Want to make creations as awesome as this one?

Transcript

Vivieron felices... ¿comieron perdices?

Empezar a leer

Continuar

Cuando Tula y el príncipe se casaron, se mudaron a la choza diminuta (y bastante inmunda) que era de la bruja, esa que quedaba en el bosque tenebroso. La verdad es que Tula no estaba dispuesta a quedarse en el castillo, tan lujoso, gigante, brillante y rosa. Y el príncipe Conrado Serafín, con tal de ver a su amada contenta, era capaz de cualquier cosa. Entre los dos, decidieron acondicionar un poco el lugar (Tula era conciente de que el príncipe no estaba acostumbrado a tanta mugre).

Continuar

Esa tarde, el príncipe se encontraba escribiendo poemas de amor y la bruja ordenaba sus frascos de ingredientes. Los tenía de todos tipos, tamaños y colores. Y en el medio de su orden se dio cuenta de que se le habían acabado los hongos de pino. ¡Justo los hongos de pino! Se trataba de un ingrediente fundamental. La bruja no lo usaba para sus pociones de transformación, ni para el sueño eterno, ni para lograr que las princesas arrogantes vomitaran toda la tarde. No señor. Era un ingrediente fundamental, porque era el que usaba Conrado para hacer su guisito especial. Y es que desde que vivía con su nueva esposa, el príncipe había descubierto que le encantaba cocinar y, encima, era un gran cheff. El plato preferido de Tula era el guisito que hacía su esposo, y solía prepararlo para ella, todos los viernes.

- Conrado, Conradito, Conraduchi... salgo por un rato.- dijo Tula - Nos quedamos sin hongos de pino, me voy al pantano a recoger unos cuantos.- Cuidado si al pantano te vas, corazón Allí los peligros acechan por montón.Le respondió el príncipe, que se había acostumbrado a hablar en verso, de tantos poemas que escribía. - Jajajaja -se rió Tula- vos te olvidás, mi vida, de que tu esposa, es una terrible bruja, o al menos que lo era hasta hace poco. Ese pantanucho de morondanga no me da miedo, justo a mí, a la gran Tula. No te preocupes que en seguida vuelvo. Dicho eso, Tula salió de la cabaña y se dirigió al Pantano Pestilencia, el lugar más oloroso, asqueroso y peligroso a la redonda. Conrado, por su parte, se acurrucó en un sillón, se tapó con una mantita que le había tejido la reina, y cerró un rato los ojos, para dormir una siestita, porque de tanto escribir, le había agarrado modorra.

Me quedo en la cabaña con el príncipe

Me voy al pantano con Tula

Tula conocía de memoria el camino hacia el pantano y estaba tan distraída pensando en su amado príncipe y en el guisito que le iba a preparar el viernes, que antes de darse cuenta, ya había llegado al lugar en que solía recoger los hongos. La bruja empezó a observar los troncos de los árboles, cerca de la tierra y del fango, ya que ahí es donde crecían los hongos que buscaba, pero extrañamente no podía ver ninguno. Era algo muy raro, ya que era la época del año para juntarlos. Mientras Tula observaba bien de cerca y con mucha atención, escuchó voces que se acercaban por el camino, pero no llegaba a darse cuenta de quiénes eran los que se aproximaban. Conrado había tenido razón cuando le dijo que el pantano era un lugar con muchos peligros, pero, a diferencia de su esposo, ella no era para nada temerosa. ¿Debía seguir buscando los hongos sin preocuparse por quiénes se acercaban? ¿O lo más prudente sería esconderse para descubrir primero si eran peligrosos?

Tula se queda a la vista buscando los hongos

Tula se esconde detrás de un arbusto.

Continuar

Que no tuviera miedo, no quería decir que no pudiera ser prudente. Así que después de dudarlo por un momento, Tula decidió esconderse. No era tarea fácil, la bruja estaba bastante gorda y los arbustos de la zona no eran tan grandes, pero se acurrucó lo suficiente como para ocultarse. Lamentablemente, lo que Tula no vio, fueron las enormes espinas que tenía el arbusto, y en cuanto se agachó, se clavó una tan grande como una aguja. Tnto le dolió, que dejó de prestar atención a su entorno, cerró los ojos y se mordió la lengua. Justo en ese momento, se sintió atrapada. Más tarde le daría vergüenza aceptar que no lo había visto venir, pero una red la envolvió y la rodeó, y dentro de la red, fue elevada y suspendida en el aire. Claramente, además, se trataba de una red mágica, porque desde el instante en que la sintió a su alrededor, Tula se dio cuenta de que no podía hacer magia.

Continuar

Tula se sentía absolutamente perdida sin su magia. No se reconocía a ella misma, era una sensación horrorosa. Pero además, se sentía absolutamente indefensa. En cuanto abrió los ojos, vio frente a ella un ser angelical, una dama bonita y adorable (y justamente por eso, totalmente odiada por Tula). La responsable de lo que le estaba pasando, era el Hada Madrina. En seguida Tula empezó a comprender que había tenido un indicio de su cercanía: la ausencia de los hongos de pino. Tula solamente los quería para el guiso, pero era sabido que las hadas usaban los hongos para potenciar su magia. Lo peor de todo, es que el Hada Madrina y nuestra querida bruja eran archienemigas desde hacía muchísimo tiempo.

