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tabla periodica

Ashly Niccol Perez Huamani

Created on November 9, 2023

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ORIGEN DE LA TABLA PERIÓDICA

¿QUÉ ES LA TABLA PERIÓDICA?

La tabla periódica de elementos químicos es un registro en el que los elementos químicos se ordenan según su número atómico (número de protones) en un arreglo que agrupa en columnas a elementos con características similares. A mediados del siglo XIX, ya se conocían en el campo científico 63 elementos químicos, pero los científicos no llegaron a un consenso sobre su terminología y métodos de organización. Para abordar estas cuestiones se organizó en 1860 el primer Congreso Internacional de Químicos en Karlsruhe (Alemania), un encuentro que resultó trascendental porque allí el italiano Stanislao Cannizzaro introdujo el concepto de "peso atómico" (la masa atómica relativa de un elemento). , hecho que serviría de inspiración a los tres jóvenes participantes del congreso: William Odling, Julius Lothar Meyer y Dmitri Ivanovich Mendeleev, los autores de los primeros sistemas de organización de elementos químicos. La tabla periódica es un legado de siglos de curiosidad, investigación y colaboración científica. Cada uno de los elementos representa un hito en nuestro conocimiento de los fundamentos de la materia. Al estudiar los descubrimientos y los científicos que los lograron, podemos apreciar la dedicación y el ingenio necesarios para avanzar en nuestro entendimiento del mundo que nos rodea. Pero, ¿para qué sirve realmente?

¿PARA QUÉ SIRVE?

Más allá de su importante papel en el campo de la química, la Tabla Periódica trasciende otras disciplinas científicas, como la física y la biología, y se ha convertido en un icono un lenguaje universal de Ciencia y Cultura global, utilizado tanto en el ámbito educativo por estudiantes y docentes, como en el ámbito profesional técnico y tecnológico. Por lo tanto, la Tabla Periódica es muy útil para los científicos y la sociedad en su conjunto, porque presenta los elementos químicos de cierta manera. Organizado y resumido, facilitando la consulta rápida y el conocimiento directo del comportamiento y propiedades de todos los elementos, desde su peso atómico hasta su tendencia a combinarse entre sí. Ahora, dentro de la tabla podemos encontrar los elementos quimicos, ¿Cómo encontraron cada uno de ellos?

BUSQUEDA DE LOS ELEMENTOS QUIMICOS

Los primeros materiales empleados por los seres humanos fueron la madera, la piedra y los huesos tallados y trabajados, así como el hierro meteórico, el oro y el cobre nativos, que se moldeaban golpeándose en frío. Pero llegó un momento en el que para poder utilizar los metales puros era necesario alterar profundamente su estado natural, hecho que supuso la aparición de la metalurgia, punto de inflexión en la historia de la humanidad. La presencia casual de arsénico en algunas de las menas de cobre utilizadas llevó al descubrimiento de cómo formar aleaciones con él y con otros elementos como el antimonio, el plomo o el estaño, metal con el que se obtiene el bronce. En un principio este nuevo material sólo se utilizó para fabricar objetos decorativos, pero al quedar patente que su dureza era mucho mayor que la del cobre y la de la piedra, su uso se generalizó. La demanda de esta aleación originó la denominada “ruta de los metales”, que unía el Mediterráneo con el centro y el norte de Europa y llegaba hasta la Península Ibérica en busca de los preciados cobre y estaño.

Este recorrido servía para comercializar tanto los lingotes como los productos ya terminados y se unía a la que generaba el comercio del apreciado ámbar, cuyos yacimientos se encontraban en el norte de Europa (Fernández Castro, 1997). Cuando se produjeron dificultades en el abastecimiento de cobre y estaño para fabricar bronce se sustituyó por el hierro, metal ya conocido pero que presentaba más dificultades que el cobre para su transformación a partir de sus minerales por su elevado punto de fusión (1538 oC). Así como en la cultura mesopotámica, donde consideraban que este metal era un “Regalo de los Dioses” porque provenía del cielo. A lo largo de los siglos se conoció cómo obtener otros elementos, de tal forma que al llegar al Renacimiento se utilizaban doce: cobre, hierro, oro, plata, estaño, arsénico, plomo, azufre, mercurio, zinc, antimonio y carbono, que se empleaba en forma de carbón vegetal para la reducción del cobre, zinc y estaño.

