Cuento Igualdad
Alfonso
Created on February 25, 2021
Breve fábula que refleja la sociedad patriarcal en la que vivimos
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Transcript
Alfonso García Gallardo
Un cuento para "Educar en Igualdad"
La cerdita Maolita
EMPEZAR
Había una vez… En un país lejano llamado Cerdilandia…, una piara de cerditas que eran suaves como el terciopelo, tenían el rabo rizado y brillante, y la piel de color rosa pastel.
¿Pero por qué tenían la piel tan lisa?
Todo esto se debía a que, desde su primer día de vida, las cerditas sólo comían heno y alfalfa, y en algunas ocasiones, cuando era Día de Fiesta, también comían algo de verdura como zanahoria, lechuga y brócoli.
Y no era que a las cerdas les gustaran solo estas comidas, ellas también querían comer sabrosas frutas como manzanas, peras, sandía, melón o plátano; y sobre todo, manjares como pescado, carne o bellotas, que eran sus platos preferidos. Pero eso sí, solo el heno y la alfalfa dejaban ese aspecto tan hermoso con la piel suave y rosada y el rabo rizado y brillante.
El heno y la alfalfa crecían en un vergel vallado de Cerdilandia, donde las cerditas vivían y pasaban el día jugando entre ellas. Sus papás decían “debéis comeros toda la alfalfa y el heno o jamás estaréis tan suaves y bellas como vuestras mamás, ni tendréis el rabo rizado y brillante; y cuando seáis mayores, ningún fuerte cerdito querrá casarse con vosotras”.
Para estar aún más guapas, las cerditas se ponían molestos zapatos de tacón y grandes lazos en la punta del rabo, que resaltaba su belleza y su rizo.
Desde su vergel vallado, las cerditas veían a sus hermanos y a sus primos jugar por la Dehesa revolcándose en el barro, comer todo tipo de fruta, carne y algún pescado que cazaban mientras se refrescaban en el río. También veían cómo sesteaban debajo de las encinas tras disfrutar de las bellotas que estas le brindaban.
Sólo Maolita, entre todas las pequeñas cerdas, no tenía la piel suave ni el rabo rizado y brillante por mucha alfalfa y heno que comiera
Su madre y su padre se ponían tristes e incluso de enfadaban con ella y le decían: “Pero Maolita, ¿por qué sigues con esa horrible y áspera piel?, ¿Es que no te esfuerzas? ¿Es que eres una cerda rebelde? ¡Guarda mucho cuidado, Maolita, porque si sigues así no llegarás nunca a ser una hermosa cerda!”
Y Maolita comía y comía heno y alfalfa para que sus papás estuvieran contentos.
Pero pasó el tiempo, y Maolita no tenía la piel suave, ni rosa pastel. Su papá y su mamá perdieron poco a poco la esperanza de verla convertida en una cerda guapa y suave, con un rabo rizado y brillante.
Y un buen día, Maolita, feliz, salió del jardincillo vallado. Se quitó los molestos zapatitos de tacón y el lazo que le hacía rozaduras en el rabo, y se fue a jugar sobre la hierba alta, entre los árboles de frutos exquisitos y en los charcos de barro.
Las otras cerditas la miraban desde el vergel vallado. Al principio la miraban aterradas y con desaprobación, pero poco a poco, fueron dejando de sorprenderse tras las salidas de Maolita del vergel al terreno en el que estaban los cerditos.
Tras un tiempo, las otras cerditas contemplaban las salidas de Maolita del vergel vallando muertas de envidia: veían cómo su compañera era súper feliz, mucho más que antes, bañándose en el río y revolcándose en el barro. ¡A todos los cerditos y cerditas les encanta saltar en los charcos de barro!
Un Día de Fiesta, las cerditas más valientes empezaron a salir una tras otra del vergel vallado, quitándose los molestos zapatitos de tacón y los apretados lazos que les hacían rozaduras en el rabo. Se bañaron en el río, jugaron en el barro, comieron exquisitas frutas y descansaron bajo las encinas tras comer las exquisitas bellotas que estas le brindaban.
Después de haber jugado en la hierba, de haber dormido a la sombra de los grandes árboles, ni una sola cerdita quiso volver nunca jamás a llevar zapatos, ni a comer heno y alfalfa, ni a vivir dentro de un vergel vallado.
Al fin y al cabo, ser felices era mucho más importante que estar guapas y tener la piel suave y rosa, y el rabo rizado y brillante.
Y desde entonces, es muy difícil saber, viendo jugar a toda la piara, cuáles son cerdos y cuáles son cerdas porque…
¡AHORA SON IGUALES!
FINAL EN IGUALDAD