Continuar

La enemistad había comenzado muchos años atrás. Y la verdad es que la culpa era íntegramente de Tula. La bruja no podía soportar a las princesas, tan estiradas, tan vanidosas, haciéndose constantemente las perfectas... Desde siempre las había odiado e innumerables veces había intentado deshacerse de ellas (aunque no había tenido muy buenos resultados). El hada madrina, por su parte, era la aliada número uno de las princesas. Les consentía sus caprichos, las ayudaba a salir de sus problemas, las defendía sin importar lo que hubiera sucedido. Tula y el Hada Madrina, se habían llevado mal desde la primera vez que se habían visto, un día en que la bruja había intentado romper el zapatito de cristal de Cenicienta

Continuar

-¡Así te quería agarrar!- fue lo primero que dijo el hada en cuanto vio que Tula había abierto los ojos.- No sé qué maldad estarás planeando, pero esta vez no te me escapás. Tula, para la que no era fácil romper con las viejas costumbres, empezó a patalear y a gritar como loca, pero, privada de su magia, no había mucho que pudiera hacer contra el Hada Madrina, que simplemente se quedó volando a su alrededor, con una media sonrisa, esperando a que Tula se cansara. Y Tula tardó un buen rato, pero al final se cansó. Y cuando se cansó, se puso a llorar. - Creeme Hada, te lo juro, ahora soy buena. Salvé a los chicos del orfanato; ayudé a los reyes a ser más felices y a gobernar mejor; ¡hasta me casé con el príncipe! ¡Yo misma me convertí en princesa!

Continuar

El hada madrina no le creía a Tula ni media palabra. Muchas veces la había descubierto mintiendo y sabía que la bruja era más que capaz de inventarse cualquier cosa para lograr su cometido. Pero había algo en la mirada de Tula que estaba haciéndola dudar...- No te creo nada, bruja. Las dos sabemos que siempre fuiste una mentirosa - dijo el hada, mientras dejaba de volar y empezaba a caminar en el suelo barroso del pantano.- Siempre fui mentirosa, es verdad, pero ahora soy una bruja nueva, estoy enamorada, de mi marido y de los niños del orfanato, que conocí de casualidad, dejame que te cuente mi historia... por favor...- y sin darle tiempo a negarse, Tula empezó a relatar cómo había conocido a Conrado y a los niños y cómo su vida había cambiado.

Continuar

El hada madrina escuchó la historia que le contaba la bruja sin saber bien qué pensar. Su experiencia le decía que no debía creerle a Tula. Pero su corazón la animaba a darle una oportunidad. El hada seguía caminando de un lado a otro, un poco nerviosa; no quería tomar la decisión equivocada... y en eso, pasó algo inesperado. La varita mágica del Hada cayó al piso. Y el hada, que era medio chicata, no vio lo cerca de su pie que había caído y en un traspié, la pisó y la rompió. Inmediatamente se quedó dura. Cuando se quebró la varita, la magia del Hada también desapareció. Por consiguiente, desapareció asimismo, la red que rodeaba a Tula. La bruja, libre de su prisión, advirtió, en ese momento,que su propio poder, había regresado.

Continuar

Por causa del azar (y de la torpeza del Hada Madrina), los papeles se habían invertido. Tula estaba ahora llena de poder y el Hada se encontraba a su merced. Y en ese momento Tula tuvo que decidir, nuevamente, quién quería ser. ¿Era una bruja malvada, que atacaría a su archienemiga ahora que estaba indefensa? ¿Era una princesa, que debía hacerse amiga del Hada Madrina (aunque no le gustara ser una de esas princesas sosas, que se vestían siempre de rosa y esperaban que los demás las anduvieran salvando constantemente)? Tula se dio cuenta en ese momento que no le guardaba rencor al Hada por todo lo que había hecho y decidió que era tiempo de dar un paso al frente. Ella seguía siendo una bruja, era parte de su esencia, pero... ¿por qué las brujas tenían que ser malas?

Continuar

Cuando vio a Tula acercarse, el Hada Madrina cerró los ojos. Pensó que estaba perdida, que la bruja no tendría compasión. Pero después de unos instantes sin sentir un ataque, muy despacito, volvió a abrir una rendijita para mirar. Y lo que vio la sorprendió enormemente. Tula se había acercado, pero no para lastimarla, sino para agarrar los pedazos de su varita mágica. No solamente los había recogido, sino que estaba tratando de repararlos y de unirlos nuevamente con su magia. Pocas cosas podrían haber causado tanto asombro en el Hada Madrina como ver a Tula intentando ayudarla.