Gracias a la utilidad de los productos que fabrican, los artesanos del metal eran muy respetados en la antigua cultura mesopotámica, donde también se conocía la manera de obtener perfumes, medicinas, detergentes o pigmentos para teñir tejidos. Es en esta civilización donde se tiene noticia por primera vez de un “Arte Sagrado” que, según la tradición, fue confiado a los humanos por un ángel caído del cielo que quedó cautivado por la hermosura de las mujeres terrenales. En el Egipto arcaico se explotaron principalmente los yacimientos del norte de Nubia, en cuyos restos hay evidencias de crisoles, yunques, cinceles y diversos objetos metálicos, aunque carecemos de testimonios escritos que reflejen las técnicas empleadas por los metalurgistas y orfebres. Por otro lado, los importantes avances que la metalurgia china consiguió en fechas muy tempranas pueden ejemplificarse en el pleno desarrollo de la copelación a comienzos del siglo III a.

Asimismo son destacables los conocimientos alquímicos que se desarrollaron en la antigua India (Chakravarti, 2003), saberes que se transmitieron a otras civilizaciones posteriores como la etrusca, griega y romana (Bensinger, 2014), en las que además de desarrollar todos los aspectos prácticos del “Arte Sagrado”, se intentó descubrir cuál era la estructura última de la materia. Hoy en día se considera que la alquimia surgió en China y en Egipto de forma independiente, y gracias a esta última civilización se transmitieron los conocimientos alquímicos a la cultura árabe. Zona de confluencia de numerosas culturas, destacó por ser un importante centro metalúrgico donde se trabajaban los metales traídos de Asia Menor, Kurdistán y Persia.

Los alquimistas medievales europeos perfeccionaron técnicas de laboratorio, desarrollaron procesos químicos y describieron aparatos para operaciones químicas. A pesar de que estas técnicas se conocían desde hace siglos, ellos las plasmaron por primera vez en sus manuscritos. El estudio profundo de estos manuscritos ha permitido la traducción del lenguaje hermético y la conexión con nuestro idioma. Poco a poco y gracias a la labor de los equipos formados por historiadores y químicos, se está conociendo la dimensión del trabajo de los alquimistas en la Península Ibérica en los siglos XII, XIII y XIV. La Escuela de Traductores de Toledo, a la que estaba vinculado G. de Cremona, fue importante en la traducción de textos alquímicos como el Libro de la composición de la alquimia. Esta transmisión de conocimientos se produjo gracias al trabajo de los monjes franciscanos y dominicos, quienes realizaban las tareas de recopilación y custodia de los libros en los monasterios. Entre ellos destacaron como alquimistas los franciscanos.

Una vez que hayas realizado este proceso tres veces, el rey estará liberado”. Estos resultados se han comparado con los libros de alquimia y así se ha podido “traducir” el texto de la Primera Clave de Valentín, encontrando un significado nada esotérico.En la literatura alquímica, el antimonio era denominado “lupus metallorum”, tanto por el aspecto que tiene la antimonita (estibina, Sb2S3) muy similar al pelaje de un lobo “gris y fiero”, como porque era capaz de “disolver” otros metales como el oro o la plata. El rey representa el oro purificado gracias a la acción del antimonio, y la reina es la plata; el anciano de la pierna de madera simboliza Saturno, que en la literatura alquímica designaba al plomo que podía facilitar la refinación de la plata en la copela donde se muestra la bolita de dicho metal. En el siglo veintiuno, en vez de dibujar este grabado escribiríamos: Oro impuro + Estibina → Aleación de oro y antimonio + Sulfuro de plata + Sulfuro de cobre

La aleación de oro y antimonio es “purificada” al ser sometida al calor del fuego en el crisol en tres ocasiones, hecho que se representa por las tres flores que lleva la reina en la mano. Nosotros lo escribiremos como:

Los alquimistas de la segunda mitad del siglo XVII realizaron algunos importantes hallazgos, entre los que destaca el conseguido en 1669 por H. Brandt (1630–1692) quien, en el curso de sus experiencias con la orina, obtuvo una sustancia blanca y cérea que resplandecía en la oscuridad, convirtiéndose en el primer descubridor reconocido de un elemento químico: el fósforo. Otra gran figura de la segunda generación de parcelistas que desarrolló su actividad durante la segunda mitad del siglo XVII fue J. B. van Helmont (1577–1644), quien realizó, entre otras, importantes investigaciones sobre los gases y los hidróxidos, creando el término “gas” y denominando “álcalis” a las lejías. A lo largo del siglo XVII se efectuaron numerosas experiencias que demostraron la posibilidad de generar el vacío y se desarrolló el microscopio, instrumento que evidenció la discontinuidad de la materia.

