestra existencia está marcada por la señal de la Cruz. La señal de la Cruz nos marcó en nuestro bautismo, la señal de la Cruz nos ha ido marcando en cada sacramento recibido, y la señal de la Cruz nos marcará en la etapa final. Os invito a contemplar esta grandeza. No os dé miedo mirar rato y rato a Jesús en la Cruz. Pero no os confundáis. No busquéis belleza ni majestad en el cuerpo de un moribundo, no la vais a encontrar. Tampoco esperéis encontrar poder en el cuerpo de un crucificado, porque no lo hallaréis. Ni encontraréis en Él las imágenes que tiene la gente de Dios: rígido y justiciero, porque nada está más lejos de la realidad. La gloria de Jesús en la Cruz está en el amor y la fidelidad. En ella está la revelación de toda la escritura. La Revelación del Padre, la vida de Dios regalada al hombre... Está, todo el amor del Padre volcado en el Hijo. He aquí el gran misterio de la humanidad. Una cruz con un Hombre- Dios presidiendo esta humanidad para darle vida. No hay nadie que viendo todo esto pueda dudar que vamos hacia una novedad desconocida. Jesús nos lleva a la plenitud. Subiendo a la Cruz nos está marcando unas exigencias muy concretas y nos va revelando todas nuestras necesidades. Sigue mirando a la Cruz; no te canses de contemplar el rostro de Dios, porque cuando los cristianos no percibamos ni mostremos el verdadero rostro de Dios, la Iglesia se habrá empobrecido. Pero volvamos al momento de la Crucifixión para comprobar que a Jesús ya no le queda vida. En todo su ser se palpan los estertores de la muerte. Jesús está agónico. Todos sabemos que cuando la agonía es larga parece que el tiempo se detiene. Mas Jesús aprovecha estas tres largas horas para desgranar dificultosamente palabras de generosidad. En este rato Jesús perdona, nos regala a su Madre como madre nuestra, mete al Buen Ladrón en el cielo y grita su abandono y su sed, para volver en la más profunda confianza a las manos del Padre. Estas tres horas interminables fueron las tres horas más fecundas de la historia, fueron las tres horas de mayor Amor. Madre te damos gracias por estar presente en la muerte de Jesús, para enseñarnos el valor y el sentido del sufrimiento humano. Gracias porque al asociarte a su dolor nos das la mayor prueba de fortaleza y confianza que se pueda tener cuando se vive la angustia y la soledad. EN ORACIÓN ANTE EL SEÑOR Estamos ante Cristo Crucificado” escándalo para los judíos y necedad para los gentiles”, como dice S. Pablo a los Corintios; mas para los llamados, lo mismo judíos que griegos, un Cristo, fuerza de Dios y sabiduría de Dios. Estoy segura de que si preguntásemos, a los que no se han planteado vivir, de verdad, esta semana Santa, lo qué significan para ellos estos días. Nos dirían: Hombre tampoco hay que tomárselos muy en serio. Una fiesta es una fiesta. Bies sabemos que el mundo de hoy es distinto, estamos muy ocupados todo el año y hay que aprovechar estos días de vacaciones. Es verdad que no voy casi a la Iglesia, pero es que no me queda tiempo para nada, además eso de hacer oración me aburre. Es cierto que, nosotros vivimos de otra manera, pero lo que, verdaderamente parece, es que Jesús quiere que vivamos en un mundo al revés y, como es muy arriesgado vivir contracorriente, nos escaqueamos como podemos. Nosotros –nos decimos- somos personas normales, comedidas, prudentes, del montón… no nos gusta llamar la atención; nos conformamos con hacer lo que hacen todos y lo único que pedimos es que nos dejen en paz para poder vivir la vida, pues todos sabemos que son cuatro días. Sin embargo, aquí está, fiel a su cita de cada año: La Semana Santa. EL CAMINO DEL AMOR Os invitaría estos días a guardar algún rato de silencio para meditar, todo el misterio de la crucifixión; a fin de que, nos demos cuenta de que Jesús, hasta en la Cruz, quiere mostrarnos, el camino del amor. Cuando de verdad eres capaz de decir: ¡Creo! Jesús se rinde, ante tu confianza. Y junto a Él, es más fácil dar el salto, hasta las últimas consecuencias, aún cuando lo que esté entre manos sea la misma muerte. Esto, se hace posible cuando, desde lo profundo de nuestro ser, tomamos conciencia de que, la misericordia de Dios nos inunda, para ayudarnos a dar el paso hacia el Padre, para vivir la Pascua, para devolvernos la vida aunque nuestra realidad este teñida de crucifixión, abandono, ausencia y silencio. Si en ese momento, en que parece que todas las puertas se han cerrado, ya no hay más salidas y todo se ha acabado, nos dejamos invadir por la misericordia de Señor notaremos que ese es el clima para llegar a su corazón, el clima que transforma cada acontecimiento en algo imprevisible; el clima, en el que Jesús hace partícipes de su gloria a sus amigos. Es el premio que les trae a los que se encuentran marginados, solos, angustiados… cuando les parece que no hay vuelta atrás, cuando las fuerzas han empezado a flaquear. Podrás esperar en el Señor cuando te presentes ante Él como eres: pequeño y pobre; cuando pongas en sus manos tu debilidad, tu propia muerte; cuando le dejes tomar a Él la iniciativa del cuándo y del cómo; cuando le dejes llamarte, hablarte y amarte a través de tus propias circunstancias. ¿Acaso crees que algún ser humano hubiera podido pronunciar las palabras que pronunció Jesús ante un cadáver de cuatro días muerto? Jesús pone el acento en el “Yo soy”, porque era la verdad. Él es el amor-fiel, el que sostiene nuestra existencia; es la luz, la verdad, el camino, la vida, la resurrección. Por eso, a los que le aman les basta oír el “Yo soy” aunque estén en medio de la mayor tempestad. Ponte delante del Señor. No tengas reparos en experimentar tus miedos, tus dudas, tus ansiedades… no te importe recordar aún lo más escondido de tu corazón, pero sea lo que sea lo que has encontrado no dejes vacilar a tu fe ni desconfíes de su amor. Ya sabes que la fe es al mismo tiempo oscuridad y luz, lo importante es el convencimiento de su amor y nuestra decisión de resucitar para seguirle y amarle ----------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------- El sentido general de la Cruz de Cristo 1.1. Algunas premisas El misterio de la Cruz se encuadra en el marco general del proyecto de Dios y de la venida de Jesús al mundo. El sentido de la creación está dado por su finalidad sobrenatural, que consiste en la unión con Dios. Sin embargo, el pecado alteró profundamente el orden de la creación; el hombre dejó de ver el mundo como una obra llena de bondad, y lo convirtió en una realidad equívoca. Puso su esperanza en las creaturas y se fijó como meta falsos fines terrenos. La venida de Jesucristo al mundo tiene como finalidad reimplantar en el mundo el proyecto de Dios y conducirlo eficazmente a su destino de unión con Él. Para ello, Jesús, verdadera Cabeza del género humano [1], asumió toda la realidad humana degradada por el pecado, la hizo suya, y la ofreció filialmente al Padre. De este modo Jesús restituyó a cada relación y situación humana su verdadero sentido, en dependencia a Dios Padre. Este sentido o fin de la venida de Jesús se realiza con su vida entera, con cada uno de sus misterios, en los que Jesús glorifica plenamente al Padre. Cada acontecimiento y cada etapa de la vida de Cristo tiene una específica finalidad en orden a este objetivo salvador [2]. 