A la bruja le costó varios intentos, pero finalmente pudo remendar la varita. No quedó perfecta, de tanto en tanto echaba algunas chispas y cometía pequeños errores en los encantamientos, pero lo importante para el Hada Madrina no fue tanto recuperar su varita, sino descubrir lo que Tula tanto había escondido en el pasado: su veradero corazón. La verdad es que Tula y el Hada nunca se convirtieron engrandes amigas. Tula pensaba que el Hada era medio sosa y aburrida. El Hada, por su parte, consideraba a Tula bastante chillona y grosera. Pero con el tiempo, aprendieron primero a tolerarse, después a respetarse e incluso a perdonarse.

Volver a empezar

FIN

Continuar

Tula se reprendió a sí misma por pensar en esconderse. ¿Qué le estaba pasando? Demasiado tiempo con Conrado le estaba pasando factura. ¡Ella era una gran bruja! Y que hace poco hubiera descubierto que tenía un cariñoso corazón, no quería decir que fuera menos poderosa; estaba segura de que podría afrontar cualquier situación que se avecinara. La verdad es que pocos minutos después, la preocupación de Tula se diluyó cuando vio que quiénes venían eran nada más y nada menos que Orlando y Olga, dos ogros que vivían junto a otros de su clase, en lo más profundo del pantano.

Continuar

Ambos ogros caminaban hacia Tula sin advertirla. Charlaban entre elllos y tenían cara de preocupados. El semblante de Orlando cambió completamente cuando vio a la bruja frente a él.-Tula, ¡qué grata sorpresa! ¡Qué bueno encontrarte por acá!- dijo Orlando. Y Tula pensó "acá hay gato encerrado" porque nadie nunca encontraba grata su presencia (salvo Conrado y los niños del orfanato, claro).- Mirá Orlando, no me vengas con paparruchadas. Andá desembuchando qué te pasa, porque si me tratás tan bien, seguro es porque querés algo.

Continuar

Entonces Orlando y Olga se miraron y aunque no dijeron nada, se entendieron. La primera que volvió a hablar fue Olga.- Tenés razón Tula, tenemos un problema y no sabemos qué hacer. Y aunque no esperábamos encontrarte acá, nos venís como anillo al dedo. Estoy segura de que vos podés ayudarnos. La bruja se sintió halagada y a la vez confundida. La vieja Tula nunca hubiera prestado su ayuda tan fácilmente, al menos no sin pedir algo a cambio. Pero la verdad es que el corazón se le se estaba ablandando, y le había tomado el gustito a eso de ser buena, así que decidió dar una oportunidad a los ogros y escuchar qué necesitaban.

Continuar

Cuando Tula aceptó ayudarlos, Olga y Orlando le pidieron que los acompañara al lugar en el que habitaban, en lo más profundo del pantano. Cualquier ser humano normal hubiera tenido mucho miedo de adentrarse en un lugar tan recóndito y con criaturas tan asquerosas, pero Tula no era un ser humano normal, así que los acompañó sin ningún temor. Por el camino, los ogros le confesaron a Tula cuál era el gran problema que los aquejaba.-Estamos viviendo una situación muy delicada... desde hace un tiempo nuestros ancianos empezaron a enfermar... tienen muchos dolores de panza, se les retuercen las tripas...

Continuar

-Los curanderos de la aldea estuvieron investigando... y piensan que el problema es nuestra alimentación. Los estómagos de nuestros mayores ya no toleran comer niños...no sabemos qué hacer... si no los alimentamos, no tienen fuerzas para vivir. Pero si siguen comiendo niños, sus estómagos ya no resistirán... -¿Se te ocurre cómo podemos solucionarlo, bruja? Tula no contenstó y se quedó pensativa el resto del camino... sabía que había alguna solución para el problema de los ogros, y necesitaba reflexionar en silencio al respecto, para poder encontrarla.

Continuar

Cuando llegaron a la aldea de los ogros Tula seguía pensativa. Levantó la vista y admiró lo hermoso que era el lugar (aunque a decir verdad era bastante oloroso, pero a Tula eso no le molestaba para nada, incluso la hacía sentir un poquito en casa). Muchos de los habitantes de la aldea empezaron a acercarse, curiosos. La bruja era muy conocida entre los ogros, pero sus visitas no eran frecuentes (y todos sabían que desde que se había casado, Tula pasaba su tiempo libre con su esposo y los chicos del orfanato, no visitando ogros).

Continuar

Al ver a todos los ogros enfermos, Tula no pudo evitar ponerse triste. No era una emoción con la que se sintiera muy cómoda. Estaba acostumbrada a sentir enojo, contrariedad, furia, odio... pero tristeza, no. El tema es que a su tristeza se sumó más confusión. Porque por más que se sentía mal con lo que le estaba pasando a los ogros, peor se sentía por todos los niños que los ogros se comían. Hasta ese momento, no se había creído capaz de sentir empatía, pero desde que había conocido a los niños del orfanato, todo aquello de lo que antes había estado segura, ahora tambaleaba.