Sin embargo, en el siglo XVII el concepto de elemento era prácticamente el mismo que el establecido por Aristóteles: un elemento era el componente fundamental de toda la materia. Así, si el azufre era considerado un elemento, formaba parte tanto del oro como del mosto de la uva. En su libro The Sceptical Chymist (1661), Boyle se cuestionó esta idea de elemento químico, preguntándose si no existirían más elementos que los cuatro considerados en ese momento.

A finales del siglo XVII y principios del XVIII fueron testigos de importantes aportes en el campo de la ciencia y la tecnología, gracias a los aportes de I. Newton (1642-1727), entre otros, se explicaron mecánicamente los fenómenos naturales, modelo, simple y razonable. La química se compone de un conjunto de métodos prácticos que permitieron obtener muchos productos, pero el mayor defecto que introdujeron las diversas teorías químicas de la época fue la ausencia del concepto de cuerpo único, la sencillez y las deficiencias dificultan su clasificación de sustancias con precisión y apoyo a organizaciones autoritarias. Esta idea se ilustra en la figura 3, que muestra una tabla de “caracteres chymicos” con símbolos utilizados por N. Lemery (1645-1715), en la que vemos que los elementos (azufre, oro, mercurio.), compuestos (agua, cal, cinabrio.), equipos de laboratorio (crisol), operaciones químicas (sublimar), épocas del año (capricornio, aries.) y fuentes de energía (fuego) se entremezclaban

En el siglo XVIII, el período de la “Ilustración”, la gente creía que gracias al conocimiento la humanidad se liberaría de las tinieblas de la ignorancia, los ignorantes y los supersticiosos. Las bases de la mentalidad de la Ilustración fueron puestas por la revolución científica que tuvo lugar en el siglo XVII, así como por el desarrollo de las ciencias experimentales que resultaron de esa revolución. Fue por este motivo que diversos gobiernos de la época propugnan la creación de instituciones en las que la ciencia tuviera un papel destacado y crearon así una necesidad de personal cualificado, de buena reputación y de importancia social. Al mismo tiempo, surgió la necesidad de comunicación entre ellos, por lo que aparecieron numerosas publicaciones, que fueron el medio ideal para transmitir las ideas y teorías que surgieron en este siglo. Una de ellas fue la Enciclopedia publicada por Diderot y D'Alembert entre 1751 y 1772, una obra masiva estructurada alfabéticamente por temas, que se convirtió en un medio de expresión del pensamiento ilustrado y reflejaba el estado actual del conocimiento en ese momento.

Fue continuada por la Encyclopédie Méthodique o Encyclopédie Panckoucke de 1782 a 1832, en la que participaron un gran número de autores en 210 volúmenes. A medida que mejoraron los métodos experimentales, se pudieron identificar y aislar más elementos químicos, por lo que G. Brandt demostró en 1732-1735 que el color azul del vidrio se debía a un nuevo metal, no al bismuto como se pensaba anteriormente. Un caso especial ocurrió con el platino, un metal conocido por los pueblos de la América precolombina. Sin embargo, la primera referencia europea a este metal la encontramos en los escritos del humanista italiano J. C. Scaligero (1484-1558) como descripción de un misterioso metal escondido «hasta ahora no unido por ningún arte español» (Weeks, 1932) refrán que refleja el alto nivel de la técnica metalúrgica de nuestro país. Pasaron los siglos y el marino ilustrado sevillano Antonio de Ulloa (1716-1795) se dirigió al bosque del Chocó (Colombia) en 1735 para medir un arco meridiano, como parte de una expedición geodésica dirigida por el patrocinador de la Academia de Ciencias de París.