1.2. Aplicación al misterio de la Cruz La finalidad propia del misterio de la Cruz es cancelar el pecado del mundo (cfr. Jn 1,29), algo completamente necesario para que se pueda realizar la unión filial con Dios. Esta unión es, como hemos dicho, el objetivo último del plan de Dios (cfr. Rm 8,28-30). Jesús cancela el pecado del mundo cargándolo sobre sus hombros y anulándolo en la justicia de su corazón santo [3]. En esto consiste esencialmente el misterio de la Cruz: a) Cargó con nuestros pecados. Lo indica, en primer lugar, la historia de su pasión y muerte relatada en los Evangelios. Estos hechos, siendo la historia del Hijo de Dios encarnado y no de un hombre cualquiera, más o menos santo, tienen un valor y una eficacia universales, que alcanzan a toda la raza humana. En ellos vemos que Jesús fue entregado por el Padre en manos de los pecadores (cfr. Mt 26,45) y que Él mismo permitió voluntariamente que su maldad (de ellos) determinase en todo su suerte (de Él). Como dice Isaías al presentar su impresionante figura de Jesús[4]: «se humilló y no abrió la boca. Como un cordero al degüello era llevado, y como oveja que ante los que la trasquilan está muda, tampoco él abrió la boca» (Is, 53,7). Cordero sin mancha, aceptó libremente los sufrimientos físicos y morales impuestos por la injusticia de los pecadores, y en ella, asumió todos los pecados de los hombres, toda ofensa a Dios. Cada agravio humano es, de algún modo, causa de la muerte de Cristo. Decimos, en este sentido, que Jesús “cargó” con nuestros pecados en el Gólgota (cfr. 1Pt 2,24). b) Eliminó el pecado en su entrega. Pero Cristo no se limitó a sobrellevar nuestros pecados sino que también los “destruyó”, los eliminó. Pues llevó los sufrimientos en la justicia filial , en la unión obediente y amorosa hacia su Padre Dios y en la justicia inocente , de quien ama al pecador, aunque éste no lo merezca: de quien busca perdonar las ofensas por amor (cfr. Lc 22,42; 23,34). Ofreció al Padre sus sufrimientos y su muerte en nuestro favor, para nuestro perdón: «en sus llagas hemos sido curados» (Is 53,5). 2. La Cruz revela la misericordia y la justicia de Dios en Jesucristo Fruto de la Cruz es, por tanto, la eliminación del pecado. De ese fruto se apropia el hombre a través de los sacramentos (sobre todo la Confesión sacramental) y se apropiará definitivamente después de esta vida, si fue fiel a Dios. De la Cruz procede la posibilidad para todos los hombres de vivir alejados del pecado y de integrar los sufrimientos y la muerte en el propio camino hacia la santidad. Dios quiso salvar el mundo por el camino de la Cruz, pero no porque ame el dolor o el sufrimiento, pues Dios sólo ama el bien y hacer el bien. No quiso la Cruz con una voluntad incondicionada, como quiere, por ejemplo, que existan las criaturas, sino que la ha querido praeviso peccato, sobre el presupuesto del pecado. Hay Cruz porque existe el pecado. Pero también porque existe el Amor. La Cruz es fruto del amor de Dios ante el pecado de los hombres. Dios quiso enviar a su Hijo al mundo para que realizara la salvación de los hombres con el sacrificio de su propia vida, y esto, dice en primer lugar mucho de Dios mismo. Concretamente la Cruz revela la misericordia y justicia de Dios: a) La misericordia. La Sagrada Escritura refiere con frecuencia que el Padre entregó a su Hijo en manos de los pecadores (cfr. Mt 26,54), que no se ahorró a su propio Hijo. Por la unidad de las Personas divinas en la Trinidad, en Jesucristo, Verbo encarnado, está siempre presente el Padre que lo envía. Por este motivo, tras la decisión libre de Jesús de entregar su vida por nosotros, está la entrega que el Padre nos hace de su Hijo amado, consignándolo a los pecadores; esta entrega manifiesta más que ningún otro gesto de la historia de la salvación el amor del Padre hacia los hombres y su misericordia. b) La Cruz nos revela también la justicia de Dios. Ésta no consiste tanto en hacer pagar al hombre por el pecado, sino más bien en devolver al hombre al camino de la verdad y del bien, restaurando los bienes que el pecado destruyó. La fidelidad, la obediencia y el amor de Cristo a su Padre Dios; la generosidad, la caridad y el perdón de Jesús a sus hermanos los hombres; su veracidad, su justicia e inocencia, mantenidas y afirmadas en la hora de su pasión y de su muerte, cumplen esta función: vacían el pecado de su fuerza condenatoria y abren nuestros corazones a la santidad y a la justicia, pues se entrega por nosotros. Dios nos libra de nuestros pecados por la vía de la justicia, por la justicia de Cristo. Como fruto del sacrificio de Cristo y por la presencia de su fuerza salvadora, podemos siempre comportarnos como hijos de Dios, en cualquier situación por la que atravesemos. 3. La Cruz en su realización histórica Jesús conoció desde el principio, y en modo adecuado al progreso de su misión y de su conciencia humana, que el rumbo de su vida lo conducía a la Cruz. Y lo aceptó plenamente: vino a cumplir la voluntad del Padre hasta los últimos detalles (cfr. Jn 19,28-30), y ese cumplimiento le llevó a «dar su vida en rescate por muchos» (Mc 10,45). En la realización de la tarea que el Padre le había encomendado, encontró la oposición de las autoridades religiosas de Israel, que consideraban a Jesús un impostor. De modo que «algunos jefes de Israel acusaron a Jesús de actuar contra la Ley, contra el Templo de Jerusalén y, particularmente, contra la fe en el Dios único, porque se proclamaba Hijo de Dios. Por ello lo entregaron a Pilato para que lo condenase a muerte» (Compendio, 113). Los que condenaron a Jesús pecaron al rechazar la Verdad que es Cristo. En realidad, todo pecado es un rechazo de Jesús y de la verdad que Él nos trajo de parte de Dios. En este sentido todo pecado encuentra lugar en la Pasión de Jesús. «La pasión y muerte de Jesús no pueden ser imputadas indistintamente al conjunto de los judíos que vivían entonces, ni a los restantes judíos venidos después. Todo pecador, o sea todo hombre, es realmente causa e instrumento de los sufrimientos del Redentor; y aún más gravemente son culpables aquellos que más frecuentemente caen en pecado y se deleitan en los vicios, sobre todo si son cristianos» (Compendio, 117). 4. Sacrificio y Redención Jesús murió por nuestros pecados (cfr. Rm 4,25) para librarnos de ellos y rescatarnos de la esclavitud que el pecado introduce en la vida humana. La Sagrada Escritura dice que la pasión y muerte de Cristo son: a) sacrificio de alianza b) sacrificio de expiación, c) sacrificio de propiciación y de reparación por los pecados, d) acto de redención y liberación de los hombres. a) Jesús, ofreciendo su vida a Dios en la Cruz, instituyó la Nueva Alianza, es decir, la nueva forma de unión de Dios con los hombres que había sido profetizada por Isaías (cfr. Is 42,6), Jeremías (cfr. Jr 31, 31-33) y Ezequiel (cfr. Ez 37,26). El nuevo Pacto es la alianza sellada en el cuerpo de Cristo entregado y en su sangre derramada por nosotros (cfr. Mt 26,27-28). b) El sacrificio de Cristo en la Cruz tiene un valor de expiación, es decir, de limpieza y purificación del pecado (cfr. Rm 3,25; Hb 1,3; 1Jn 2,2; 4,10). c) La Cruz es sacrificio de propiciación y de reparación por el pecado (cfr. Rm 3,25; Hb 1,3; 1Jn 2,2; 4,10). Cristo manifestó al Padre el amor y la obediencia que los hombres le habíamos negado con nuestros pecados. Su entrega hizo justicia y satisfizo al amor paterno de Dios que habíamos rechazado desde el origen de la historia. d) La Cruz de Cristo es acto de redención y de liberación del hombre. Jesús pagó nuestra libertad con el precio de su sangre, es decir, de sus sufrimientos y su muerte (cfr. 1Pt 1,18). Mereció con su entrega nuestra salvación para incorporarnos al reino de los cielos: «Él nos libró del poder de las tinieblas y nos trasladó al Reino del Hijo de su amor, en quien tenemos la redención: el perdón de los pecados» (Col 1,13-14). 