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El Hélade: los cimientos de occidente
ESTEBAN GARCÍA LOPEZ
Created on October 12, 2021
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Transcript
El Hélade:
los cimientos de occidente
97
Por: Esteban García López | 2021-1
nº
POBLACIONES Y LUGARES
Lic. CC.SS
Índice
¿Qué es el Hélade?
Aspectos geográficos
Página 3
Página 4
Elementos sociohistóricos y culturales
La rivalidad entre hermanos
Páginas 7 y 8
Páginas 5 y 6
La guerra, el mar y los lugares
Ítaca
Páginas 11 y 12
Páginas 9 y 10
Iglesias abandonadas
Conclusiones
Páginas 13 y 14
Página 15
Referencias
Páginas 17 y 18
Title 1
¿Qué es el Hélade?
El Hélade, alude a la región histórica en la que se desarrolló la civilización griega (López, 1999). Esta se ubica en el oriente de Europa meridional, al extremo nororiental del mar Mediterráneo; Limita con la actual Turquía (al este), Bulgaria (noreste), Macedonia (norte), Albania (noroeste) y el mar Jónico (oeste). Geoespacialmente, se encuentra en el hemisferio norte, entre las coordenadas 20° y 27° latitud este, y 34° y 41° latitud norte, en el extremo boreal de la zona de influencia del Trópico de Cáncer.
Clasificación climática de Köppen en el Hélade (Eu)
(Zonas del Hélade)
La región del Hélade se divide en tres grandes zonas diferenciadas (López, 1999): La Grecia continental europea: se ubica al sur de la península de los Bacanes. Posee un relieve variado (tabular y llanuras esteparias -al norte-; macizos y mesetas, con algunas llanuras -centro-; finalmente, en el sur se encuentra la península del Peloponeso caracterizada por macizos calizos, la cual está separada de la península del Ática por el istmo de Corinto. El norte tiene un clima continental, mientras que en el centro y sur son de tipo mediterráneo. La Grecia insular: conformada por archipiélagos de origen tectónico, coralino y volcánico. Está compuesta por la Cícladas, el Dodecaneso, Eubea y las Esporadas, las islas del Egeo Oriental, y Creta, las cuales sirvieron como importantes puntos de contacto del mundo griego, facilitando las comunicaciones y el comercio.
Aspectos geográficos
La Grecia continental asiática: en la actualidad pertenece a Turquía. Se localizaba en la costa occidental de la península de Anatolia; su relieve está conformado por valles fluviales y remanentes de los montes Tauro. Su .clima es de tipo mediterráneo seco.
(Relieve del Hélade)
(Ubicación del Hélade)
Title 1
Elementos sociohistóricos y culturales
ÉPOCA CONTEMPORÁNEA En nuestro tiempo, el país experimenta el fenómeno de las migraciones, especialmente de Oriente Próximo y África, siendo el caso de la Guerra Siria el más relevante en la última década.
PERIODO HELENÍSTICO (338 A.C.- SIGLO II A.C.) Las instituciones y sistema político griegos fueron reemplazados por la monarquía macedónica de Filipo II y su hijo Alejandro (conocido posteriormente como "el Magno"); las ciudades-estado quedaron bajo un régimen de dimensiones imperiales (sin perder la democracia a nivel regional), que logró la máxima expansión de la influencia hasta nuestra era, al conquistar el imperio aqueménida, que se extendía desde el Mediterráneo hasta el Indo (Gómez, 2001).
EL CISMA DE ORIENTE En 1054 se dio el Cisma de Oriente, en el que la iglesia cristiana apostada en el área del Imperio Bizantino dejó de seguir órdenes de Roma (Flores, 2019); de esta manera se divide el cristianismo entre el católico romano y el ortodoxo bizantino, sumando de esta manera no sólo la diferencia cultural que siempre mantuvo con respecto al occidente europeo, sino además la confesional, que separaría finalmente a ambas regiones en el ámbito ideológico.
