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De romanì a calò
Adele Celle
Created on May 26, 2021
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De romaní a calò
En 1749 Fernando VI inicia la persecución de los gitanos con detenciones masivas y confina al menos a 12 mil personas a trabajos forzados. Será necesario esperar hasta 1783 para una relajación de los controles sobre estas comunidades. Carlos III les concede la "libertad" para trabajar. Pero el idioma romaní está definitivamente prohibido. “Las disposiciones muy estrictas han inducido a las comunidades a relegar a el romaní dentro de la familia y de las comunidades, tanto como instrumento de cohesión como de protección frente a los gadjé, los miembros de la sociedad mayoritaria. Con el tiempo la lengua de origen sánscrita - especifica Sergio Rodríguez - se mezcla con el castellano. Y es reemplazado progresivamente por el caló. Hoy son pocas las palabras que provienen del romaní y se usan en la gramática española”. El caló no puede definirse como un dialecto del romaní, sino el cruce de dos culturas de las que nació el neologismo “pogadolecto”. Para los gitanos españoles, los Kalé, es una transformación impuesta en la historia por las persecuciones. Los priva de la lengua antigua, que a pesar de las largas migraciones es el elemento en común con las otras comunidades romanés diseminadas por el mundo. A lo largo de los siglos y hasta la actualidad, este lenguaje ha sido un vehículo tanto de identidad como de autodefensa, explica el erudito gitano de origen británica Ian Hanckock: "El lenguaje ha sido una herramienta no solo para comunicarse sino también un escudo contra la persecución ". Para sobrevivir, sin embargo, los gitanos españoles han tenido que sacrificar una parte de sí mismos, ahora más amenazada: “Nosotros gitanos españoles hablamos caló - explica el sociólogo Jiménez - que sin embargo está en peligro de extinción. Si todos los lenguajes tienen la comunicación como función fundamental, hace mucho tiempo que el caló dejó de ser útil en este sentido. Hoy solo sirve como un instrumento de identidad que permite que se desencadene la solidaridad entre comunidades”. Pero el castellano tampoco se mantuvo inmune a las influencias. En el idioma hay muchas palabras que provienen del romaní, como "chaval" que significa "niño", "camelar", "deseo", o "jallar", "comer". Muchos, sobre todo en Andalucía, son de uso común, tanto que nació un lema en nombre del crisol: “aquí no se sabe dónde acaba un gitano y empieza un andaluz”.