5. Los efectos de la Cruz Principal efecto de la Cruz es eliminar el pecado y todo lo que se opone a la unión del hombre con Dios. La Cruz, además de cancelar los pecados, nos libra también del diablo, que dirige ocultamente la trama del pecado, y de la muerte eterna. El diablo nada puede contra quien está unido a Cristo (cfr. Rm 8,31-39) y la muerte deja de ser separación eterna de Dios, y queda sólo como puerta de acceso al destino último (cfr. 1Co 15,55-56). Removidos todos estos obstáculos, la Cruz abre para la humanidad la vía de la salvación, la posibilidad universal de la gracia. Junto con su Resurrección y su gloriosa Exaltación, la Cruz es causa de la justificación del hombre, es decir, no sólo de la eliminación del pecado y de los demás obstáculos, sino también de la infusión de la vida nueva (la gracia de Cristo que santifica el alma). Cada sacramento es un modo diverso de participar en la Pascua de Cristo y de apropiarse de la salvación que de ella proviene. Concretamente el Bautismo, nos libra de la muerte introducida por el pecado original y nos permite vivir la vida nueva del Resucitado. Jesús es la causa única y universal de la salvación humana: el único mediador entre Dios y los hombres. Toda gracia de salvación dada a los hombres proviene de su vida y, en particular, de su misterio pascual. 6. Corredimir con Cristo Como acabamos de decir, la Redención obrada por Cristo en la Cruz es universal, se extiende a todo el género humano. Pero es preciso que llegue a aplicarse a cada uno el fruto y los méritos de la Pasión y Muerte de Cristo, principalmente por medio de la fe y los Sacramentos. Nuestro Señor Jesucristo es el único mediador entre Dios y los hombres (cfr. 1Tm 2,5). Pero Dios Padre ha querido que fuéramos no sólo redimidos sino también corredentores (cfr. Catecismo , 618). Nos llama a tomar su Cruz y a seguirle (cfr. Mt 16,24), porque Él «sufrió por nosotros dejándonos ejemplo para que sigamos sus huellas» (1P 2,21). San Pablo escribe: a) «yo estoy con Cristo en la Cruz, y no soy yo el que vive sino que Cristo vive en mí» (Ga 2,20): para alcanzar la identificación con Cristo hay que abrazar la Cruz; b) «completo en mi carne lo que falta a la Pasión de Cristo, por su Cuerpo que es la Iglesia» (Col 1,24): podemos ser corredentores con Cristo. Dios no ha querido librarnos de todas las penalidades de esta vida, para que aceptándolas nos identifiquemos con Cristo, merezcamos la vida eterna y cooperemos en la tarea de llevar a los demás los frutos de la Redención. La enfermedad y el dolor, ofrecidos a Dios en unión con Cristo, alcanzan un gran valor redentor, como también la mortificación corporal practicada con el mismo espíritu con que Cristo padeció libre y voluntariamente en su Pasión: por amor, para redimirnos expiando por nuestros pecados. En la Cruz, Jesucristo nos da ejemplo de todas las virtudes: a) de caridad: «nadie tiene amor más grande que el que da la vida por sus amigos» (cfr. Jn 15,13); b) de obediencia: se hizo «obediente al Padre hasta la muerte y muerte de Cruz» (Flp 2,8); c) de humildad, de mansedumbre y de paciencia: soportó los sufrimientos sin evitarlos ni suavizarlos, como un manso cordero (cfr. Jr 11,19); d) de desprendimiento de las cosas terrenas: el Rey de Reyes y Señor de los que dominan aparece en la Cruz desnudo, burlado, escupido, azotado, coronado de espinas, por Amor. El Señor ha querido asociar a su Madre, más íntimamente que a nadie, con el misterio de su sufrimiento redentor (cfr. Lc 2,35; Catecismo, 618). La Virgen nos enseña a estar junto a la Cruz de su Hijo [5]. Antonio Ducay
Contemplar a los pastores Acercarnos a los protagonistas del relato y contemplarlos largamente. Posiblemente, después podamos decir de ellos, como hace Lucas discretamente, que son: § expertos en noches § deslumbrados por un amor excesivo § buscadores en la ausencia § orientados por una señal § portadores de evangelio - Expertos en noches NOCHE/SIMBOLO: La noche es para muchos tiempo de descanso y de cesación del trabajo. Su llegada invita a dormir y a relajar tensiones, a abandonarse al sueño y a perder la consciencia. Otros comienzan con ella su tiempo de vigilia y, a lo largo de las interminables horas en que velan, oran, cuidan, limpian, conducen, guardan o permanecen insomnes, se convierten en la conciencia del mundo. Las tinieblas nocturnas evocan el caos primordial, pero también entonces la ruah de YHWH hacía su trabajo de planear sobre la superficie de las aguas (Gn 1,2). Abraham intentaba contar de noche las estrellas y escuchaba una promesa que hablaba a su vida estéril de una descendencia innumerable (Gn 15,5-6). El Señor sacó a su pueblo de Egipto durante la noche. y desde entonces la Pascua se convirtió en el memorial de Israel, en «noche de guardia para YHWH» y «noche de guardia en honor suyo para todos los hijos de Israel» (Ex 12,42). Cuando esas horas de guardia se hacen interminables, desaparecen las perspectivas, se mueren los sueños, y el mundo no es más que un abismo oscuro, necesitamos acudir a los «expertos en noches» para que su voz tranquilizadora sosiegue nuestra impaciencia y nos dé ánimos para seguir esperando la llegada del amanecer: «Vigía, ¿qué queda de la noche? Vigía, ¿qué queda de la noche?' Responde el vigía: ¡Vendrá la mañana y también la noche. Si queréis preguntar, preguntad, venid otra vez!» (Is 21,11). Por eso, en el judaísmo antiguo, los centinelas permanecían en un lugar elevado del Templo para anunciar a los sacerdotes la llegada de la primera luz del día: sólo entonces, en la hora de la escucha por excelencia, podían comenzar los sacrificios y recitarse el Shema 1. En el descampado de los alrededores de Belén estaban unos pastores. No César, ni Herodes, ni Quirino, ni los escribas. Lucas reserva el verbo estar para una calidad de presencia semejante a la de María, que estaba en el lugar preciso cuando le fue enviado el ángel (cf. Lc 1,28). Pero el término «pastores» no tenía para los oyentes del evangelio ninguna resonancia idílica: evocaba un grupo casi siempre fuera de la ley, al que no se permitía testimoniar en juicios y vivía marginado de los centros vitales de Israel: la Torah, la sinagoga, el culto... Está empezando a resonar la preferencia de Jesús por la gente del margen, se está anticipando su costumbre de comensalía abierta; los secretos del Reino van a ser revelados, por primera vez, a la gente sencilla (cf. Lc 10,21). En el silencio de esta noche se está balbuciendo la primera bienaventuranza: «dichosos los pobres, los que siguen esperando, los que permanecen velando en medio de la noche: para ellos va a ser el rumor de ángeles, el gozo de la gran noticia y el resplandor de la gloria de Dios». Se está preparando el otro nacimiento, la otra Pascua: cuando amanezca el Resucitado, su luz vencerá definitivamente los poderes de la noche, y las tinieblas perderán para siempre su pretensión de tener la última palabra. «Velaban por turnos los rebaños a la intemperie» CONSUMO/DESEO: frente a la Jerusalén de los instalados y satisfechos, de los somnolientos, sordos, ciegos y mudos, los pastores representan la atención despierta y el deseo expectante. Quizá no padecían, como nosotros hoy, la presión de otros modelos de vida apasionantes (hacer zapping, shopping o surfing...); quizá no se habían enterado aún de que Bill Gates es el verdadero pastor, el que apacienta a sus dóciles ovejas en los verdes prados de la informática...: quizá no tenían configurada la vida por las ofertas «a la carta» y no se debatían entre la elección del yogur con pedacitos de frutas, o más de lo mismo pero con bífidos activos; o entre la crema hidratante con microsomas bioenergéticos de acción reestructurante y la de placenta de visón con aceites nutrientes esenciales. .. Hoy casi todo está muy bien montado para distraernos y hacernos olvidar la noche (con un poco de suerte, sólo llegarán a padecerla los que han tenido la mala estrella de estar en los