Continuar

Y entonces, como por arte de magia, descubrió la respuesta. No solamente al problema de los ogros, sino a TODO el problema, a lo que la estaba haciendo sentir mal, también. Su tristeza, había sido lo que la había empujado; y su empatía le había dado la clave para la solución: tenía que lograr que los ogros dejaran de comer niños. No les voy a decir que fue fácil convencerlos. En cuanto Tula les propuso cambiar su dieta, muchos de los ogros reaccionaron riendo a carcajadas.

Continuar

Pero a Tula no le costó mucho descubrir que algunos de ellos estaban de acuerdo con lo que ella planteaba, simplemente no se habían animado a decirlo. A partir de ese día Tula organizó encuentros de "degustación culinaria" para los ogros. Era un nombre complicado para una cosa simple. Una vez por semana, Conrado y ella preparaban una comida nueva para los ogros y ellos se animaban a probarla (tenían que probar todo lo que les ofrecieran, esa era una de las reglas más importantes que había puesto Tula).

Continuar

Los ogros, semana a semana, fueron descubriendo, muy sorprendidos, que había muchas comidas que les encantaban (sobre todo las que preparaba Conrado, no tanto las que les hacía Tula). Después del primer mes, todos coincidieron en que los niños. de hecho, eran bastante horribles en comparación con la mayoría de los nuevos platos de los que ahora disfrutaban. Muy pronto, tanto Tula como los curanderos de la aldea, confirmaron que los problemas estomacales de los ogros desaparecieron ni bien sacaron a los niños de su dieta.

De más está decir que todos los niños de la zona (y sus padres, madres, abuelitos y abuelitas), se sintieron más que conformes y agradecidos (con Tula, especialmente) ahora que no tenían que escaparse ni esconderse de los ogros del pantano (salvo que estuvieran jugando a la mancha o a la escondida, por supuesto).

FIN

Volver a empezar

Después de un rato Conrado se despertó sobresaltado. No estaba seguro de cuánto tiempo había estaado dormido, de lo que sí estaba seguro es de que no se había despertado solo, sino que había oído un terrible estruendo que lo alejó de su sueño. En seguida, el príncipe se despabiló. Miró rápidamente para todos lados, tratando de encontrar la fuente del ruido, pero nada parecía fuera de lugar. Y entonces, lo escuchó de nuevo. Esta vez estaba seguro de que el sonido venía del exterior. ¿Qué podía haber causado ese ruido? ¿Qué sería lo que estaba sucediendo? Conrado Serafín no sabía qué hacer. Por un lado, tenía curiosidad, quería saber qué estaba pasando fuera de su hogar. Pero por el otro lado, tenía temor... digamos nomás que Conrado no se caracterizaba por ser el más valiente de los príncipes, de hecho, era bastante asustadizo. Ya se estaba haciendo de noche y el bosque empezaba a ponerse oscuro.

Sale para averiguar qué genera ese sonido

Se queda dentro de la cabaña.

Continuar

El príncipe decidió quedarse adentro. Afuera parecía hacer frío, y él no quería arriesgarse a pescar un resfriado. Además, seguro que Tula estaba por volver y se iba a pegar un susto enorme si no lo encontraba en casa. Para distraerse un poco de la sensación aterradora que lo seguía molestando, decidió empezar a preparar la cena. Sin prisa pero sin pausa, se puso a amasar una pizza. Estaba convencido de que, amasando, se le iba a pasar todo el miedo, y al rato estaba tan compenetrado golpeando la masa, que ni se dio cuenta de que los ruidos del bosque dejaron de escucharse. Hasta que de repente alguien tocó a la puerta. Después de limpiarse bien las manos para no ensuciar el picaporte (sabía que a Tula no le iba a molestar que lo ensuciara, pero él prefería mantener las cosas limpias), se acercó a la puerta y abrió para ver quién era. La bruja seguro lo hubiera retado por abrir sin preguntar, pero Conrado había vivido muchos años en el palacio, en donde había cientos de sirvientes que hacían ese tipo de cosas, y todavía no se acostumbraba a que antes de abrir la puerta había que averiguar quién estaba del otro lado.

Continuar

Enorme fue su sorpresa cuando vio que del otro lado de la puerta no había nadie. Pero la cosa se puso peor cuando, después de cerrarla se dio vuelta y se encontró cara a cara con un fantasma. Bueno, cara a espíritu, si queremos ser exactos, porque frente a él flotaba un espíritu semitransparente. Era un personaje de lo más extraño. Se trataba de un fantasma, sí, pero no era cualquier fantasma, sino el fantasma de un pirata. Eso era evidente por el parche en su ojo fantasmagórico, su pata de palo espectral y toda su vestimenta. Lo primero que el pirata le dijo al príncipe, fue: -No creo que vos seas la bruja Tula. Y Conrado no pudo menos que reírse por la obviedad que le había dicho el pirata. Y reírse un rato, lo ayudó a perder el miedo. Y cuando empezó a perder el miedo, se animó a conversar con su invitado. Como el príncipe era muy educado, empezó por presentarse, contarle al fantasma cómo se llamaba y explicarle que Tula no estaba en casa pero que él era su marido.

