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Masacre de La Payanca

Eliana Paniagua

Created on June 9, 2020

En mayo de 1992 en la estancia de General Villegas, se hallaron seis cadáveres que habían sido brutalmente golpeados y asesinados a balazos. En el comedor de la casa principal estaban María Esther (46) y José Luis (22); en el galpón Francisco Luna, un linyera que hacía diversos trabajos para la familia, y dos gatos. Al otro día, hallaron los restantes a unas 15 cuadras de la casa: Alfredo (49), y los empleados Eduardo Javier Gallo (22) y Hugo Omar Reid (21).

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Transcript

La masacre de La Payanca

Historia criminal. @60lineas www.60lineas.wordpress.com

María Esther Acheriteguy, conocida como “Chila”, tenía 21 años cuando se casó con Alberto Gianolio. Tuvieron dos hijos: José Luis y Claudia. Se establecieron en un campo de 700 hectáreas en General Villegas. En 1985 quedó viuda porque su marido fue asesinado en la tranquera de la estancia llamada La Payanca.

Horacio Ortiz era peón de los Gianolio y vivía en la estancia junto a su familia. Cuando se enteró que su jefe y su mujer eran amantes, esperó a Alberto en la tranquera y lo mató a balazos. Ortiz fue condenado a 8 años de prisión. Luego de permanecer alojado en el penal de Junín 5 años, en 1992, salió en libertad.

Ese año, María Esther ya estaba conviviendo con su nueva pareja, Alfredo Raúl Forte; Claudia se casó con el conocido actor de telenovelas Marco Estell y se fue de La Payanca; y José Luis, al que llamaban “cascote”, continuaba viviendo con su madre.

Claudia.

En mayo, el vecino Alberto Zunino fue a hablar con la policía del pueblo porque le pareció extraño que varios animales de La Payanca se escaparan y que las luces permanecieran encendidas.

La policía fue a la estancia el 9 de mayo. Se encontró con una masacre: seis cadáveres que habían sido brutalmente golpeados y asesinados a balazos. En el comedor de la casa principal estaban María Esther (46) y José Luis (22); en el galpón Francisco Luna, un linyera que hacía diversos trabajos para la familia, y dos gatos. Al otro día, hallaron los restantes a unas 15 cuadras de la casa: Alfredo (49), y los empleados Eduardo Javier Gallo (22) y Hugo Omar Reid (21).

Quedó claro que los asesinos algo buscaban porque en la casa todo estaba revuelto, hasta los colchones destrozados. Pero, a la vista, nada de valor faltaba. Nunca se supo si encontraron lo que fueron a buscar.

Calcularon que los crímenes ocurrieron entre el 29 y el 30 de abril. Pronto llegó un grupo de policías a investigar comandado por el comisario Mario “Chorizo” Rodríguez, conocido integrante de la llamada “Maldita policía” Argentina. Elucubraron posibles móviles: abigeato (robo de ganado); narcotráfico (sospechaban que La Payanca era utilizada como una pista de aviación para vender estupefacientes); venganza (de Ortiz hacia el resto de la familia). Pero todo fue desechado.

También aparecieron sospechosos que rápidamente fueron liberados. Guillermo “Colo” Díaz, un albañil que se dice que robó armas de Gianolio de la estancia; Ortiz que justo ese año salió de prisión; y cuatro pobladores de la zona a los que una prostituta habría acusado de jactarse de los asesinatos: Jorge “Satanosky” Vera, Carlos Raúl Fernández, José Khunt y Julio César Yalet. Estos últimos denunciaron que sufrieron tormentos y torturas por parte de los agentes de Rodríguez para confesar algo que no cometieron.

En septiembre de 1998 el Ministerio de Seguridad bonaerense lanzó un ofrecimiento de recompensa de entre 5 a 30 mil pesos para quien aporte datos sobre los culpables. Solicitaron que se presentaran en el Juzgado en lo Criminal y Correccional N°1 del Departamento Judicial Trenque Lauquen en la causa N°18.982 caratulada "Forte, Alfredo, Etcheritegui, María y otros s/homicidio". Aún constan los nombres en la página web de casos no esclarecidos del ministerio.

Hubo unas 100 marchas del silencio, pero, a 28 años de la masacre de La Payanca la impunidad se eternizó. Nunca se supo quiénes ni por qué asesinaron brutalmente a seis personas. El campo se sigue explotando, la casa está como siempre: deshabitada.

José Luis Gianolio.

Hubo dos cuestiones misteriosas señaladas por el recordado periodista de policiales Enrique Sdrech en su libro “Crímenes famosos” publicado en 2001. Tras levantar la consigna policial, al menos tres personas, habría entrado al galpón de la estancia: “Sigilosamente cavaron un pozo, y extrajeron un enorme tanque (…) Los desconocidos estuvieron entretenidos en desocupar el contenido de aquel enorme tanque cuya capacidad superaba largamente los trescientos litros (…) Quedó abierto, frente al galpón, un pozo de por lo menos tres metros por dos, y unos tres metros de profundidad”.

Sdrech termina el capítulo preguntándose por qué no ladró ni mataron al perro ovejero de la familia: “Porque aquel perro tenía una lealtad compartida”.