descampados, es decir, unos mil millones de seres humanos), mientras que para otros «ya es de día en El Corte Inglés». Y así, casi imperceptiblemente, se nos va obstruyendo hasta la memoria de la interioridad y de la compasión, y nos vamos convirtiendo en gente ensimismada e inerte, privada de orientación significativa, enredada en las redes vacías de la intrascendencia. H/REVELA-DEO: Por eso, junto a la hoguera donde se calientan del relente de la noche, los pastores parecen estar diciéndonos: «Estad atentos, no perdáis la conciencia de la noche: sólo en ella se revela el inmenso y silencioso trabajo de Dios en el mundo; sólo estando del lado de los que padecen más su intemperie puede sorprenderos la visita del ángel». Cuando otras formas de ascesis nos parecen caducas, la ascética de la atención revela su poder de mantenernos despejados y alerta. Y cuando la presión de la publicidad nos convence de la importancia de estar en forma, de invertir en el propio yo, es urgente conducir esas recomendaciones en la dirección de adquirir esa «aptitud de mantenerse en un estado psíquico, nervioso y físico tal, que se pueda estar espiritualmente atento al momento presente» 2 «Cuando el alma no está ardiendo -son palabras de A. Heschel-, ninguna luz de especulación iluminará la oscuridad de la indiferencia»3. Cuando estamos atentos -podríamos continuar diciendo nosotros-, la lectura de un periódico, las noticias de un informativo, la monotonía del trabajo diario, un trayecto de metro, una conversación en apariencia banal, pueden convertirse en lugares de revelación, de des-velamiento y de encuentro, porque -ahora son palabras de Levinas- «yo no digo que el otro sea Dios, pero en su rostro escucho la Palabra de Dios. Es en el rostro del otro donde aparece el mandamiento que interrumpe la marcha del mundo» 4. - Deslumbrados por un amor excesivo «Un ángel del Señor se les presentó. La gloria del Señor los cercó de resplandor» (Lc 2,9). Como Abraham, Jacob, Gedeón, Elías, Zacarías o María, los pastores reciben la visita del ángel. Ahora son ellos «el pueblo que andaba a oscuras y vio una luz intensa; que vivía en tierra de sombras y le brilló una luz» (Is 9,1). El Dios que dijo: «Que haya luz», e hizo desaparecer las tinieblas del caos, ha pronunciado ahora su Palabra definitiva. Y esa Palabra, que venía llamando a la puerta de las posadas de Belén y no encontró más que un pesebre. está ahora buscando asilo en el corazón de los pastores: «Hoy os ha nacido el Salvador, el Mesías, el Señor». Como Juan Bautista, también ellos ven abrirse los cielos (Mt 3,16) y, antes que Jesús en su transfiguración, se encuentran envueltos en el resplandor de la gloria de Dios y en el abrigo cálido de su complacencia (Lc 9,28-29). Ha sido él quien ha tomado la iniciativa, más allá de cualquier pretensión de merecimiento ni conveniencia: «Un silencio sereno lo envolvía todo, y al mediar la noche su carrera, tu palabra todopoderosa se abalanzó, como paladín inexorable, desde el trono real de los cielos...» (Sab 18,14-15). Pero, en su descenso, la Palabra tropieza con el miedo, que es una tiniebla resistente y agazapada en el corazón humano, en el que la cercanía de Dios acentúa la conciencia de desvalimiento. Por eso «se llenaron de temor», como Adán y Eva en el jardín, como Moisés ante la zarza y como Elías en el Horeb. Lo mismo que ellos, también nosotros sentimos la tentación de escondernos, de huir, de quedarnos bloqueados por el temor, de intentar cubrir nuestra desnudez. Por eso buscamos con ansiedad poseer cosas, afectos o saberes que acallen, al menos momentáneamente, unas carencias que nos resultan amenazantes. Y esa necesidad compulsiva de ser aceptados y reconocidos, de proteger nuestro nombre y autoafirmarnos, suele degenerar en una avidez que nos bloquea el amor y nos cierra a la alteridad: andamos tan preocupados por engordar el perímetro de nuestro «yo» que se nos desdibujan los rostros de los otros, y sus vidas no encuentran espacio en nuestro interés. Pero a los pastores les fue anunciada en aquella noche, que pertenece también a nuestro «hoy», una noticia insólita que venía «de otra orilla» y que convirtió en mediodía su oscuridad y en confianza su miedo: «'No temáis os doy una buena noticia, una gran alegría' (...) De pronto, se juntó al ángel una multitud del ejército celeste, que alababa a Dios diciendo: `¡Gloria a Dios, paz a los hombres que él ama!' (en anthropois eudokias)» (Lc 2,10.14). GRATUIDAD/A-D: «De pronto»: el texto subraya la irrupción del himno de los ángeles como una iluminación súbita, como un cambio cualitativo de conciencia. De pronto, el que andaba titubeando se encuentra con una roca bajo sus pies; al que caminaba aterido se le abren las puertas de un hogar caliente; el que creía no ser significativo para nadie se entera con asombro de que es objeto de una ternura que lo acoge. En aquel descampado de Belén, los pastores y todos nosotros, humanidad extendida por el ancho mundo y dilatada a lo largo de los siglos, recibimos un nombre: somos aquellos en quienes Dios tiene puesto su amor, su complacencia, su alegría, su deseo... Nuestra sed febril de ser aceptados y queridos se sacia en esta noche: a Dios «le parecemos bien» (ese es el significado literal de eudokía), «le caemos en gracia», no porque nos lo hayamos ganado a pulso a base de esfuerzo, cumplimientos y tendencias a la perfección, sino porque «Dios es amor», es decir, que no puede dejar de querernos, como no puede el sol dejar de dar luz y calor, ni las entrañas de una madre dejar de estremecerse ante sus hijos. A nosotros, «en primera instancia», sólo se nos pide dejarnos querer, creer que somos aceptados, movernos como pececitos despreocupados en el ancho mar de ese amor que nos envuelve: «los bienes más preciosos no pueden ser buscados, sino recibidos; no tomados, sino acogidos» 5. Luego vendrá para los pastores el ponerse en camino hacia Belén, y para nosotros emprender el nuestro, con el latido de quien siente circular por sus venas la vida de Dios y el corazón inundado por su misericordia. Porque quien se sabe a cobijo en el «bien parecer» de Dios entra en el «hoy» de un nuevo comienzo relacional: las energías que gastábamos en «parecer» y en «caer bien» están ahora liberadas para el servicio; la ansiedad por asegurar nuestro nombre y proteger nuestra fama se transforma en un dinamismo que empuja hacia el cuidado de la vida de otros. - Buscadores en la ausencia El relato de los pastores tiene una cesura que lo divide, cerrando una etapa e inaugurando otra: «Cuando los ángeles se marcharon al cielo (apelthon ap'auton)...» (Lc 2,15) Estamos ante un momento de ruptura, a partir del cual se va a decidir el futuro de la Palabra que han recibido los pastores. Desaparecen la luz, las voces, los himnos y el resplandor de la gloria. Vuelve a ser de noche, y todo invita a sospechar que se había tratado de un sueño, de una ilusión, de un piadoso engaño. Hay que regresar al realismo a ras de suelo del frío, la oscuridad y el cuidado de las ovejas. Ningún ángel los reemplazará si hay que defenderlas de los lobos, ni atenderá a las recién paridas. AUSENCIA-D/PRUEBA: La desaparición de los ángeles nos recuerda las parábolas escatológicas: también en ellas el amo se marcha después de confiar sus bienes a sus siervos (Mt 25,14-30); también en ellas hay un juego de ocultamiento (Mt 25,31-46), de lejanía (Lc 19,12) y de noche (Mt 25, 1-11). Los pastores están ahora ante «la prueba de la ausencia». como lo estarán los discípulos después de que el Resucitado desaparezca de su vista (Lc 24,31); o como MarÍa cuando «el ángel dejándola se fue» (Lc 1,38). El evangelio no oculta las dificultades y peligros de esta situación: algunos