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Texto romántico y realista

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Created on May 26, 2021

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Transcript

Texto 1:La conversión de Chiripa

Llovía a cántaros, y un viento furioso, que Chiripa no sabía que se llamaba el Austro, barría el mun-do, implacable; despojaba de transeúntes las calles como una carga de caballería, y torciendo los chorros que caían de las nubes, los convertía en látigos que azotaban oblicuos. Ni en los porches ni en los portales valía guarecerse, porque el viento y el agua los invadían; cada mochuelo se iba a su olivo; se cerraban puertas con estrépito; poco a poco se apagaban los ruidos de la ciudad industriosa, y los ele-mentos desencadenados campaban por sus respetos, como ejército que hubiera tomado la plaza por asalto. Chiripa, a quien había sorprendido la tormenta en el Gran Parque, tendido en un banco de made-ra, se había refugiado primero bajo la copa de un castaño de Indias, y en efecto, se había mojado ya las dos veces de que habla el refrán; después había subido a la plataforma del kiosko de la música, pero bien pronto le arrojó de allí a latigazo limpio el agua pérfida que se agachaba para azotarle de lado, con las frías punzadas de sus culebras cristalinas. Parecía besarle con lascivia la carne pálida que asomaba aquí y allí entre los remiendos del traje, que se caía a pedazos. El sombrero, duro y viejo, de forma de queso, de un color que hacía dudar si los sombreros podrían tener bilis, porque de negro había venido a dar en amarillento, como si padeciese ictericia, semejaba la fuente de la alcachofa, rodeado de surtidores; y en cuanto a los pies, calzados con alpargatas que parecían terracuota, al levantarse del suelo tenían apariencias de raíces de árbol, semovientes. Sí, parecía Chiripa un mísero arbolillo o arbusto, de cuyas cañas mustias y secas pendían míseros harapos puestos a... mojarse, o para convertir la planta muerta en espanta-pájaros. Un espanta-pájaros que andaba y corría, huyendo de la intemperie.Tenía Chiripa cuarenta años, y tan poco había adelantado en su carrera de mozo de cordel, que la tenía casi abandonada, sin ningún género de derechos pasivos. Por eso andaba tan mal de fondos, y por eso aquella misma y trágica mañana le habían echado del infame zaquizamí en que dormía; porque se habían cansado de sus escándalos de trasnochador intemperante que no paga la posada en años y más años. -Bueno, pero para ellos -se había dicho Chiripa sin saber lo que decía, y tendiéndose en el banco del paseo público, donde creyó hacer los huesos duros; hasta que vino a desengañarle la furia del cielo. Así como los economistas dicen que la ley del trabajo es la satisfacción de las necesidades con el mínimo esfuerzo, Chiripa, vagamente pensaba que lo del mínimo esfuerzo era lo principal, y que a él habían de amoldarse también las necesidades, siendo mínimas. Era muy distraído y bastante borracho; dormía mucho, y como tenía el estómago estropeado le dejaba vivir de ilusiones, de flatos y malos sabo-res, comida ruin y fría y mucho líquido tinto, y blanco si era aguardiente. Vestía de lo que le dejaban otros miserables por inservible, y con el orgullo de esta parsimonia en los gastos, se creía con derecho a no echar mano a un baúl sino de Pascuas a Ramos y cuando una peseta era absolutamente necesaria. Un día, viendo pasar una manifestación de obreros, a cuyo frente marchaba un estandarte que de-cía: ¡Ocho horas de trabajo!, Chiripa, estremeciéndose, pensó: -¡Rediós, ocho horas de trabajo; y para eso tiran bombas! Con ocho horas tengo yo para toda la temporada de verano, que es la de más apuro, por los bañistas. En llevando dos reales en el bolsillo, Chiripa no podía con una maleta, ni apenas tenerse derecho. Pero tenía un valor pasivo, para el hambre y para el frío, que llegaba a heroico. Generalmente andaba taciturno, tristón, y creía, con cierta vanidad, en su mala estrella, que él no llamaba así, tan poéticamente, sino la aporreada... en fin, una barbaridad.

TEXTO 2: La canción del pirata

Mi derecho Y dé pecho A mi valor. »Que es mi barco mi tesoro, Que es mi Dios la libertad, Mi ley, la fuerza y el viento, Mi única patria la mar. »A la voz de ‘¡barco viene!’ Es de ver Cómo vira y se previene A todo trapo a escapar: Que yo soy el rey del mar, Y mi furia es de temer. »En las presas Yo divido Lo cogido Por igual. Sólo quiero Por riqueza La belleza Sin rival. »Que es mi barco mi tesoro, Que es mi Dios la libertad, Mi ley, la fuerza y el viento, Mi única patria la mar.

»¡Sentenciado estoy a muerte! Yo me río; No me abandone la suerte, Y al mismo que me condena Colgaré de alguna entena Quizá en su propio navío. »Y si caigo, ¿Qué es la vida? Por perdida ya la di, Cuando el yugo Del esclavo, Como un bravo, Sacudí. »Que es mi barco mi tesoro, Que es mi Dios la libertad, Mi ley, la fuerza y el viento, Mi única patria la mar. »Son mi música mejor Aquilones, El estrépito y temblor De los cables sacudidos, Del ronco mar los bramidos Y el rugir de mis cañones.

»Y del trueno Al son violento, Y del viento Al rebramar, Yo me duermo Sosegado, Arrullado Por el mar.» »Que es mi barco mi tesoro, Que es mi Dios la libertad, Mi ley, la fuerza y el viento, Mi única patria la mar.»

»Veinte presas Hemos hecho A despecho Del inglés, Y han rendido Sus pendones Cien naciones A mis pies. »Que es mi barco mi tesoro, Que es mi Dios la libertad, Mi ley, la fuerza y el viento, Mi única patria la mar. »Allá muevan feroz guerra Ciegos Reyes Por un palmo más de tierra, Que yo aquí tengo por mío Cuanto abarca el mar bravío, A quien nadie impuso leyes. »Y no hay playa, Sea cualquiera, Ni bandera De esplendor, Que no sienta

Con diez cañones por banda, Viento en popa, a toda vela, No corta el mar, sino vuela Un velero bergantín: Bajel pirata que llaman Por su bravura el Temido, En todo el mar conocido Del uno al otro confín. La luna en el mar riela, En la lona gime el viento, Y alza en blando movimiento Olas de plata y azul; Y ve el capitán pirata, Cantando alegre en la popa, Asia a un lado, a otro Europa, Y allá a su frente Estambul. «Navega, velero mío, Sin temor, Que ni enemigo navío, Ni tormenta, ni bonanza Tu rumbo a torcer alcanza, Ni a sujetar tu valor.