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La historia de Jonas
elisa4149
Created on February 25, 2018
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Transcript
Jonas: una historia de resiliencia y compromiso
Ese día Jonas decidió tomar una calle diferente de la que solía tomar. Quería pensar y pasear, algo que le gustaba mucho hacer. Pensó en sus padres, que habían perdido sus empleos, y en su hermano, tan fuerte y débil al mismo tiempo, a causa de su enfermedad.
Mientras estaba caminando, vio a una chica y a un chico sentados en un banco, estaban hablando, el chico le acariciaba el pelo a la chica. A Jonas le habría encantado tener un amigo, o por lo menos alguien con quien hablar, pero en el instituto nadie se acercaba a él porque todos creían que era un tío raro. Por otra parte, él era demasiado tímido para dar el primer paso, prefería estar a solas con sus pensamientos. Al caminar, unos ruidos los interrumpieron, como si fueran golpes.
Levantó la vista, y se dio cuenta de que delante de él había un cobertizo. Era un edificio grande, aunque era viejo y estaba en mal estado. La puerta era muy alta y de hierro, y habían enormes ventanas de vidrio que recubrían casi toda la fachada. Las paredes eran de color gris. Jonas pensó que se trataba de una antigua nave industrial, ya en desuso. Interesado, entró.
La escena que se presentó ante sus ojos lo asombró. Algunos chicos se estaban entrenando, luchaban en un cuadrilátero, otros daban golpes a unos sacos de boxeo, y había un entrenador que los observaba. También el interior del cobertizo estaba en mal estado, pero era muy luminoso y amplio. Habían unos bancos y algunos cuadros de boxeadores famosos colgados en las paredes.
Empezó a observar a los chicos mientras luchaban, y se dio cuenta de la pasión y del empeño que ponían en cada golpe. Un chico, mayor que los otros, se acercó a Jonas y se presentó: “Hola, me llamo Lucas, soy un entrenador de boxeo y el dueño de este gimnasio. ¿Quieres luchar?” Era muy alto y musculoso. Los ojos y el pelo negro. Jonas pensó que era un chico bastante seguro de sí mismo. “No, gracias, pasaba por aquí y... voy a sentarme en un rincón y a limitarme a mirar.” Lucas hizo una señal de aprobación y se marchó. Jonas se sentó en un rincón y empezó a observar a los chicos que estaban combatiendo entre ellos.
La concentración y la determinación que tenían lo impresionaron mucho, parecía que en cada golpe ellos ponían parte de sus problemas, de esa manera podían desahogarse. Por lo menos eso es lo que Jonas pensó, mientras los miraba absorto.
Antes del cierre del gimnasio se marchó. Por el camino siguió sin hacer nada más que pensar en el boxeo, ese deporte que tanto lo había sorprendido. En casa, con su ordenador, buscó información sobre el boxeo. Descubrió que se trata de uno de los deportes de combate más antiguos del mundo y que se practica dentro de un cuadrilátero, donde dos atletas luchan a puñetazos, con los puños dentro de unos guantes de boxeo. El objetivo es debilitar al adversario para derribarlo. Para practicar este deporte hay que ser valiente, inteligente, rápido y fuerte.
Al día siguiente, como todos los días, fue al instituto. Al pasear por los pasillos, Jonas chocó con un chico e hizo que los libros que el chico tenía en sus manos se cayeran: “¡Perdóname perdóname!” Jonas se agachó para ayudarlo a recoger sus libros. El chico, en lugar de tratarlo mal como hacían todos, fue muy amable con él y se presentó: “No pasa nada. Me llamo Andrés” dijo alargando su mano. “Y yo Jonas”. Ambos sonrieron. “Nos vemos por ahí” dijo Andrés marchándose. Jonas estaba muy feliz. ¡No podía creer que había al final encontrado un amigo!
Después de las clases, Jonas tomó el mismo camino del día anterior para volver al gimnasio que había visto. Entró oyendo los mismos golpes, y como el día precedente, se sentó y se puso a mirar a los boxeadores. El dueño, Lucas, lo vio, pero no se acercó. Sabía que el primer paso, tarde o temprano, lo habría dado él.
Pasaron algunos días, nada cambió. Los padres de Jonas estaban viviendo una situación de crisis económica, todavía no habían encontrado una solución para su hermano, pero Jonas todas las noches lo iba a ver, contándole su día y preguntándole como estaba. Tenía siete años y era un niño débil: estaba malo ya que se ponía enfermo incluso con un pequeño resfriado. Entonces tenía que pasar todo el día en casa para no ponerse aún más enfermo. Jonas todavía no había vuelto a ver a Andrés, pero todos los días seguía yendo al gimnasio para ver a los boxeadores.