servidores del amo ausente comenzaron a comportarse de manera inicua (Mt 24,48); otros escondieron los talentos y se despreocuparon de hacerlos rendir (Mt 25,25); algunas de las muchachas perdieron la tensión de la espera y dejaron apagar sus lámparas (Mt 25,3); otros pretextaron que el Señor no se había dejado ver claramente, que no había «avisado» de que el llanto y los gritos que habían oído eran los suyos (Mt 25,37); los discípulos, queriendo retener en la transfiguración una forma de presencia gratificante (Lc 9,33), o ensimismados después de la ascensión, merecerán un velado reproche por quedarse plantados mirando al cielo (Hch 1,11). La reacción de los pastores después de la marcha de los ángeles es un modelo de «discernimiento de espíritus»: «se dijeron unos a otros: 'Vayamos a Belén a ver lo que ha sucedido ... » (Lc 2,15). La ausencia no los ha paralizado, Ia experiencia de comunicar con lo divino no los ha dejado ensimismados, la añoranza de lo que han perdido no los bloquea ni los fija en la nostalgia de tiempos mejores: los que habían escuchado en silencio rompen a hablar y expresan una decisión colectiva: «Vayamos...». Resuena en ese «vayamos» intercambiado entre ellos una cierta conciencia de lo atípico del camino y de sus señales, y por eso necesitan pronunciar en alto su decisión de emprenderlo, escucharla de la boca de otros, sentirse respaldados por un plural que los sostenga en su opción. Están siendo, sin saberlo, compañeros de todos los que, después de ellos. tomarán decisiones en medio de la incertidumbre: los magos persiguiendo una estrella errante (Mt 2,2), los que opten por seguir a un maestro que no les promete ni un lugar donde reclinar la cabeza (Lc 9,58), las mujeres corriendo con perfumes de madrugada hacia un sepulcro que creen sellado impenetrablemente (Lc 24,1-2)... Están también «en sintonía» con aquel a quien ahora van a encontrar reclinado en un pesebre y que, un día, decidirá subir a Jerusalén a cualquier precio, incluso el de su propia vida (Lc 18,31). Consolacion/tiempo de-angeles: También nosotros nos sentimos en sintonía con los pastores: como ellos, hemos vivido «tiempos de ángeles» y nos hemos encontrado introducidos en un orden diferente, atravesado por una brecha de esperanza. Han sido momentos de la vida en que se nos han abierto los cielos, la fe se nos ha hecho casi diáfana, nos hemos sentido imantados por el Evangelio y empujados a tomar decisiones que nos comprometían en la dirección del Reino. Nos reconocemos marcados por esos tiempos de consolación en los que nos parecía estar danzando al ritmo de la gracia, con la facilidad de esos patinadores que se deslizan armónicamente sobre el hielo. Pero, de repente, siempre inesperadamente «se marchan los ángeles» y nos quedamos desconcertados, como patinadores sin música y sin patines, perplejos ante la frialdad del hielo. Las decisiones tomadas nos parecen insensatas e inviables, y la realidad, privada de cualquier nimbo luminoso, se nos pone delante con su terca opacidad. Por eso necesitamos decirnos y escuchar de otros ese «vayamos» que expresa lo mejor de nosotros mismos y que nos recuerda nuestra determinación más deliberada de seguir adelante por ese camino que, «en tiempo de ángeles», hemos reconocido como nuestro. Necesitamos recordarnos unos a otros que las palabras descabelladas del Evangelio (todo eso de perder para ganar, de recorrer kilómetros gratuitamente al lado de otro, de tomar el yugo de Jesús cuando no podemos ni con la propia mochila...), resulta que a la larga (¡y a veces hasta a la corta!) «funciona». Necesitamos oír y ver que otros también sueñan, y no se les han muerto la utopía, sino que la van traduciendo modestamente en lo diario y por eso buscan, «con minuciosidad de contable y fantasía de niño» (Alberto Iniesta), pequeños/grandes medios para vivir esa terna de sobriedad-sencillez-solidaridad que configura nuestra praxis cristiana 6: la manía de rastrear información sobre los países y pueblos que no son ya rentables ni como noticia, o de buscar los productos de «comercio justo»; la atención cada vez más despierta hacia ese referente privilegiado que es la vida de los empobrecidos, los de cerca y los de lejos la paciente disciplina por ir teniendo hábitos ecológicos, más exigentes que las antiguas penitencias conventuales... Necesitamos contar con la posibilidad de comunicarnos desde esos niveles que sostienen nuestro camino creyente, que bastante gélidos son ya muchos de los ambientes en los que nos movemos; y el que piense que no necesita nutrir su fe al lado de aquellos con los que comparte «visiones de ángeles», acabará víctima de una anorexia espiritual irreversible. Porque tenemos gran facilidad para hablar entre nosotros de lo loco que está el tiempo; del colesterol, que lo tenemos por las nubes; del problema insoluble del aparcamiento; de la tarde que nos ha dado una visita pesadísima; de lo bien que va el Atleti o de las desgracias de Estefanía de Mónaco, pobrecilla... Pero, en cambio, con demasiada frecuencia nos aqueja una extraña «afasia» para lo que nos hace vivir por dentro, con el peligro, tantas veces constatado, de que fácilmente esa «afasia» degenere en «amnesia». Quizá hoy haga más falta que nunca desplegar toda nuestra creatividad para inventar espacios y tiempos que generen comunicación profunda y nos permitan dejar caer esas máscaras que nos ponemos para jugar a ser «Don Yo-no-necesito-hablar-de-esas-cosas», o «Doña Total,-para-lo-que-sirve. . . » En la noche de cada creyente ha resonado una palabra que alienta a levantarse, caminar, atravesar la oscuridad, dirigirse, como viajeros en tránsito, hacia una tierra invisible. Hay en ella un dinamismo que moviliza, orienta, atrae, cambia el horizonte, envía en la dirección de una presencia escondida; pero sólo seguirá vibrando si la dejamos encarnarse en las palabras de otros, si mantenemos su memoria en nuestro «aparato conversacional», si aceptamos con humilde pobreza que nos necesitamos unos a otros para aprender a responder a esa Presencia ausente que nos hace vivir. - Orientados por una señal paradójica «Esto os servirá de señal: encontraréis un niño envuelto en pañales y reclinado en un pesebre.» PESEBRE/SEÑAL-PAJICA: La advertencia de los ángeles, dirigida a todos los «buscadores en la ausencia», inaugura un camino en el que tendrán que orientarse, no por evidencias inmediatas, sino por señales. Como Samuel, que supo reconocer en el más pequeño de los hijos de Jesé al ungido del Señor y, por debajo de las apariencias, aprendió a mirar el corazón (cf ISm 16.7); o como Natanael, que tendrá que ir más allá de su idea de que «de Nazaret no puede salir nada bueno» (Jn 2, 46) o como los discípulos, aceptando que las prostitutas y publicanos les precederán en el Reino... Se está inaugurando un camino pascual en el que «encontrar» tendrá que ir precedido de una conversión de la mirada y del corazón, y en el que habrá que superar el desconcierto y el asombro de que un niño reclinado en un pesebre sea el Señor. Y ese camino desembocará otro día el primero de la semana, en el sepulcro, en el que quien había yacido en él se revelará como el Viviente (¿será sólo coincidencia que el término «reclinado», keimenon. aparezca también en los relatos de Pascua? (cf. Lc 23,53; 24,12; Jn 20,5). Hay que prepararse para ese día -los pastores y nosotros- «haciendo teología» desde ahora, impidiendo que la evocación de títulos del niño ponga en marcha esa cascada de ideas, convicciones e imágenes sobre lo divino que pueblan nuestra mente y nuestra imaginación, todo ese ejército de nobles atributos que se apresuran a formar parte de su cortejo: un Salvador, Mesías y Señor sólo puede venir acompañado de signos