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FRAGMENTO CANTO IX LA ODISEA
Martha Lucia Velastegui
Created on March 25, 2022
INFOGRAFIA DE L CANTO IX DE LA ODISEA A FIN DE LOGRAR LECTURA COMPRENSIVA EN ESTUDIANTES DE PRIMER AÑO DE BACHILLERATO
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Transcript
la odisea
fragmento del cÍclope
HOMERO
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FRAGMENTO CANTO IX
MÁS MAÑA QUE FUERZA
LECTURA AUTÓNOMA
Traía este hombre una gran carga de leña seca para preparar su comida, y la descargó dentro de la cueva con tal estruendo que nos refugiamos apresuradamente en lo más recóndito de la misma. Luego, encendió el fuego y al vernos hizo estas preguntas: «¡Oh, forasteros! ¿Quiénes sois y de dónde llegasteis navegando por húmedos caminos?». Nos infundía temor su voz grave y su aspecto monstruoso. Yo le respondí de esta manera: «Somos aquellos a quienes los vientos extraviaron al salir de Troya. Deseamos volver a la patria y nos preciamos de ser guerreros de Agamenón, venimos a abrazar tus rodillas por si quisieras presentarnos los dones de la hospitalidad y hacernos algún otro regalo, como es costumbre entre los huéspedes». El gigante me respondió enseguida con ánimo cruel: «¡Oh forastero! Eres un simple o vienes de lejanas tierras cuando me exhortas a temer a los dioses y a guardarme de su cólera, yo no te perdonaría ni a ti ni a tus compañeros por temor a la enemistad de Zeus». De repente levantose el cíclope y agarró a dos de mis compañeros, después los arrojó como si fueran cachorros, y del golpe les despedazó los miembros. Después se preparó una cena con ellos y comió como un león, no dejando ni los intestinos ni los huesos. Cuando se descubrió la hija de la mañana, el cíclope encendió el fuego y ordeñó las ovejas.
Seguidamente echó mano a otros dos compañeros y, como hizo la noche anterior, se aparejó con ellos su almuerzo. Quedé meditando siniestros planes para vengarme de la muerte de mis cuatro compañeros. Al fin me pareció que la mejor solución sería la siguiente: sobre el establo había una gran clava de olivo, semejante al mástil de un negro y ancho bajel de transporte. Corté una estaca que mis compañeros pulieron. Luego la endurecí con el fuego y la oculté bajo el estiércol. A suertes elegimos tres compañeros que juntamente conmigo clavarían la estaca en el único ojo del cíclope cuando el sueño lo rindiese. Por la tarde volvió el cíclope, ordeñó las 35 ovejas y cabras, agarró a otros dos compañeros y, con ellos, se aparejó la cena.Entonces, aproximándome con una copa de vino, le dije: «Toma, cíclope, bebe vino, ya que comiste carne humana, a fin de que sepas qué bebida se guardaba en nuestro buque». Tomó el vino y lo bebió. Le gustó tanto que me pidió más. «Dame más vino —clamaba Polifemo— y hazme saber tu nombre para que te ofrezca un don hospitalario». Volví a ofrecerle el negro vino y se bebió tres copas. Y cuando los vapores del vino envolvieron su mente, le dije con suavidad: «¡Cíclope! Preguntas cuál es mi nombre y voy a decírtelo, pero dame el presente de hospitalidad que me has prometido.
Mi nombre es Nadie, y Nadie me llaman mi madre, mi padre y mis compañeros todos». «Pues a Nadie me lo comeré el último —respondió Polifemo—: tal es mi don hospitalario». Se echó hacia atrás y cayó de espaldas, se durmió al poco rato. Entonces puse la estaca al fuego y cuando comenzó a arder la hinqué, con la ayuda de tres compañeros, en el ojo del cíclope, haciéndola girar rápidamente, con lo que la sangre comenzó a brotar abundantemente. El cíclope, gimiendo por los dolores, anduvo a tientas, quitó el peñasco de la puerta y se sentó en la entrada, tendiendo los brazos esperando así atraparnos si salíamos. Resolví toda clase de engaños y al fin me pareció lo mejor que cada uno de nosotros se agarrara en una oveja; y así, agazapados en su lanudo vientre, aguardamos, profiriendo suspiros, la aparición de la divina Aurora. Cuando se descubrió la hija de la mañana los machos salieron presurosos a pacer, y las hembras, como no se las había ordeñado, balaban en el corral. Su amo, afligido por los dolores, palpaba el lomo a todas las reses y no advirtió que mis compañeros iban atados a los pechos de los animales. «¡Carnero querido! —gemía Polifemo— ¿Por qué sales de la gruta el postrero del rebaño? Nunca te quedas te detrás de las ovejas, sino que siempre ibas delante.
Sin duda echarás de menos el ojo de tu señor, a quien cegó un hombre malvado. ¡Si tuvieras sentimientos y pudieses hablar para indicarme dónde está Nadie! Pronto lo molería a golpes, y mi corazón se aliviaría». Cuando estuvimos algo apartados de la cueva, nos soltamos del ganado, no sin llevarlo dando rodeos hasta la nave. Los demás compañeros se alegraron de ver que nos habíamos librado de la muerte y empezaron a gemir y llorar por los demás. Se embarcaron en seguida y, sentándose por orden en los bancos, tornaron a batir los remos sobre el espumoso mar. Y cuando ya estuvimos lo bastante alejados de la playa como para no temer nada de los cíclopes, dije estas mordaces palabras: «¡Cíclope! No debieras emplear tu gran fuerza para comer a los amigos de un varón indefenso. Las consecuencias de tus malas acciones habían de alcanzarte, ¡oh cruel!, ya que no temiste devorar a tus huéspedes; por eso, Zeus y los demás dioses te han castigado».
ANÁLISIS DE LA LECTURA
Quién era Ulises?
Características de Ulises
Cómo fue que llegaron Ulises y sus hombre hasta aquella cueva?
Quines eran los cíclopes?
Qué nombre uso Ulises para presentarse ante el Ciclope?
Qué sucedió cuando Polifemo vio a Ulises y sus marineros dentro de su cueva?
Cómo lograron escaparon Ulises y el resto e los marineros del Ciclope
¡Gracias por la atención!