Lo llamó "platina" porque los mineros lo llamaban "plata mala", y los medios de la época no eran capaces de romperlo ni quemarlo, ni se podía extraer el metal que contenía. Wood (1702-1774) también estudió este metal en 1741, muchos textos afirman que la primera referencia al platino como nuevo metal la hizo W. Brownrigg . Pero esta no es la única gloria que trae el platino a nuestro país, pues este metal sólo pudo crearse por primera vez gracias a las impecables investigaciones realizadas por el químico francés F. Chabaneau . En aquella época existían otros metales también reconocidos como el zinc o níquel antes mencionado, obtenido por A. F. Cronstedt Black (1728-1799) observó en 1755 que la sustancia llamada magnesio alba (MgO) no era cal viva (CaO) y por lo tanto se reconocía como magnesio, un metal que H. Davy logró separar electroquímicamente en 1808. Se puede observar que todos los elementos identificados hasta ahora eran sólidos, pero durante la segunda mitad del siglo XVIII se desarrolló en Europa la “química neumática”, cuyo objetivo principal era recolectar y determinar los gases producidos en las reacciones.

Scheele fue el primero en describir el manganeso como elemento, pero fue J. G Gahn (1745-1818), quien lo aisló mediante reducción de dióxido de carbono en 1774, varios años después de los experimentos realizados en Viena por I. G. Kaim (1746-1778) descrito en su tesis de doctorado titulada “Dissertatio de Metallicis dubiis"(1770) y, a pesar de su limitada difusión, lo identificó como el primer científico en aislar el manganeso. El molibdeno fue reconocido por Scheele como composición de la molibdenita en 1778, pero no fue aislado hasta 1781 por P. J. Hjelm (1746-1813). Un año más tarde, M. von Reichenstein (1740 o 1742-1825 o 1826) observó la presencia de un nuevo metal en un mineral de oro en Transilvania (1782), pero fue M. H. Klaproth (1743-1817), quien logró aislarlo por primera vez en 1798 y lo llamó telurio. 1783 fue un año de especial importancia para la ciencia española, pues los hermanos Juan José (1754-1796) y Fausto (1755-1833) de Elhuyar consiguieron separar el tungsteno en un laboratorio de química del citado seminario de Bergara, situado en el mismo territorio denominada “Casa de Zabala”, muy cerca del centro educativo (Pellón, 2013).

El nombre usaba Tungsten en lugar de wolframio a pesar de que el símbolo químico era W. Pero quien generalizó el nombre de Tungsteno fue Lavoisier, protagonista indiscutible de la química de aquella época, que supo aprovechar todos los avances existentes y aplicar con rigor los métodos experimentales para obtener un brillante éxito científico. Aunque desarrolló actividades muy diversas a lo largo de su vida, fue su contribución al avance de la química lo que le valió fama inmortal. La victoria de su doctrina consistió no sólo en la lucha de un pequeño grupo de seguidores perfectamente entrenados contra el flogisto, sino que, gracias al prestigio y la publicidad que le garantiza la Academia de Ciencias de París, cultivó muchos temas. En todos los campos en los que trabajó, aplicó los principales ideales de la Ilustración: derrotó la tradición, estandarizó el lenguaje, explotó los recursos de las figuras y fabricó costosas herramientas para proporcionar evidencia experimental de su lado. Lavoisier demostró que el oxígeno formaba parte de todos los ácidos conocidos en aquella época, razón por la que le pusieron su nombre.

Lavoisier demostró que el oxígeno formaba parte de todos los ácidos conocidos en aquella época, razón por la que le pusieron su nombre. Lavoisier también demostró que el agua era una sustancia compuesta y no un “elemento” simple, al realizar una experiencia espectacular en febrero de 1785 que duró dos días y consistió en un doble experimento: la síntesis y la descomposición del agua. Con él desterró definitivamente la teoría de los cuatro elementos, pero no contento con eso, reformó la nomenclatura y puso a la docencia de la química en la picota. Junto con L. B. Guyton de Morveau (1737–1816), Cl. L. Berthollet y F. Fourcroy (1755-1809) publicaron The Method of Chemical Naming (Cuchet, París, 1787), en el que reformaron la nomenclatura química utilizada hasta ese momento. Según esta concepción, las sustancias más simples son las que deben nombrarse primero, pero hay nombres que recuerdan las sensaciones dadas por los objetos, en la secuencia:

Objetos reales → Sensaciones → Ideas → Habla (Lenguaje) → Conocimiento La publicación De esta obra marcó un momento importante en la historia de la química, porque esta nomenclatura se ha mantenido hasta el día de hoy y gracias a ella los químicos pueden comunicarse entre sí de forma sistemática y precisa.