de dignidad, poder, fuerza, magnificencia, esplendor y dominio. Necesitamos reemplazar nuestra polvorienta «summa pseudotheologica» por esa señal ofrecida por los ángeles, y exponernos a que su carga de provocación y de escándalo resquebraje nuestro montaje mental y, como una semilla de fuego, queme desde dentro los leños inertes de nuestras ideas sobre quién es Dios y en qué consisten su santidad, su señorío y su salvación. Porque si en el AT Dios hacía estallar las ideas desde arriba, ahora lo hace desde abajo. Después de la revelación de lo grandioso y excepcional, el maravillamiento hay que practicarlo también ante lo banal: la hierba del campo que revela una belleza mayor que la de las vestiduras regias de Salomón (Mt 6,29); el niño nacido en un establo, en el que Dios da a conocer el esplendor radiante de su misterio... Estamos ante el «signo de Jonás» que se convierte en aviso y contraseña para todos los que quieran, a partir de ahora, encontrar al Mesías con su séquito de fracasados, perdedores y excluidos. El niño sobre el pesebre representa el destino mismo de Dios, que se identifica con lo perturbador, Io importuno, lo desagradable y lo inconfortable Desde esta noche, Ios hombres tienen derecho a ser superfluos. Dios se ha hecho hombre en un niño sin palabra, inútil, desarmado, impotente; y seguirá siendo en el futuro alguien sin poder ni posibilidad de imponerse. A los treinta años, las autoridades e instancias competentes le darán la nota de «insuficiente» en el examen de lo que ellos estiman que es la vida. Dios no consigue tener éxito en el mundo del triunfo»7. - Portadores de Evangelio «Fueron aprisa y encontraron...» Como Pedro, Juan y las mujeres en la mañana de Pascua, los pastores corren en medio de la oscuridad y encuentran a Jesús acostado en el pesebre. Los discípulos y discípulas no lo encontrarán: la muerte no habrá sido capaz de retenerlo, y los lienzos y vendas ya no lo envolverán, como los pañales envuelven ahora el cuerpo del niño. «Al verlo, les contaron... Y se volvieron glorificando y alabando a Dios...» (Lc 2,16-20). Lucas nos hace participar de la onda expansiva de un evangelio que, de los ángeles, ha pasado a los pastores, está destinado a todo el pueblo, colma de asombro a los que lo oyen, es conservado por María, que lo confronta (simballousa) en su corazón, y se convierte en un himno de alabanza. En Belén está resonando ya algo del anuncio, restallante de júbilo, que difundirá como un relámpago la noticia de la resurrección de Jesús. Los que habían sido receptores son ahora emisores, comunicadores exultantes de una alegría que no pueden guardar para ellos solos. Son las primicias de lo que será la tarea evangelizadora: la Palabra, partiendo del Señor, llega a los testigos privilegiados que la escuchan y ven, y de ellos pasa a una nueva serie de oyentes. En torno al pesebre de Jesús, los pastores anticipan proféticamente la predicación apostólica de la iglesia primitiva 8. En medio de un mundo adormecido e indiferente, estos primeros evangelizadores están abriendo una brecha y roturando los caminos que conducen al niño. Como Moisés o Josué, se convierten en «acompañantes de tránsitos», en descubridores de la nueva tierra que mana leche y miel, en conocedores del código de señales que, como en un juego de pistas, conduce hasta ella. «Cuentan», «glorifican», «alaban»... son expresiones de comunicación explícita del evangelio del que son portadores; y como el mensajero de albricias del Segundo Isaías (cf. Is 52,7), sus pies están también al servicio de la noticia que proclaman: otro verbo de movimiento, «se volvieron», subraya el dinamismo de una Palabra que ha salido de la boca de Dios y no volverá a él vacía (Is 55,10-11). Es toda la trayectoria de la fe la que queda insinuada: para llegar a Dios hay que pasar por ese niño débil y sin poder y por cada hombre, tan limitado, tan concreto. Porque a partir de ahora este tejido frágil de nuestro destino humano se ha convertido en el destino mismo de Dios. Hay un desvío, un rodeo inevitable en el camino hacia él: hoy pasa por un pesebre, y mañana pasará por una cruz. Dios, hecho «como uno de tantos» (Flp 2,7), ha quedado expuesto al peligro de no ser reconocido. Hay que dejarse arrastrar por el movimiento descendente de ese Dios «pasajero», sabiendo que aún no ha llegado la hora del «cara a cara» con él. Y aceptar el escándalo de que haya querido manifestar, en la asombrosa proximidad de un niño, la gloria que proclamaba el ejército del cielo. Hay que aprender a traducir «lo que cuentan los ángeles» (la Biblia, la teología, la tradición...), no sólo al lenguaje de los sabios y entendidos de Jerusalén, sino al «dialecto de Belén», el que habla «todo el pueblo» al que está destinado. Hay que tratar de ser «portadores de evangelio», como lo son tantas personas que, sin saberlo, nos están transmitiendo algo del «bien parecer de Dios», de su ternura y su amor gratuito, y que se ponen a nuestro lado como compañeras de travesía y nos recuerdan que no hay pascua sin heridas. Como los pastores, esas personas nos anuncian que la oscuridad está rasgada por la luz y por la Palabra, que estamos guarecidos por la gracia y convocados por un niño. Lo encontraremos si nos vamos haciendo, como ellos, soñadores despiertos, visionarios con los pies en el camino, barqueros entre dos orillas, viajeros en tránsito. DOLORES ALEIXANDRE SAL-TERRAE 1996, 11. Págs. 813-828
El mesianismo de Jesús tiene consecuencias sociopolíticas y religiosas, pero nunca provocadas por la vía de la violencia o la imposición de su proyecto La palabra Cristo, de origen griego, proviene de la hebrea mesías. Cuando los cristianos decimos Jesucristo, en realidad estamos afirmando que Jesús de Nazaret es el único Mesías de esta historia y el Cristo de nuestra fe. En este sentido se dice que es único e irrepetible. Sin embargo, así como sucede hoy, también quienes estaban cercanos a Jesús, sus seguidores, no lo entendían, porque la palabra mesías aludía a la acción nacionalista de un hombre que actuando en nombre de un Dios fuerte y poderoso, devolvería la independencia política y la igualdad social. Pedro esperaba a un mesías que fuera un guerrero combativo y pusiera fin a la opresión romana, por ello le confiesa a Jesús: «tú eres el Mesías» (Mc 8,29). Jesús lo manda a callar. ¿Por qué? Pedro entendía que la única forma de mesianismo posible era la revolucionaria y militante, que pudiera atraer a las masas para asaltar el poder. Así que ante la confesión de un mesianismo de este tipo, Jesús reacciona categóricamente diciéndole: «¡quítate de mi vista Satanás! Porque tus pensamientos no son los de Dios» (Mc 8,33). La actitud de Pedro llevaba a matar, recordemos que andaba armado (Jn 18,10). Jesús lo llama Satanás, que significa uno que es causa de división y deshumanización, siempre dispuesto a odiar o dar muerte a sus enemigos. El dios de Pedro no era el Dios a quien Jesús oraba. En su tiempo no se entendía que Jesús se llamara a sí mismo Hijo del hombre, uno que «no tenía ni dónde reclinar la cabeza» (Mt 8,20), que «debía sufrir mucho y ser reprobado» (Mc 8,31), uno cuyas acciones y palabras inspiraban un estilo de vida incluyente y fraterno. Esto representaba debilidad y, por tanto, era absurdo para quienes deseaban el poder político o religioso. Pero Jesús nunca se dejó identificar con las expectativas mesiánicas dominantes en su tiempo, porque la gente lo podía comenzar a ver, precisamente, como Pedro lo percibía. Por eso, optó por un estilo de vida mesiánico no político, es decir, ungido y guiado por el Espíritu de un Dios compasivo (y no fuerte), bueno (y no envidioso). Uno que sólo sabía servir y levantar al caído. Jesús vivió un mesianismo