PERIODO CLÁSICO (499 A.C.) Se caracterizó por la hegemonía de Atenas respecto a Esparta, el impulso del sistema democrático por Pericles, se hicieron grandes obras arquitectónicas como el Partenón y aparecieron en escena figuras como Parménides, Demócrito, Sócrates, Platón, Aristóteles, Sófocles y Tucídides (Gómez, 2001). Fue la época más prolífica en la Filosofía, las artes y la arquitectura.
EL IMPERIO BIZANTINO El emperador romano Teodosio I, antes de morir (en el año 395 d.C.), dividió el imperio entre sus dos hijos Honorio y Arcadio, para protegerlo de la invasión de tribus bárbaras; al primero le correspondió la parte occidental con Roma como capital, al segundo la porción oriental con capital en Constantinopla. A partir de ese momento nacería el Imperio Oriental (conocido como Bizantino), y que se ubicaba en el área histórica de influencia griega (Flores, 2019).
PERIODO ARCAICO (776 A.C) Se constituyen los rasgos de la civilización griega, empiezan a conformarse las primeras ciudades-estado y el mundo griego (Gómez, 2001). Durante este periodo se adopta el alfabeto fenicio, del cual derivarían todos los alfabetos occidentales (Gómez, 2001), y al cual por primera vez se le añadieron vocales; esto hizo posible la difusión de la cultura y el impulso de la revolución intelectual que caracterizaría al siguiente periodo histórico.
GRECIA Y LA INVASIÓN ROMANA Después del siglo II a.C., los romanos empezaron a conquistar varios de los reinos resultantes tras el fallecimiento de Alejandro Magno, relevando así el mando griego helénico por el latino (Gómez, 2001), a pesar de ello, se conservaron la lengua griega y la cultura en la región, que eran tenidas en gran admiración por Roma.
PRIMERAS CIVILIZACIONES DE EUROPA Entre el c.a. 7000 y el c.a. 3000 a.C., ocurre la primera oleada neolítica continental, que trajo consigo la agricultura y ganadería, desconocidas en la Hélade (Fernández, 2008). Posterior a esta, surgen las primeras civilizaciones de la actual Europa. La civilización cicládica (islas del Egeo; 2850 a.C), la civilización minoica (Creta; 2600 a.C.), y la civilización micénica (Grecia continental; 1500 a.C.), (Fernández, 2008).
(Columna con orden arquitectónico jónico, propio de área de influencia ateniense del Hélade)
historia) la guerra contra ella (por el Rapto de Helena), la verdad es que el hecho deja manifiesta la poca estabilidad en la cuna de la civilización occidental; peor aún, se ha llegado a conjeturar, que el poema épico fue escrito como justificación posterior a la invasión de Troya, la cual fue probablemente invadida únicamente en una operación de pillaje urdida por los demás pueblos del Hélade continental europeo (algo que dista bastante del honor a restituir, sobre el que se narra en sus letras). Posterior a este enfrentamiento (que es probable que sí hubiese sucedido, según los hallazgos arqueológicos de Heinrich Schliemann -en 1872-, realizados a partir del avance en terreno de Frank Calvert), son numerosas las disputas internas por el poder, que la naciente ciencia histórica del mundo griego nos permite conocer en nuestro tiempo, una de ellas la Guerra del Peloponeso (entre la Liga de Delos –liderada por Atenas- y la Liga del Peloponeso –comandada por Esparta-), recopilada por Tucídides en el s. V a.C. Tras la Batalla de Platea (479), transcurrieron alrededor de 50 años, en los que los viejos triunfos conjuntos, atenienses y espartanos, en las Guerras Médicas (contra el Imperio aqueménida), poco a poco se fueron perdiendo en la bruma del olvido. ESPARTA y ATENAS, las dos potencias principales del Hélade, no sólo rivalizaban por el poder en el mundo griego, también eran opuestas en lo ideológico: por una lado, Atenas reforzaba un gobierno democrático en su área de influencia (sumando a un paradójico expansionismo que la llevaría a su caída frente a su contraparte), mientras que Esparta conservaba una monarquía que tendía a ser menos colonialista (aunque no menos belicista). Estas diferencias también se trasladaban al plano simbólico, mientras Atenas (literata, filosófica y artística) tenía a Atenea (divinidad de la sabiduría) como su diosa principal, Esparta rendía un mayor culto a Ares (dios de la guerra), mostrando su fuerte carácter militarista; ello no quiere decir que en Esparta no se apoyara algún tipo de humanismo, pero sí deja clara la importancia de la guerra (aunque con diferente enfoque) para ambas ciudades, ya que tanto Ares como su hermana Atenea ERAN GUERREROS y en más de una ocasión, se enfrentaron (al igual que las consanguíneas ciudades, de las que eran patronos).