Continuar

El fantasma, entonces, se mostró contrariado. Claramente había esperado encontrar a la bruja.- ¿Sería mucha molestia si decido esperar? Soy el capitán Barbasucia y vengo desde muy lejos para ver a la famosa Tula... necesito urgentemente su ayuda. Verá, quiero pedirle que me devuelva la vida: yo era un gran pirata y quiero volver a serlo. Al príncipe le pareció que lo que estaba diciendo el fantasma, era completamente ridículo, pero decidió no decírselo, para que no se sintiera mal. En su lugar tosió un poco, para que no se notara que se estaba riendo, y le preguntó por qué quería que le devolvieran la vida.

Continuar

- Aunque usted no me crea, no es que extrañe la vida por el simple hecho de vivir. Lo que sucede, es que estoy aburrido. Ya me cansé de vagar por los lugares haciendo ruidos extraños e intentando asustar a la gente. Las personas cada vez creen menos en los fantasmas y yo no estoy hecho para flotar de acá para allá todo el santo día. Extraño las emociones del mar, la búsqueda de tesoros... cuando era capitán cada día estaba lleno de sorpresas... ahora simplemente me aburro. Y lo peor de todo es que además de aburrido, me siento solo. A riesgo de parecer entrometido, el príncipe, que había escuchado con mucha atención lo que le decía el fantasma, decidió hacerle una propuesta. Si lo que le pasaba era que estaba aburrido y solo, tal vez él tenía la solución. Conrado decidió contarle al capitán Barbasucia sobre la vida en el castillo de sus padres. Primero le dijo que era un castillo muy grande y lujoso, y después le explicó que tooooooda el ala oeste estaba convertida en parque de juegos: desde que los niños del orfanato vivían ahí, parecía que todos eran días de fiesta.

Continuar

Mientras Conrado hablaba y le describía cómo vivían los reyes, al capitán le brillaban los ojitos de ganas de ser parte. El príncipe había dado en el clavo.- Perdone que lo importune, tal vez yo pueda ayudarlo; pensaba escribir una carta y en ella recomendarlo para que con mis padres pueda, si desea, a vivir irse y con ellos y los niños, día a día, divertirse. El capitán Barbasucia se sintió un poco desconcertado por los versos de Conrado, pero después de un par de explicaciones, entendió lo que el príncipe le decía. Y sinceramente, parecía una buena idea. ¿Qué podía perder? Lo peor que podía pasar era que siguiera aburrido y sintiéndose solo y decidiera volver a buscar a alguien que lo ayudara a recuperar su vida. Así que decidió intentarlo.

En el castillo los sirvientes se sorprendieron al encontrarse un fantasma llamando a la puerta, pero como tenía una carta de recomendación del príncipe Conrado Serafín Alexander, lo dejaron pasar y lo presentaron a los reyes. En menos de una semana, Barbasucia se convirtió en uno más de la familia. Los chicos lo adoraron inmediatamente. ¡Nunca habían conocido a un pirata! Y menos que menos a un fantasma... Los reyes tardaron unos días más en tomar confianza, pero al final se dieron cuenta de que Barbasucia era un gran amigo. El capitán fantasma, por su lado, nunca había sido tan feliz. Hasta tuvo que cambiarse el nombre porque, por respeto a los niños, empezó a lavarse la barba espectral a diario. Ya no se sentía aburrido, dado que en el palacio siempre había juegos y aventuras. Pero por sobre todo, ya no se sentía solo, porque el cariño de los chicos alegró su fantasmagórico corazón desde el primer momento.

FIN

Volver a empezar

Continuar

El príncipe Conrado Serafín se asomó por la ventana. Miró para un lado, miró para el otro y... no vio nada. El ruido, sin embargo, se seguía escuchando, así que hizo de tripas corazón, se puso una bufanda (que también le había tejido la reina, que no quería que su hijito tuviera frío), y salió al Bosque Tenebroso para investigar. El ambiente en todo el lugar se sentía extraño. Ya hacía bastante que se había mudado al bosque y se estaba acostumbrando con sorprendente facilidad. Pero nunca había sentido una sensasión como esa... parecía que alguien lo etuviera observando. Ni bien el príncipe puso un pie fuera de la cabaña, el estruendo había dejado de sonar. Pero inmediatamente se había levantado un gran viento, que sacudía ferozmente los árboles. Y desde lejos, mezclada con el rugido del viento entre las hojas, parecía escucharse una risa. Conrado se sentía desorientado, miraba hacia todos lados, y aunque no veía a nadie, estaba convencido de que alguien se escondía cerca. ¿Se estaría volviendo loco?

