Vista de esta sierra de la cordillera Subbética desde una de las habitaciones del parador de Jaén. 
Sierra de Jabalcuz

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Vista de esta sierra de la cordillera Subbética desde una de las habitaciones del parador de Jaén.

Sierra de Jabalcuz

Ana Expósito y Álvaro García toman un café en una de las terrazas del parador, que recibe a clientes que se alojan en el hotel y a visitantes de las instalaciones y del castillo de Santa Catalina.

Subir al castillo a tomar un café

El bordado en tela arpillera del siglo XV es una de las obras de arte que se han instalado recientemente en el parador de Jaén. Se ubica en el bar, entre el salón y la terraza.

Una obra de arte en tela de saco

Carmen Méndez, la directora del parador de Jáen, en el conocido como Salón de los Arcos Altos, un espacio en el que tomar un café o una cerveza acompañada de aceitunas cornezuelo, una variedad de mesa o, como se conocen en Jaén, de agua o verdeo.

Salón de los Arcos Altos

Todas las habitaciones del parador cuentan con vistas a la sierra de Jabalcuz. Algunas ofrecen un salón adyacente en el que sentirse como en casa. Los baños, espaciosos y funcionales, han sido renovados hace un año.

Para entrar a vivir

Uno de los salones que forman la gran cantidad de espacios comunes existentes en el parador. Sus techos altos aportan una sensación de amplitud y cuenta con una chimenea, que se enciende en invierno.

Descanso intramuros

El pasillo que conecta la recepción y algunos de los salones con el restaurante y la cafetería. Algunos de los jienenses que escogen el parador para sus celebraciones se toman fotos en esta zona del edificio construido en 1965 por José Luis Picardo.

Estancias del parador

Detalle de las lámparas que decoran el restaurante. Abierto a clientes alojados en el hotel y no alojados, cuenta con un menú formado por platos autóctonos como las espinacas esparragadas, la paletilla de cabrito, la crema de carruécano (calabaza) o la caldereta de jabalí al estilo Baños de la Encina.

Elegante y rico