(Cabeza de Marte, autor desconocido, 1800)
(Athena, Tsuyoshi Nagano, 2013)
El Hélade no siempre fue el paraíso terrenal que nos ha vendido la literatura lírica, en la que las batallas sólo se reservan al honor, a la justicia o al bien de la humanidad. En un mundo de dualidades como el griego, no es entonces de extrañar, que entre estados hermanos, "la paz perpetua" kantiana (más de nuestra era –al menos desde la axiología iluminista-) sólo aplicara en momentos en los que se tenía que unir fuerzas para enfrentar a un enemigo común. Desde la misma Ilíada (Homero, 1914) [que algunos autores como Gómez (2001), consideran se escribió entre La Edad Oscura y la Arcaica)], se podía ver que la paz en la Hélade no era siempre una realidad: (más allá de lo mitológico del relato) Troya era una ciudad GRIEGA (étnicamente hablando), engastada en Anatolia, y aunque se justifica (a partir de la propia
La rivalidad entre hermanos
La casta égida se blande contra la fraterna y broncínea coraza de la guerra, / Las estrellas mismas desde etéreo firmamento, asisten a la celestial batalla, / Muralla, de centellas resplandece con el choque de sus lanzas, / No alcanzas, a imaginar aquello que los ojos de este absorto testigo, de tal encuentro guardan. / -Esteban García López
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La guerra, el mar y los lugares
Mientras ambos ejércitos sostenían enconada lucha al lado de las cóncavas naves de negra proa, Aquiles, (…) escuchaba impasible el ruido de la batalla, mirando fríamente cómo los griegos caían sobre la ensangrentada tierra. -Homero (La Ilíada, p.120)
El pueblo heleno, ha estado tan ligado a lo largo de su historia al mar y a la guerra, que ambos se podrían considerar elementos definitorios de su identidad. A través del tiempo, las descripciones de batallas o los periplos tras ellas, en el retorno a las patrias de los héroes griegos, nos han brindado una idea del significado y misticismo que envuelven a dichos aspectos. En el caso de la guerra, han sido innumerables las obras que han llegado a nuestro tiempo, en las que la retratan siempre ligada al patriotismo o el arraigo al territorio. Los múltiples pasajes de batallas, nos han abierto un amplio repertorio de lugares, en los que ha quedado la impronta del heroísmo al enfrentar a un enemigo externo (aunque a nivel interno -como ya se ha hablado acá, la realidad dista de lo escrito-). Películas como "300" (Snyder, 2007), nos permiten reconocer lugares como el desfiladero de las Termópilas, no como un punto geográfico en el espacio (y que ahora es prácticamente irreconocible, al verse modificado por el tiempo y las fuerzas de la Tierra), sino como el escenario de una épica batalla (en el marco de la Segunda Guerra Médica), en la que el sacrificio por la patria, dejó inmortalizado el nombre del rey espartano Leónidas y las huestes que comandaba. Así, un simple paraje, adquirió no únicamente la categoría de lugar (de la batalla misma), sino el reconocimiento como punto de referencia simbólico, de lo que para muchos significa el trabajo conjunto, o la defensa del territorio dentro una serie de creencias particulares de corte nacionalista.
(Fotograma de la película "Troya", de Wolfgang Petersen)
A este punto, es importante aclarar que no se defienden la violencia o ideologías que la nutren como el nacionalismo, pero es innegable el peso de ambos en la configuración identitaria del antiguo pueblo griego, no únicamente partiendo de sus escritos o vestigios artísticos con apología bélica, sino del imaginario que se tiene en la actualidad sobre él (que no del todo se aleja de la realidad). De esta manera, se busca desmitificar un poco la imagen uniforme e idealizada de civilidad, paz y armonía, que se tiene del Hélade, y más bien se aboga por reconocer los contrastes internos que habían en su seno, al igual que todas las sociedades humanas a lo largo de la historia. Otro de los filmes que nos ofrecen una mejor comprensión de la relación de los griegos con la guerra, el mar y los lugares, es "Troya" (Petersen, 2004), inspirada no sólo en el poema homérico sobre la homónima guerra, sino también en La Odisea (del mismo Homero), y La Eneida de poeta latino Virgilio.