Dos años más tarde, mientras los franceses ocupaban la Bastilla, Lavoisier publicó su Tratado de química (Cuchet, París, 1789), presentando completa y simplemente los fundamentos de su nueva química y no similar a lo que se había visto antes en sus obras, dirigido a “principiantes” más que a académicos. Gracias al trabajo de Lavoisier y sus contemporáneos, en el siglo XVIII se descubrieron una serie de elementos químicos hasta entonces desconocidos. Por eso en algunos casos suele haber confusión y controversia sobre la atribución de gloria a este descubrimiento, porque no es lo mismo dudar de la existencia de un nuevo elemento químico que identificarlo, aislarlo en estado impuro y finalmente obtenerlo en un estado puro. . Los elementos “descubiertos” a finales del siglo XVIII incluyen siete: estroncio (1787), circonio y uranio (1789), titanio (1791), itrio (1797), cromo (1797) y berilio (1798).

John Dalton (1766-1844) logró algo que nadie había logrado antes de más de unos pocos miles de años de evolución humana: dio a los átomos de los elementos una masa atómica relativa. Su teoría contenía una serie de imprecisiones y errores, pero introdujo a los químicos del siglo XIX conceptos nuevos y muy importantes, que despertaron entusiasmo, de hecho, entre sus colegas. Esta teoría cuantifica la vaga idea que tenemos del átomo, concreta el concepto de elemento, explica las discontinuidades en las proporciones en los compuestos según las leyes de las proporciones constantes y múltiples, y afirmaba que la disposición de los átomos podría representarse en un compuesto en forma esquemática para reflejar su estructura real (Pellón, 2012).

El mecanismo de la reacción se explica a la luz de un nuevo paradigma, que el propio Dalton reconoció como "un nuevo sistema de filosofía química". La explicación de este fenómeno ha provocado desacuerdos sin precedentes, y los investigadores se ven obligados a resolver una serie de cuestiones importantes para que el conocimiento progrese y se estabilice como “ciencia normal”. Pero no es una tarea fácil, porque innumerables contradicciones y anomalías hacen que, a partir del último tercio del siglo XIX, dos preguntas fundamentales siguen sin respuesta: “¿Cuántos átomos hay en una molécula?”; ¿Y este número es el mismo para todos los elementos? Así, a principios de la cuarta década del siglo XIX, la comunidad científica era una torre de Babel y el caos era tan grande que un mismo texto podría escribirse de muchas maneras; el ejemplo más típico es el ácido acético, del que existen 19 fórmulas diferentes. A. Wurtz (1817-1884) organizó una conferencia internacional para aclarar los conceptos de átomos, moléculas y sustancias equivalentes.

Durante estos tres días, los químicos discutieron entre ellos sin llegar a un acuerdo, resultado lógico ya que decidir sobre la naturaleza de los átomos y de las moléculas mediante votación en asamblea parecía impracticable, muy conveniente. Aun así, la solución al conflicto no fue inmediata, pero fue necesario el nacimiento de otra generación para que la mayoría de los químicos europeos se pusieran de acuerdo sobre un sistema único de masas atómicas, cuya base en su mayor parte la proporciona la química orgánica. Antes, en 1813, Berzelius diseñó los iconos que han llegado hasta nuestros días, y el madrileño Andrés Manuel Del Río (1764-1849) examinó unas muestras de minerales procedentes de una mina situada en Zimapán (México) en 1801 y comprobó que contenían un elemento metálico previamente desconocido. Para rendir homenaje al lugar de su descubrimiento, lo llamó “Zimapanio”, pero tras observar la variedad de colores que producía su sal, lo rebautizó como “Pancromio”, que en griego significa “todos los colores”. Poco después, tras observar que su sal calentada se volvía roja, la cambió nuevamente por "Eritronio", que en griego significa "rojo".