Continuar

Y en eso lo vio, desde adentro de un tronco hueco, escondido entre las sombras. No sabía quién era, pero estaba seguro de que se trataba de alguna clase de ser, porque podía vislumbrar dos brillantes ojos rojos que estaban clavados en él. Cualquier príncipe de cuento hubiera enfrentado rápidamente al desconocido, desenvainando su espada y mostrando gran valentía. Pero Conrado no era cualquier príncipe, y su primer impulso no fue sacar un arma sino gritar. Un grito fuertísimo y súper agudo. Su segundo impulso, fue correr. Y si hay algo para lo que el príncipe era muy bueno, además de cocinar y de escribir poemas, era para las carreras, así que salió escapando a toda velocidad, mientras seguía gritando, muerto de miedo. Sin embargo, ya era tarde. "Ese" que estaba escondido dentro del tronco hueco, "ese" que lo había mirado fijamente, se apareció frente a él en un santiamén, como por arte de magia, y cada vez que Conrado cambiaba de dirección, volvía a pasar lo mismo, "ese" detenía su escape. Después de un rato, el príncipe estaba cansadísimo y terriblemente perdido, así que no le quedó otra que detenerse. Y entonces "ese" se empezó a reír. Y al escuchar su risa, el príncipe se dio cuenta de que era la misma que había oído en el viento.

Conrado decide volver a la cabaña y alejarse del duende.

Cualquier otro habitante del bosque hubiera reconocido fácilmente al personaje que se encontraba frente a Conrado, el problema es que como el príncipe era relativamente nuevo en el lugar, todavía no sabía todos sus secretos. Se trataba de Deny, un duende muy bromista que solía recorrer los alrededores molestando a todos con sus ocurrencias. El duende se presentó y le dijo a Conrado Serafín que era un gran amigo de Tula, pero había algo en él que hacía desconfiar al príncipe.

Conrado invita a Deny a volver a la cabaña con él.

Continuar

Sin embargo, el príncipe, que se caracterizaba por su bondad, decidió darle una oportunidad a Deny, y lo invitó a volver con él a la choza, para tomarse un tecito. Empezaron a caminar juntos por el camino que el duende indicaba, cuando una gran nube se materializó frente a ellos, y de la nube surgió una viejecita, pero no una de esas simpáticas abuelitas que tejen, cocinan y juegan con sus nietos; esta viejita tenía un aspecto terrible y Conrado rápidamente empezó a temblar. Deny, por su parte, quiso salir corriendo. Pero qudó petrificado en su lugar, convertido en estatua.- Jajajaja, duende travieso... ¿pensaste que no te iba a encontrar? ¡Es imposible escaparse de mí!- dijo la desconocida. La mujer que tan misteriosamente se había aparecido, era la terrible Merlina, una bruja muy peligrosa que estaba enojada con Deny, y desde hacía días que lo buscaba incesantemente.

Continuar

- Y vos, Conrado Serafín Alexander III, Conde de Zoquete y Príncipe de Cantimplora, o como yo prefiero decirte, principucho de Truchilandia, ¿tenés idea de qué calamidad hizo este duendecito que hoy te acompaña? Y en ese momento la viejita, a la que no parecía importarle que Conrado temblara más que una hoja y no le contestara nada, se puso a contarle al príncipe una historia. La cosa era sencilla. Deny, aburrido de estar siempre en el Bosque Tenebroso, sin nuevas personas con quienes bromear, había viajado por otras tierras, haciendo maldades a quienes se encontraba en su camino. Todo iba bien hasta que llegó al reino de la malvada Merlina, una bruja tan hermosa como terrible, y no había tenido otra idea que jugarle, justamente a ella, una broma: hechizó su crema de belleza nocturna. Todas las noches Merlina se la aplicaba antes de irse a dormir.

Continuar

Pero esta vez, cuando despertó después de su descanso reparador, se encontró con que su rostro parecía el de una anciana de 127 años. Demás está decir que no se había tomado para nada bien que el duende llenara su cara de arrugas y la hiciera verse así de vieja. El problema se hizo cien veces peor (y eso ya es mucho decir) cuando el duende le confesó que no sabía cómo revertir la situación.- Y ahora acá estoy, hecha una pasa de uvas, yo que hasta hace unos días era la más hermosa de mi reino. Así que vos, Deny, me las vas a pagar. Conrado vio entonces cómo la bruja Merlina apuntaba con su báculo hacia donde se encontraba el pequeño duende y, para su propia sorpresa, pensó que era necesario actuar. No podía dejar que la bruja castigara brutalmente a Deny por su broma.