En "Troya", se nos muestra al Egeo como un gran puente entre la Grecia europea y la asiática, y escenario del poderío naval de los aqueos (los griegos que invadían Troya). El mar, visto de esta manera no es otra cosa que una aparente continuidad de la tierra, por el que los griegos circulaban a sus anchas y que multiplicaba sus posibilidades (tanto de invadir, como de ser invadidos; de comerciar o verse en dificultades en caso de bloqueo). El mar, fue entonces, una de las piedras angulares del mundo griego, de forma que a pesar de su amplitud, este fue adquiriendo una connotación de lugar, al tener una carga simbólica (y de identificación) como marco de batallas, del comercio y el poder; incluso en el universo religioso, donde Poseidón era el único con potestad plena sobre sus aguas, en las que Odiseo se tuvo que enfrentar su furia en su retorno a Ítaca tras el sitio de Troya, convirtiéndose éstas en el principal escenario de La Odisea.
(Póster de la película "300", de Zack Snyder)
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Ítaca
"Ítaca" (Cavafis, 1991), escrito en 1911, evoca el periplo de Odiseo (del que ya se ha hecho breve mención aquí) y que fue escrito por Homero (1933), pero lo utiliza enriquecido en una bella metáfora de la vida. El mar, en este poema de Constantino Cavafis, es la vida (figurativamente), pero también es lugar de existencia (en la obra original, en la que fue inspirado). Odiseo pasó diez largos años desandando el camino de vuelta a Ítaca tras la Guerra de Troya, y en ellos, su vida misma se fue yendo, por lo tanto el mar fue su casa, su prisión, pero también su lugar; en él vivió aventuras, pero también pasó desdichas, de manera que para el héroe este tiene adquiere un significado complejo, diferente al de simple espacio de tránsito. Cavafis da un nuevo sentido a La odisea en su poesía, la metamorfosea en una exhortación: no se muestra al fatigado Odiseo de Homero (pero que rápidamente se repone), en esta estamos los lectores como protagonistas, recordándonos e identificándonos en sus letras desde nuestras experiencias, pero también evocándonos a dar una nueva perspectiva de la vida venidera; la muerte (Ítaca, el destino de todos), nuestros últimos años, la vejez de Odiseo, ese final es lo que da sentido al camino, el vivirlo, andarlo, porque al final puede quizá no haber nada después de la Estigia, y ver pobre dicha clausura, pero si hemos vivido y aprendido lo suficiente, comprenderemos que lo que más importa es el camino recorrido, que en ocasiones, el destino. El mar es la vida, es lugar, es tormenta, pero también es calma; debemos (tal vez), no atarnos al mástil de nuestra nave porfiadamente, como Odiseo, en espera de Ítaca como anhelo, y atender, más bien, al cántico de las sirenas que nos llaman a las profundas aguas de la vida (el único lugar por el que con certeza, pasaremos).