Un día pasaron muchas cosas malas: Jonas se peleó con sus padres y sacó una nota mala en el instituto. Estaba tan triste y cansado que después de las clases se dirigió directamente al gimnasio. Entró, cogió los guantes de boxeo y empezó a darle golpes al saco. Sabía cómo hacerlo porque había visto cómo lo hacían los demás más de cien veces. Se desahogó y se liberó de todos sus problemas y preocupaciones. Al final se sintió libre. Lucas, que lo estaba observando ya desde hacía rato, se acercó y le enseñó las reglas y los secretos de ese deporte.
Al cabo de tres meses ya era un boxeador profesional. Iba todos los días a entrenar con Lucas, que seguía enseñándole los trucos para triunfar. Se había dado cuenta de que aquel deporte le había enseñado muchos valores como el compromiso y la resiliencia: el compromiso con su entrenador y consigo mismo, la resiliencia para sobrevivir a las derrotas y seguir aprendiendo de ellas. Aprendió que en la vida hay que luchar y enfrentarse a los problemas, sin abatirse.
Lucas le enseñó que a pesar de las derrotas, tenía que aprender de sus errores y no rendirse nunca. El boxeo le hacía falta para desahogarse cuando tenía días malos. Además Jonas estaba muy feliz por haber encontrado un amigo como Andrés. Quedaban todos los días y hacían muchas cosas juntos. Era muy raro para Jonas, ya que nunca había tenido amigos, y con el pasar del tiempo entendió que quizás para él Andrés no era simplemente un amigo.
Un día, fue a entrenar como otro cualquiera. Mientras estaba entrenando recibió una llamada, era su padre. Habló con él un rato y su padre le contó que, después de muchas entrevistas de trabajo, por fin había encontrado empleo en una fábrica. Jonas se puso muy contento e inmediatamente se lo contó a Lucas. Lucas se alegró mucho por él. Esto le dio mucha fuerza a Jonas para seguir con el boxeo.
Siguió practicando porque se lo pasaba fenomenal cuando se entrenaba. Aunque sabía que era un deporte peligroso, decidió seguir entrenándose ya que gracias a eso, había encontrado muchos amigos, como su entrenador Lucas, que había sido una gran ayuda ante las derrotas en los cuadriláteros. Además había entendido que nunca debe rendirse, en el cuadrilátero como en la vida, porque siempre hay personas que pueden estar pasando una racha peor que la nuestra, y rendirnos no nos ayuda a ganar o a salir fortalecidos de nuestras malas experiencias, todo lo contrario. Sus manos estaban destrozadas por los golpes que daba, llenas de rasguños y cortes, que tenía también en el resto del cuerpo. Estos cortes le acordaban a Jonas el empeño que ponía en ese deporte y eran para él un estímulo para salir hacia adelante y seguir luchando, con perseverancia y desarrollando su propio potencial.
Pasó medio año. Jonas, que ya había empezado a luchar oficialmente, decidió participar en unos combates nacionales. Estuvo entrenando mucho tiempo para poder estar a la altura del resto de boxeadores que competirían con él. Todos los días estaba en el mismo gimnasio donde todo había empezado, entrenándose, haciéndose daño y empezando de nuevo.
Llegó el día más importante de la vida de Jonas, su primer encuentro en el torneo nacional. Estaba muy nervioso, pero sabía que gracias al compromiso y a la resiliencia, que había aprendido a utilizar, iba a poder conseguir lo que quisiese. Justo antes de salir al ring, su padre lo llamó al móvil. Preocupado, cogió el telefono rápidamente y, afortunadamente, su padre le dio una buena noticia: “Jonas, no creerás lo que te voy a decir” dijo su padre. “¿Qué? ¡Dímelo ahora!”. Jonas estaba tan agobiado que casi no lograba respirar. “Tu madre y yo al final hemos encontrado un tratamiento para tu hermano con el que su enfermedad mejorará y él finalmente podrá salir de casa como cualquier otro niño.” La felicidad que Jonas sintió fue inefable, indefinible. Definir es limitar. Por fin su hermano podría ser un niño normal, correr al aire libre, ir a la escuela y aprender cosas nuevas, jugar en el césped, sin preocuparse de ponerse enfermo si sopla el mínimo viento.
A Jonas la alegría le invadió el cuerpo, y de tanto entusiasmo y felicidad, se puso a llorar. Por fin todo había mejorado en su vida y en su familia. Desde que empezó a practicar el boxeo él cambió, porque por un rato se despreocupaba de sus problemas, y sólo pensaba en seguir mejorando en su vida y en ese deporte que tanto le había enganchado.
Fin.
Proyecto etwinning ‘El deporte para que seas y te comportes’ Alessandro Borgia Cecilia Ciribino Elisa Pagnotta Lorenzo Pernié Paula Sancho Teresa Sanz