Continuar

- Estimada bruja Merlina, perdone la intromisión,pero si me permite un minuto, le agradezco su atención.Deny, el duende bromista, un error ha cometido, pero tengamos en vista que no era su objetivoconvertir a una reina hermosa, en una vieja, por siempre,pero parece que el antídoto olvidó, muy tristemente.-¿Que qué? Mirá querido, dejá de hacerte el poeta por un rato y hablame bien, que no te entiendo nada.- Digo que Deny no tenía malas intenciones, Bruja Merlina... no hace falta que se enoje tanto, seguro que está arrepentido... Ante la sorpresa de todos, Merlina se largó a llorar. Y no era un llanto tranquilo, con un par de lagrimitas nomás, era una catarata de lagrimones, con mocos que le caían de la nariz y todo. Conrado, que no le tenía asco a los mocos, se acercó a abrazar a Merlina para poder consolarla. -

Continuar

La bruja, entre llantos, le confesó a Conrado que no sabía qué hacer, que por primera vez tenía miedo, porque no encontraba cómo solucionar la situación. Le contó algo que el príncipe nunca se hubiera imaginado: en realidad no le había molestado la broma de Deny, es más, no quería tener que castigarlo y hasta le gustaba lucir como si tuviera 127 años (porque en realidad ya tenía más de 500) pero pensaba que toda la gente que la respetaba en su reino iba a dejar de hacerlo si se mostraba tan indulgente frente a esta ofensa. Conrado, entonces, hizo uso de su gran sabiduría y le dijo una gran verdad: si hacía falta que ella fuera mala para ganarse el respeto de su reino, en realidad no la respetaban para nada, sino que le tenían miedo.- ¿Y no es lo mismo? - preguntó, aturdida, Merlina. Conrado no pudo más que reírse ante la pregunta.-

Continuar

Y entonces le contó. Le explicó cómo eran las cosas en su reino. Relató cómo los chicos del orfanato querían y respetaban a Tula por amarlos, defenderlos y protegerlos; cómo el pueblo la respetaba por ser humilde y sencilla; cómo él la respetaba y amaba por su gran búsqueda de la justicia y su integridad. Aunque no lo crean, Merlina entendió. Su primera medida fue perdonar al duende Deny (que seguía convertido en estatua), lo liberó y le dijo que siempre sería bienvenido en su reino mientras él prometiera tener más cuidado con sus bromas y no lastimar a nadie. Cuando Conrado le ofreció que buscaran juntos en su choza, a ver si encontraban alguna poción para rejuvenecer, Merlina decidió que prefería las arrugas; ya estaba cansada de tanta juventud.-

Volver a empezar

La temida Merlina volvió a su hogar y, para sorpresa de todos, se convirtió en Merlina, la buena. Al principio la gente no le creyó mucho cuando dijo que quería hacer el bien, pero las cosas empezaron a cambiar cuando creó una "Escuela de magia para brujas buenas", a la que pequeñas brujitas de todo el mundo asistían para mejorar sus habilidades. Con el tiempo Merlina fue demostrando su verdadero corazón y se terminó convirtiendo en la bruja más querida del lugar, a la que todos recurrían para pedir ayuda cuando tenían problemas. -

FIN

Continuar

El píncipe Conrado Serafín sabía que no era muy valiente ni especialmente dotado para las luchas, pero también sabía que su instinto era infalible. Así que descidió ser extra cuidadoso y alejarse del duende. -Fue un gusto haberlo conocido, estimado bromista que en este bosque ha crecido.- dijo el principito, pero cuando quiso partir se dio cuaenta de que, tanto había corrido, que ya no sabía para dónde quedaba la choza. El duende, ni lerdo ni perezoso, aprovechó el momento.- Si querés te acompaño, no me molesta mostrarte el camino... El príncipe intentó negarse, pero sabía que no tenía opciones. Si no aceptaba ayuda del duende, no podría regresar a la choza. Sin embargo seguía pensando que Deny escondía algo... Y la verdad es que tenía razón. En cuanto se dio vuelta para empezar a caminar, un sueño profundo atacó a Conrado. ¡Otra vez era un príncipe durmiente! Esto ya se estaba volviendo costumbre.... El duende lo había hechizado.

Continuar

La cosa era sencilla. Deny se había metido en un enorme lío. Aburrido de estar siempre en el Bosque Tenebroso, sin nuevas personas con quienes bromear, había viajado por otras tierras, haciendo maldades a quienes se encontraba en su camino. No lo malinterpreten, no se trataba de terribles maldades, solamente algunos chascarrillos... un príncipe convertido en sapo, una verruga purulenta en la preciosa nariz de una hermosa princesa, un trovador que croaba como rana cada vez que intentaba cantar... Deny se moría de la risa con sus ocurrencias. Y todo iba bien hasta que llegó al reino de la malvada Merlina, una bruja tan hermosa como terrible, que no se había tomado para nada bien que el duende llenara su cara de arrugas y la hiciera ver como si tuviese 127 años. Más aún se enojó cuando el duende le confesó que no sabía cómo revertir la situación. Por eso Deny había vuelto al Bosque Tenebroso, un poco para escaparse y otro poco para conseguir la ayuda de Tula; quería rejuvenecer a Merlina y así dejar de ser objeto de su furia..