Cuando emprendas tu viaje a Ítaca pide que el camino sea largo, lleno de aventuras, lleno de experiencias. No temas a los lestrigones ni a los cíclopes, ni al colérico Poseidón, seres tales jamás hallarás en tu camino, si tu pensar es elevado, si selecta es la emoción que toca tu espíritu y tu cuerpo. Ni a los lestrigones ni a los cíclopes ni al salvaje Poseidón encontrarás, si no los llevas dentro de tu alma, si no los yergue tu alma ante ti. Pide que el camino sea largo. Que sean muchas las mañanas de verano en que llegues —¡con qué placer y alegría!— a puertos antes nunca vistos. Detente en los emporios de Fenicia y hazte con hermosas mercancías, nácar y coral, ámbar y ébano y toda suerte de perfumes voluptuosos, cuantos más abundantes perfumes voluptuosos puedas. Ve a muchas ciudades egipcias a aprender, a aprender de sus sabios. Ten siempre a Ítaca en tu pensamiento. Tu llegada allí es tu destino. Mas no apresures nunca el viaje. Mejor que dure muchos años y atracar, viejo ya, en la isla, enriquecido de cuanto ganaste en el camino sin aguardar a que Ítaca te enriquezca. Ítaca te brindó tan hermoso viaje. Sin ella no habrías emprendido el camino. Pero no tiene ya nada que darte. Aunque la halles pobre, Ítaca no te ha engañado. Así, sabio como te has vuelto, con tanta experiencia, entenderás ya qué significan las Ítacas. -Constantino Cavafis (1911)
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(Ulysses and the sirens, Léon Belly, 1867)
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Uno de los aspectos que más destacaba del Hélade era la arquitectura, la mayoría de sus construcciones que aún se conservan son templos erigidos en honor a los dioses olímpicos. Lambros Porfiras (poeta griego de finales del siglo XIX), en su poema "Iglesias abandonadas" (Lavagnini, 1954), nos regala un retrato de una iglesia ortodoxa ruinosa, pero la mística del mundo heleno deja casi imposible el no identificar los versos con la antigua religión politeísta de su país. La imagen inmediata, es la de un templo anegado en hierba y flores, con sus vetustas y marmóreas estatuas religiosas paganas, que parecieran esperar el retorno de unos fieles que no llegan. Tanto María como Afrodita fueron madres (la una de Jesús, la otra de Eros), se han erigido templos en honor a ambas, al igual que esculturas; de manera que no es descabellada la analogía. Los habitantes de Caria, en la Grecia asiática (actual Turquía), vieron en su momento cómo se erigía la ciudad de Afrodisias, en honor a la diosa del amor; hoy la caminan, observando los pisos invadidos por el césped, y las columnas corintias que hacen un sobreesfuerzo en mantener en pie las resquebrajadas techumbres, en un intento de seguir existiendo, soportando el peso del tiempo. Estos lugares, se fueron modificando a lo largo de los siglos, no sólo en su aspecto (atributo que salta a la vista), sino en su función: pasaron de ser centros religiosos, a complejos arqueológicos, lugares de peregrinación, a lugares de visita turística. Ahora, los locales ven los templos como parte de una historia distante y diferente a la del pueblo turco; los griegos, por su parte, ven con melancolía los restos de lo que fue el Hélade en su momento de esplendor. La identidad griega seguirá en pie en Asia, aun cuando únicamente queden los cimientos de sus templos y ciudades; los lugares pueden ser simbólicos, así las rocas que los hacían notar ya no existan más. Mientras tanto, Afrodita seguirá esperando, sin saber si a su abuelo Cronos o a Kairos observar.
Iglesias abandonadas
Hay, en las iglesias abandonadas, vírgenes tristes, pálidas imágenes, amadas sólo por las flores silvestres, lirios, pamporcinos, anémonas, retamas. Como incensarios rústicos y efímeros, separados o unidos en sencillas guirnaldas, esparcen su alma de flores quemando la vida en incienso impalpable. Se abre la puerta como de costumbre la abre tan sólo el viento, como si fuese la virgen quien la abriese con dulce impaciencia materna. Anciana golpeada por el luto, olvidada en la desierta ruina esperando el regreso de gente de más allá del mar eternamente oscurecido por la tempestad. -Lambros Porfiras (1879-1932)
13
(Tetrapylon de Afrodisias, Aydin, Turquía)
(Venus itálica, Antonio Canova, 1805)
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Conclusiones