asuntivo. Sí tendría consecuencias sociopolíticas y religiosas, pero nunca provocadas por la vía de la violencia o la imposición de su proyecto (Jn 18,36). Y esta fue la gran tentación de Pedro. ----------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------- ¿Qué es el Reino de Dios? El Reino de Dios anunciado por Jesús: ¿en qué consiste y qué debemos entender? Partiendo de las predicaciones de los profetas, los contemporáneos de Jesús sabían lo que esto significaba: es el tiempo de salvación que había de llegar, en el cual Dios vencerá todo lo que oprime y agobia al hombre, lo que le tortura y atemoriza. Esta situación final sólo se puede imaginar mediante imágenes y comparaciones. Es más sencillo utilizar límites negativos que hacer una descripción positiva de todo ello: un mundo sin lágrimas, sin sufrimiento y sin dolor. Un tiempo de paz, en el cual se haga la voluntad de Dios. Una vida comparable al convite en una fiesta real; un campo fértil, lleno de espigas. Una existencia en la alegría, que se realiza no por el esfuerzo humano -ni mediante cargas religiosas, ni por la violencia política-, sino que será una dádiva del mismo Dios. El hecho de que el Reino de Dios todavía no haya llegado a la perfección es debido a lo que nos muestra la experiencia cotidiana: las culpas, los pecados y sus consecuencias. Sin embargo, que el Reino de Dios ya ha comenzado lo demuestra Jesús no sólo anunciándolo, sino también demostrando su palabra y su predicación con sus obras. Que Dios llama a un nuevo mundo a todos los hombres, pricipalmente a los marginados y maltratados, los pobres, los despreciados y pecadores, lo demuestra Jesús al dar esperanza a todos los hombres y especialmente al buscar la compañía de los débiles y oprimidos. Las curaciones que realiza son signo de que el Reino de Dios ha llegado (cfr. entre otros, /Mt/12/28 y par.) y de que el Reino quiere englobar a todos los hombres tanto en sus dimensiones materiales como en las espirituales. Precisamente porque el Reino de Dios ya ha comenzado, el hombre debe seguir la llamada de este tiempo de urgente salvación y cambiar su mente y espíritu. Cambiar así, significa en el Nuevo Testamento apostarlo todo a una carta, es decir, seguir a Jesús sin reservas; buscar la seguridad significa entregarlo todo sin reservas; poner la mano en el arado sin mirar atrás. No existe ningún lugar en el Nuevo Testamento que exprese esta circunstancia de forma tan inequívoca como las breves parábolas del tesoro escondido y la perla: «El nuevo mundo al que Dios os llama, es como un tesoro escondido en el campo. Un hombre lo encuentra y lo vuelve a enterrar rápidamente. En su alegría, vende todo lo que posee y compra el campo aquel». «El que comprende la invitación divina, actúa como un comerciante que busca perlas finas. Cuando descubre. una especialmente valiosa, vende todo lo que tiene v la compra» (Mt 13, 44-46). Jesús relaciona siempre la conversión del hombre con el Reino de Dios, con el nuevo mundo de Dios. El hombre es llamado a aceptar la invitación (se trata de una invitación y no de una coacción; cfr. Lc 14, 61; Mt 22, 2 s). Esta invitación procede fundamentalmente de Dios. Uno encuentra casualmente el «tesoro», otro halla la valiosa «perla» después de buscarla durante largo tiempo, y sin embargo, las Escrituras recalcan que ambos experimentan su «hallazgo» como un regalo, que no les pertenece por derecho propio. La opción del hombre es siempre respuesta a una llamada previa de Dios. Podríamos decir concisamente: la conversión es regalo de Dios y, por serlo, es tarea humana Meditación del Papa Francisco Nosotros sabemos que la historia tiene un centro: Jesucristo, encarnado, muerto y resucitado; que está vivo entre nosotros y que tiene una finalidad: el Reino de Dios, Reino de paz, de justicia, de libertad en el amor. Y tiene una fuerza que la mueve hacia aquel fin: es la fuerza del Espíritu Santo. Todos nosotros tenemos el Espíritu Santo que hemos recibido en el bautismo. Y él nos empuja a ir hacia adelante en el camino de la vida cristiana, en el camino de la historia, hacia el Reino de Dios. Este Espíritu es la potencia del amor que ha fecundado el seno de la Virgen María; y es el mismo que anima los proyectos y las obras de todos los constructores de paz. Donde hay un hombre y una mujer constructor de paz, es exactamente el Espíritu Santo quien ayuda y lo empuja a hacer la paz» El Reino de Dios ya está entre nosotros, aunque no completamente. Está entre nosotros porque Jesús ya ha venido a la tierra y nos ha dejado su presencia. Pero todavía falta algo. Es necesario que el Reino llegue al corazón de cada hombre. Sólo entonces podremos decir que ya ha llegado en toda su plenitud. Jesús advierte que no se trata de un reino de ejércitos, de emperadores, de palacios, etc. sino que es algo mucho más sutil, menos notorio. Es un gobierno sobre los corazones, cuya ley es la caridad y Cristo es el soberano. Dejar que Jesús reine en mi alma significa abrirle las puertas para que Él haga lo que quiera conmigo. Y El sólo entra y se queda a vivir si encuentra un alma limpia, es decir, sin pecado. Un alma en pecado es un lugar inhabitable para Dios. Por eso decimos que hay que vivir en continua lucha con nuestro peor enemigo, que es el pecado, porque sólo él nos aleja de Dios, la meta de nuestra vida. ¡Cómo sería el mundo si todos los hombres viviesen en gracia, en amistad con Dios! ¡Qué diferentes serían las cosas si todos los países adoptaran el mandamiento de la caridad universal como ley suprema! Entonces, sí que podríamos decir que el Reino de los cielos ha llegado a la tierra.
Religión
Jesús de Nazaret
Marta y María
La última cena
El centurión
Bautismo
Lázaro
Crucifixión
Hijo pródigo
Los pastores
Común
1.- Lectura del texto: Lc 10,38-42 2.- Explicación,muy sencilla de a) Qué es el Reino de Dios b) Qué se entendía por Mesianismo en tiempos de Jesús y cómo es el Mesías Jesús de Nazaret 3.- Análisis de las características de los personajes que aparecen en la escena 4.- A partir de las actitudes de Jesús y del mensaje que nos transmite, elabora una serie de rasgos importantes del Reino de Dios 5.- ¿Qué consecuencias prácticas tiene para un cristiano este pasaje evangélico? 6.- Busca algún testimonio de personas que vivan este pasaje
1.- Lee los textos siguientes: Jn 13, 1-20 / Lc 22,14-23 2.- Explicación,muy sencilla de a) Qué es el Reino de Dios b) Qué se entendía por Mesianismo en tiempos de Jesús y cómo es el Mesías Jesús de Nazaret 3.- Análisis de las características de los personajes que aparecen en la escena 4.- A partir de las actitudes de Jesús y del mensaje que nos transmite, elabora una serie de rasgos importantes del Reino de Dios. ¿qué clave de felicidad presenta Jesús en el lavatorio de los pies? 5.- ¿Qué consecuencias prácticas tiene para un cristiano este pasaje evangélico? 6.- Busca algún testimonio de personas que vivan este pasaje
1.- Lee los pasajes siguientes: Mc 8, 5-13 / Lc 7, 1-10 2.- Explicación,muy sencilla de a) Qué es el Reino de Dios b) Qué se entendía por Mesianismo en tiempos de Jesús y cómo es el Mesías Jesús de Nazaret 3.- Análisis de las características de los personajes que aparecen en la escena 4.- A partir de las actitudes de Jesús y del mensaje que nos transmite, elabora una serie de rasgos importantes del Reino de Dios 5.- ¿Qué consecuencias prácticas tiene para un cristiano este pasaje evangélico? 6.- Busca algún testimonio de personas que vivan este pasaje