Continuar

Lo complicado es que la última vez que se habían visto la bruja Tula y el duende Deny, Tula se había enojado muchísimo, porque el duende le había hecho la broma de pintar toda su choza de rosa (el color que ella más odiaba) y Tula había tenido que pasar horas para volver todo a su color original, ya que el duende había usado un hechizo muy resistente. Fue por eso que Deny decidió dormir al príncipe, lo iba a usar como un medio para convencer a la bruja, de ayudarlo.

Continuar

Cuando el príncipe recobró la conciencia, lo primero que advirtió es que se encontraba cómodo y calentito. Estaba medio endormiscado todavía, pero no dudó, estaba dentro de la choza. Como era de esperar, pensó que todo lo que le había pasado fuera de la casa, en realidad, había sido un sueño. Entonces, escuchó las risas de Deny y, ya un poco más despierto, aceptó que sus recuerdos debían ser reales. Como cualquiera que se encontrase en su posición, se hizo el dormido, y mientras tanto, escuchó al duende que, para variar, hablaba solo. Así fue como Conrado se enteró de toda la historia del viaje de Deny, de sus bromas y de lo que le había hecho a Merlina. Y entonces, decidió tomar coraje; porque eso también lo estaba aprendiendo desde que estaba con Tula: aunque a veces uno tenga miedo, hay que tomar coraje y arriesgarse por las cosas importantes. - No te preocupes duendecito yo te voy a ayudar a que te sientas mejorcito- dijo Conrado, dejando de hacerse el dormido.- ¿Para qué la necesitabas a Tula?, (mi esposa que es terca como una mula). Al escuchar la voz del príncipe, el duende se paralizó, se quedó duro, en silencio, con los ojos bien abiertos. Y después de un segundo de estar inmóvil, se largó a llorar.

Continuar

- ¡Buaaaaaa! ¡Esto es terribleeeeeee! ¿¡Pero qué me pasaaaaaaaa!? Ni siquiera me sale bien un simple hechizo de sueño...... Conrado, que era muy sensible y se sentía mal por el duende, se acercó a consolarlo y le dio un gran abrazo. Y entonces Deny, que seguía llorando, terminó de contarle toda la historia y le dijo que necesitaba la ayuda de Tula para revertir la broma que le había hecho a Merlina, pero que pensaba que la bruja no lo iba a querer ayudar por las travesuras que le había hecho a ella. El príncipe, una vez que el duende dejó de llorar, le hizo un tecito de tilo, y después se sentó a pensar. Si Tula estuviera en casa, seguramente sabría qué hacer, ella era tan inteligente (qué raro que todavía no había vuelto... ¿le habría pasado algo?). Pero Tula no estaba, así que Conrado tenía que tomar el toro por las astas y resolver la situación. En eso se le prendió la lamparita; estaba seguro de que Tula había preparado varios frascos de poción rejuvenecedora durante la semana, porque quería regalársela a sus suegros en su próxima visita, así podrían tener más energía para jugar con los chicos del orfanato.

Continuar

Conrado buscó, buscó y rebuscó y, al final, en un estante bien alto, atrás de todo, encontró los frascos que buscaba. Deny, que no entendía nada, lo miraba pensando que se había buento loco.- ¡Listo! ¡Acá está! "Poción para rejuvenecer" -dijo Conrado.- Llevátela, con esto lo solucionás, no tenés nada que temer. El duende se había quedado estupefacto. Después de todo lo que él había hecho, el príncipe le estaba dando la poción... era increíble.-No entiendo... ¿me la estás regalando? ¿después de que te quise usar para obligar a Tula a ayudarme? Conrado sonrió tímidamente y asintió. No era un príncipe rencoroso y entendía que Deny había estado desesperado. Sabía que el duende se había equivocado pero estaba convencido de que todos se merecían una segunda oportunidad.- Para evitar más tensiones, te la doy con dos condiciones - explicó - la primera es que pienses bien las bromas que hacés en el futuro: solamente son bromas si todos los involucrados terminan en risas, seguro. La segunda es que, de ahora en más, en lugar de obligarnos a hacer lo que necesitás, nos lo pidas directamente, porque eso es lo que hacen los amigos, frecuentemente.

Si antes Deny había quedado sorprendido, no había palabras para explicar cómo se sentía ahora. No podía creer lo que le decía el príncipe, que tan fácilmente lo estaba perdonando. Pero menos podía creer que, después de la manera en la que se habían conocido, quería ser su amigo. Deny estalló en carcajadas otra vez , pero en esta oportunidad no se reía de otros, sino que se reía de contento, porque estaba empezando a entender qué era la verdadera amistad. No les voy a mentir y decir que Deny nunca más hizo bromas, pero con el tiempo fue molestando cada vez menos a los otros y aprendió que Conrado había tenido razón cuando las bromas solamente son buenas cuando no lastiman a nadie. Conrado y el duende se hicieron cada vez más amigos y se convirtieron en grandes compinches (aunque a Tula les costó un poco aceptarlo) y su amistad duró hasta que fueron muy viejitos y ellos mismos necesitaron una poción para rejuvenecer.

FIN

Volver a empezar