En la actualidad el Hélade es sólo un recuerdo, en nuestra época de estados consolidados política y soberanamente, es difícil pensar en pequeños estados provinciales disgregados, que por temporadas pertenezcan a un país y luego se separen de él en buenos términos; la Edad Media nos “regaló” una tradición feudal, donde el poder sobre tierras lo era todo, y en el caso del territorio de los países parece no desparecer, a pesar de la defensa acérrima del liberalismo dieciochesco, o la cada vez más acuciada ola de irredentismos en los estados contemporáneos. Ver hacia el Hélade, es otear la cuna de la sociedad occidental, pero observada por un adulto egoísta que se desprendió de ella, convirtiéndose en víctima del legado negativo de la Atenas del siglo V y del pensamiento perenne de la individualidad occidental; pareciera que se soslayaran la Filosofía, artes y demás legados griegos, porque ahora (absurdamente se cree) que no son útiles para el vertiginoso ritmo de vida que lleva la humanidad; sin ellos nada de esto sería posible, aun así caprichosamente muchos los ignoran. Desde un presente de vestigios, se evocan los lugares del pasado, desde letras y autores de nuestro tiempo se reescriben poesía e historias mitológicas, inspiradas en el extinto Hélade, en un lastimero vistazo a un pasado donde eran valoradas, desde una época banal y de deterioro artístico y estético, que fue creada por la necesidad de la inmediatez (esta sería la esquizofrenia de la que habla Frederick Jameson), que es característica de la versión de posmodernidad por la que pasamos en este último decenio. Endiosar o idealizar el mundo griego antiguo y clásico, es igual de absurdo y peligros que ignorar sus legado; la distancia histórica sin duda, nos ha servido para reflexionar sobre sus aportes y vicios legados a occidente, entre ellos la guerra e individualismo como política estatal, donde el Leviatán de Hobbes se va en contra de todo aquello que atente a sus intereses, ya no tan loables como el de proteger la vida, sino con miras a hacerse al poder por el poder. Los lugares, así, tanto en el Hélade como en nuestro contexto, están repletos de mística, arraigo, recuerdos y valores; es imposible mirarlos sin caer en sus trampas simbólicas, pero sí podemos desprendernos (con asistencia de la razón), de las que son dañinas, como el nacionalismo, que tristemente en muchos es sinónimo de identidad y conexión a aquéllos (a nivel macro -el territorio-). Analizando la larga historia griega (sus errores, sobre todo), debemos a partir de ello, repensar nuestro camino como civilización, para no repetir los desaciertos, aparatarnos en lo positivo que nos heredaron, desechar lo que nos es lastre; parte considerable de la identidad del Hélade se fundamentó en la guerra y el poder (ello era el común denominador de la mayoría de las ciudades-estado), ¿por qué no cambiar tan "bárbara" heredad, y construir una identidad basada en la comprensión del mundo como lugar común? Muchas cosas sin duda cambiarían, pero aún nos falta camino para llegar a tal destino, pero hay buen viento y buena mar; levar anclas y desplegar velas es el siguiente paso.
(La escuela de Atenas, Rafael, 1512)
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Cavafis, C. (1991). Poesía completa, (trad. P. Bádenas de la Peña). Madrid: Alianza Editorial. Fernández Hernández, G. (2008). La historia de Grecia desde sus orígenes a las invasiones dorias. Boletín Millares Carlo, (27), pp.35-52. Flores Bautista, C. (2019). Bizancio: contexto económico, social, político y cultural [Tesis de pregrado]. Lima: Universidad Nacional de Educación Enrique Guzmán y Valle. Gómez Espelosín, F.J. (2001). Historia de Grecia antigua. Madrid: Ediciones Akal, S.A. Homero. (1914). La Ilíada o el siglo de Troya. Barcelona: Casa Editorial Araluce. Homero. (1933). La Odisea. Barcelona: Casa Editorial Araluce. Lavagnini, B. (1954). Trittico neogreco: Porfiras – Kavafis - Sikelianós [Tríptico neogreco: Porfiras – Kavafis - Sikelianós]. Atene: Edizioni dell'Istituto Italiano di Atene. López Segura, J. (1999). Algunas notas geográficas y cronológicas sobre la Antigua Grecia. Filosofía, política y economía en el Laberinto (1). Petersen, W. (Director) (2004). Troya [Película]. Warner Bros. Pictures. Snyder, Z. (Director). (2007). 300 [Película]. Legendary Pictures, Warner Bros. Picrures.
(Pico Mytikas, Monte Olimpo, Grecia)
Referencias:
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(Mar Egeo, Grecia)