Un año después, envió algunas muestras que contenían el nuevo elemento a A. von Humboldt, quien, junto con el químico francés H. V. Collet-Descotils (1773-1815), las analizó y afirmó falsamente en 1805 que ese nuevo elemento era solo una muestra de cromo.Del Río acepta sus resultados y se retira, en favor del químico sueco N. G. Sefström (1787-1845) descubrió en 1831 que el mineral de hierro que trabajaba contenía un elemento desconocido al que llamó vanadio en honor a la diosa escandinava Vanadis, nombre que conserva oficialmente hasta el día de hoy. El aislamiento del vanadio fue una tarea difícil, que se logró sólo cuando el químico H. E. Roscoe (1833-1915) lo obtuvo en 1867 reduciendo el cloruro de vanadio (III) con hidrógeno.A principios del siglo XIX, los químicos se dedicaron a la búsqueda de nuevos elementos químicos y los resultados de su trabajo llevaron uno tras otro al reconocimiento de 31 nuevos elementos durante un período de tiempo de 1801 a 1868.

En esta tarea, los análisis espectrales fueron especialmente útiles y los métodos electroquímicos utilizados por H. Davy, quien propuso y confirmó la existencia de nuevos elementos como magnesio, bario, estroncio, calcio, sodio, potasio, boro, cesio, rubidio, talio, indio y el gas noble helio. Gracias a estas técnicas, el número de elementos químicos conocidos sigue aumentando y se hace necesario ordenarlos de una forma u otra. Al estudiar y comparar sus propiedades físicas y químicas quedó claro que existían similitudes entre algunos de ellos, por lo que nació la idea de agruparlos según sus propiedades.

HISTORIA DE LA TABLA PERIÓDICA

Entre 1817 y 1829, el químico alemán Johan Dobereiner clasificó a algunos elementos en grupos de tres denominados triadas, ya que tenían propiedades químicas similares. Por ejemplo, en la triada cloro (Cl), bromo (Br) y yodo (I) notó que la masa atómica de Br estaba muy próxima al promedio de la masa de Cl e I. Desafortunadamente no todos los elementos se agrupaban en triadas y sus esfuerzos fallaron para proponer una clasificación de los elementos. La clasificación propuesta por Döbereiner en 1817 fue completada por otros investigadores de forma que hacia 1850 se había llegado a identificar unas veinte triadas, pero esta clasificación se descartó ante las numerosas excepciones e irregularidades encontradas. El siguiente en intentar el ordenamiento lo desempeñó el geólogo francés E. de Chancourtois (1820-1886) en 1862, quien propuso una clasificación helicoidal de elementos a la que denominó “Caracol Telúrico”. En un cilindro dibujó una hélice con un ángulo de 45° en su base y en su interior colocó los elementos según su peso atómico, de tal manera que la línea vertical (generatriz) del cilindro intersectara elementos de propiedades similares.

Newlands (1838-1898) ordenó los elementos químicos entonces conocidos en grupos de siete, cada uno según una función creciente de su peso atómico, de modo que el octavo elemento tenía propiedades similares a las del primer elemento del grupo anterior. Esta forma de clasificación fue denominada “Ley de las Octavas”, y aunque inicialmente fue ridiculizada por sus contemporáneos en la Royal Chemical Society, no fue hasta 23 años después que la misma entidad le otorgó el máximo reconocimiento debido a su importante contribución al desarrollo de ley periódica de los elementos químicos En esta época, las técnicas experimentales se desarrollaron de tal manera que las masas atómicas podrían determinarse con un alto grado de precisión, por lo que su estudio demostró que si los elementos se ordenan según un criterio creciente de masas atómicas, entonces aparece la periodicidad en el cambio de sus propiedades físicas y químicas. L. Meyer y D. I. Mendeleev (1834-1907) estableció en 1869 una disposición de este tipo de los 63 elementos hasta entonces conocidos en orden creciente de masa atómica en filas y columnas, en la que los elementos situados en la misma columna tenían propiedades físicas y químicas similares. Mendeleev también pudo prever la existencia de elementos que aún no habían sido descubiertos, dejándoles un lugar que les corresponde en la tabla periódica (Roman, 2008).