1.- Lee Mt 3,13-17 2.- Explicación,muy sencilla de a) Qué es el Reino de Dios b) Qué se entendía por Mesianismo en tiempos de Jesús y cómo es el Mesías Jesús de Nazaret 3.- Análisis de las características de los personajes que aparecen en la escena 4.- A partir de las actitudes de Jesús y del mensaje que nos transmite, elabora una serie de rasgos importantes del Reino de Dios 5.- ¿Qué consecuencias prácticas tiene para un cristiano este pasaje evangélico? 6.- Busca algún testimonio de personas que vivan este pasaje
1.- Lee Jn 11,1-45 2.- Explicación,muy sencilla de a) Qué es el Reino de Dios b) Qué se entendía por Mesianismo en tiempos de Jesús y cómo es el Mesías Jesús de Nazaret 3.- Análisis de las características de los personajes que aparecen en la escena 4.- A partir de las actitudes de Jesús y del mensaje que nos transmite, elabora una serie de rasgos importantes del Reino de Dios 5.- ¿Qué consecuencias prácticas tiene para un cristiano este pasaje evangélico? 6.- Busca algún testimonio de personas que vivan este pasaje
1.- Lee Mt 23,33-48 / Jn 19,16-37 2.- Explicación,muy sencilla de a) Qué es el Reino de Dios b) Qué se entendía por Mesianismo en tiempos de Jesús y cómo es el Mesías Jesús de Nazaret 3.- Análisis de las características de los personajes que aparecen en la escena 4.- A partir de las actitudes de Jesús y del mensaje que nos transmite, elabora una serie de rasgos importantes del Reino de Dios 5.- ¿Qué consecuencias prácticas tiene para un cristiano este pasaje evangélico? 6.- Busca algún testimonio de personas que vivan este pasaje
1.- Lee: Lc 15, 11-32 2.- Explicación,muy sencilla de a) Qué es el Reino de Dios b) Qué se entendía por Mesianismo en tiempos de Jesús y cómo es el Mesías Jesús de Nazaret 3.- Análisis de las características de los personajes que aparecen en la escena 4.- A partir de las actitudes de Jesús y del mensaje que nos transmite, elabora una serie de rasgos importantes del Reino de Dios 5.- ¿Qué consecuencias prácticas tiene para un cristiano este pasaje evangélico? 6.- Busca algún testimonio de personas que vivan este pasaje. Las actitudes de cada personaje
1.- Lee Lc 2, 1-21 2.- Explicación,muy sencilla de a) Qué es el Reino de Dios b) Qué se entendía por Mesianismo en tiempos de Jesús y cómo es el Mesías Jesús de Nazaret 3.- Análisis de las características de los personajes que aparecen en la escena 4.- A partir de las actitudes de Jesús y del mensaje que nos transmite, elabora una serie de rasgos importantes del Reino de Dios 5.- ¿Qué consecuencias prácticas tiene para un cristiano este pasaje evangélico? 6.- Busca algún testimonio de personas que vivan este pasaje
1.- Presentación a los compañeros de la escena evangélica que habéis trabajado. Evaluación con rúbrica 2.- Control escrito
Geografia i Història
Cristo en casa de Marta y María
Joachim Beuckelaer
Lorem ipsum
Lorem ipsum
Lorem ipsum
La última cena
Juan de Juanes
Jesús y el Centurión
Paolo Veronés
El bautismo de Cristo
El Greco
La resurrección de Lázaro
José de Ribera
Cristo cricificado
Diego Velázquez
El hijo pródigo recibiendo la legítima
Esteban Murillo
Adoración de los pastores
Esteban Murillo
Cristo en casa de Marta y María. Joachim Beuckelaer. 1568 https://www.museodelprado.es/coleccion/obra-de-arte/cristo-en-casa-de-marta-y-maria/715d8e53-5bc0-4f63-8022-db56ba532b29 http://www.artehistoria.com/v2/obras/1139.htm https://licoresreyes.es/cristo-casa-marta-maria-1568-joachim-beuckelaer/ https://content.cdnprado.net/doclinks/pdf/una-obra-un-artista/uoua-feb16.pdf http://arduodiario.blogspot.com.es/2016/06/segundo-plano.html
La última cena. Juan de Juanes. 1562 https://www.museodelprado.es/coleccion/obra-de-arte/la-ultima-cena/2800c04d-a3ad-41eb-a75b-fe359d7d1dde https://arguments.es/arte/portfolio/la-ultima-cena-juan-de-juanes-1562/ http://www.artehistoria.com/v2/obras/686.htm https://sites.google.com/a/iesblasdeotero.com/museo-prado/conclusion/la-ultima-cena-juan-de-juanes https://sites.google.com/site/comentariosdetexto95/redacciones/la-santa-cena-juan-de-juanes http://temasycomentariosartepaeg.blogspot.com.es/p/blog-page_388.html https://pecarte.wordpress.com/2011/12/14/juan-de-juanes-la-ultima-cena/ https://migradoenhistoriadelarte.wordpress.com/2015/03/06/la-ultima-cena-juan-de-juanes-comentario-iconografico/ https://cvc.cervantes.es/el_rinconete/anteriores/abril_03/01042003_02.htm
Jesús y el Centruión. Paolo Veronés. 1571 https://www.museodelprado.es/coleccion/obra-de-arte/jesus-y-el-centurion/b5be4149-9cb8-4f12-91a9-585694f63b6e http://www.jdiezarnal.com/artepinturajesusyelcenturion.html http://www.artehistoria.com/v2/obras/1008.htm https://es.slideshare.net/religioniesaguadulce/jess-y-el-centurin-de-paolo-caliari-el-verons file:///C:/Users/ABC/Downloads/355-351-1-PB.pdf
El bautismo de Jesús. El Greco. 1596 y 1600 https://www.museodelprado.es/coleccion/obra-de-arte/bautismo-de-cristo/388206cf-943c-46ac-911c-3b63a0ac0200 https://arte.laguia2000.com/pintura/bautismo-de-cristo-el-greco http://www.artehistoria.com/v2/obras/1741.htm http://www.artehistoria.com/v2/contextos/4566.htm http://espacioartegloria.blogspot.com.es/2014/03/el-bautismo-de-cristo-el-grecomuseo-del.html http://www.todocuadros.es/el-greco/bautismo-cristo.htm http://www.lahornacina.com/seleccionesgreco14.htm
La resurrección de Lázaro. José de Ribera. 1616 https://www.museodelprado.es/coleccion/obra-de-arte/la-resurreccion-de-lazaro/dd5c9787-ac0b-4d42-aa93-478b2662a6ad https://elpais.com/cultura/2011/03/31/actualidad/1301522411_850215.html http://www.elcultural.com/revista/arte/Ribera-en-Italia-empieza-el-barroco/28983 http://www.foroxerbar.com/viewtopic.php?t=4528
Cristo crucificado. Diego Velázquez. 1632 https://www.museodelprado.es/coleccion/obra-de-arte/cristo-crucificado/72cbb57e-f622-4531-9b25-27ff0a9559d7 https://www.religionenlibertad.com/cristo-crucificado-develazquez--59163.htm http://www.rtve.es/alacarta/videos/mirar-un-cuadro/mirar-cuadro-cristo-crucificado-velazquez/1884809/ http://www.artehistoria.com/v2/obras/30.htm https://tuitearte.es/2013/06/15/cristo-crucificado-de-velazquez/ http://unpocodearteparaclase.blogspot.com.es/2015/04/comentario-cristo-crucificado-de.html
El hijo pródigo recibiendo la legítima. Esteban Murillo. 1660 - 1665 https://www.museodelprado.es/coleccion/obra-de-arte/el-hijo-prodigo-recoge-su-legitima/35803c3a-b20a-41ac-a3bd-20947926ec54 http://mismuseos.net/comunidad/metamuseo/recurso/el-hijo-prodigo-recoge-su-legitima/ccc0e43c-e87a-4dc5-bd6d-a54770789276 http://www.artehistoria.com/v2/obras/10609.h
Adoración de los pastores. Esteban Murillo. 1650 https://www.museodelprado.es/coleccion/obra-de-arte/adoracion-de-los-pastores/612bacfa-afd6-4325-b17d-df6febb13b7c http://clio.rediris.es/fichas_arte/la_adoracion.htm http://queaprendemoshoy.com/bartolome-esteban-murillo-y-la-adoracion-de-los-pastores/ https://arguments.es/arte/portfolio/la-adoracion-de-los-pastores-bartolome-esteban-murillo-1668/ http://www.artehistoria.com/v2/obras/906.htm https://arquivolta.wordpress.com/2011/12/29/la-adoracion-de-los-pastores-murillo/
E.Plàstica, Visual i A.
TRÍPTIC
DISSENYGRÀFIC
EXEMPLES
TIPOGRAFIA
DISSENYEDITORIAL
Gestalt
Tríptico from juan_jesus verdeguer 5 ap continguts-tríptic from juan_jesus verdeguer
Disseny gràfic from juan_jesus verdeguer
Tipografia from juan_jesus verdeguer
Diseño editorial from juan_jesus verdeguer
C. Informació
Disseny gràfic Elements del disseny gràfic Ús del color i les emocions Tipus de Fullets informatius: Elements interactius
Brainstorming
Esborranys
Maqueta
Tipus de fullet Distribució de la informació Tipus d'elements Elements interactius Tipus de plegats
Esborranys emprant maquetes de fullets
Realització de la maqueta del producte final
E.Plàstica, Visual i A.
Lliurament i exposició
març
14
4
3
2
NURIA UCÉSARFABRIZIONURIA S
1
4º ESO 2024
GRUPOS
CRISTINARUBÉNPAU
GEMACARLOS MARTINA
CARLES JSOFÍAMÓNICA
8
7
6
MARÍA ÁNGELA ALEJANDRO I
5
JORDICARMENNACHO
ANAPAULAFRANBORJA
ALEJANDRO CHMARTAÓSCAR