Want to create interactive content? It’s easy in Genially!

Get started free

alopval

nosenacemujert

Created on February 27, 2018

Start designing with a free template

Discover more than 1500 professional designs like these:

Animated Chalkboard Presentation

Genial Storytale Presentation

Blackboard Presentation

Psychedelic Presentation

Chalkboard Presentation

Witchcraft Presentation

Sketchbook Presentation

Transcript

MI RINCÓN DE LA COSTURA

A las mujeres de mi vida que cosieron y cosen

Me he criado entre mujeres que cosían y tejían. Reconozco ese ritmo constante de una máquina de coser, unas veces como un arrullo, otras como un martilleo imposible de evitar. Cuando era muy pequeña mi abuela Mª Rosario, mi madre y mi tía se dedicaban a coser los vestidos de todas las peques de la casa. Compraban un trozo de tela, metros y metros para confeccionar vestidos para mis dos hermanas y para mi. La tela era la misma, pero después había detalles en la confección o detalles de bordado diferentes para cada una. Y, es que ahora ya no nos imaginamos que no hace tanto no había centros comerciales y tantas tiendas para elegir; las había, pero tenías que tener una solvencia económica potente.

Recuerdo verlas sentadas en la entradilla de la casa, un pasillo no demasiado ancho, porque había más luz y hacía más fresquito. El botijo al lado y la radio puesta con alguna novela radiofónica o el consultorio de Elena Francis; en ocasiones, una jarra de agua con hielo y un poco de anís, para mitigar el calor. Y nosotras corríamos y corríamos, solo atendíamos su llamada cuando teníamos que probarnos aquella prenda que estaban creando para estrenar en algún día de fiesta, me sorprendía la tremenda habilidad que tenían para hablar con los alfileres en la boca mientras yo temblaba por si alguno de ellos traspasaba mi piel mientras cogían medidas.

Antes era así, primero se estrena en un día importante, después para los domingos y cuando ya no estaba del todo presentable porque le habían salido “bolitas”, para los días de la semana. Hasta que a mí ese vestido se me quedaba pequeño y pasaba como de generación en generación a mi hermana mediana y por último a la pequeña. Podéis suponer lo que eso implicaba para mis hermanas, porque no es que tuvieran un vestido nuevo, es que tenían vestido para mucho, pero mucho tiempo, solo “dar el estirón” las salvaba de que esas prendas no fueran eternas.

Para el invierno tejían jerseys y desenredar la madeja era mi especialidad, nos ponían como a un metro de distancia con los brazos estirados y la madeja y con un suave bamboleo, un vaivén perfectamente acompasado, ellas iban haciendo el ovillo que después servía para hacer el jersey. Mientras tanto, iban preguntando si queríamos el cuello de pico, redondo o de caja; si un color o varios; si el puño más ancho…En casa de mi abuela Antonia, ella hacía de ganchillo cubiertas, tapetes y los flecos decorativos de las toallas; al lado de mi abuela, una tía que también tejía con moldes, como los llaman en mi pueblo, o agujas de tejer. Siempre estaban inventando algo. Tejían viendo la tele, una al lado de la otra. Siempre en el mismo sillón y cuando llegábamos nos enseñaban orgullosas la tarea de esa semana.

Ya en mi casa mi madre cosía con la máquina de coser, por muchos años cosió trajes de muñecas, un trabajo mal pagado pero que sacaba de apuro en muchas ocasiones. Todas las piezas venían en grandes bolsas de plástico; les dejaban una muestra y a modo de puzzle había que sacar el vestido de las muñecas Famosa; recuerdo a las vecinas que se dedicaban a lo mismo ir a casa para que les dijera que pieza había que coser primero o cómo hacerlo. Y en cadena, en ese traqueteo de la máquina de coser los vestidos iban cayendo y cuando había muchos le ayudábamos a cortar para coser la siguiente manga o lo que se terciara. Los vestidos llevaban una etiqueta a la que había que poner un número y cortarlas para también coserlas al traje. Lo hacían por si había algún defecto poder devolverlos y solucionarlo o simplemente descontarlo del sueldo mísero. Como éramos cinco, mi madre cosía por la noche, de madrugada… cuando nos dormíamos al arrullo de la máquina de coser.

Yo también aprendí a coser, un poco de corte y confección, un poco de bordado, un poco de ganchillo, un poco con la máquina de coser… pero ahora todo eso ha desaparecido de mí, apenas sé coser un botón y un dobladillo. Pero me quedan instantáneas de cómo las mujeres que me precedieron se dedicaron a ello, las guardo con cariño, con admiración, con orgullo… Tanto, que ahora que me dedico a unir las diferentes partes de mi tesis, la carpeta del ordenador se llama “costura”; no había reparado en ello hasta hace poco. Y es que de algún modo las mujeres, de un modo u otro, seguimos cosiendo.

Antonia López Valera

nosenacemujert@gmail.com

www.genial.ly

¡GRACIAS!