Su idea culminó con el establecimiento de una serie de pesos atómicos precisos y la idea de un átomo con un núcleo en el que hay un cierto número de protones con igual número de electrones girando a su alrededor en una capa de electrones. Esta disposición llevó a H. G. J. Moseley (1887-1915) a establecer el concepto de número atómico (Z) en 1912. A partir de este descubrimiento se vio que las propiedades periódicas de un elemento no dependían de su masa atómica, sino de su número atómico. , que luego se descubrió que coincidía con el número de protones en el núcleo. De esta idea surgió el actual Sistema Periódico gracias al trabajo de A. Werner (1866–1919) y F. A. Paneth (1887–1958), en cuyas 18 columnas y 7 filas se distribuyen los elementos en base al criterio de número atómico creciente. , lo que significa que hay tres pares, un elemento está precedido por otro elemento con mayor masa atómica, contradiciendo así lo que propuso Mendeleev. A lo largo del siglo XX, el desarrollo de la Química fue espectacular, completando la especialización iniciada en el siglo XIX. Además, gracias al desarrollo del modelo atómico y la mecánica cuántica se pudieron

llenar los vacíos que faltaban en la tabla periódica, de modo que hoy se han aislado todos los elementos que la componen. El país que más elementos aisló fue Inglaterra (21), seguido de Suecia (19) y Alemania (19). En España se reconocen dos (W y Pt), aunque hay que destacar el vanadio descubierto por Andrés Manuel del Río. Además de los ya mencionados tungsteno y vanadio, podemos comentar la dificultad para nombrar niobio (Z = 41), iterbio (Z = 70) o lutecio (Z = 71). Gadolin (1760-1852), quien observó que estaba compuesto por tierras raras ricas en elementos lantánidos. También se les llama “tierras raras de Erbia” porque están cerca de la ciudad de Ytterby en Suecia y contienen los elementos Erbio, Iterbio, Terbio, Lutecio, Cerio y el propio Gadolinio. Urbain (1872-1938) descubrió en él dos elementos químicos, a los que denominó Lutecio (Z = 71) en honor a Lutetia, nombre que recibía la ciudad de París en la época romana, y Neoiterbia (Z = 70). von Welsbach (1858-1929) también hizo el mismo descubrimiento y los llamó Aldebaranium y Cassiopeia en honor a la estrella Aldebarán y la constelación de Casiopea. En 1909, la Comisión de Masas Atómicas fue responsable de dar nombres a los nuevos elementos químicos descubiertos: iterbio (Yb) en el elemento Z = 70 y lutecio (Lu) en el elemento Z = 71.

El Einstenio (Es, Z = 99) y el Fermio (Fm, Z = 100) denominados así en honor de A. Einstein y de E. Fermi se descubrieron en diciembre de 1952 en los restos de la primera explosión termonuclear realizada un mes antes en el Pacífico. Se acordó que los nuevos elementos recibirían los nombres elegidos por sus descubridores, pero en el caso de los elementos 104 a 108, surgió una acalorada controversia cuando varios investigadores de diferentes nacionalidades reivindicaron simultáneamente su descubrimiento en los años 1960. Estos grupos eran los estadounidenses del Laboratorio Nacional Lawrence Berkeley (LBNL, Berkeley, California), los rusos del Instituto Central de Investigación Nuclear (Dubna) y los alemanes del Instituto de Investigación de Iones Pesados, Gesellschaft für Schwerionenforschung (GSI, Darmstadt). El elemento 109 fue descubierto accidentalmente en GSI cuando el bismuto-210 fue bombardeado con núcleos acelerados de hierro-74 en 1982, lo que demuestra que las técnicas de fusión nuclear podrían usarse para crear nuevos núcleos pesados. Su nombre Meitnerium (Mt) fue propuesto en honor al matemático y físico L. Meitner (1878-1968) (Thierfelder, 2008).

En 1999, investigadores del LBNL en California anunciaron el descubrimiento del elemento 116 al observar la desintegración α de un número atómico superior. Lo llamaron Livermorium por el lugar donde se encuentra el laboratorio, pero lo retiraron al año siguiente porque el experimento no se podía repetir. En junio de 2002, el jefe del laboratorio anunció que los datos obtenidos habían sido falsificados por el investigador V. Ninov, tras lo cual se realizaron numerosas pruebas tanto en California como en Dubna para obtener una muestra de este elemento, todas las cuales fueron infructuosas. hasta que en octubre de 2006 se demostró que el bombardeo de átomos de California-249 con iones de calcio-48 producía ununoctio (elemento 118), que posteriormente se descompuso en ununhexio en unos pocos milisegundos y se había producido al menos tres veces.

PRIMERA TABLA PERI´´´´´´´´ODICA DE LOS ELEMENTOS

TABLA PERIÓDICA ACTUAL